Estúñiga, Lope de (ca.1407-ca.1480)


Aristócrata y poeta castellano de origen navarro, nacido hacia 1410 y muerto hacia 1480. Es seguramente más conocido por dar, de manera arbitraria, nombre a un cancionero cuatrocentista, el Cancionero de Estúñiga, que por sus propias composiciones poéticas. Su vida resulta un destacado prototipo de caballero, justador y compositor de versos, a imagen del pathos caballeresco de la época que describiese el maestro Huizinga en su universal estudio.

Nació don Lope en el seno de una de las familias nobiliarias que, procedentes del solar navarro que su nombre indica (Zúñiga), iba a protagonizar varios episodios importantes de la turbulenta historia cuatrocentista castellana. Fue su padre Íñigo Ortíz de Estúñiga, tercer hijo de Diego López de Estúñiga, quien ostentó el cargo de Justicia Mayor de Castilla y era, a su vez, hijo de otro Íñigo Ortíz de Estúñiga, denominado el de las Cuevas, cuya participación en la guerra civil castellana al servicio de Pedro Iestá perfectamente documentada.

El padre de Lope casó, por instancias de su padre, con doña Juana de Navarra, hija ilegítima del monarca navarro Carlos III. Tal desposorio, concertado en 1396 y contraído en 1403, iba a propiciar que la nueva pareja pasara a residir en territorio castellano, quizá porque ya desde las más tempranas confederaciones nobiliarias, los Estúñiga se mostraron como firmes partidarios del rey de Castilla Juan II, quien, a su vez, les recompensó larga y sinceramente durante todo su reinado. El matrimonio tuvo cinco hijos, Diego, Juan, Lope, Íñigo y Francisco. Es el tercero, Lope Ortíz de Estúñiga, el poeta del Cancionero cuya biografía comienza con el incierto año de su nacimiento; la conjetura de Benito Ruano sitúa tal datación en el año 1407, aunque sólo se trata de una pesquisa congruente con el resto de hechos de su vida. De hecho, cualquier fecha entre este año y 1410 podría ser perfectamente válida.

Sí está, en cambio, documentada la primera participación de Lope en el universo de las pugnas civiles que asolaron la península Ibérica durante el siglo XV. Se trata de la defensa, junto a sus dos hermanos mayores, de la fortaleza de Mendavia, uno de los lugares del patrimonio de su linaje que, dentro de la guerra que mantenían los infantes de Aragón, Juan y Enrique, contra su primo, Juan II de Castilla, estaba siendo invadido por las tropas de este último. Sin embargo, lo cierto es que el padre de Lope simpatizó más por la causa castellana que por la de su propio territorio, lo cual conllevó que fuese despojado de sus estados en Navarra y que, por contra, el monarca al que había prestado apoyo le recompensase con varias villas, entre ellas el señorío de Cerezo. Por ello, a partir del año 1430 parece constatable la instalación del linaje de los Estúñiga, al menos lo que respecta al poeta Lope, en territorio castellano.

Apenas cuatro años más tarde, Lope Ortíz de Estúñiga fue uno de los participantes más destacados en la puesta en escena más idealista de toda la ética caballeresca del siglo XV peninsular: el Paso Honroso. De acuerdo con el ideal de defensa de la virtud de los caballeros (véase paso de armas), varios justadores procedentes de las más diversas familias nobiliarias, capitaneados por Suero de Quiñones, se aprestaron en el puente del río Órbigo (León) con el fin de pelear con quien quisiera pasar por él, para demostrar de manera trepidante todo el romanticismo de un ideal. Precisamente, a juzgar por los comentarios en crónicas y los testimonios que, aunque tardíos, han llegado hasta nuestros días de tan afamado suceso, Lope de Estúñiga, considerado lugarteniente del propio Suero de Quiñones, figuró como uno de los más destacados justadores de dicha empresa; ello quiere decir que su fama como guerrero comenzó a forjarse desde su participación en el Paso, fama que llegaría, incluso a superar su deceso.

Al parecer, el poeta participó también en otro torneo de similares características en el año 1435, celebrado en la ciudad de Segovia a instancias del rey Juan II de Castilla, contra afamados justadores venidos del extranjero. En el total de estos torneos y juegos de armas, parece que las justas en las que participó Lope de Estúñiga rondaron la quincena y quebró más lanzas de sus oponentes que éstos la suya. También hay que apuntar en el debe de estos acontecimientos toda una producción literaria de un género típicamente caballeresco, las letras de justadores, donde destaca el intercambio acontecido entre él y el conde de Fuensalida, Pedro López de Ayala, cuya visible enemistad llevaría a don Lope a retarle incluso cercano ya el fin de su vida, para conseguir la satisfacción caballeresca inherente a tal empresa.

