Castellanos y Villageliú, Jesús (1879-1912).
Narrador, ensayista, periodista y dibujante cubano, nacido en La Habana en 1879 y fallecido en su ciudad natal el 29 de mayo de 1912. Miembro de la denominada «Primera Generación Republicana», asumió la responsabilidad de reanudar la tradición literaria decimonónica de su nación, interrumpida tras la desaparición de los grandes iniciadores de la literatura cubana propiamente dicha, como José Martí y Julián del Casal.
Vida y obra
Hombre de profundas inquietudes intelectuales y vasta formación humanística, completó la carrera de Leyes en la Universidad de La Habana, aunque pronto eligió el ejercicio del periodismo en detrimento de la abogacía. También cursó estudios superiores de Arquitectura, carrera que no llegó a concluir (aunque le fue de gran ayuda en su futuro profesional, pues le sirvió para perfeccionar sus conocimientos de dibujo).
En efecto, desde muy joven hizo valer los méritos de su afilada pluma y su lápiz punzante e incisivo, por lo que no le resultó complicado publicar sus primeros artículos y caricaturas en los principales periódicos y revistas de su isla natal. Fue tal su precocidad en estas lides periodísticas que en 1894, cuando sólo contaba quince años de edad, se unió a otros jóvenes con los que compartía idénticas aspiraciones y fundó el semanario La Joven Cuba, en el que sólo trabajó en calidad de caricaturista. Y un año después, el propio Castellanos y otros colegas en el cultivo del periodismo literario y gráfico fundaron una nueva publicación semanal, El Habanero (1895), en cuyas páginas el futuro escritor comenzó a adquirir un merecido reconocimiento como dibujante.
En 1896, el joven Jesús Castellanos viajó a México para continuar trabajando allí en los medios de comunicación, ahora en calidad de fervoroso defensor de la causa independentista (que implicaba, para su Cuba natal, tanto la separación de España como la preservación de la soberanía cubana frente a los anhelos anexionistas de los Estados Unidos de América).
Tras consumarse la emancipación de Cuba, regresó a su isla natal y continuó colaborando en diferentes rotativos y revistas. La agudeza de su trazo -uno de los más sarcásticos y corrosivos de la prensa cubana de finales del siglo XIX- le permitió incorporarse, en 1901, a la redacción de La Discusión, donde pronto vio cumplido su sueño de publicar no sólo sus dibujos, sino también sus textos periodísticos y literarios. Allí empezó a ejercer el periodismo escrito en calidad de reportero, y pronto acumuló méritos para ser elevado al rango de redactor, pues los responsables de La Discusión estimaron que Castellanos era una de las plumas más brillantes de su plantilla.
Adscrito, por aquel entonces, a la causa defensora de una república neocolonial, Jesús Castellanos fue una de las voces más críticas contra el intervencionismo norteamericano, al que zahirió tanto con sus colaboraciones escritas como con sus vitriólicas caricaturas. Una de ellas alcanzó gran notoriedad en la Cuba de comienzos del siglo XX, y llegó incluso a ser reproducida en algunos medios de España y Estados Unidos. El dibujante habanero reflejaba en esta viñeta una particular parodia de una secuencia bíblica vivida por Cristo en el monte Calvario, una vez ya crucificado; pero, en su corrosivo dibujo, era el perfil inconfundible de la isla de Cuba lo que aparecía clavado en la Cruz, en lugar del Nazareno, entre dos ladrones que resultaban ser Leonard Wood -militar estadounidense que fue gobernador de Cuba durante los primeros compases del intervencionismo, hasta 1902- y William McKinley -a la sazón, Presidente de los Estados Unidos-. Completaba la ácida y paródica escena el tristemente célebre senador Platt, quien se acercaba a la isla crucificada con una esponja en la mano, empapada un vinagre rotulado con la marca «Enmienda Platt».
Castellanos y Villageliú colaboró, además de en La Discusión, en otros destacados medios de comunicación de la Cuba de comienzos del siglo XX, como Patria, Cuba y América, El Fígaro y La Política Cómica. Algunos de sus mejores trabajos periodísticos quedaron recogidos en el volumen recopilatorio que dio a la imprenta bajo el título de Cabezas de estudio (siluetas políticas) (La Habana, 1902), al que pronto siguió su relato De tierra adentro (La Habana, 1906), que le reveló como un destacado prosista. Pero, sin lugar a dudas, su tarjeta de presentación en el panorama literario cubano de la época fue su novela costumbrista La Conjura (Madrid, 1909), obra con la que quedó integrado entre las grandes voces narradoras de las Letras hispanoamericanas.
El escritor habanero fue autor también de la novela breve La manigua sentimental (Madrid, 1910), y de otros cuentos y nouvelles que vieron la luz entre las páginas de los medios de comunicación en los que trabajaba, o bien en ciertos volúmenes póstumos en los que se recuperó su producción literaria y periodística -como Los optimistas. Lecturas y opiniones. Crítica de arte (La Habana, 1914), o La conjura y otras narraciones (La Habana, 1978)-. En todas estas obras, mostró su honda preocupación por la abulia que dominaba en la intelectualidad cubana tras el desembarco del gobierno americano en la isla, y se propuso combatir esta falta de respuesta de los creadores cubanos ante la interrupción de una literatura nacional que acababa de florecer a finales del siglo pasado.
Bibliografía
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ARIAS, Salvador. «Apuntes para una relectura de La manigua sentimental, de Jesús Castellanos», en Letras. Cultura en Cuba (La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1988), t. 5, págs. 319-338.
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TOLEDO SANDE, Luis. «Conjura y agonía en Jesús Castellanos», en Tres narradores agonizantes (La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1980), págs. 58-130.