José Gómez Ortega («Joselito» o «Gallito») (1895–1920): El Torero Inmortal que Marcó la Historia
José Gómez Ortega («Joselito» o «Gallito») (1895–1920): El Torero Inmortal que Marcó la Historia
Los Primeros Años y la Formación de un Genio
Contexto Histórico y Social de su Nacimiento
José Gómez Ortega nació en Gelves, una pequeña localidad en la provincia de Sevilla, el 8 de mayo de 1895. Para entender la magnitud de su figura en el mundo del toreo, es crucial comprender el contexto social y cultural de la España de su época. A finales del siglo XIX y principios del XX, la tauromaquia no solo era una tradición profundamente arraigada, sino también un símbolo de identidad nacional. En este ambiente tan impregnado de la cultura taurina, figuras como Joselito emergieron como auténticos héroes populares.
La ciudad de Sevilla, cuna de muchos de los más grandes toreros de la historia, era el epicentro de la tauromaquia. Era un lugar donde las plazas de toros se llenaban a diario, y la competencia por destacarse entre los matadores era feroz. En este entorno, la figura de la familia Gómez Ortega ya era prominente. El padre de José, Fernando Gómez García, conocido en el mundo taurino como «El Gallo», había sido un destacado torero de su tiempo. Además, sus hermanos, Rafael y Fernando, seguirían los pasos del patriarca, conformando una dinastía que sería clave en el desarrollo de la tauromaquia.
José nació en este ambiente lleno de influencia taurina, lo que marcó su destino desde sus primeros años de vida. La historia de los “Gallo” era un testimonio del auge de la familia en la profesión, y el joven José parecía destinado a continuar con el legado familiar.
El Nacimiento de un Torero: Los Primeros Años de José Gómez Ortega
Desde su infancia, José Gómez Ortega mostró una fascinación inusual por el mundo de los toros. En los retratos de su niñez, ya se le podía ver vestido con la típica indumentaria campera, adoptando la postura de un torero experimentado, un reflejo de su determinación precoz para convertirse en parte del universo taurino. No era raro que se le viera imitándose a sí mismo en los juegos de niños, pero lo sorprendente era la seguridad y la naturalidad con que lo hacía, características que serían la base de su genialidad futura.
A tan temprana edad, ya demostraba tener una extraordinaria sensibilidad para entender el comportamiento de los toros. Aunque provenía de una familia dedicada a la tauromaquia, su relación con los animales parecía más allá de la tradición; su intuición y destreza en el manejo del toro se percibían como algo casi innato. Este talento se haría más evidente cuando, antes de los diez años, comenzó a participar en tientas y becerradas, actividades que requerían tanto destreza como valentía.
En 1907, cuando aún era un niño, su afición lo llevó a la plaza de toros de Jerez de la Frontera, donde se vestía de luces por primera vez. Ese día, a pesar de su juventud, demostró una habilidad increíble para lidiar con los becerros, aunque el público se mostró preocupado por su seguridad. No obstante, su valentía y capacidad ya se hacían notar, y no fue mucho después que su nombre comenzó a resonar en el mundo taurino.
Formación y Primeros Logros Taurinos
Aunque su debut como torero fue en una plaza modesta, en Jerez, el joven José ya mostraba una clase que contrastaba con la de muchos veteranos. Su primer verdadero desafío llegó en 1911, a los 16 años, en la Real Maestranza de Sevilla, donde se consagró como novillero. En este evento, José Gómez Ortega mostró su maestría al lidiar un toro del ganadero Moreno Santamaría. Este acontecimiento no solo marcó un hito en su carrera, sino que también demostró que, a pesar de su corta edad, estaba preparado para enfrentar cualquier reto que el ruedo le presentara.
