Dols Abellán, José María, o «José Mari Manzanares» (1953-VVVV).


Matador de toros español, nacido en Alicante el día 14 de abril de 1953. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de «José Mari Manzanares».

Nacido en el popular barrio alicantino de Santa Cruz, era hijo de un banderillero que muy pronto le transmitió su afición a los toros. Así, movido del deseo de llegar a convertirse en figura del toreo, aprovechó las buenas relaciones de su padre para hacerse un hueco en varios tentaderos, en los que pudo dar sus primeros capotazos. Y el día 15 de abril de 1969, en las arenas de la localidad jiennense de Andújar, se enfundó su primer traje de luces, para estoquear reses de don Francisco Sánchez en compañía del también principiante Nelson Villegas.

Viéndose con buenas aptitudes para el ejercicio del toreo, se fue puliendo a lo largo de quince novilladas sin picadores hasta que, el día 24 de mayo de 1970, en el coso alicantino de Benidorm, hizo el paseíllo para tomar parte en su primera novillada picada. Se lidiaron aquella tarde seis utreros pertenecientes a la ganadería de Sánchez Arjona, con un cartel de novilleros completado por «Curro Fuentes» y José Luis Ortuño. A partir de entonces, entre los aficionados más avisados comenzó a correr el rumor de que el joven «José Mari Manzanares» atesoraba grandes cualidades en el manejo del capote y la muleta, particularmente a la hora de imprimir al vuelo de sus engaños un deje desmayado que dotaba de gran plasticidad al conjunto de sus faenas.

Precedido de estos rumores, el día 6 de junio de aquella temporada de 1970 hizo su presentación en la plaza Monumental de Las Ventas, alternó con los jóvenes novilleros Juan Carlos Castro («Luguillano») y José Luis Feria («Galloso»), para enfrentarse con un encierro procedente de las dehesas de los herederos de don Carlos Núñez. Esta presentación ante la primera afición del mundo, la que da y quita contratos, no pudo ser más venturosa: «Manzanares» salió a hombros por la Puerta de Madrid, después de haber conseguido una oreja de cada uno de sus dos enemigos.

Así las cosas, el día 24 de aquel mismo mes compareció en las arenas de la plaza de toros de Alicante, dispuesto a tomar la alternativa ante la atenta mirada de sus paisanos. Iba apadrinado por el coletudo madrileño Luis Miguel González Lucas («Luis Miguel Dominguín»), quien, en presencia del diestro salmantino Santiago Martín Sánchez («El Viti»), que hacía las veces de testigo, le cedió los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque a un toro perteneciente a la ganadería de don Atanasio Fernández. Aquella tarde, «José Mari Manzanares» cosechó uno de los triunfos más clamorosos de su carrera, al cortar las dos orejas y el rabo de la susodicha res.

A pesar de estos éxitos, el diestro alicantino no pisó la arena madrileña durante la temporada de su alternativa, y tampoco toreó en la primera plaza del mundo a lo largo de la campaña siguiente. Por fin, el día 18 de mayo de 1972, en plena Feria de San Isidro, compareció de nuevo en la Monumental de Las Ventas, dispuesto a confirmar su pertenencia al escalafón superior de los matadores de reses bravas. Venía, a la sazón, apadrinado por el espada jiennense Sebastián Palomo Martínez («Palomo Linares»), quien, bajo la atenta mirada del torero mejicano Eloy Cavazos Ramírez, presente en calidad de testigo, le facultó para trastear y despenar a un toro colorado perteneciente a la divisa de don Francisco Garzón, que atendía a la voz de Saperito. A partir de entonces, «Manzanares» ha figurado siempre entre los espadas punteros del escalafón, y ha gozado del aprecio de un numeroso grupo de partidarios que valoran la elegante lentitud de su toreo y el temple que sabe sacar a relucir en sus mejores tardes. Sin embargo, también es verdad que un nutrido sector de la afición ha entendido su constante búsqueda de la plasticidad como una progresiva relajación que ha acabado por convertirse en amaneramiento ante toritos boyantes, y abierto desinterés cuando sale a la arena un toro áspero, violento o, simplemente, encastado.

