García Jiménez, Juan, o «Mondeño» (1934-VVVV).
Matador de toros español, nacido en Puerto Real (Cádiz) el 7 de enero de 1934. En el planeta de los toros es conocido por su sobrenombre artístico de «Mondeño».
Desde su temprana juventud mostró vivos deseos de llegar a convertirse en una gran figura del toreo, por lo que dio inicio a una intensa preparación que le permitió estrenar su primer traje de luces en 1953, en la plaza de toros de la localidad gaditana de San Fernando. Pero la oportunidad de tomar parte en novilladas picadas no le llegó hasta el 24 de junio de 1956, cuando, ya con veintidós años de edad, inició una prometedora trayectoria profesional que, aunque lastrada por la escasez de contratos durante aquel primer año (en el que sólo intervino en ocho festejos con picadores), tomó un rumbo bien distinto en la campaña siguiente, a raíz de su triunfo en las arenas de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Se produjo este primer éxito en la andadura torera de «Mondeño» el día 7 de julio de 1957, fecha en la que el joven novillero gaditano cortó dos orejas en el redondel hispalense; y, ya embalado en su meteórica ascensión, en el transcurso de dicha campaña volvió a triunfar ante la selecta afición sevillana los días 15 de agosto (en que cortó un oreja) y 28 de septiembre (en que su actuación fue recompensada con la entrega de tres apéndices auriculares). Triunfos de esta índole propiciaron que, al término de aquella temporada de 1957, «Mondeño» se hubiera vestido de luces en veintitrés ocasiones, cifra que habría sido más elevada si no le hubieran herido de gravedad dos novillos, uno en La Línea de la Concepción (el día 18 de julio) y otro en Zafra (6 de octubre).
Alentado por los triunfos alcanzados en Sevilla, el animoso Juan García Jiménez emprendió la campaña de 1958 dispuesto a presentarse ante la primera afición del mundo, objetivo que alcanzó el día 5 de junio (fecha en la que alternó con «Miguelín» y Trincheira, frente a reses del marqués de Villamarta) y que, por los méritos contraídos esa tarde, tuvo ocasión de reeditar al cabo de diez días. Causó buena impresión «Mondeño» en estas dos primeras comparecencias en Las Ventas, a pesar de que no logró cortar su primera oreja en Madrid hasta el día 21 de septiembre de aquel mismo año en su tercera visita al coliseo de la calle de Alcalá. En el transcurso de aquel año de 1958, los toros volvieron a castigarle seriamente, con sendas cogidas en Bilbao y El Puerto de Santa María, lo que no fue óbice para que, a lo largo de esa campaña, se vistiera de luces en treinta y una ocasiones, cantidad que auguraba ya su próximo ascenso al escalafón superior.
Recibió, en efecto, la alternativa el día 29 de marzo de 1959, fecha en la que el joven torero gaditano cruzó el albero de la Real Maestranza hispalense acompañado de su padrino, el genial coletudo rondeño Antonio Ordóñez Araujo; el cual, bajo la atenta mirada del espada sevillano Manuel Vázquez Garcés («Manolo Vázquez»), que hacía las veces de testigo, facultó al toricantano para que diera lidia y muerte a estoque a un burel criado en las dehesas de doña Raimunda Moreno de Guerra, que atendía a la voz de Cañamazo. A pesar de que cortó una oreja aquella tarde, «Mondeño» no tuvo demasiada fortuna durante su primera campaña como matador de reses bravas, ya que fracasó en sus otras dos visitas a la Maestranza y no logró verse anunciado en los carteles madrileños. Del total de las veintisiete corridas que toreó aquel año de 1959, sólo triunfó en tres ocasiones, y -para desgracia suya- en plazas donde las actuaciones de los diestros no tienen demasiada repercusión (en este caso, en Santander, Vitoria y Alcalá de Henares).
