Grove Vallejo, Marmaduque (1878-1954).


Militar revolucionario y senador chileno, nacido en la ciudad de Copiapó el 6 de julio de 1878 y fallecido en Santiago el 15 de mayo de 1954. De carácter efusivo y emocional desde temprana edad, heredó de sus padres, Ana Vallejo Burgoa y el abogado José Grove Ábalos, una visión radical de la realidad chilena que le orientó al socialismo. Marmaduque Grove Vallejo participó en la conspiración de 1925 que instó al exiliado Alessandri a regresar a Chile y asumió la cartera de Defensa de la proclamada República Socialista en 1932.

Tras cursar estudios primarios en una escuela de su ciudad natal ingresó en el Liceo de Hombres en 1888. Tres años más tarde, el obligado exilio de su padre por oponerse al presidente Balmaceda constituyó un hecho que marcaría la vida y forjaría el carácter del joven Marmaduque Grove. A pesar de su idea contraria al orden establecido, decidió ingresar en la Escuela Naval en 1892 de donde sería expulsado, ya ostentando el grado de brigadier, por participar en la llamada «sublevación del pan duro» que determinó su deseo de justicia y clara disposición a luchar por los más débiles.

Continuó su carrera en el ejército ingresando en la Escuela Militar en 1897, de la que se licenciaría como subteniente en el arma de Artillería y dónde compartió estudios e ideas con Carlos Ibáñez del Campo y Arturo Puga Osorio, dos figuras que destacarían en el porvenir político de Chile.

El viaje que realizó Grove a Europa desde 1906 a 1911 tuvo como objetivo especializarse en las técnicas relacionadas con la artillería (armas, máquinas y municiones de guerra), aprendizaje que realizó en un regimiento del ejército alemán y en cuyo transcurso recibió el ascenso a capitán de las Fuerzas Armadas de Chile. A su vuelta, además de formalizar su ingreso en la masonería (1912), entró en la Academia de Guerra (1913) y fue destinado al regimiento de Artillería General Velázquez de la Guarnición Tacna, donde permaneció hasta 1917; allí contrajo matrimonio con Rebeca Valenzuela, con quien tendría seis hijos.

Durante toda su tumultuosa y fructífera vida profesional en el ejército y la política, Grove Vallejo combinó la disciplina aprendida en la milicia y el ansia de cambio y resolución de injusticias que presidía su pensamiento. Así, el desempeño del cargo de subdirector de la Escuela Militar entre 1920 y 1924 se vio interrumpido en 1922 a causa de unas manifestaciones que no fueron del agrado de las autoridades militares del país y que provocaron su trasladado a la Guarnición de Traiguén.

La recuperación de su puesto en la institución educativa del ejército en 1923 vino acompañada del ascenso a teniente coronel y, dos años después, al grado de coronel con el nombramiento de director de la Escuela de Aviación, cargo que ejerció hasta principios de noviembre cuando viajó de nuevo a Europa como jefe de la Misión Militar en el Viejo Continente y agregado militar en Suecia. No había pasado mucho tiempo cuando, en 1926, volvió a ser enviado a Europa como agregado militar en Londres por orden del vicepresidente Carlos Ibáñez del Campo, su antiguo compañero de formación, quien intentó por este medio alejarlo del país y aminorar la influencia que ejercía entre la oficialidad más joven.

De hecho, su primera actuación política fue precisamente provocar el levantamiento de los cuadros juveniles del ejército descontentos con el Gobierno parlamentario, sensibles a la situación social y opuestos a las medidas incluidas en la ley de la Dieta Parlamentaria que se estaba debatiendo en el Senado en septiembre de 1924. Desde la apertura del Congreso en junio, un grupo numeroso -entre los que destacaba un arrojado Marmaduque Grove- había comenzado a reunirse en el Club Militar y mostraba su rechazo a la proposición legislativa. Fue Grove quien lideró a una cincuentena de oficiales que en la noche del 2 de septiembre se reunieron en la galería de Senado para aplaudir a los senadores que estaban protestando por esta ley y ante la negativa de la institución parlamentaria a tratar la subida de los salarios de los militares.

