D’Halmar, Augusto (1880-1950).
Escritor chileno nacido en Santiago en 1880 y muerto en 1950; su verdadero nombre era Augusto Jorge Goéminne Thomson. Perteneciente a la denominada «generación de 1900» y considerado como uno de los introductores del Naturalismo en Chile.
Augusto Goeminne Thomson fue un hombre de personalidad vigorosa y llamativa, creadora de un verdadero mito instaurado en la literatura de su país. Con la publicación en el diario La Tarde del cuento La Tía en 1897, D’Halmar inició una larga serie de colaboraciones en periódicos y publicaciones de distinta índole. En 1900 fundó la revista Luz y Sombra con el pintor Alfredo Melossi, aunque luego ésta se fusionó con Instantáneas, publicación en la que D’Halmar se encargó de la crónica de arte y de la creación del espacio “Los 21”, sobre artistas chilenos. Esta revista también publicó algunos de sus cuentos.
En 1902 apareció su novela Juana Lucero, obra de corte naturalista que cuenta la historia -causas y consecuencias- de la mujer así apodada, que concluye sus días amargos de prostituta en la soledad y el abandono. La influencia de Zola en dicha novela era notoria, aunque también hay en ella rasgos del idealismo de Tolstoi.
Tras participar en el concurso literario organizado por el diario El Mercurio en 1904 con el cuento Alma Blanca, decidió fundar, junto al escritor Fernando Santiván y al pintor Julio Ortiz de Zárate, la “Colonia Tolstoyana”. Movidos por el ejemplo de León Tolstoi, concibieron la idea de partir a un lugar apartado de La Frontera a vivir comunitariamente y dedicarse a la literatura y a la agricultura, al estudio y a la creación en la tranquilidad del retiro. Los tres jóvenes -22, 18 y 19 años respectivamente- partieron en 1904 y tras deambular por Concepción, Talcahuano y las playas de Arauco, decidieron regresar al norte y establecerse en San Bernardo, donde Manuel Magallanes Moure les ofreció una parcela para su colonia. Allí recibieron la visita de artistas, intelectuales y amigos. Sin embargo, el proyecto no salió adelante; D´Halmar fue el único que se quedó a vivir en San Bernardo y allí escribió buena parte de los cuentos que se publicaron en las revistas de las que era colaborador.
Poco después fue nombrado secretario del Ministro de Relaciones Exteriores, Federico Puga, lo que hizo posible el nombramiento consular que lo llevó, en 1907, a diferentes países de Europa y el Medio Oriente. Las experiencias adquiridas en este viaje influyeron en sus actitudes literarias y comenzó entonces a operar en su obra las ideas ensoñadoras, de imaginaciones desbordadas, de apasionamiento y espíritu evasivo, que sublima las realidades concretas. Como señalan Hugo Montes y Julio Orlandi “Empieza esa literatura refinada, exquisita, reflejo indudable del modernismo exótico y preciocista (…) Expresión perfecta, construcciones propias de un arquitecto experimentado, prosa finamente rítmica unida a un contenido de suave y nostálgico senequismo”.
Se trasladó luego a otro consulado, el de Etén en Perú, donde permaneció hasta 1915. En 1916 viajó por cuenta propia a Europa tras una corta visita a Chile. Durante su estancia en Europa residió en París y Madrid y regresó a su tierra natal en 1934. Pasó a ocupar un puesto de funcionario en la Biblioteca Nacional. En 1942 ganó la primera convocatoria del Premio Nacional de Literatura de Chile.
Con D’Halmar llegó el buen gusto a la literatura chilena, la perfección formal, la universalidad, el anhelo de profundidad y trascendencia. La imaginación exquisita, una escritura de rara calidad, lindante por su tratamiento de las imágenes con la pintura, la atmósfera de lo estético, lo ambiguo y lo indefinible. A su primera novela, Juana Lucero (1902), le siguieron La lámpara en el molino (1915), La sombra del humo en el espejo (1924) y Pasión y muerte del cura Deusto (1924), Capitanes sin barco (1934) y Amor, cara y cruz (1935); escribió varios libros de cuentos, como Catita y otras narraciones (1935) y Cristina y yo (1946).
Es autor también del libro de memorias Rubén Darío y los americanos en París (1941) y del ensayo La Mancha de don Quijote (1934), que recoge sus observaciones sobre La ruta de don Quijote de Azorín. También es autor del poemario Palabras para canciones (1938).
R. Salinas / A. Harambour