El joven «Joselito» rápidamente se ganó el reconocimiento de la crítica taurina y la admiración del público. Su paso por distintas plazas españolas se convirtió en un continuo desfile de triunfos. Sin embargo, su primer gran desafío llegó en 1912 en Madrid, donde, aún como novillero, tuvo que enfrentarse a dos toros de una ganadería reconocida, con la particularidad de que ambos eran cinqueños, lo que hacía aún más arriesgada la faena. Sin embargo, no solo aceptó el reto, sino que lo superó con una gran elegancia y destreza, ganándose el aplauso unánime de la afición madrileña. Ese día, el público le dedicó una ovación que solo se da a los más grandes: «¡Lagartijo! ¡Lagartijo!», un homenaje a su maestría.
Ese mismo año, en 1912, Joselito dio un paso importante en su carrera al tomar la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla, un hecho que consolidó su posición entre las grandes figuras del toreo. Durante esa ceremonia, su hermano Rafael le cedió el toro Caballero, de la ganadería Moreno Santamaría, lo que simbolizaba no solo su entrada formal en el mundo de los matadores, sino también la continuidad de la dinastía de los «Gallo».
Con su alternativa, José Gómez Ortega alcanzó la madurez como torero, aunque lo que más sorprendía a todos era su extraordinaria capacidad técnica y su control sobre el toro. A pesar de su juventud, ya era considerado uno de los mejores matadores de su tiempo, lo que confirmaba que el apellido «Gallo» no solo era sinónimo de tradición, sino de una habilidad y talento que trasciendían generaciones.
La Ascensión y Consagración de «Joselito»
El Ascenso Imparable: De Novillero a Matador de Toros
El ascenso de José Gómez Ortega en el mundo del toreo fue vertiginoso y, a la vez, un reflejo de su innegable talento. Tras su consagración como novillero, su alternativa en la Real Maestranza de Sevilla en 1912 fue solo el primer paso hacia una carrera llena de gloria. La plaza sevillana, cuna de muchas figuras del toreo, fue testigo del inicio de una época dorada para la tauromaquia. El torero de Gelves, con solo 17 años, ya poseía una maestría que muchos matadores experimentados no lograban alcanzar. En los primeros años de su carrera como matador de toros, su dominio del arte de lidiar se hizo evidente en cada faena.
En su primera temporada como matador, Joselito demostró un nivel de madurez impresionante. A pesar de su juventud, su comprensión de la lidia, el dominio del toro y su habilidad para ejecutarla de manera casi perfecta lo colocaron rápidamente entre los más grandes. Esta habilidad le permitió sobresalir en las plazas más exigentes, aunque aún le quedaba por enfrentarse a los desafíos más complejos que la competencia le presentaría.
El punto culminante de este ascenso imparable fue su confrontación con Ricardo Torres «Bombita», uno de los matadores más destacados de la época. «Bombita», quien había sido un rival constante para su hermano mayor Rafael, encontraba en Joselito una figura con quien rivalizar de forma directa. Sin embargo, el joven torero de Gelves no tardó en demostrar que su talento era superior y, en 1913, logró hacer que «Bombita» se retirara temporalmente del toreo, consolidando aún más su dominio en la plaza.
Rivalidades y Duetos: El Duelo con «Bombita»
La competencia entre los grandes matadores del momento siempre había sido feroz, pero la rivalidad que se desató entre Joselito y «Bombita» trascendió cualquier otro enfrentamiento previo. Desde 1911, cuando Joselito comenzaba a consolidarse como matador, se rumoreaba que su estilo era el más completo y prometedor de la época. Por otro lado, «Bombita», quien ya tenía experiencia en el ruedo, no veía con buenos ojos que un joven torero estuviera usurpando la atención del público y la crítica.
El conflicto entre ellos llegó a su clímax en 1913, cuando Joselito derrotó a «Bombita» en un enfrentamiento directo. Para entonces, «Joselito» se había ganado una reputación tan sólida que su presencia en la plaza dejaba poco margen a la competencia. Su dominio sobre el toro era absoluto, algo que no pasó desapercibido ni para la crítica ni para el público.
No obstante, más allá de la rivalidad que marcó esos años de su carrera, una historia más profunda emerge: la de un joven que, sin mostrar signos de arrogancia, se posicionó como el torero más completo y formidable de su generación. Joselito comenzó a ser visto no solo como un contendiente fuerte para «Bombita», sino también como una leyenda viviente, destinada a dominar los ruedos de España y del mundo entero.
