Cardona Peña, Alfredo (1917-1995).
Poeta, narrador, ensayista y periodista costarricense, nacido en San José el 11 de agosto de 1917 y fallecido en Ciudad de México (México) el 1 de febrero de 1995. Autor de una interesante producción poética que, en la mejor tradición de la literatura americanista, postula la recuperación de los valores culturales prehispánicos y ahonda, simultáneamente, en la realidad social y política de la América contemporánea, está considerado como uno de los poetas centroamericanos más relevantes del siglo XX.
Aunque pasó la mayor parte de su vida fuera de Costa Rica, su obra está profundamente enraizada en la historia y la cultura de su país natal. En 1930, cuando sólo contaba trece años de edad, emigró con su familia a El Salvador, país en el que residió por espacio de tres años; luego regresó a San José de Costa Rica, donde entabló una estrecha relación de amistad con el escritor Joaquín García Monge, autor de la célebre novela El moto (1900) y, a la sazón, una de las figuras más admiradas y respetadas de la intelectualidad costarriqueña. García Monge quedó sorprendido por la calidad de las precoces composiciones poéticas de quien, por aquel entonces, no era más que un autor primerizo de dieciséis años de edad, y decidió incluir algunas de ellas en una antología de poetas costarricenses.
Poco después, Joaquín García Monge convenció a la familia del joven Alfredo Cardona para que enviara al prometedor escritor a México, en donde habría de tener a su alcances más oportunidades para desarrollar su trabajo de las que pudieran presentársele en Costa Rica. Fue así como, a los veintitrés años de edad, Cardona Peña inició su brillante carrera periodística en las páginas del rotativo mexicano Novedades, donde, dada la calidad de su prosa, se le encargó la redacción de editoriales y artículos de crítica literaria.
Pronto fue uno de los periodistas más leídos en el mundillo literario de México, donde, merced a esta ocupación, puedo establecer contactos con las figuras más destacadas del panorama artístico e intelectual. Sus crónicas, temidas y respetadas, le granjearon una merecida reputación como analista de la realidad cultural del momento, lo que facilitó su ingreso no sólo en los principales foros y cenáculos de la intelectualidad mexicana, sino en cualquier otro ámbito cultural de la América de habla hispana. En esta línea de trabajo, en 1950 obtuvo un éxito arrollador con la publicación de una serie de entrevistas semanales al genial pintor Diego Rivera, muchas de las cuales eran producto de la feraz imaginación de Alfredo Cardona, quien no había dialogado con el célebre muralista el tiempo suficiente para reunir el material que necesitaba para dar forma -como era su intención- a un volumen crítico y biográfico sobre Rivera. Muchos años después, gracias a ese material «imaginario» que creó el propio Cardona, este libro se hizo realidad en los escaparates de las librerías de México, bajo el título de El monstruo en su laberinto (México, 1969).
En su condición de crítico literario y cronista de la actualidad cultural hispanoamericana, Alfredo Cardona Peña logró acumular una asombrosa cantidad de conocimientos que le permitieron dar a la imprenta otros muchos ensayos, estudios y biografías sobre algunas de las figuras cimeras de la cultura hispanoamericana –v. gr., el colosal poeta chileno Pablo Neruda, figura central de su libro Pablo Neruda y otros ensayos (México, 1955)-. Durante muchos años, mantuvo esa columna de crítica literaria en el diario Novedades, al tiempo que colaboraba regularmente con otros medios de comunicación hispanoamericanos, y en especial con algunos de los principales rotativos y revistas de Costa Rica, como el periódico La Nación y el semanario Universidad.
Y es que, a pesar de esta perfectamente integrado en ese México que le había acogido con los brazos abiertos, Alfredo Cardona Peña no se desligó nunca de su país natal, al que viajaba periódicamente todos los años, para visitar a su familia, dictar cursos y conferencias, velar por sus intereses editoriales, etc. A pesar de que la inmensa mayoría de su producción impresa había visto la luz en suelo azteca, el poeta de San José era considerado, en su lugar de origen, como una gran figura de las Letras nacionales, integrada dentro de una generación de espléndidos poetas que habían aportado una renovación radical a la poesía costarriqueña contemporánea. Se trata de autores que, como Eunice Odio, Isaac F. Azofeifa, Arturo Echeverría Luna y Fernando Centeno Güell, lograron salirse de la todavía poderosa estela del Modernismo para introducir en la lírica costarriqueña nuevos códigos estéticos cercanos a la innovación vanguardista que se vivía en el resto del mundo.
Dicho apego de Alfredo Cardona Peña a su tierra natal quedó bien patente, al margen de los abundantes testimonios que dejó diseminados a lo largo de su obra, en el testamento que se conoció al poco su muerte (acaecida en Ciudad de México a comienzos de 1995); en él, el poeta de San José expresaba su voluntad de ser enterrado en el Cementerio General de su ciudad natal, al lado del lugar que ocupaban los restos mortales de su madre.
Obra
En su faceta de prosista, Alfredo Cardona Peña sobresalió, como ya se ha indicado en párrafos anteriores, por sus artículos periodísticos y sus críticas literarias, género -este último- en el que llegó a ser reconocido como una autoridad mundial. Reunió algunos de sus escritos sobre literatura, arte y cultura en general en diferentes volúmenes como Crónica de México (México, 1955), Lectura de Dante (Montevideo, 1958) y Recreo sobre las letras (San Salvador, 1961), y sobresalió también como biógrafo, con obras tan notables como las que dedicó a Pablo Neruda y a Diego Rivera -ya mencionadas más arriba-, o las que dio a la imprenta bajo los títulos de Semblanzas mexicanas (México, 1955) y En amistad y diálogo (México, 1961).
