Bettino Craxi (1934–2000): El Primer Ministro Socialista que Redibujó el Poder Político en la Italia de la Posguerra

Contexto histórico y social de la Italia de posguerra

La infancia y juventud de Bettino Craxi se desarrollaron en un momento crucial de la historia italiana. La Italia de posguerra, sumida en la reconstrucción tras los estragos del fascismo y la Segunda Guerra Mundial, enfrentaba grandes desafíos políticos, económicos y sociales. El país transitaba de una monarquía destruida hacia una nueva república, nacida en 1946 tras un referéndum que abolió la Casa de Saboya. Este cambio marcó el inicio de la Primera República Italiana, un periodo caracterizado por una intensa volatilidad política, con frecuentes cambios de gobierno y una marcada división ideológica entre los partidos de derecha, centro e izquierda.

En este escenario, la Democracia Cristiana (DC) emergió como el partido hegemónico, gobernando con alianzas de centro durante décadas. Frente a ella se alzaban el Partido Comunista Italiano (PCI) y el Partido Socialista Italiano (PSI), este último debilitado por su ambigüedad ideológica y su posición secundaria frente al poderoso PCI. Las tensiones de la Guerra Fría también influyeron en el devenir político del país: mientras EE.UU. apoyaba a la DC como baluarte anticomunista, la Unión Soviética respaldaba al PCI. En este clima polarizado, el socialismo reformista luchaba por un espacio autónomo.

Orígenes familiares y entorno socioeconómico

Benedetto Craxi, conocido como Bettino, nació el 24 de febrero de 1934 en Milán, en el seno de una familia burguesa de origen siciliano. Su padre, Vittorio Craxi, era periodista y abogado, lo que proporcionó al joven Bettino un entorno intelectual y un acceso privilegiado a los círculos culturales y políticos de la ciudad. Este trasfondo social acomodado influyó en la visión pragmática y autoritaria que desarrollaría más adelante como líder político.

La educación formal de Craxi se inició en la Universidad de Milán, donde se matriculó en la carrera de Derecho. Sin embargo, no llegó a finalizar sus estudios, pues desde muy temprano se volcó en la militancia activa dentro del Partido Socialista Italiano, al que se afilió con apenas dieciocho años. En lugar de una carrera académica, eligió construir su trayectoria en el terreno de la lucha política, inicialmente en ámbitos locales y provinciales.

Inicios en el Partido Socialista Italiano (PSI)

La irrupción de Craxi en el PSI coincidió con un periodo de decadencia interna del partido. Dividido por tensiones ideológicas entre sectores marxistas, reformistas y oportunistas, el socialismo italiano vivía a la sombra del PCI y sin una estrategia clara para ganar relevancia nacional. A pesar de este panorama, Craxi demostró desde sus inicios una notable habilidad táctica y un instinto para el poder.

En 1963, con apenas 29 años, fue nombrado miembro del Comité Central del PSI, y en 1965 se convirtió en presidente provincial del partido en Milán, una ciudad que muy pronto se convertiría en su bastión personal y base de operaciones políticas. Su influencia creció rápidamente gracias a su estilo directo, su carisma persuasivo y su capacidad para tejer alianzas internas.

El primer cargo electivo de Craxi fue como concejal en el Ayuntamiento de Milán, lo que le permitió combinar acción política institucional con el fortalecimiento de su red de apoyos. Durante esta etapa temprana, Craxi comenzó a perfilarse como un dirigente decidido a modernizar el partido, alejándolo del seguidismo hacia el PCI y explorando una vía socialista autónoma, pragmática y centrista.

Consolidación como figura clave del socialismo italiano

El año 1968 marcó el verdadero salto a la política nacional para Craxi, al ser elegido diputado en la Cámara Baja del Parlamento italiano. Desde su escaño, lideró la corriente conocida como los “autonomistas”, contraria a la alianza tradicional con el PCI. Esta facción propugnaba un socialismo reformista, capaz de operar como una tercera fuerza entre los dos colosos de la política italiana: la Democracia Cristiana y el Partido Comunista.

