José María Manzanares (1953 – presente): La Elegancia del Toreo y el Arte del Desmayo

Los Orígenes de José María Manzanares

José María Manzanares, conocido en el mundo taurino como «José Mari Manzanares», nació el 14 de abril de 1953 en el tradicional barrio de Santa Cruz en Alicante, España. Esta localidad, de gran tradición taurina, fue testigo de los primeros pasos de un niño que, desde temprana edad, se vio atraído por el mundo de los toros. Hijo de un banderillero de renombre, José María se crió en un ambiente profundamente influenciado por el arte de la tauromaquia. Su padre, un hombre muy vinculado al mundo del toreo, le transmitió la pasión por el mismo, facilitándole el acceso a los primeros tentaderos y a las primeras experiencias como aprendiz en las plazas locales.

El hecho de crecer en un entorno taurino, rodeado de figuras del toreo, jugó un papel esencial en la formación temprana de Manzanares. En su familia, la tauromaquia no era solo una tradición, sino un modo de vida. Este contexto permitió que, a una edad temprana, José María pudiera dar sus primeros capotazos en diversas fincas y practicar su arte con los mejores mentores de la época. La afición por el toreo, junto con el acceso a un ambiente propicio, marcaron la pauta para lo que sería una carrera de éxito.

Los Primeros Pasos en el Toreo

En 1969, a los 16 años, Manzanares dio un paso fundamental en su carrera: se enfundó por primera vez el traje de luces. Su debut tuvo lugar en la localidad jiennense de Andújar, donde participó en una novillada junto a su compañero de profesión Nelson Villegas, ambos novilleros debutantes. Aquella tarde, el joven torero ya comenzó a mostrar las cualidades que más tarde lo caracterizarían, como la delicadeza en sus movimientos y la elegante lentitud al ejecutar los pases.

Pero no fue hasta mayo de 1970 cuando Manzanares dio un salto cualitativo en su carrera. En la plaza de Benidorm, ante una gran expectación, se presentó como novillero picado en una novillada en la que se lidiaron toros de la ganadería de Sánchez Arjona. Junto a él, torearon otros jóvenes de la época, como Curro Fuentes y José Luis Ortuño. Fue esa tarde cuando los aficionados más experimentados comenzaron a murmurar sobre el gran potencial del joven Manzanares, destacando la elegancia y plasticidad con que movía la muleta, particularmente en los pases de desmayo, un estilo que se convertiría en su sello personal.

Confirmación como Novillero de Éxito

A los pocos meses de su presentación en Benidorm, el 6 de junio de 1970, Manzanares tuvo la oportunidad de medirse con los mejores en la plaza más importante de España: Las Ventas en Madrid. En esa ocasión, alternó con los novilleros Juan Carlos Castro y José Luis Feria, frente a toros de la ganadería de los herederos de Carlos Núñez. La tarde fue un verdadero éxito para el joven alicantino, quien consiguió una oreja de cada uno de sus toros y salió a hombros por la Puerta Grande de Madrid, un reconocimiento que muy pocos novilleros logran en su debut en la Monumental.

El siguiente paso en su carrera fue aún más significativo: en Alicante, el 24 de junio de 1970, tomó la alternativa de manos del matador Luis Miguel Dominguín, quien le cedió el toro de la ganadería de Atanasio Fernández. Ante los ojos de una multitud de paisanos y aficionados, Manzanares se convirtió en matador de toros, y lo hizo a lo grande, cortando las dos orejas y el rabo del toro de su alternativa. Este triunfo no solo selló su incorporación al escalafón superior de los matadores, sino que también lo posicionó como una de las grandes promesas del toreo en ese momento.

El Ascenso a la Cima

Después de su histórica alternativa, José María Manzanares continuó puliendo su técnica y asentando su estilo personal en las plazas de toros. Sin embargo, el camino hacia la consolidación no fue sencillo. Durante la temporada de su alternativa, Manzanares no toreó en Madrid, la plaza más importante, lo que generó una cierta incertidumbre sobre su futuro. Fue en 1972 cuando, tras una exitosa temporada de novillero, Manzanares regresó a Las Ventas para confirmar su alternativa, apadrinado por Sebastián Palomo Linares y con el torero mexicano Eloy Cavazos como testigo. En esta ocasión, Manzanares se enfrentó a un toro de la ganadería de Francisco Garzón, conocido como «Saperito», y tras una faena cargada de temple y emoción, el torero alicantino reafirmó su puesto entre los más grandes del toreo.

A lo largo de los años, Manzanares se hizo famoso por su elegante toreo, que destacaba por la lentitud y el «desmayo» de sus movimientos. Este estilo, caracterizado por su suavidad y belleza plástica, le permitió ganarse el cariño de una gran cantidad de seguidores. No obstante, algunos críticos y aficionados comenzaron a percibir su constante búsqueda de la plasticidad como una forma de relajación, especialmente cuando se enfrentaba a toros complicados o agresivos. A pesar de las críticas, Manzanares siguió siendo un torero admirado por su temple y su capacidad para conectar con el público en las grandes plazas.

Triunfos en la Década de los 70

La década de 1970 fue decisiva para José María Manzanares, quien a medida que avanzaba la década se consolidaba como una de las figuras más destacadas del toreo español. En 1977, tras una temporada llena de éxitos, alcanzó el primer puesto en el escalafón superior de los matadores de toros. Con 86 contratos cumplidos, Manzanares demostró que su estilo lento y cargado de estética no solo era apreciado por un público selecto, sino que también le permitió estar al frente del toreo de su época.

