John Calvin Coolidge (1872–1933): Silencio, Honestidad y Conservadurismo en la Presidencia de EE.UU.
Orígenes rurales y formación intelectual
John Calvin Coolidge, trigésimo presidente de los Estados Unidos, nació el 4 de julio de 1872 en el pequeño pueblo de Plymouth Notch, en el estado rural de Vermont. Proveniente de una familia granjera de clase media, sus primeros años se desarrollaron en un entorno austero y profundamente marcado por los valores del trabajo, la sobriedad y la autosuficiencia. Su padre, John Calvin Coolidge Sr., era un hombre polifacético: granjero, comerciante, notario y figura de gran respeto en su comunidad.
Desde muy joven, Coolidge dividió su tiempo entre las tareas agrícolas y la formación académica, demostrando una inteligencia disciplinada y una inclinación por el estudio reflexivo. Esta dualidad forjaría su carácter reservado, serio y profundamente metódico, características que mantendría durante toda su carrera política.
En 1891, ingresó en el Amherst College, en Massachusetts, donde se especializó en Filosofía y Letras, con un énfasis notable en los clásicos grecolatinos. Se graduó en 1895 con honores cum laude, lo que testificó no solo su capacidad intelectual, sino también su dedicación a la excelencia académica. Fue en este entorno donde desarrolló una visión política orientada por los principios de la ética, el constitucionalismo y el servicio público sobrio, elementos que lo acompañarían hasta la presidencia.
Decidido a continuar su formación, entre 1895 y 1897 estudió Derecho de manera tradicional, es decir, bajo la tutoría de un despacho legal en lugar de asistir a una escuela formal. En 1897 comenzó a ejercer la abogacía en la ciudad de Northampton, Massachusetts, donde instalaría su residencia definitiva y comenzaría a forjar una carrera política que lo llevaría inesperadamente a la cima del poder nacional.
Inicio de la carrera política local
La entrada de Coolidge en la política fue un proceso paulatino, pero firme. En 1899, fue elegido concejal municipal por el Partido Republicano en Northampton. Su reputación como abogado íntegro y razonado, sumado a su carácter modesto pero firme, le valió el respeto de sus conciudadanos. A partir de ahí, escaló posiciones con notable regularidad.
Entre 1900 y 1916, Coolidge ocupó diversos cargos públicos: fue asesor jurídico, luego alcalde de Northampton, y más tarde miembro de la Asamblea Estatal de Massachusetts en 1905. En 1911 fue elegido senador estatal y se destacó por su estilo conservador y su defensa de los principios constitucionales, lo que le ganó la atención de las altas esferas del Partido Republicano.
El reconocimiento regional creció cuando fue nombrado subgobernador del estado entre 1916 y 1918, y finalmente gobernador de Massachusetts en septiembre de 1919. Su mandato al frente del estado coincidió con un período de intensa agitación laboral, y su actuación durante uno de los momentos más críticos de su carrera consolidó su fama nacional.
Consagración tras la huelga de Boston
La huelga de la policía de Boston en 1919, donde 1.117 agentes abandonaron sus puestos, representó una amenaza directa para la seguridad pública. Frente a este escenario, Coolidge reaccionó con firmeza y determinación, exigiendo el inmediato regreso de los huelguistas bajo el argumento de que «en ningún lugar, en ninguna circunstancia, nadie tiene el derecho a la huelga si con ella pone en peligro la seguridad pública».
Su negativa a negociar bajo presión, sumada al uso de la Guardia Nacional para restablecer el orden, le valió una aclamación generalizada en todo el país. Mientras otros líderes temían un contagio del espíritu revolucionario que se había propagado en Europa tras la Primera Guerra Mundial, Coolidge se erigió como símbolo de orden, ley y estabilidad. Este episodio marcó un antes y un después en su carrera, proyectándolo como una figura de peso nacional.
El reconocimiento fue tal que, en la Convención Nacional Republicana de 1920, celebrada en Chicago, fue nominado como candidato a la vicepresidencia, acompañando al senador Warren Gamaliel Harding como cabeza de la fórmula presidencial. El dúo derrotó con claridad a la candidatura demócrata conformada por James M. Cox y Franklin Delano Roosevelt, asumiendo el poder el 4 de marzo de 1921.