En esta línea, Craxi defendía una estrategia basada en el distanciamiento de los extremos y la búsqueda de consensos con sectores centristas, abriendo la puerta a pactos con fuerzas minoritarias que dieran al PSI un papel clave en la formación de gobiernos de coalición. En 1976, en uno de los momentos más críticos del partido —tras obtener menos del 10% de los votos en las elecciones generales—, Craxi fue elegido secretario general del PSI.

El ascenso de Craxi coincidió con una redefinición del papel del partido en el escenario nacional. A pesar de las críticas internas por su estilo autoritario y su concepción «bonapartista» del liderazgo, supo consolidar su poder mediante una intensa centralización de decisiones, una eficaz maquinaria propagandística y una política de alianzas conocida como “el poder de la coalición”. Su habilidad para negociar ministerios, cargos y beneficios regionales con los partidos aliados convirtió al PSI en un actor determinante en la política italiana, a pesar de su modesto peso electoral.

Camino hacia el poder nacional

Entre 1979 y 1983, bajo el liderazgo de Craxi, el PSI participó en seis gobiernos de coalición consecutivos, lo que evidenció su creciente influencia como fuerza arbitral en el sistema político. El cambio de percepción pública sobre Craxi también se intensificó: su imagen pasó de la de un líder partidario menor a la de un estadista en potencia.

Las elecciones anticipadas de 1983 ofrecieron una oportunidad única. Aunque el PSI no logró un avance espectacular en número de votos, la caída electoral de la Democracia Cristiana, sumada a la creciente popularidad de Craxi entre sectores moderados y medios, allanó el camino para que el entonces presidente de la República, Sandro Pertini, le encargara la formación de un nuevo gobierno. Era la primera vez en la historia de Italia que un socialista accedía a la presidencia del Consejo de Ministros.

La llegada de Craxi al Palazzo Chigi no fue el resultado de una victoria electoral rotunda, sino el fruto de un cálculo político magistral, de años de acumulación de poder, influencia y alianzas. Con este nombramiento, Bettino Craxi se convirtió en el primer jefe de gobierno socialista en la historia republicana de Italia, iniciando un periodo de estabilidad gubernamental inusitada en la política del país, que se prolongaría por 1.058 días ininterrumpidos, un récord para la época.

Gobierno, poder e inicio del declive

El primer socialista en el Palazzo Chigi

La llegada de Bettino Craxi a la presidencia del Consejo de Ministros en agosto de 1983 marcó un hito histórico en la política italiana: por primera vez, un socialista asumía el máximo cargo ejecutivo en el país. Craxi formó un gobierno de coalición conocido como el “pentapartito”, integrado por cinco partidos de centro y centro-derecha, aunque con mayoría democristiana. Esta fórmula inédita consolidó su visión estratégica: gobernar desde el centro, manteniendo una firme autonomía respecto al PCI y negociando con los poderes establecidos.

Desde su ascenso, Craxi dejó atrás al hombre de partido para mostrarse como un hombre de Estado, decidido a modernizar la administración y elevar el perfil internacional de Italia. Su estilo, sin embargo, generaba percepciones encontradas. Mientras sus aliados lo apodaban “il tedesco” por su carácter disciplinado y metódico, sus críticos lo llamaban “rei Bettino”, aludiendo a una supuesta arrogancia y deseo de mando absoluto. Lo cierto es que Craxi imprimió un nuevo tono de autoridad al cargo, alejándose del tradicional perfil técnico de los primeros ministros italianos.

Una de sus prioridades fue aislar políticamente al PCI, con el que se negó sistemáticamente a establecer alianzas. Este veto, aunque polémico, reforzó su imagen como líder autónomo y convencido de que el reformismo socialista debía librarse del lastre de la ortodoxia comunista. En paralelo, estrechó la colaboración con la DC y formaciones menores, lo que le permitió consolidar un control territorial sin precedentes en regiones clave.

