Debrot, Cola (1902-1981).
Poeta, narrador, ensayista, crítico literario, médico y político holandés, nacido en Kralendijk (capital de la isla de Bonaire, perteneciente al Reino de los Países Bajos) el 4 de mayo de 1902, y fallecido en Laren (Holanda) el 3 de diciembre de 1981. Fue una de las figuras más destacadas de la intelectualidad de las Antillas Holandesas del siglo XX.
Vino al mundo en el seno de una familia acomodada, formada por el dueño de una plantación que se había casado con una mujer venezolana. Recibió, en el registro, el nombre oficial de Nicolaas Debrot, pero siempre fue conocido por su apelativo hipocorístico de Cola, que antepuso a su apellido para crear el pseudónimo con el que firmó toda su obra literaria.
De su padre -que era natural de la isla de Bonaire- heredó el amor por las Antillas Holandesas, y en particular por las que forman el grupo meridional o «de Barlovento», también conocidas como «Islas ABC» (Aruba, Bonaire y Curaçao). Asimismo, aprendió de su progenitor y del personal que tenía en su plantación la lengua criolla de aquel territorio: el papiamento. Por otra parte, su madre le acostumbró desde que era un niño a hablar en español, por lo que, durante su infancia y adolescencia, sólo habló holandés (lengua oficial del territorio donde había venido al mundo) en la escuela y el instituto.
Al cumplir los catorce años de edad, el joven Cola Debrot fue enviado por sus padres a Europa, para que conociera los Países Bajos y pudiera cursar el bachillerato y los estudios superiores en los mejores centros educativos del Reino al que pertenecía como ciudadano de pleno derecho. Fue así como se matriculó, en 1916, en el Instituto de Nimega (en la provincia holandesa de Güeldres), de donde pasó, al cabo de cinco años, a cursar la carrera de Derecho en la prestigiosa Universidad de Utrecht.
Durante su prolongada estancia en la ciudad de Utrecht (1921-1928), el joven Debrot entró en contacto con algunas de las figuras cimeras de la literatura y la intelectualidad locales. Luego se trasladó a París, en donde habría de permanecer durante tres años, período en el que sobrevivió realizando traducciones y otros oficios similares que reforzaron sus vínculos con el mundo de las Letras. Así pudo establecer lazos de amistad con algunos autores tan relevantes como Louis-Ferdinand Céline, con el que compartía, además del amor a las Letras, el interés por la medicina.
Tras haber contraído matrimonio, en la capital francesa, con la ciudadana norteamericana Estelle Reed, regresó a Holanda en 1931 acompañado de su flamante esposa y se estableció en Amsterdam, en cuya universidad cursó la carrera de Medicina. Al mismo tiempo, empezó a redactar su primera narración extensa, que, publicada a mediados de aquella década de los años treinta bajo el título de Mijn zuster de negerin (Mi hermana negra [Rotterdam, 1935]), habría de convertirse no sólo en su obra más conocida y celebrada por críticos y lectores, sino en el punto de arranque de la narrativa antillana escrita en lengua holandesa (tanto en lo que se refiere a la novelística escrita por autores de las Antillas Holandesas, como en lo que atañe a una prosa de ficción centrada específicamente en temas, paisajes, figuras y problemas propios de aquella demarcación caribeña del Reino de Holanda).
Siempre relacionado con figuras destacadas del mundo de las Letras, las Artes y el pensamiento, por aquel tiempo Cola Debrot entabló amistad con el jovencísimo artista Appel Karel (1921- ), quien, a sus quince años de edad, dejó las primeras muestras del talento que atesoraba en un espléndido retrato del escritor de Bonaire, fechado en 1936. Andaba, por aquel entonces, el escritor antillano enfrascado en la redacción de su segunda novela, Señorita Campbell (1938), que consiguió dar a la imprenta antes de que el fantasma de la guerra se abalanzase sobre el Viejo Continente. Asimismo, en su círculo de amigos figuraba el gran poeta y novelista Willem Frederik Hermans, quien le ayudó a instalarse como médico en Amsterdam, profesión que ejerció durante toda la II Guerra Mundial).
Al tiempo que atendía sus obligaciones de galeno, Cola Debrot continuó cultivando la creación literaria, tanto en el género narrativo –Bid voor Camille Willocq (Amsterdam, 1946)- como en el ámbito de la poesía -al que, tras una temprana incursión que, bajo el título Heimwee (1918), había publicado a los dos años de haber desembarcado en Europa, añadió un par de obras escritas durante la guerra: Bekentenisssen in Toledo (Amsterdam, 1945) y Navrante zomer (Amsterdam, 1945)-. Proyectaba ya el regreso a su amada tierra antillana cuando alcanzó a ver concluida y editada en Europa una nueva novela suya, Bewolkt bestaan (Vida ensombrecida [Amsterdam, 1948]), pronto incluida también por la crítica entre las mejores novelas en lengua holandesa de aquella convulsa y trágica década. En esta obra, Cola Debrot abordaba con singular dedicación y acierto uno de los temas fundamentales en toda su producción literaria: el de la persona desarraigada.
