Esquilo de Eleusis (524-456 a. C.).
Poeta trágico griego, nacido en la ciudad de Eleusis, cerca de Atenas, en 525 o 524 a.C. y muerto en Gela (Sicilia) en 456 a.C.; de acuerdo con la tradición, Esquilo murió del golpe recibido por el impacto de una tortuga, que un águila (acaso un quebrantahuesos) había arrojado desde lo alto y que fue a caer sobre su cabeza. Esquilo es el más antiguo de los autores de tragedias conocido en el presente y forma la tríada en la que los otros dos nombres son los de Sófocles y Eurípides. Era miembro de una familia de noble linaje, en la que hubo destacados hombres de armas; de hecho, sabemos que él mismo siguió la carrera militar y que participó en las Guerras Médicas, en las célebres batallas de Maratón (en la que murió su hermano Cinejires), Salamina y Platea (en estas últimas, su participación no es tan segura, aunque en Persas alude a ambas batallas con detalle).
En su vida, hay un capítulo oscuro pero poderosamente llamativo al que él mismo alude: su procesamiento por divulgar los misterios de Eleusis, acusación de la que finalmente fue absuelto. Sabemos también que estuvo relacionado con el tirado Hierón I de Siracusa, quien lo acogió en su corte en varias ocasiones; acerca de esas estancias en Sicilia, buena parte de la crítica sostiene que allí pudo aquilatarse su poderoso arte retórico, aunque en realidad estas visitas las llevó a cabo en edad madura, cuando ya había triunfado como autor dramático. Tuvo un hijo, a quien llamó Euforión (el mismo nombre que su padre), que también se dedicó a la composición de tragedias.
Las siete tragedias
En total, Esquilo dejó una cifra que oscila, según los estudiosos, entre ochenta y noventa obras, compuestas por tragedias y dramas satíricos; no obstante, de ese importante corpus sólo nos han llegado siete piezas. Se dice de él que inventó verdaderamente la tragedia, que antes no era sino la suma de las intervenciones del coro; por ello, no es de extrañar que triunfase en los concursos dramáticos de la época (se dice que llegó a sumar trece victorias en los agones), a pesar de que tenía como rivales a dramaturgos de la talla de Frínico, Prátinas, Quérilo de Atenas y Sófocles (quien a veces se impuso sobre Esquilo, como en el agón de 468). Precisamente, las obras que han llegado a nuestros días están entre las premiadas: Persas (472); Siete contra Tebas (467); la trilogía de la Orestía (458), constituida por Agamenón, Coéforos y Euménides; respecto de las Suplicantes, la crítica pensó por mucho tiempo que era la más primitiva de todas sus obras, aun cuando hoy se apuesta por una fecha cercana a 463; por fin, lo mismo ha sucedido con Prometeo encadenado, que la crítica tiene a datar tardíamente.
Persas, la obra más antigua que conocemos, formaba parte de una trilogía en la que las demás piezas eran Fineo y Glauco de Potnias, además del drama satírico Prometeo portador de fuego; en Persas se han descubierto posibles datos biográficos, como la participación de Esquilo en las batallas arriba citadas. Por su parte, Siete contra Tebas formaba parte de una trilogía de la que es la única pieza que se ha conservado; junto a ella, estaban Layo y Edipo, además del drama satírico Esfinge. En la única tragedia que nos ha llegado de esa trilogía, se narra la historia tebana de Polinices, el hijo de Edipo, en su lucha contra su hermano Eteocles; al final, cobra especial importancia la figura de Antígona, hermana de ambos que entierra a Polinices a pesar de contravenir el edicto que lo prohíbe.