El Encuentro con Juan Belmonte: La Revolución en el Toreo
A principios de 1914, un acontecimiento trascendental tuvo lugar en el mundo taurino que marcaría el curso de la historia de la tauromaquia: el encuentro entre José Gómez Ortega y Juan Belmonte. Aunque ambos jóvenes toreros venían de tradiciones y estilos diferentes, sus caminos se cruzaron en una rivalidad que generaría una nueva corriente en el arte del toreo. Mientras Joselito representaba el estilo clásico, basado en el conocimiento profundo del toro y una gran técnica, Belmonte estaba revolucionando el toreo con una postura más innovadora y audaz.
En esa época, los toreros se dividían en dos grandes corrientes. La de Joselito, conocida como la corriente «gallista», defendía un toreo técnico, firme, con una gran conciencia de la lidia y el control del toro. Por otro lado, la corriente belmontista, encabezada por Juan Belmonte, representaba una nueva forma de torear basada en la quietud, el control absoluto de los terrenos y la estética.
A pesar de sus diferencias, el enfrentamiento entre estos dos grandes toreros fue inevitable. Durante la temporada de 1914, ambos coincidieron en varias plazas, y su rivalidad se fue consolidando. Sin embargo, a pesar de las diferencias estilísticas, Joselito no dejó que la competencia le impidiera reconocer los méritos de Belmonte, y pronto ambos forjarían una relación de respeto y amistad fuera del ruedo.
A pesar de la marcada diferencia en sus estilos, Joselito supo adaptar algunas de las técnicas de Belmonte a su propio repertorio, creando un híbrido único que le permitió dominar aún más los ruedos. En particular, la temporada de 1914 fue testigo de algunos de los momentos más inolvidables de la carrera de Joselito. Uno de esos momentos ocurrió el 3 de julio en Madrid, cuando se encerró en solitario para matar seis toros de la ganadería Colmenar, con un éxito rotundo que elevó su estatus a leyenda.
La rivalidad entre ambos toreros fue, sin duda, un espectáculo para la afición, que se dividió en dos bandos: los «gallistas» y los «belmontistas». Sin embargo, ambos compartían la misma pasión y amor por el toreo, y a lo largo de los años se hicieron amigos fuera del ruedo, compartiendo, en su mayoría, el respeto mutuo.
Los Últimos Días de «Joselito»
El destino de José Gómez Ortega, «Joselito», parecía marcado por una fatalidad que el propio torero no alcanzó a comprender. A pesar de ser el torero más grande de su tiempo, su vida se vio truncada a tan solo 25 años, una edad temprana para un hombre que ya había alcanzado la cúspide de su carrera. La tarde del 15 de mayo de 1920, en la plaza de Madrid, marcó el fin de una etapa. Aquel día, tanto Joselito como Juan Belmonte sufrieron una de sus peores tardes en el ruedo. El público, decepcionado por sus actuaciones, volcó su ira sobre ellos, una circunstancia que dejó a «Gallito» desmoralizado. Fue en ese contexto de desencanto y malas presagios que Joselito compartió con Belmonte su intención de alejarse temporalmente de la plaza de Madrid.
El siguiente día, 16 de mayo de 1920, se dirigió a Talavera de la Reina, una plaza de toros que, en teoría, no representaba un reto tan grande. Sin embargo, ese día el destino le tenía reservado un final trágico. El toro Bailador, de la ganadería de la señora viuda de Ortega, sería el que, de manera imprevista, acabara con la vida de uno de los toreros más grandes que España haya conocido.
El toro en cuestión había salido al ruedo con un comportamiento extraño. Desde el principio, Bailador mostró signos de estar «burriciego», es decir, no veía bien de cerca. Esto hizo que su comportamiento fuera errático, y fue precisamente en ese contexto que, durante un cite, el toro prendió a Joselito por la pierna izquierda. En un segundo ataque, el toro le asestó una cornada mortal en el abdomen, acabando con la vida del torero en el acto.