Logros económicos y diplomáticos

Durante su mandato, Craxi logró uno de sus objetivos más ambiciosos: dar estabilidad al sistema político italiano, caracterizado hasta entonces por la fragmentación y la brevedad de los gobiernos. Este periodo permitió ejecutar reformas estructurales y mejorar la imagen internacional del país. Bajo su liderazgo, Italia logró ingresar en el grupo de los siete países más industrializados del mundo (G7), superando incluso a Reino Unido en Producto Interno Bruto.

Craxi impulsó medidas de austeridad fiscal, con una clara intención de contener el déficit público. Entre ellas destacó la modificación del sistema de indización salarial, una fórmula que ajustaba los sueldos a la inflación y que, según él, era insostenible para la economía nacional. Esta decisión, aunque celebrada por los sectores empresariales y tecnocráticos, provocó una oleada de huelgas generales y el descontento de los sindicatos, erosionando el apoyo popular al PSI.

En el plano internacional, uno de los mayores logros fue la renovación del Concordato con el Vaticano en 1984. Este acuerdo puso fin a privilegios históricos de la Iglesia Católica y representó un paso adelante hacia la laicización del Estado italiano, equilibrando las relaciones entre poder religioso y civil. Fue una reforma de gran peso simbólico que reforzó la posición de Craxi como estadista moderno y reformista.

Conflictos sociales y desgaste del liderazgo

A pesar de sus logros macroeconómicos y diplomáticos, el gobierno de Craxi enfrentó una creciente contestación social. Las políticas de ajuste, sumadas al tono autoritario del primer ministro, provocaron malestar en amplios sectores de la izquierda y la clase trabajadora. Las huelgas y protestas se multiplicaron, debilitando la imagen de un PSI que ya no parecía representar a sus tradicionales bases obreras.

Además, la alianza con la Democracia Cristiana, aunque rentable en términos de poder, se volvió cada vez más inestable. Las diferencias ideológicas y los conflictos por la distribución del gasto público, así como por el control de los medios de comunicación estatales, abrieron grietas en el “pentapartito”. Los intentos de Craxi por mantener el equilibrio entre los distintos socios se tornaron cada vez más difíciles.

Internamente, el PSI también empezaba a mostrar signos de desgaste. Las críticas por la falta de renovación generacional, el creciente clientelismo y la excesiva personalización del liderazgo minaban la cohesión interna. Aunque Craxi seguía ejerciendo un control férreo sobre la organización, su estilo centralizador comenzaba a generar fisuras.

Crisis y dimisión como Primer Ministro

La tensión acumulada explotó en 1987, cuando se consumó la ruptura entre el PSI y la DC. La falta de consenso sobre el presupuesto nacional y otros desacuerdos estratégicos llevaron a Craxi a presentar su dimisión como jefe de gobierno el 9 de abril de 1987. Su salida marcó el fin del periodo más estable del parlamentarismo italiano desde la posguerra.

Antes de abandonar el cargo, Craxi se aseguró de dejar huella. Su último gran acto como primer ministro fue la firma del nuevo Concordato, que consolidó la autonomía del Estado frente a la Iglesia. Con ello, cerraba su etapa de gobierno reafirmando su voluntad reformista y su legado secular.

Tras su dimisión, Craxi volvió a concentrarse en el liderazgo del PSI, intentando recomponer el tejido político y preparar el partido para nuevas elecciones. No obstante, el país ya mostraba signos de una crisis institucional profunda, con un sistema político cada vez más desacreditado y una opinión pública cada vez más crítica con la clase dirigente.

El caso Tangentópolis y la caída del sistema

En 1992, estalló el mayor escándalo de corrupción en la historia de la Italia republicana: Tangentópolis. La operación judicial, liderada por los magistrados del movimiento “Mani Pulite” (Manos Limpias), destapó una red de sobornos, comisiones ilegales y financiación oculta que involucraba a la casi totalidad de los partidos políticos, incluidos la DC y el PSI.