En la trilogía Orestía, el autor aborda la leyenda de Agamenón, Clitemestra y Orestes. En la primera obra, Agamenón, son figuras importantes Ifigenia, la hija que Agamenón sacrifica para aplacar a los dioses al hacerse a la mar la flota griega; Casandra, princesa troyana a quien este monarca ha convertido en su concubina. Clitemestra mata al esposo infiel y a Casandra con la ayuda de su propio amante, Egisto. En Coéforos, el protagonista es Orestes, hijo de Agamenón, cuya muerte venga con la ayuda de su hermana Electra: primero mata a Egisto y luego a su propia madre. Por fin, en Euménides, encontramos a Orestes bajo la protección de Apolo, quien lo defiende frente a las Furias; pronto, Atenea se convierte en una nueva y sólida defensora, que con su voto en contra lo librará del castigo del tribunal del Areópago.
En Suplicantes, primera obra y única conservada de una trilogía formada por Hijos de Egipto, Danaides y el drama satírico Amimone, Esquilo alude a las cincuenta hijas de Dánao (el papel de éstas es desempeñado por el coro) que salieron de Egipto para evitar el matrimonio con sus cincuenta primos, hijos del rey que había usurpado el trono egipcio. El rey de Argos, donde se han refugiado, consulta a su pueblo, que decide proteger a las suplicantes y rechazar la solicitud de entrega por parte de sus enemigos. En el 422 a. C., Eurípides compuso una obra sobre idéntico tema y con el mismo título.
Las peculiaridades de Prometeo encadenado están en el origen de que la crítica actual (nunca en el Mundo Clásico, en que se considera obra auténtica) dude sobre la paternidad de Esquilo y que se piense en un segundo autor desconocido que podría haberla concluido. Además de su estilo harto particular, muestra claras diferencias con el resto de la producción de este poeta trágico, como la ausencia de una trilogía definida; no obstante, hay quien piensa que hubo tal tríada en la que un Prometeo liberado abría el conjunto y un Prometeo portador de fuego (del que tan sólo se conoce un verso) lo cerraba. Como quiera que sea, en la obra conservada se tiende al Titán que ha incurrido en la cólera de Zeus por haber entregado a los hombres el fuego y las artes y es encadenado a las montañas del Cáucaso por orden de aquél, quien también envía allí a padecer a la humana Ío, convertida parcialmente en vaca. La obra concluye con un Prometeo tenaz ante la presión de los enviados de Zeus, por lo que es condenado para toda la eternidad junto a las Oceánides.
Aportación de Esquilo a la tragedia
Las aportaciones de Esquilo fueron decisivas para el desarrollo de la tragedia, como ya se ha señalado. En primer lugar, transformó radicalmente el estilo del género en su búsqueda de lo patético; además, caracterizó sus personajes con rasgos nítidos y bien definidos; a ese respecto, las intervenciones del coro ayudaron a este propósito, al dar claves certeras que definían a cada uno de los personajes a ojos del público; en fin, dio a sus obras una dimensión moral en la que resulta decisiva la intervención de los dioses, que lleva, a través del dolor y la expiación de la culpa, a un proceso de purificación de los personajes y de su público (es la catarsis dramática señalada por los teóricos). Esquilo revela, al igual que Píndaro, su fe ciega en la perfección moral de los dioses (particularmente de Zeus, ‘causa total’, ‘el que todo lo hace’), lo que lleva a la depuración absoluta de su imagen en sus representaciones.
Del mismo modo, Esquilo introdujo cambios trascendentales en el diseño y representación de sus obras, como los diálogos por norma entre los actores, tras quitarle al coro el papel absoluto que tenía hasta ese momento; además, fue el primero en incluir un tercer actor en su obra. La puesta en escena se benefició sobremanera de sus aportaciones, pues revolucionó el aparato escénico: inventó la máscara con que los actores salían a la escena; buscó nuevos vestuarios más decorosos para los actores que encarnaban determinados personajes; quien ideó el calzado llamado coturno, más alto que el usado hasta ese momento; fue él, por fin, quien aportó la solución de representación sobre tablas, ya que hasta ese momento se hacían sobre caballetes móviles.
Bibliografía
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Para una magnífica revisión de la vida, obra y bibliografía de Esquilo, acúdase al resumen que brinda uno de los grandes especialistas sobre este autor, Albin Leski, en su Historia de la Literatura Griega (Madrid: Gredos, 1969), pp. 268-298.