Igualmente valiosa es su contribución a la prosa de ficción costarriqueña de mediados del siglo XX, a la que aportó un toque de magia y fantasía que introdujo una corriente de aire fresco en la rancia narrativa de su tierra, demasiado apegada todavía a un realismo ciertamente anacrónico y desfasado (sobre todo, teniendo en cuenta la pujanza de lo real maravilloso en las Letras de otras repúblicas de habla hispana). En este ámbito de la prosa de ficción, Cardona Peña se distinguió por su maestría en el cultivo de la narrativa breve, a la que sumó algunas recopilaciones de relatos tan celebradas por la crítica y los lectores como Cuentos de magia, misterio y horror (México, 1966), Fábula contada (San José, 1972) y Los ojos del Cíclope (San José, 1980).
Pero es, sin lugar a dudas, en el campo de la creación poética donde Alfredo Cardona Peña se erigió en una de las figuras centrales de las Letras hispanoamericanas contemporáneas. Pese a haberse educado -académica y literariamente- en el elogio del Modernismo y la valoración extrema de sus códigos estéticos, el poeta de San José -avalado por alguna aventura precursora protagonizada por otros autores algo mayores que él, como los ya citados Azofeifa, Echeverría y Centeno- supo zafarse de ese rígido corsé temático y estilístico para adentrarse por senderos profundamente renovadores, algunos de los cuales conducían a terrenos todavía vírgenes para la lírica costarriqueña (principalmente, los de la Vanguardia).Aunque en sus poemarios primerizos abordó los temas habituales en la poesía universal (el amor, el dolor, la muerte, etc.), lo cierto es que, con el paso del tiempo, su voz poética fue madurando y haciéndose cada vez más genuina y singular, hasta alcanzar una maestría poco usual en la conversión de cualquier objeto rutinario o episodio cotidiano en material poético de primera clase. Y, en lo que a los aspectos formales se refiere, renovó profundamente la lírica de su pueblo con un procedimientos tan original -frente al mayoritario apego de sus coetáneos al modernismo y al romanticismo tardío- como la combinación inesperada del discurso retórico con el habla coloquial. Un buen ejemplo de este peculiar estilo del autor de San José puede apreciarse en los bellísimos versos suyos que a continuación se copian:
«Tengo preocupaciones, ruidos, gastos, / trabajos que no son los que me gustan, / sed de vino, de amor, de lejanías, / deseos, deudas, nervios extrafinos, / tristezas como patios coloniales, / pero me escapo por una ventana, / me encierro a terminar esto que traigo, / solo, sin prisa, no para afeitarme, / sí, para hablar con otros que tal vez, / o muy probablemente sientan gusto / en ver como me tiro de cabeza / aquí, sobre estas líneas, mientras ladran / los problemas con todas sus jaurías / y encienden sus aceites los poemas«.
Otra genial aportación de Cardona Peña a la poesía de su nación radica en su interés, ya en sus poemarios de plena madurez expresiva, en la temática americanista, con especial atención a los principales elementos de la cultura centroamericana precolombina, y, por otra parte, a la realidad política y social de las naciones americanas de habla hispana. En esta línea de trabajo, el poeta de San José ha sido señalado por los críticos más autorizados como el auténtico baluarte donde se asienta la moderna poesía costarriqueña (o, dicho de otro modo, como el primer autor que supo dotar a la lírica de Costa Rica de una entidad propia y específica, acorde con la identidad nacional y, al mismo tiempo, con el legado prehispánico y otros rasgos comunes que han forjado el carácter de los pueblos hispanoamericanos).
Ganador, entre otros muchos galardones de reconocido prestigio internacional, del Premio Centroamericano de Poesía (1948), el Premio Continental (1951) -convocado en conmemoración del tercer centenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz, el Premio Nacional de Poesía (1963) y el Premio Nacional de Campeche (1983), Alfredo Conde Peña dejó impresas numerosas colecciones de poemas, entre las que cabe recordar las tituladas El mundo que tú eres (México, 1944), Valle de México (México, 1949), Poemas numerales (Guatemala, 1950), Bodas de tierra y mar (México, 1950), Los jardines amantes (México,1952), Primer paraíso (México, 1955), Poema nuevo (México, 1955), Poesía de pie (México,1959), Mínimo estar (México, 1959), Oración futura (México, 1959), Poema de la juventud (México, 1960), Poema del retorno (México, 1960), Lectura de mi noche (San José, 1963), Cosecha mayor: 1944-1964 (San José, 1964), Confín de llamas (México, 1969), Asamblea plenaria (México, 1976), Anillos en el tiempo (San José, 1980) y Viñetas terminales (México, 1987).
Bibliografía
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BAEZA FLORES, Alberto. «Alfredo Cardona Peña, un escritor hacia el siglo XXI», en Áncora, suplemento del diario La Nación (San José), 25 de mayo de 1975, pág. 5.
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DUVERRÁN, Carlos Rafael. «Luminosidad y movimiento en la poesía de Alfredo Cardona Peña», en La Prensa Libre (San José), 26, 27, 28 de abril y 2 de mayo de 1961.
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ECHEVERRÍA LORÍA, Arturo. «Alfredo Cardona Peña en sus libros», en Repertorio Americano (San José), XLIX, nº 8 (1956), págs. 121-122.
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ZARDOYA, Concha. «Los jardines amantes de Alfredo Cardona Peña», en Repertorio Americano (San José), XLVIII, nº 13 (1954), 201.