Eça de Queirós, José Maria (1845-1900).
Novelista portugués, nacido en Póvoa de Varzim el 25 de noviembre de 1845 y fallecido en París el 16 de agosto de 1900. Desde su atalaya de viajero y diplomático, este observador del mundo puso la pluma literaria a su servicio para dar cuenta, a través de concepciones estéticas modernas, de una irónica y distante crítica de la sociedad de su tiempo, percepción que con el transcurrir de los años fue tiñéndose de mayor desencanto. Su obra es el máximo exponente del realismo portugués y su prosa supuso una evolución decisiva en la lengua literaria de su país.
Vida
Nació Eça de Queirós en el seno de la burguesía culta y acomodada. Hijo de un magistrado, emprendió, como él, la carrera de Leyes en el ambiente universitario de Coímbra, donde se desarrollaba en aquella época un clima intelectual fervoroso y contestatario. Eça secundó la cruzada antiacadémica que abanderaban los poetas Antero de Quentaly Teófilo Braga. La cuestión Coímbra, como se conoció la agria disputa que mantuvieron los incipientes escritores conimbricenses y los partidarios de mantener la tradición y el formalismo literarios, principalmente lisboetas, fue, en el fondo y personalismos al margen, otro caso de la vieja pugna de los más jóvenes por hallar un cauce de expresión diferenciador frente a los cánones establecidos por sus mayores.
En el último año de carrera se estrenó como escritor con artículos publicados en la Gazeta de Portugal. Se trataba de textos influidos por las nuevas tendencias francesas, de las que Eça se encontraba al corriente; su novedad causó extrañeza y fueron rechazados por un público ignaro, aún incapacitado para recibir el moderno estilo del autor. Los artículos primerizos de Eça fueron compilados póstumamente en el libro Prosas bárbaras (1903).
Se trasladó a Lisboa para abrir un despacho de abogado. Tras una breve estancia en Évora trabajando en la redacción del periódico Distrito de Évora, regresó de nuevo a la capital. De la mano de Antero de Quental, se unió al grupo de intelectuales de Cenáculo, se interesó por la filosofía de Proudhon e intervino en las Conferencias Democráticas del Casino de Lisboa, lugar de origen del manifiesto realista suscrito en 1871.
El viaje que realizó por Oriente para asistir a la inauguración del canal de Suez resultó determinante en su evolución personal; de hecho, las impresiones captadas dejaron huellas que se pueden rastrear en la obra literaria posterior.
En 1872 principió la carrera diplomática; de cónsul general en Cuba, le trasladaron a Inglaterra dos años más tarde y, últimamente, en 1889, a París. Este peregrinaje político le proporcionó la experiencia internacional necesaria para afrontar los problemas de su país con óptica renovadora, hija de la Europa de su tiempo.
Se casó con la hermana del conde de Resende; se instalaron definitivamente en París, donde Eça moriría en los albores del siglo XX. Allí, en la urbe más cosmopolita de Europa, la decepción para con lo que le rodeaba fue haciendo mella en él. Con todo, fundó una importante revista, Revista de Portugal, que tuvo vida editorial entre 1889 y 1892, y a través de la cual se esforzó por mantener un enlace con los países de lengua portuguesa con sus artículos periodísticos.
Obra
Su primera creación literaria de ficción tuvo paternidad compartida con Ramalho Ortigão; Mistério da estrada de Sintra (El misterio de la carretera de Sintra), que así se tituló el folletín, salió publicado por entregas en el Diário de Notícias en 1871. Ambos repitieron la colaboración en el mismo año, resultado de la cual fue As farpas. Eça inició la escritura de O crime do padre Amaro (El crimen del padre Amaro), novela en la que intentó llevar a la práctica el manifiesto realista expuesto en el Casino lisboeta. Esta novela se publicó apresuradamente en la prensa, por lo que Eça la retocó y refundió años después, hasta ver editada en volumen la versión definitiva en 1880.
En 1875, ejerciendo ya la diplomacia en Inglaterra, escribió O primo Basílio, que se publicó en formato de libro en 1878. A continuación emprendió su plan literario más ambicioso; se trataba de una colección de novelas, que se recogerían bajo el título general de Cenas portuguesas (Escenas portuguesas). La idea primigenia, tras varias refundiciones y otros tantos títulos, vio su fruto en la extensa novela Os Maias (1888), además de una serie de obras menores que se editaron póstumamente. Mientras llevaba a cabo este plan, iba escribiendo otros libros, en los que la fantasía predomina en la pluma del autor (O mandarim, 1880, y A relíquia, 1887), y enviaba artículos sobre política mundial a la prensa portuguesa y brasileña (recogidos en edición póstuma con los títulos Cartas de Inglaterra y Cartas de Londres).
Una vez instalado en París, además de las colecciones de sus artículos impresas en libros (Bilhetes de Paris, Cartas familiares y Ecos de Paris), comenzó a publicar en revistas otras dos novelas, Correspôndencia de Fradique Mendes (1889-90) y A ilustre casa de Ramires (1897), que, apenas revisadas por el autor, tuvieron edición póstuma en volumen.
Eça de Queirós es el escritor realista portugués por antonomasia. Su obra fue el vehículo crítico mediante el cual denunció, con ironía y distanciamiento, las actitudes más enviciadas de los estamentos sociales, como la hipocresía, la vanidad o el rancio conformismo de las gentes. La importancia de Eça de Queirós aumenta al considerar que su prosa supuso un hito en la evolución de la lengua literaria portuguesa, a más de influir en la Literatura de otros países, como aconteció en el caso de la Generación del 98 española (no en vano, Valle-Inclán tradujo alguna de sus novelas). Eça moldeó un estilo con una técnica y una sintaxis que aún hoy son el paradigma más representativo del portugués literario; renovó la expresión verbal, creó neologismos y osadas estructuras sintácticas -tildadas de galicistas en su tiempo-, introdujo nexos inesperados, imprimió un nuevo ritmo a la escritura, adjetivó como no se había hecho hasta entonces y reutilizó el lenguaje popular. El resultado de esta elaboración estilística es el ideal parnasiano, que aspiraba a la consecución de una belleza plástica, serena y luminosa.