Sin cejar en el empeño de conseguir mejoras para los componentes del ejército, las reclamaciones de Grove Vallejo en la recién creada Junta Militar y Naval presentadas en la misma sede del Gobierno, el palacio de La Moneda, fueron más allá de meras reivindicaciones salariales: supresión de la dieta, inmediato impuesto sobre la renta, reforma de la Constitución Política, aprobación de las leyes de empleados particulares, exigencia de promulgar el Código Laboral de Alessandri y la renuncia de tres ministros del gabinete. La presión militar aumentó con el apoyo de la Marina al movimiento, adhesión conseguida por Grove en un viaje relámpago a Valparaíso y que demostraba la unidad de las Fuerzas Armadas.

La actividad incesante de Grove prosiguió con escritos en la prensa en favor de las causas que defendía y no cesó una vez aprobadas la mayoría de éstas por las altas instancias. La propia Junta Militar no se disolvió sino que radicalizó sus posturas exigiendo la depuración política y administrativa del país y hasta la intención de disolver el Congreso. Las circunstancias obligaron al presidente Arturo Alessandri -que se encontró cautivo de los militares- a abandonar el poder y solicitar asilo en la Embajada de Estados Unidos, desde donde salió para Argentina el 10 de septiembre.

El mando del país lo tomó una Junta de Gobierno formada por oficiales de alto rango estrechamente vinculados a la Unión Nacional, lo que levantó recelos entre los militares reformistas que sospecharon que se avecinaba una restauración conservadora encabezada por Ladislao Errázuriz. Ibáñez, Grove y otros se decidieron por la conspiración y el 23 de enero de 1925 dieron un golpe que instauró una nueva Junta integrada por civiles y militares que instó al exiliado Alessandri a regresar a Chile. Su vuelta significó dar prioridad absoluta a la reforma constitucional que desembocó en la promulgación (18 de septiembre) de la Constitución de 1925 y el otorgamiento de mayor potestad al poder ejecutivo, aunque sin menoscabo de la actividad de los partidos políticos, convertidos ya en pilares fundamentales de la evolución del país. Sin embargo, las controversias derivadas de las candidaturas a la presidencia obligaron a Alessandri a renunciar de nuevo y asistir a una marea de apoyo a su ministro de Guerra Carlos Ibáñez, con quien mantenía tensas relaciones.Tras la administración de Emiliano Figueroa (diciembre de 1925-julio de 1927) que hubo de enfrentar luchas internas en el Congreso y permanentes ataques al Gobierno, Carlos Ibáñez se alzó con el poder contando con el apoyo político de casi todos los sectores y un 98% de los votos en una masiva concurrencia a las urnas. Su gestión combinó la dureza de quien se enorgullecía de ser el “Mussolini chileno”, la represión de opositores y censuras de prensa con una bonanza económica (al menos hasta 1930) que posibilitó un programa de obras públicas a gran escala, así como la reorganización de la administración y del sistema de propiedad de tierras que afectaban a la comunidad mapuche.

El autoritarismo de Ibáñez provocó el deseo de derrocarlo por parte de numerosas figuras de relieve dentro y fuera del país con Alessandri como principal inspirador de todas los intentos. En la primera de las conspiraciones Marmaduque Grove, que había sido enviado de nuevo a Europa, se reunió con los desterrados Arturo Alessandri, el general Enrique Bravo y el mayor Carlos Millán, de comisión en el Viejo Continente. En un hotel de Calais suscribieron el denominado “Pacto de Dover” (enero de 1928), que perseguía la restauración de la democracia. Sin embargo, cuando se supo en Chile la noticia de que un agente ibañista había visto en dicho puerto inglés a Alessandri acompañado de otras personas, Grove fue desterrado a Buenos Aires y decretada su expulsión del ejército.

No había llegado a su fin 1930 cuando, desde el vecino país y a bordo de un Fokker rojo que aterrizó en Concepción, Grove volvía a intentar un golpe contra el general Ibáñez que resultó frustrado. En el regimiento de Chacabuco fueron nuevamente sorprendidos Grove y sus acompañantes -el teniente Carlos Charlín Ojeda a la cabeza- y otra vez desterrados a la isla de Pascua. Grove logró huir y alcanzó Europa en mayo de 1931, dos meses antes de producirse la caída de Ibáñez y su ansiado regreso a Chile, donde gracias al recién designado presidente Juan Esteban Montero, Grove fue reincorporado al ejército en febrero de 1932 y nombrado comandante en jefe de la Fuerza Aérea.