Los jueces revelaron que Craxi y la dirección del PSI habían recibido enormes sumas de dinero de empresas como ENI y SAI, a cambio de contratos estatales y beneficios fiscales. La magnitud del escándalo fue tal que se habló de una “República de los sobornos”, donde la corrupción era parte estructural del sistema político.

En un gesto que desconcertó a muchos, Craxi no negó los hechos. Por el contrario, reconoció haber recibido dinero ilegal para financiar al partido, argumentando que se trataba de una práctica común entre todas las formaciones políticas. Su célebre frase, “robar para el partido no era delito, sino una irregularidad”, quedó grabada en la memoria colectiva como símbolo de la decadencia ética del sistema político italiano.

Estas declaraciones, lejos de calmar los ánimos, intensificaron el repudio público. Craxi pasó de ser un líder respetado a convertirse en el principal símbolo del colapso moral de la clase dirigente. La imagen de un político pragmático y reformista se desvanecía, sustituida por la de un dirigente que había utilizado el poder para mantener una estructura clientelar y corrupta.

Juicio, exilio y legado

Persecución judicial y pérdida de poder

Tras el estallido del caso Tangentópolis, la caída de Bettino Craxi fue tan vertiginosa como lo había sido su ascenso. El 15 de diciembre de 1992, la Fiscalía de Milán abrió un sumario judicial por corrupción y financiación ilegal contra el ex primer ministro, señalándolo como uno de los principales beneficiarios del sistema de sobornos institucionalizados. Bajo una intensa presión mediática y política, Craxi renunció a la secretaría general del PSI el 11 de febrero de 1993, marcando el fin de su dominio sobre el partido.

En apenas dos meses, la situación de Craxi se tornó insostenible: los sumarios judiciales se acumulaban y el Parlamento, reflejo del clamor popular, le retiró la inmunidad parlamentaria. También le fue revocado el pasaporte, como medida para impedir una eventual fuga. Sin embargo, anticipándose a su arresto, Craxi abandonó Italia y se refugió en Hammamet, Túnez, país donde contaba con la protección personal del presidente Zine El Abidine Ben Alí, con quien mantenía estrechos lazos diplomáticos desde su época en el gobierno.

El 29 de marzo de 1994 comenzó el juicio en rebeldía contra Craxi, que fue condenado a cinco años de prisión por corrupción. Ese mismo año, una nueva condena aumentó su pena a ocho años y medio, además de inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. En julio de 1995, el Tribunal de Milán emitió una orden internacional de captura, formalizando su condición de prófugo. La justicia italiana calculó que, entre 1987 y 1990, el PSI recibió al menos 187.000 millones de liras (aproximadamente 16.000 millones de pesetas) en concepto de sobornos.

Huida a Túnez y vida en el exilio

Desde su lujosa villa de Hammamet, Craxi vivió en una suerte de exilio dorado pero enclaustrado, protegido de la justicia italiana pero alejado de cualquier posibilidad real de influir en la política de su país. Aunque siguió escribiendo y recibiendo visitas de antiguos colaboradores, su figura pasó a representar la degeneración del sistema político italiano que colapsó con Tangentópolis.

Craxi intentó presentarse como víctima de una persecución judicial desproporcionada, un argumento que encontró eco en ciertos sectores del centro-derecha italiano. Alegaba que el sistema de financiación ilegal no era una invención suya, sino una práctica extendida, y que los jueces habían hecho de él un chivo expiatorio. Sin embargo, para la mayoría de la opinión pública, su negativa a enfrentar los procesos judiciales en Italia y su vida cómoda en Túnez lo despojaban de toda legitimidad moral.

Aislado, cada vez más enfermo, y sin perspectivas reales de regresar a la vida pública, Craxi pasó sus últimos años redactando memorias y defendiendo su legado político. Aunque formalmente nunca renunció a la lucha, en la práctica se había convertido en un símbolo de una era que Italia quería dejar atrás.