Vicepresidencia bajo Harding y llegada accidental al poder
El paso de Coolidge por la vicepresidencia fue discreto, en línea con las funciones tradicionalmente limitadas de este cargo. Sin embargo, su destino cambiaría abruptamente en la madrugada del 3 de agosto de 1923, cuando el presidente Warren G. Harding falleció de forma repentina mientras realizaba una gira por el oeste del país.
En una escena casi mítica, John Calvin Coolidge fue juramentado como presidente en la casa de su padre en Vermont, a la luz de una lámpara de queroseno, y por el mismo John Sr., quien ostentaba poderes notariales. La imagen reflejaba con claridad las raíces humildes y constitucionalistas de su figura.
El contexto en el que asumió la presidencia era altamente complicado: el Partido Republicano estaba dividido en facciones enfrentadas, el Congreso se hallaba bajo control demócrata, y la administración de Harding había quedado ensombrecida por escándalos de corrupción, como el célebre caso de Teapot Dome.
Coolidge adoptó un enfoque radicalmente distinto al de su predecesor: cultivó una imagen de sobriedad moral, austeridad y transparencia, con la meta clara de restaurar la dignidad institucional del poder ejecutivo. En un país golpeado por el cinismo político, su frialdad expresiva y su meticulosidad comenzaron a verse como virtudes regeneradoras.
Convencido de que el Estado debía ser un vigilante del equilibrio presupuestario más que un agente activo en la economía, impulsó un enfoque basado en la reducción del gasto público. Su fe en el sistema de libre mercado lo llevó a vetar medidas de gasto social, lo que lo convirtió en un símbolo del conservadurismo económico de la década de 1920.
Una presidencia marcada por la frugalidad y el aislacionismo
Reformas económicas y política interna
Al asumir la presidencia, Coolidge desplegó una agenda económica enfocada en el equilibrio fiscal, la reducción de impuestos y la desregulación, alineándose con los postulados del liberalismo clásico. Bajo su administración, el gobierno federal redujo la deuda pública en aproximadamente dos mil millones de dólares, una cifra impresionante para la época, gracias a la combinación de recortes presupuestarios y políticas favorables al crecimiento empresarial.
Asimismo, se promovieron rebajas significativas en los impuestos directos, especialmente para las rentas altas, bajo el argumento de que el dinero en manos del sector privado impulsaría la inversión, la productividad y, por ende, la prosperidad general. Esta política, influida por el secretario del Tesoro Andrew Mellon, fue celebrada por los sectores industriales, aunque criticada por su escasa sensibilidad hacia las clases trabajadoras.
Coolidge también defendió una postura de no intervención del Estado en la economía privada. Su veto al pago de bonos de guerra a los veteranos de la Primera Guerra Mundial —medida propuesta para compensar el sacrificio de los excombatientes— generó controversia, pero reafirmó su compromiso con la austeridad fiscal. Además, mantuvo altas tarifas aduaneras, favoreciendo la industria y la agricultura nacional frente a la competencia extranjera, aunque a costa de tensiones comerciales internacionales.
Liderazgo exterior entre el aislacionismo y la diplomacia simbólica
En política exterior, Coolidge consolidó una postura aislacionista, heredada de la desilusión estadounidense tras la Primera Guerra Mundial. Aunque no fue hostil hacia el resto del mundo, sí evitó compromisos internacionales que pudieran arrastrar a Estados Unidos a nuevos conflictos. Su objetivo era preservar la soberanía y evitar interferencias externas en los asuntos nacionales.
Pese a ello, hubo gestos de diplomacia activa y constructiva. Promovió una salida negociada con México, país con el que las relaciones estaban rotas desde 1917 debido a la nacionalización de su industria petrolera. La firma de un tratado bilateral de no agresión en su mandato permitió restablecer relaciones diplomáticas, en un claro contraste con las políticas intervencionistas del pasado.
En el plano europeo, Coolidge defendió el cobro de las deudas de guerra contraídas por los países aliados y por los perdedores de la Gran Guerra. Sin embargo, mostró flexibilidad al permitir una reprogramación de los pagos, buscando un equilibrio entre los intereses financieros estadounidenses y la estabilidad económica europea. En este contexto, apoyó el Plan Young, orientado a facilitar la recuperación alemana mediante ajustes razonables en su deuda externa.