Dueño de parte del mando militar, Grove fue consciente de la división que había producido la caída de Ibáñez en los componentes del ejército, lo que unido a la crisis política, económica y social que venía asolando al país llevó a Grove a liderar la sublevación de aviones de la base de El Bosque el 4 de junio de 1932 y a proclamar la República Socialista. La Junta de Gobierno que asumió el poder, formada por el general Arturo Puga, Eugenio Matte y Carlos Dávila hasta que la renuncia de este último produjo su sustitución por Rolando Merino Reyes, encomendó la cartera ministerial de Defensa a Marmaduque Grove dado su carisma y conocimiento del medio castrense.

El nuevo régimen tomó ciertas medidas que resultaron novedosas para las clases trabajadoras chilenas, tales como la orden a la Caja de Crédito Popular de devolver a sus dueños los artículos de uso doméstico que tuvieran empeñados, la obligación del Banco Central de otorgar créditos a los institutos de Fomento a beneficio de pequeños industriales, mineros y agricultores, etc. Estas disposiciones encaminadas a favorecer a los sectores sociales más débiles y el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, provocaron mucho recelo entre los integrantes de la oligarquía y generaron disensiones en los distintos cuerpos de las Fuerzas Armadas, especialmente en la más conservadora Marina, enfrentada a quienes apoyaban al movimiento de carácter socialista.

El fin del experimento vino de la mano de uno de sus primeros defensores, Carlos Dávila, que había abandonado la Junta de Gobierno en sus inicios y cuyo pronunciamiento el 16 de junio de 1932 derrocó la República Socialista y envió de nuevo a Marmaduque Grove a la isla de Pascua. Acostumbrado a las dificultades y sorteando el aislamiento, Grove fue presentado como candidato por las fuerzas socialistas en las elecciones presidenciales de octubre de dicho año y logró hacer acto de presencia el mismo día de los comicios, cuyos resultados (18 % de votos y un segundo lugar) sorprendieron a propios y extraños y reflejaron el alto índice de popularidad de “Don Marma”.

Aunque la República Socialista había fracasado, el socialismo se hallaba asentado en la sociedad chilena y su ideología habría de repercutir en el futuro. De este modo, la amplia aceptación de su opción política llevó a Grove a fundar Acción Revolucionaria Socialista con, entre otros, Oscar Schnake; agrupación que más tarde se integraría en el Partido Socialista Unificado para terminar constituyendo el 19 de abril de 1933 el Partido Socialista de Chile del que Schnake fungió como secretario general hasta que Grove asumió el cargo. A la proclamación de los principios revolucionarios marxistas siguió el marcado deseo del nuevo grupo de entrar en el juego político, convirtiéndose en rivales del Partido Comunista que pasaba, entonces, por un mal momento.

En 1938, Marmaduque Grove fue designado precandidato para las elecciones presidenciales representando al Frente Popular -unión de partidos de izquierda y burgueses progresistas-, aunque fue Pedro Aguirre Cerda el que obtuvo el triunfo por consenso y Grove se conformó con un asiento en el Senado (1934) tras una campaña con el lema «De la cárcel al Senado», en alusión a los casi cien días que pasó recluido por orden de Alessandri.

Grove fue senador por dos periodos consecutivos más (1934-1941 y 1941-1949), formó parte de la Comisión de Agricultura y Colonización y fue suplente en la de Hacienda y Presupuesto. En 1939, consciente de las difíciles condiciones de vida de los trabajadores del campo chileno -que Grove estimaba en 340.000- y que, en su opinión, apenas recibían suficiente comida para subsistir, presentó el proyecto de Reforma Agraria, que se hizo popular por el lema «Ni tierra sin hombres, ni hombres sin tierra» y que fue tan discutido como rechazado.

Para Grove la solución del problema era tan simple como su concepción de que la tierra chilena debía constituir el derecho natural para todos los que quisieran trabajarla y tuvieran capacidad para hacerlo. De este modo, exigía que cada persona laborara sus propiedades, que el Gobierno expropiara todos los campos en barbecho, dividiera las haciendas y redistribuyera la tierra. Desde la óptica de Grove, dicha política incentivaría una mayor producción, bajaría el precio de los alimentos, impulsaría las exportaciones agrícolas y reduciría la disparidad entre «los que tienen todo» y «los que no tienen nada», según su propia clasificación de la población chilena.

Bibliografía

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MDGN