Mejor suerte corrió su andadura profesional en 1960, año en el que confirmó en Madrid la validez de su título de doctor en Tauromaquia dando lidia y muerte a Bilbainito, en un curioso cartel en el que se repetían los mismos protagonistas de la alternativa, y desempeñando cada uno de ellos idénticos papeles (Ordóñez de padrino y Vázquez de testigo). Corría, a la sazón, el día 17 de mayo del referido año, fecha en la que se jugó en Las Ventas un encierro procedente de la vacada de Atanasio Fernández. Gustaba mucho por aquellos primeros años de su andadura profesional la asombrosa quietud de «Mondeño» delante de los toros, donde hacía gala de un valor frío y sereno que, engrandecido por su hierática solemnidad, solía rodear sus actuaciones de una expectación sobrecogedora. Pronto reparó la afición en que esta sobriedad ascética y purísima de su toreo corría pareja al misticismo espiritual de que hacía gala el torero fuera de la plaza, siempre tocado de una honda religiosidad que solía imponerse sobre cualquier otra inquietud mundana. Testigos de este toreo hierático y quietista -en opinión de algunos críticos, voluntariamente «amanoletado»- fueron los espectadores de las plazas de Bilbao, Pamplona, San Sebastián, Vitoria y Santander, cosos en los que triunfó «Mondeño» en esta etapa inicial de su carrera, y en los que se granjeó la fama de ser un torero muy del gusto del público norteño.
Precisamente en dos plazas septentrionales resultó herido de gravedad -algo frecuente en él, debido a los comprometidos terrenos que pisaba con quietud pasmosa- durante la temporada de 1961 (el día 8 de agosto, en Vitoria, y el 21 siguiente, en Bilbao), a la que puso fin después de haber firmado y cumplido cuarenta y siete contratos, cifra que se elevó hasta las cincuenta y dos corridas toreadas en 1962, sin que tampoco faltase en esta campaña la cogida grave de turno (esta vez, sobrevenida en el coso palentino el primer día de septiembre). Al año siguiente, fueron los facultativos de la plaza de Jaén los encargados de operarle de urgencia a raíz de una grave cornada que le acababa de asestar un morlaco en el muslo izquierdo, a pesar de la cual concluyó aquella temporada de 1963 con cuarenta y ocho actuaciones en su haber.
El cambio más radical que se obró en su vida tuvo lugar en 1964, cuando el sobrio y espiritual «Mondeño», más atento que nunca a sus inquietudes religiosas, abandonó bruscamente no sólo el ejercicio activo del toreo, sino cualquier otra ocupación mundana para ingresar en el noviciado de los padres dominicos de Caleruega (Burgos), donde tomó el hábito de la orden el día 30 de agosto de dicho año. Pero al cabo de unos meses sintió que su vocación taurina era tan poderosa o más que la religiosa, por lo que abandonó el cenobio dominico en 1965 y comenzó a preparar su vuelta a los ruedos, que tuvo lugar a comienzos del año siguiente.
Reapareció, en efecto, «Mondeño» en el coso de Lisboa el día 27 de marzo de 1966, para volver a pisar un redondel español el 3 de abril, en medio de un rematado cartel que anunciaba también, en las arenas de Marbella, la presencia de Francisco Camino Sánchez («Paco Camino») y Manuel Benítez Pérez («el Cordobés»). Su retorno a los ruedos vino signado por el mismo éxito que le había venido acompañando en su etapa anterior, como queda patente en los cincuenta paseíllos que realizó durante aquella temporada de su reaparición. Pero ahora, además, comenzó a triunfar en otros cosos ajenos a ese ámbito norteño al que parecían reservados sus éxitos; y así, el 16 de abril de 1967 realizó dos espléndidas faenas en la Maestranza sevillana, donde cortó tres orejas que le fueron llevadas a la enfermería, pues resultó herido en la ingle. Su valor y quietud no habían menguado un ápice tras su paso por el monasterio, por lo que las cornadas siguieron sucediéndose con demasiada frecuencia en su trayectoria (el 24 de junio de aquel mismo año fue herido también de gravedad en una axila).
Le faltaba, hasta entonces, ese ansiado triunfo en la plaza Monumental de Las Ventas que han soñado muchas veces todos los toreros, triunfo que a «Mondeño» sólo le llegó a medias en una tarde isidril de 1968, en la que fue recompensado por la afición más selecta del mundo con la oreja de uno de sus oponentes. A pesar de esta buena actuación en Madrid (y de alguna que otra espléndida tarde de toros en provincias, como la ofrecida por el espada gaditano en Gijón, frente a reses de Osborne), la sombra de la decadencia comenzó a hacerse patente al término de aquella campaña, en la que los cuarenta y un ajustes firmados en 1967 se habían visto reducidos a veintidós. Sólo realizó dieciocho paseíllos durante la temporada de 1969, el último de los cuales, celebrado en la localidad alicantina de Elda el día 20 de septiembre, resultó, al cabo, el postrer recorrido de «Mondeño» sobre un redondel en calidad de profesional del Arte de Cúchares, ya que no volvió a vestirse de luces durante el resto de aquella temporada y anunció su definitiva retirada de los ruedos a comienzos del año siguiente.
J. R. Fernández de Cano.