Casas, Julián, “El Salamanquino” (¿1816?-1883).


Matador de toros español, nacido en Béjar (Salamanca) el 16 de febrero de 1816, y muerto en la capital charra el 13 de agosto de 1883. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de “El Salamanquino”.

Pocos datos se conservan acerca de los primeros compases de la vida y la carrera taurina de este afamado lidiador decimonónico, y las escasas noticias que han llegado hasta la fecha actual tampoco son demasiado fiables. En efecto, se pone en tela de juicio que su venida al mundo tuviera lugar en 1816 (aunque es el año propuesto por la mayor parte de los estudiosos del Arte de Cúchares), y también se duda acerca de la fecha exacta en que ganó la borla de doctor en tauromaquia. Sólo se sabe que desde muy temprana edad sintió una acusada vocación taurina, que le movió a abandonar sus estudios y alistarse como banderillero en las cuadrillas de los matadores que recorrían las ferias de su comarca.

En 1844 aparece ya anunciado en calidad de matador de toros en los carteles de la plaza de la Villa y Corte, en la que durante aquella misma campaña ya había actuado a guisa de media espada. Tal vez fuera su padrino el mismísimo Francisco Arjona Herrera (“Curro Cúchares”), por cuya amistad y protección se vio siempre amparado Julián Casas. Sin duda, estas sólidas relaciones con la figura más destacada de su tiempo sirvieron de salvoconducto a “El Salamanquino” para torear en numerosas ocasiones en Madrid y en Sevilla, plazas afectas al toreo del afamado «Cúchares»; sólo así se explica que el joven diestro salmantino fuera bien recibido en ambos cosos, en una época en la que casi todos los espadas pretendían acaparar los carteles de su lugar de origen, impidiendo el concurso de los coletudos foráneos.

Sea como fuere, lo cierto es que Julián Casas se labró una excelente reputación en el mundillo taurino de mediados del siglo XIX, lo que le abrió también las puertas de las plazas hermanas de Ultramar. Así, en la temporada de 1968 cruzó el Atlántico para cumplir con veinte ajustes firmados en el Perú.

De regreso a España, abandonó el ejercicio activo de la profesión, pero no se apartó por completo del entorno taurino: retirado al sosiego mesetario de su pueblo natal, compró una punta de reses bravas y se convirtió en ganadero. No obstante, el gusanillo de la afición no le permitió permanecer alejado para siempre de la práctica del toreo; y así, el día 25 de enero de 1878, con motivo de los festejos organizados en Madrid para solemnizar las reales bodas de don Alfonso XII y doña Mercedes de Orleáns -que habían tenido lugar dos días antes-, Julián Casas volvió a vestirse un terno de luces, a pesar de que los achaques propios de su edad (pasaba ya de los sesenta años) desaconsejaban tan irreflexiva como voluntariosa reaparición. Quiso el valiente y pundonoroso “Salamanquino” dar lidia y muerte a estoque al toro que le había tocado en suerte, un morlaco negro que atendía a la voz de Tendero, perteneciente al hierro de don Antonio Hernández; pero los rigores de la edad provecta le impidieron estoquear a la res, a pesar de que lo intentara varias veces en medio del temor y la desesperación de los aficionados, que pidieron a gritos a Su Majestad que pusiera fin a tanta temeridad antes de que sobreviniera una desgracia irreparable. Conmovido por tan patético espectáculo, Alfonso II ordenó que Tendero fuera devuelto vivo a los corrales.

Cinco años después, Julián Casas (“El Salamanquino”) falleció en su provincia natal, en donde vivía retirado del mundo del toro, amargado por la amplia repercusión de su fracaso postrimero.