Uno de los hitos diplomáticos de su presidencia fue la firma del Pacto de Briand-Kellogg en 1928, impulsado por su secretario de Estado, Frank B. Kellogg, junto al ministro francés Aristide Briand. Este tratado multilateral, al que se adhirieron más de sesenta países, condenaba la guerra como herramienta para la solución de conflictos internacionales. Aunque carente de mecanismos coercitivos, el pacto representó un paso simbólico hacia la paz y consolidó la imagen de Coolidge como promotor del entendimiento global sin compromisos vinculantes.
Reelección en 1924 y segundo mandato
En 1924, Coolidge fue reelegido para un segundo mandato presidencial, tras una campaña electoral exitosa en la que enfrentó al demócrata John W. Davis y al progresista Robert M. La Follette, representante de una tercera fuerza que tuvo poco impacto a nivel nacional. Su eslogan electoral, “Keep Cool with Coolidge”, reflejaba su estilo sobrio, su serenidad frente al tumulto político y su compromiso con la estabilidad.
Durante su segundo mandato, Coolidge reafirmó su línea de gobierno, manteniendo las políticas fiscales conservadoras y la actitud no intervencionista. En 1927 y 1928 vetó el proyecto de ley McNavy-Hangen, diseñado para brindar ayuda federal a pequeños y medianos agricultores afectados por el exceso de producción y la caída de precios. Justificó su decisión en la necesidad de evitar el desequilibrio presupuestario, pero el rechazo a esta ley alimentó críticas sobre su insensibilidad ante los problemas rurales.
En este período, el presidente comenzó a mostrar una creciente indiferencia hacia la vida política, algo que muchos analistas vinculan con la muerte de su hijo Calvin Jr., ocurrida en julio de 1924. El joven falleció de una infección tras una herida menor, y Coolidge jamás se recuperó del golpe emocional. A partir de entonces, adoptó una postura más distante, que algunos interpretaron como pasividad frente a los desafíos del país, especialmente en el control del sistema financiero.
Esta falta de acción frente a la especulación bursátil y a los signos de una burbuja económica en ciernes alimentó las condiciones que llevarían al crac de Wall Street en octubre de 1929, apenas unos meses después de que dejara el cargo. Aunque la crisis no estalló durante su presidencia, la pasividad de su gobierno frente a los síntomas de la burbuja especulativa es motivo de debate histórico.
Declive, retiro y legado posterior
En una conferencia realizada en Rapid City, Dakota del Sur, en agosto de 1927, Coolidge sorprendió al país al anunciar que no se presentaría a la reelección. Su decisión fue interpretada como una muestra de su filosofía de gobierno: la presidencia no debía convertirse en una carrera vitalicia, y el poder debía ejercerse con responsabilidad y desapego.
Cedió el testigo al secretario de Comercio, Herbert Hoover, quien se convertiría en su sucesor republicano en 1928. Coolidge, por su parte, se retiró a Northampton, donde se dedicó a escribir su autobiografía y numerosos artículos periodísticos sobre economía y política. En sus textos, defendía las bases de su pensamiento: gobierno limitado, orden fiscal, respeto a la ley y prudencia en la política exterior.
Ese mismo año fue nombrado director de la New York Life Insurance Company, cargo que desempeñó hasta su muerte, ocurrida el 5 de enero de 1933, a causa de un ataque cardíaco. Sus restos fueron enterrados en su pueblo natal, en Vermont, en un funeral austero, acorde con su carácter.
El legado de John Calvin Coolidge ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Para algunos, fue un presidente gris, excesivamente reservado y carente de iniciativa ante desafíos cruciales. Para otros, su estilo silencioso, su devoción a los principios constitucionales y su honestidad lo convierten en un modelo de integridad republicana. En una época de excesos, Coolidge representó la sobriedad; en un sistema expuesto a la corrupción, él fue ejemplo de limpieza moral. Su presidencia, aunque discreta, dejó una marca profunda en la historia política de Estados Unidos.
MCN Biografías, 2025. "John Calvin Coolidge (1872–1933): Silencio, Honestidad y Conservadurismo en la Presidencia de EE.UU.". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/coolidge-john-calvin [consulta: 15 de octubre de 2025].