Enfermedad y muerte en el exilio

La salud de Bettino Craxi se deterioró rápidamente durante los últimos años del siglo XX. Padecía diabetes severa, una enfermedad que se complicó con una gangrena en una pierna y con problemas cardíacos. A pesar de su condición crítica, el gobierno italiano y el Parlamento no accedieron a permitirle regresar libremente al país, aunque en 1998 el Tribunal Supremo anuló varias condenas menores, lo que generó un leve debate sobre una posible rehabilitación por razones humanitarias.

Desde octubre de 1999, algunos sectores parlamentarios discutieron su eventual retorno, impulsado por su delicado estado de salud. No obstante, la oposición férrea del Partido Democrático de Izquierda (heredero del PCI) y del entonces primer ministro Massimo D’Alema bloqueó cualquier intento de normalización. Para muchos, Craxi seguía siendo el rostro más visible del viejo régimen corrupto que Tangentópolis había destruido.

Finalmente, el 19 de enero del año 2000, Bettino Craxi murió de un infarto en su residencia de Hammamet. Su muerte cerró definitivamente uno de los capítulos más intensos, polémicos y transformadores de la historia política contemporánea de Italia. Nunca pudo regresar a su país, ni obtener la rehabilitación política que tanto anhelaba.

Impacto en la política italiana contemporánea

La figura de Craxi marcó un antes y un después en el sistema político italiano. Fue el primer líder socialista que llegó al poder, el más longevo en su cargo en décadas, y también el símbolo del colapso del régimen de la Primera República. Su estilo personalista, su habilidad para las alianzas y su visión de modernización contrastaron profundamente con su final, manchado por la corrupción y la fuga.

Tras su caída, Italia vivió una transformación política radical. El colapso de los partidos tradicionales, especialmente del PSI y la DC, abrió el camino para nuevos actores, como Silvio Berlusconi, quien recogió parte del electorado de centro-derecha con un discurso antipolítico. En este nuevo contexto, Craxi fue invocado ocasionalmente como un reformista incomprendido o como un pionero del realismo político. Sin embargo, su asociación con la corrupción impidió una rehabilitación efectiva de su imagen.

Reinterpretaciones históricas y figura controvertida

Con el paso del tiempo, la figura de Craxi ha sido objeto de intensos debates historiográficos. Algunos lo consideran un reformista pragmático, que quiso modernizar Italia desde una izquierda moderada, y que pagó el precio de desafiar tanto a la izquierda ortodoxa como a los sectores conservadores. Otros, por el contrario, lo ven como el símbolo de una clase dirigente cínica y depredadora, que utilizó el poder para construir redes clientelares y perpetuar privilegios.

En años recientes, diversos políticos italianos han propuesto reconocer su legado con monumentos o calles que lleven su nombre, lo que ha generado fuertes controversias. Incluso su tumba en Hammamet se ha convertido en lugar de peregrinaje para simpatizantes y nostálgicos del viejo PSI, al tiempo que sigue siendo ignorada o repudiada por muchos.

La publicación de sus memorias póstumas, junto con la producción de documentales y películas, ha contribuido a revisitar su figura desde una óptica más matizada, reconociendo tanto sus méritos como sus fallos. No obstante, para una buena parte de la sociedad italiana, Craxi sigue representando el rostro más crudo de una política desacreditada por la corrupción y el clientelismo.

Cierre narrativo

La historia de Bettino Craxi encarna la dualidad trágica del poder político: el ascenso de un líder reformista que desafió los moldes establecidos, y la caída de un dirigente consumido por el sistema que ayudó a construir. Fue arquitecto de su gloria y de su ruina. Su vida fue espejo y catalizador de una Italia en transformación, atrapada entre la modernidad y la decadencia. En el recuerdo colectivo, su legado sigue abierto, disputado y profundamente italiano.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Bettino Craxi (1934–2000): El Primer Ministro Socialista que Redibujó el Poder Político en la Italia de la Posguerra". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/craxi-bettino [consulta: 29 de septiembre de 2025].