Las crónicas de la época ofrecen más datos acerca de la participación del poeta en los diversos acontecimientos de índole pública, según el acertado calificativo de Benito Ruano, que sucedieron en el decurso de la decimoquinta centuria. El primero de todos ellos tuvo lugar en 1434, donde Lope Ortíz de Estúñiga figuró como uno de los caballeros que, bajo el mando de Fernán Álvarez, capitán mayor de la frontera jienense, tomó al asalto la villa de Huelma. A juzgar por los comentarios de Benito Ruano, parece ser la única acción bélica en la que realmente estuvo implicado. Por contra, todo el resto de sus apariciones en la vida política castellana están marcadas bajo el signo de las querellas nobiliarias, las famosas guerras de banderías del siglo XV.

Cuando todos los linajes del reino se debatían entre apoyar a la facción aragonesista o la facción que, a extraño modo de poder real, representaba Álvaro de Luna, los Estúñiga pasaron de una fidelidad a los infantes de Aragón, en los primeros años de conflicto, a mostrarse abiertamente partidarios del condestable Luna, al menos cuanto a Lope se refiere. En junio de 1440 el poeta fue instado por Enrique de Aragón, a la sazón Maestre de la Orden de Santiago, para que diese explicación al hábito santiaguista que éste lucía. Parece ser que las razones fueron aceptadas, Lope asegurado en su condición de freile y, muy importante, instaurado Trece de la citada orden. Apenas un año más tarde, su propio padre, el mariscal Íñigo Ortíz de Estúñiga, fue hecho prisionero por el infante don Enrique, lo que, en opinión de Benito Ruano, fue la causa del sentimiento antiaragonesista de su hijo y su afinidad con el poderoso condestable, al que incluso apoyó cuando, a raíz de la muerte del infante en la batalla de Olmedo (1445), Álvaro de Luna estrechó su cerco al maestrazgo de Santiago que quedaba vacante.

Sin embargo, y totalmente dentro de las veleidades y cambios de bando sin aparente sentido típicos de la época, una de las composiciones más afamadas de Lope de Estúñiga se basa en el cerco que el rey Juan II y su valido pusieron a la villa de Atienza, en el verano de 1446. Aunque es completamente desconocida la participación del poeta en la defensa de dichas murallas, lo cierto es que el ensalzamiento de las supuestas heroicidades perpetradas por los rebeldes contra su rey muestra el alineamiento de, al menos, sus sentimientos con los defensores de la villa.

En el terreno económico, quizá la respuesta a la adhesión de Lope hacia Álvaro de Luna se deba plantear en estos exclusivos términos. El estudio de Benito Ruano demuestra las ricas partidas económicas que tenía a su disposición de la hacienda pública. Como era el condestable la persona que, relativamente pero con gran peso, manejaba las raçiones e quitaciones del erario castellano, no es de extrañar que su afinidad se debiese a la concesión de mercedes y prebendas monetarias. Empero, también es cierto que pese al funesto término de los días de poder de Álvaro de Luna, Lope de Estúñiga siguió contando, al menos en el plano económico, con el apoyo de Juan II.

Cambiando de sentido, pero igualmente relacionado con los datos económicos (que son los que han permitido averiguar tal cuestión), el nombre de doña Mencía de Guzmán, hija de Pero Suárez de Toledo y Leonor de Guzmán, aparece como la esposa de Lope Ortíz de Estúñiga. Los indicios han permitido a Benito Ruano indicar que el matrimonio hubo de celebrarse con anterioridad al año 1451 y, seguramente, por segunda ocasión para el poeta.

También aproximadamente por estos años, Lope Ortíz de Estúñiga pasó a figurar como uno de los nobles más importantes de la ciudad de Toledo, donde estaba radicado su señorío de Polán. Los tiempos eran confusos, pues no olvidemos que se trata, entre el fallecimiento de Juan II (1454) y el advenimiento de los Reyes Católicos, de la época en la que las querellas de bando se tornaron con demasiada frecuencia en gravísimos enfrentamientos civiles, máxime si se tiene en cuenta la existencia de un usurpador proclamado rey en 1465 (véase Farsa de Ávila), el infante don Alfonso, hermano del legítimo sucesor, Enrique IV, a quien los Estúñiga, y especialmente Lope, mostraron su simpatía y apoyo en las contiendas abiertas por el poder. Poco tiempo antes, en el año 1464, tuvo lugar uno de los episodios más célebres en la vida del vate Estúñiga: no se sabe bien por qué razón, su esposa, doña Mencía, buscó refugio en el toledano convento de Santo Domingo y abandonó la casa del matrimonio. El cónyuge, supuestamente enfurecido, derribó la puerta del sagrado refectorio y volvió a llevarla consigo de nuevo a la fuerza. El posterior juicio sobre el tema se resolvió, con motivo de la condición caballeresca del acusado, con un arresto domiciliario levantado al año siguiente, toda vez solucionadas las disputas con su mujer mediante el acercamiento de posturas llevado a cabo por ambas familias.