Algunos de los presentes en la plaza de Talavera aseguraron haber presenciado algo fuera de lo común antes de la tragedia. Según relatos de la época, el mozo de espadas de José había dejado caer un botijo con el nombre de su maestro justo antes de que este llegara a la plaza, un presagio que un agorero interpretó como un mal augurio: «¡Ya se rompió Joselito!» Esta frase se quedó grabada en la memoria de todos los que fueron testigos de aquel día fatídico.
La muerte de «Joselito» causó un enorme dolor tanto en la afición como en el mundo taurino en general. Don Gregorio Corrochano, uno de los más prestigiosos críticos taurinos, afirmó que la grandeza del toreo había sido arrasada por el toro que dio muerte al único ser humano que verdaderamente comprendía lo que significaba torear.
Impacto en la Época: La Percepción de su Grandeza
La muerte de «Joselito» conmocionó a España y dejó un vacío en el mundo taurino que nunca se pudo llenar. A pesar de que su vida fue breve, el impacto que dejó en la tauromaquia fue monumental. En la época, su figura fue vista como la cima del toreo clásico. Su conocimiento profundo del toro, su destreza con la muleta y su capacidad para leer el comportamiento de los animales lo convirtieron en un referente para toda una generación de matadores.
Tras su fallecimiento, la crítica y la afición taurina no tardaron en rendirle homenaje. No solo se le reconoció como el torero más grande de su tiempo, sino que también se comenzó a gestar la leyenda que lo acompañaría para siempre. Su estilo, que marcó la diferencia en la historia del toreo, fue valorado por su elegancia, su dominio absoluto del toro y su respeto por la tradición.
En la España de principios del siglo XX, el toreo era mucho más que un espectáculo: era un rito, una forma de arte que conectaba al pueblo con una tradición que databa de siglos. La muerte de Joselito representó no solo el final de una era, sino el dolor de una nación que veía cómo se desvanecía uno de sus íconos más grandes.
El Legado de Joselito: Un Ícono Inmortal del Toreo
Aunque «Joselito» murió joven, su legado perduró a lo largo del tiempo. Su influencia en la tauromaquia fue profunda y generacional. En su época, fue una figura que definió lo que significaba ser un matador de toros, y su estilo inspiró a muchos de los grandes toreros que lo sucedieron.
Entre ellos, el nombre de Juan Belmonte, su eterno rival, destaca. Aunque los dos tenían estilos diametralmente opuestos, su rivalidad dejó una huella imborrable en la historia del toreo. En muchos sentidos, Belmonte representó la modernidad del toreo, mientras que Joselito defendió la tradición y la técnica clásica. Sin embargo, a medida que pasaban los años, Belmonte se mostró cada vez más como un heredero indirecto de la escuela de Joselito, adaptando y perfeccionando algunos de los movimientos clásicos del «Gallito» a su propio estilo.
A lo largo de las décadas, su figura fue reinterpretada y su nombre perduró como sinónimo de excelencia en el toreo. La imagen de Joselito, el torero que tocó el cielo del toreo con su juventud, su maestría y su trágica muerte, se consolidó como una leyenda que trascendió generaciones. El nombre «Gallito» pasó a representar, no solo a un hombre, sino a una época en la que el toreo alcanzó su apogeo, y la figura de José Gómez Ortega se elevó a la categoría de mito.
El legado de Joselito sigue vivo en las enseñanzas y en las huellas que dejó en el mundo taurino, y aún hoy, cuando se habla de grandes figuras de la tauromaquia, su nombre ocupa un lugar privilegiado. Aquél que fue conocido como «Gallito», el torero inmortal, sigue siendo un referente para todos aquellos que se acercan al mundo del toreo con la esperanza de alcanzar alguna vez su nivel de grandeza.
MCN Biografías, 2025. "José Gómez Ortega («Joselito» o «Gallito») (1895–1920): El Torero Inmortal que Marcó la Historia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/gomez-ortega-jose [consulta: 18 de octubre de 2025].