Chamisso, Adalbert Von (1781-1838).


Naturalista y escritor alemán, nacido en el castillo de Boncourt, Champagne, en 1781 y fallecido en Berlín en 1838. Destacó por su participación en la expedición de circunnavegación dirigida por Otto von Kotzebue, teniente de la marina imperial rusa, que dio la vuelta al mundo entre los años 1815 y 1818. Chamisso fue elegido como el naturalista de esta expedición, y a lo largo de ésta realizó una gran descripción del viaje, descripción que destaca por su valor literario.

Aunque nació en Francia, tras la Revolución su familia se instaló en Alemania. Entró en profunda contradicción durante las guerras entre Francia y Prusia: por un lado quería guardar fidelidad a su patria de adopción, por otro, amaba a su país de origen. Dejó el ejército y se estableció en París en 1808. Trabó amistad con Madame de Staël y con el grupo de literatos de Coppet. Tras regresar a Alemania inició su gran viaje de circunnavegación a borde del buque Rurik. Durante el viaje recogió muchas especies animales y vegetales desconocidas, y realizó un vocabulario de diversas lenguas. El Rurik se dirigió hacia el N hasta alcanzar los estrechos de Bering y de Kotzebue; cuando desde este punto tuvieron que retroceder hacia el Pacífico avistaron las islas Sandwich y Ratak. Chamisso realizó un gran número de observaciones botánicas, geológicas y lingüísticas; en este último caso contó con la ayuda de Wilhelm von Humboldt. Sobre sus contactos con la población indígena dejó varias anotaciones en su diario, entre las que destacan las recogidas en noviembre de 1817:

«Cuando me dirigía con Eschscholt a herborizar, rodeónos una multitud de aire más festivo que amenazador. Un jefe inconfundible por su porte y por su talla casi gigantesca, que venía por nuestro mismo camino, blandió riendo su lanza arrojadiza sobre mí y acto seguido me estrechó la mano a la vez que me acogía con su saludo de paz: ‘Arocha’. Lo que dijo a continuación venía tal vez a significar: ‘¿Otra vez nos habéis aguado la fiesta? ¡Pensábamos batirnos y he aquí que sois buenos amigos!’ […] Tanto para las comidas como para las diversiones, la gente se dispone en dos filas, sobre el suelo cubierto con esteras, de cara al pasadizo central, situado frente a la puerta. Los manjares eran servidos en hojas de banano. La comida se lleva a la boca con las manos y las papillas de taro, que son muy pegadizas y sustituyen al pan, son chupadas de los dedos. Después del banquete se distribuye agua para lavarse. Por la noche dan clara luz unas antorchas de nuez de kokui aleurites triloba sujetas en ramas. Todo esto se hace tanto en el Moral como en las casas. El que desea salir del santo recinto es acompañado por un muchacho que lleva una banderita blanca para advertir a todo el mundo. […] Los matrimonios se basan en la libre elección y, una vez celebrados, pueden también ser disueltos. Un hombre puede tener varias mujeres. La mujer es la compañera del hombre y manteniendo una relación equitativa con el cabeza de familia parece subordinarse libremente a él. […] El vestido responde por una parte a satisfacer las exigencias del pudor, el cual quiere que se cubra parcialmente el cuerpo, y por otra a la necesidad de protegerse contra los agentes exteriores. Únicamente el bárbaro lo emplea para afearse, en lo cual siente satisfacción. En general, el vestido de los polinesios deja a salvo el pudor sin ocultar la armónica constitución de aquellas criaturas fuertes, sanas y hermosas.«

Sus anotaciones sobre botánica también son sorprendentes:

«El árido y abrasado campo que había detrás del pueblo ofrecía al botánico muy pobre botín, y, sin embargo, era un gran placer recoger allí las primeras plantas de Sandwich. ‘¡Una ciperácea!’, grité al doctor, mostrándole el vegetal de lejos. ‘¡Ciperácea! ¡Ciperácea!’, se puso a vociferar nuestro guía agitando un manojo de hierba sobre su cabeza y bailando como un títere. Así son esos hombres, alegres como chiquillos y uno se vuelve como ellos viviendo en su compañía. Después de cuanto digo sobre los indígenas en mis observaciones y opiniones, réstame sólo relatar algunas pequeñas anécdotas y reproducir algunos rasgos.«

De este gran viaje resultó su obra Viaje alrededor del mundo (1836). Tras su llegada, llegó a ser director del Jardín Botánico de Berlín, cargo que ocupó hasta poco antes de su muerte, en 1838. Entre sus principales se encuentran: De Animalibus quibusdam e clase verminum; Plantas útiles y nocivas del Norte de Alemania; Disertación sobre la lengua Hawaii; y, finalmente, la novela Pedro Schlemith.