Ese mismo año, el torero alicantino cruzó el océano Atlántico y comenzó a mostrar su toreo en América, específicamente en Colombia y Venezuela, donde su toreo pausado y clásico causó sensación. En América, el «desmayo» de sus muletas se convirtió en un fenómeno y Manzanares se ganó a los aficionados latinoamericanos, quienes valoraban enormemente su capacidad para embellecer cada pase. Este viaje representó un punto clave en su carrera, pues cimentó su fama más allá de las fronteras españolas.

La temporada de 1979 fue aún más sobresaliente para Manzanares. En esta campaña, toreó en un total de 64 ocasiones, una cifra impresionante que reflejaba tanto su popularidad como la demanda de su toreo elegante y templado. Entre los triunfos más significativos de esa temporada destacó su presentación en la plaza de toros de Córdoba, donde cortó tres orejas a un lote de toros de la ganadería de Martínez Benavides. Este triunfo fue seguido por otros dos momentos memorables en Algeciras y Valencia, en los que el torero alicantino volvió a dejar patente su capacidad para encandilar al público y a los expertos taurinos.

Los Años Dorados: 1979 – 1984

En los primeros años de la década de 1980, José María Manzanares vivió lo que se puede considerar el «auge» de su carrera. Durante 1984, tras una temporada en la que toreó en 72 ocasiones, volvió a posicionarse en lo más alto del escalafón taurino. Aquella temporada estuvo marcada por cuatro triunfos que le dejaron grabado en la memoria de todos los aficionados. En Sanlúcar de Barrameda, cortó una oreja de cada uno de sus dos enemigos de la ganadería de Manuel González. En Alicante, su plaza natal, fue la gran estrella, al cortar dos orejas a sendos toros de Baltasar Ibán, ganándose una vez más el cariño de sus paisanos. Un momento especialmente destacado ocurrió también en su tierra natal, cuando, en un mano a mano con el torero Luis Francisco Esplá, cortó tres orejas y vivió una tarde llena de emoción y arte.

No solo en su Alicante natal se destacó, sino también en plazas como Sevilla, donde su temple y su capacidad para torear con estética fueron celebrados por una afición que siempre valoró los detalles artísticos en el toreo. La temporada de 1984 consolidó a Manzanares como uno de los toreros más completos de su generación, capaz de conectar tanto con el público general como con los críticos más exigentes.

El Reconocimiento Internacional y sus Viajes

Manzanares no solo fue un ícono en las plazas españolas, sino que su fama cruzó océanos. Durante sus años de mayor esplendor, siguió toreando en América, con destacadas actuaciones en Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Cada vez que regresaba de sus giras americanas, la expectación por verle en las plazas españolas aumentaba. En 1986, después de una exitosa temporada en España, viajó de nuevo a Hispanoamérica, donde sumó nuevas victorias a su ya extenso historial. En Perú y Colombia, sus faenas de capa y muleta fueron recibidas con fervor por los aficionados, quienes le ovacionaron en las principales plazas de esos países.

En cuanto a su regreso a España en 1986, el matador alicantino se presentó en la plaza de Castellón de la Plana, donde se ganó tres orejas tras una gran faena frente a un toro de la ganadería Cebada Gago. Este éxito fue solo el inicio de una temporada de 60 festejos, en la que su nombre continuó en boca de todos los aficionados. Su estilo, siempre basado en la elegancia y la estética, se mantenía vigente a pesar del paso de los años.

El Declive y la Retirada

A pesar de su gran éxito, el paso de los años no fue indulgente con José María Manzanares. A medida que su carrera avanzaba, las críticas comenzaron a surgir, especialmente por parte de aquellos que consideraban que su búsqueda constante de la plasticidad había desembocado en una cierta relajación en su toreo. A esto se sumó su distanciamiento con la plaza de Madrid, donde había acumulado un número considerable de detractores. Fue solo en 1993, más de una década después de su última actuación en Madrid, cuando Manzanares volvió a cortar una oreja en la famosa plaza de Las Ventas durante la Feria de San Isidro, demostrando que aún podía enfrentarse a la crítica y seguir brillando en su máximo escenario.

A finales de la década de los 80 y principios de los 90, Manzanares fue paulatinamente reduciendo sus apariciones en las plazas de toros. En 1993, tras su gran reaparición en Madrid, anunció su retirada del toreo activo. A lo largo de su carrera, Manzanares logró crear una imagen de torero refinado y elegante, siempre apegado a su estilo personal. Sin embargo, su legado trasciende más allá de las plazas: su contribución al arte del toreo será recordada por su capacidad para transformar la tauromaquia en un espectáculo lleno de poesía, elegancia y arte.

José María Manzanares, el torero alicantino, marcó una época de esplendor en el toreo español. Su nombre perdurará como uno de los grandes exponentes de un estilo único, que aunó belleza, temple y una impresionante capacidad para conmover a la afición. Hoy, Manzanares sigue siendo una figura clave en la historia de la tauromaquia, un referente que continúa siendo admirado por nuevas generaciones de aficionados al arte del toreo.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "José María Manzanares (1953 – presente): La Elegancia del Toreo y el Arte del Desmayo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/dols-abellan-jose-maria [consulta: 18 de octubre de 2025].