Desde el acontecimiento narrado con anterioridad hasta el final de sus días, el poeta se vio envuelto en toda clase de enfrentamientos desencadenados en la imperial ciudad a propósito de las intrigas nobiliarias en favor de uno u otro monarca. Algunos años antes, concretamente en 1458, había hecho Enrique IV profunda insistencia en que don Lope abandonase su solar polanés para rendirle el correspondiente pleito-homenaje de fidelidad debida, al igual que el resto de habitantes y omes buenos de la ciudad del Tajo. Tal acción, efectuada en noviembre de 1464, no evitó que, al año siguiente, el propio Lope, junto al conde de Cifuentes y los mariscales Payo de Ribera y Fernando de Rivadeneyra, provocasen una sublevación de la ciudad en contra del legítimo monarca, para lo cual contaron con la ayuda de Pero López de Ayala, alcalde mayor de la ciudad. Estos personajes fueron los protagonistas de un buen número de enfrentamientos acontecidos en la ciudad desde 1465 hasta, con respecto al personaje biografiado, la misma fecha de su fallecimiento.

Entre todas ellas, aparte de la ya mencionada, merece la pena destacar la acontecida en 1468 con ocasión del fallecimiento de Alfonso el Inocente, así como los resquicios de la expulsión de la ciudad a parte de los rebeldes, entre los que se contaba el poeta. El período que abarcan los años 1468 y 1472 está marcado, además de por las belicosas intenciones de todos los implicados en el juego político, por la enemistad entre Lope de Estúñiga y Pero López de Ayala, mencionada anteriormente en relación a las letras de justadores. Con posterioridad, y como siempre contrario a Enrique IV, el poeta participó en el motín toledano de 1474 a favor de los Reyes Católicos en el que se expulsó de la ciudad a los enriqueños y también tomó parte activa en el despojo de dignidades y cargos a su favor.

Esta acción fue la última de la que se tiene constancia que hizo Lope, puesto que su testamento, fechado en agosto de 1477, parece indicar que la enfermedad y la vejez ya agotaban su siempre envalentonado ánimo. Así, su última voluntad fue que sus restos descansasen en el monasterio de Santa Catalina, sito en Toledo, la que había sido su ciudad de adopción. De acuerdo con las actas de los capítulos santiaguistas, Benito Ruano certifica la defunción de Lope Ortíz de Estúñiga entre 1477 (última aparición suya en el Capítulo, aunque ausente) y 1480 (cuando ya no se le menciona). Su estirpe continuaría por medio de su hijo Íñigo Ortíz de Estúñiga, que casaría con una hija del citado Payo de Ribera.

Obra poética

Como poeta, Brian Dutton ha reunido un total de treinta composiciones suyas, a las que tal vez haya que adjuntar las cinco incluidas en el Cancionero general bajo el nombre del «Comendador Estúñiga», aunque es bastante improbable. Todas ellas responden claramente a la retórica característica de la poesía de cancionero; su tema es generalmente amoroso, con una dama tan bella y amada como esquiva. A pesar de su indudable calidad, su fama se debe en buena medida a haber dado nombre al Cancionero de Estúñiga, recopilado en Nápoles después de la muerte de Alfonso V de Aragón y que recoge, en buena medida, el espíritu de su corte. Sin embargo, el título de dicha colección poética se debe simplemente a que es Lope de Estúñiga el autor del primero de los poemas; no se debe, por tanto, ni a su fama ni tampoco al número de sus versos ahí recogidos, pues sólo hay ocho composiciones. Por supuesto, este hecho le ha granjeado un especial reconocimiento por parte de la crítica que, a la luz de lo conservado, está lejos de merecer frente a artistas mucho más prolíficos, exitosos en sus días y del gusto del lector actual. De entre sus poemas destacaremos Llorad, mis llantos, llorad y Si mis llagas mortales, sin lugar a duda los más conocidos de su producción.

Mención aparte merecen sus autotituladas coplas esforçando a sí mismo, estando preso. Según el acertado planteamiento de Benito Ruano, el único episodio de la vida del poeta susceptible de servir de contexto a tal composición fue precisamente el incidente antes comentado con su mujer, lo que supone un jugoso estímulo para calibrar la relación realidad-ficción del modelo de amor cortés, modelo del que Lope de Estúñiga es uno de los más conocidos representantes en la Castilla de la época.

Bibliografía

  • BELTRÁN, V. La canción de amor en el otoño de la Edad Media. (Barcelona, 1989).

  • BENITO RUANO, E. «Lope de Estúñiga. Vida y Cancionero». (Revista de Filología Española, LI [1968], pp. 17-109; reed. en E. BENITO RUANO, Gente del siglo XV, Madrid, 1998, pp. 205-336).

  • DUTTON, B. El Cancionero castellano del siglo XV. (Salamanca, 1990-1991, 7 vols.)

  • HUIZINGA, J. El Otoño de la Edad Media. (Madrid, 1964).

  • SALVADOR MIGUEL, N. La poesía cancioneril. El Cancionero de Estúñiga. (Madrid, 1977).