En 1948, Cola Debrot abandonó el continente europeo y regresó a las Antillas Holandesas, para establecerse no en Bonaire natal, sino en la isla de Curaçao, donde ejerció de galeno (en la especialidad de medicina general) durante varios años. Pronto se convirtió en una de las figuras más relevantes de la vida social curazoleña, lo que le animó a adentrarse en el ámbito político, en el que estaba llamado a erigirse en una de las figuras más relevantes de su pueblo. Así, en 1952 -año en el que, siempre atento a su producción literaria, dio a la imprenta un nuevo poemario, De afwezigen (Amsterdam, 1952)-, cruzó de nuevo el Atlántico para desempeñar, en La Haya, la labor de ministro plenipotenciario de las Antillas Holandesas en el gobierno holandés, donde jugó un destacadísimo papel en los nuevos estatutos políticos adquiridos por los territorios americanos del Reino de Holanda (las citadas islas caribeñas y Surinam).
A su regreso a Curaçao, Debrot se convirtió en gobernador de las Antillas Holandesas -máxima dignidad política de la demarcación-, cargo en el que se mantuvo por espacio de ocho años (1962-1970). Una vez concluida su etapa política en Curaçao, decidió pasar el resto de su vida en esa Europa a la que se había adaptado plenamente desde el primer momento de su llegada (a pesar de haber sabido conservar, en su literatura, el sabor local, el colorido y las inquietudes de sus islas antillanas); y así, a partir de 1970 se estableció en la pequeña y bellísima localidad rural de Laren, donde su salud mental comenzó a verse alterada por graves cuadros depresivos que, con el paso del tiempo, hicieron necesario el internamiento del ya anciano escritor antillano en un sanatorio psiquiátrico. Finalmente, una gravísima dolencia -cáncer de próstata- acabó con su vida a finales de 1981, cuando estaba próximo a alcanzar la condición de octogenario. Por voluntad expresa del propio Cola Debrot, sus restos mortales fueron incinerados y sus cenizas arrojadas, por una embarcación de la marina de guerra holandesa, a las heladas aguas del Mar del Norte.
Obra
En sus inicios como escritor, el joven Cola Debrot, deslumbrado por las corrientes vanguardistas que acababa de descubrir en Europa, participó con entusiasmo en algunos de estos movimientos rupturistas e innovadores, como dejó bien patente en los poemas y textos en prosa primerizos que publicó en la revista Forum entre 1932 y 1935. Más adelante, llegó a dirigir durante un par de años otra importante publicación cultural de la vanguardia holandesa, la revista Criterium.
No obstante, en su primera novela -la ya citada Mijn zuster de negerin (Mi hermana negra, 1935)-, Debrot se presentó ya como un intelectual que, aun a pesar de pertenecer de lleno a la mejor tradición cultural europea y estar al tanto de sus últimas derivaciones vanguardistas, tenía el firme y declarado propósito de nutrir su producción literaria con los temas típicos de la literatura caribeña (en este caso concreto, el de las complicadas relaciones entre personas de distinta procedencia étnica). En esta línea de trabajo, Debrot procuró en esta novela y en el resto de sus obras narrativas y poéticas yuxtaponer una serie de contrastes fundamentales entre la civilización europea y la cultura caribeña, haciendo hincapié en que las diferencias religiosas, históricas, políticas, culturales y espirituales que separan a ambos mundos pueden ser sumamente enriquecedoras para cada uno de ellos. En este sentido, Debrot no juega, como otros autores antillanos, a limar esos contrastes, sino a acentuar voluntariamente la diversidad, con el propósito de exprimir al máximo esa riqueza de caracteres, costumbres, paisajes, situaciones, comportamientos, mentalidades… que surge de la divergencia.
Además de esa primera novela y de las ya citadas en parágrafos anteriores -a saber: Señorita Campbell (1938), Bid voor Camille Willocq (1946) y Bewolkt bestaan (1948)-, Cola Debrot fue autor de otras narraciones extensas como Galante verhalen (1976) y De vervolgden (1982) -esta última publicada póstumamente-. El escritor antillano fue, además, un avezado ensayista, con títulos tan importantes como Ars en Vita (1945), Het existentialisme, Drie voordrachten met discussie (1947), Antilliaanse cahiers (1955), Dagboekbladen uit Genève (1963), Over Antilliaanse cultuur (1985), Over literatuur (1987), Over dans en beeldende kunst (1988) y Wie was Céline? Van cuirassier tot clochard (1989). En sus ensayos literarios y estudios críticos prestó atención especial a la literatura escrita en las Antillas Holandesas, con trabajos que le otorgaron un gran prestigio como crítico no sólo en los Países Bajos y sus territorios de Ultramar, sino también en todo el ámbito académico anglosajón.
En su condición de poeta, Debrot dio a la imprenta las siguientes colecciones de versos: Heimwee (1918), Bekentenis in Toledo (1945), Navrante zomer (1945), De afwezigen (1952), Tussen de grijze lijnen en andere gedichten (1970) y Gedichten (1985). Del vanguardismo de sus versos primerizos, el autor de Bonaire pasó a una poesía de madurez gozosamente contagiada de los ritmos caribeños y los recursos formales propios de la lírica popular de las Antillas.
J. R. Fernández de Cano