En 1977 cumplió ochenta y seis contratos, con lo que acabó la temporada situado a la cabeza del escalafón superior. A finales de la campaña de 1978, cuando ya era considerado en España como una figura del toreo, cruzó el Atlántico para mostrar en las arenas colombianas y venezolanas ese lento desmayo al que ya se ha hecho referencia. A su retorno a las plazas peninsulares, emprendió una temporada de 1979 que, andando el tiempo, habría de quedar señalada como una de las más destacadas en su dilatada trayectoria profesional. En efecto, se vistió de luces en un total de sesenta y cuatro ocasiones a lo largo de dicha campaña, en la que cosechó otros tres triunfos clamorosos: el primero, en la plaza de toros de Córdoba, el día 27 de mayo, cuando cortó tres orejas a un lote marcado con la señal de Martínez Benavides, en presencia del lidiador albaceteño Dámaso González Carrasco y del diestro salmantino Pedro Gutiérrez Moya («Niño de la Capea»); el segundo, el día 16 de junio, en las arenas del circo algecireño; y el tercero en el coso de Valencia, el día 29 de julio.

Siguió manteniendo un buen tono en su andadura torera durante cuatro o cinco temporadas, y a la conclusión de la campaña de 1984 volvió a encaramarse al primer puesto del escalafón, después de haber hecho el paseíllo en setenta y dos ocasiones. También fue aquel un año triunfal, en el que protagonizó cuatro tardes gloriosas: la primera, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el día 2 de junio, fecha en la que cortó una oreja de cada uno de sus dos enemigos, pertenecientes a la ganadería de don Manuel González, en presencia del matador gaditano Julio Vega Rodríguez («Marismeño») y del espada sevillano Francisco Durán Martín («Curro Durán»); la segunda, el día 24 de junio en su Alicante natal, donde desorejó a dos astados criados en las dehesas de don Baltasar Ibán, en un cartel completado por otros dos coletudos alicantinos, Luis Francisco Esplá Mateo y Arturo Blau Espadas; la tercera, el día 4 de agosto, también en la plaza de toros de su tierra, de donde salió a hombros tras haber cortado tres orejas de un lote marcado con el hierro de don Manuel San Román, en presencia de los hermanos Luis Francisco y Juan Antonio Esplá Mateo; y la cuarta asimismo en Alicante, el día 18 de agosto, donde sostuvo, con el susodicho Luis Francisco Esplá Mateo, un emotivo mano a mano que le dejó en su esportón tres apéndices auriculares, en una tarde en la que se corrió un encierro que había pastado en la finca de El Madrigal.

En la campaña de 1985 tomó parte en cincuenta y nueve festejos, y posteriormente siguió toreando en tierras hispanoamericanas (Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela). Al poco tiempo de haber retornado a España, se estrenó en la nueva temporada de 1986 con otro ruidoso éxito en la plaza de toros de Castellón de la Plana, en donde se ganó tres apéndices auriculares de un lote de Cebada Gago, flanqueado en los carteles por el mencionado espada salmantino Pedro Gutiérrez Moya («Niño de la Capea») y el desafortunado diestro madrileño Lucio Sandín Sayago. Puso fin a dicha temporada de 1986 tras haberse enfundado el traje de luces en sesenta ocasiones, y viajó nuevamente a Hispanoamérica, para lucirse en los principales coliseos de Perú y Colombia. Y así siguió toreando en España y América, sumando grandes triunfos en casi todas las plazas del mundo, excepto la de Madrid, en la que se había ganado un gran número de detractores y no volvió a cortar una oreja hasta bien entrada la década de los años noventa, en el ciclo isidril de 1993. Poco después anunció su retirada del ejercicio activo del toreo.

Bibliografía

  • ARÉVALO, José Carlos, y MORAL, José Antonio del. La Tauromaquia de José María Manzanares (Madrid: Akal, 1987).