Campos, José Antonio (1868-1939).
Narrador, profesor y periodista ecuatoriano, nacido en Guayaquil en 1868 y fallecido en su ciudad natal en 1939. Autor de espléndidas escenas costumbristas que publicó en la prensa ecuatoriana de su tiempo bajo el pseudónimo de Jack the Ripper («Jack el Destripador»), está considerado como uno de los fundadores de la narrativa de ficción en su país (o, como acertadamente señaló Francisco Huerta Rendón, como «el abuelo espiritual de la novela vernácula ecuatoriana«).
Cursó sus estudios primarios y secundarios en su Guayaquil natal, donde pronto dio muestras de una natural inclinación hacia el estudio y el cultivo de las Letras. Orientó, pues, sus pasos profesionales por el sendero del periodismo, con tan precoz disposición que, en 1887, cuando aún no había cumplido los veinte años de edad, ya publicaba sus primeros artículos el semanario El Maravilloso, una publicación de información general dominada por el tono humorístico de que hacían gala sus redactores y colaboradores.
A partir de entonces, la carrera periodística de José Antonio Campos describió una vertiginosa trayectoria ascendente que le condujo, en primer lugar, al Diario de Avisos, donde comenzó a publicar artículos a diario; luego pasó a El Globo Literario -medio en el que también mantuvo durante mucho tiempo una célebre columna diaria-, y más adelante colaboró con El Grito del Pueblo Ecuatoriano, El Telégrafo y La Gaceta Municipal. Además, fue uno de los fundadores de El Cóndor y la Revista del Banco del Ecuador.
Al margen de este intensa labor periodística, José Antonio Campos desempeñó otras actividades relacionadas con la enseñanza y la vida pública de su municipio. Así, tras haber asumido en 1907 el cargo de Director de Estudios de Guayaquil, pasó en 1915 a ocupar un puesto de Consejero Municipal, al tiempo que aceptaba el cargo de Director de la Imprenta de la ciudad. En su apoyo constante y decidido al la enseñanza pública, defendió por el encima de todo la necesidad de promover la lectura entre los educandos, y llegó a redactar -en colaboración con Modesto Chávez Franco- una muestra antológica de textos que vio la luz bajo el título de El lector ecuatoriano (3 vols.). Su experiencia en el ámbito educativo comprende también varios años de dedicación a la docencia, en calidad de profesor de Literatura, en el colegio Vicente Rocafuerte.
En su faceta de escritor, José Antonio Campos formó parte de una brillante generación de autores ecuatorianos nacidos en la segunda mitad del siglo XIX, entre los que sobresalieron Manuel de Jesús Calle -uno de los más brillantes periodistas de toda Hispanoamérica-, Luis A. Martínez -considerado el precursor de la primitiva novela social ecuatoriana-, Eduardo Mera (1872) y el ya mencionado Modesto Chávez Franco (1872).
Obra
La temprana vinculación de Campos al periodismo acabó por convertirle, cuando aún era un joven y prometedor escritor, en uno de los grandes maestros de dicho oficio. Así las cosas, no dudó en apartarse voluntariamente de la narrativa -género que le atraía singularmente- para centrarse de lleno en el artículo de costumbres, al que pronto otorgó también auténtica categoría literaria en las Letras de su nación, merced a la agudeza y calidad de su estilo.
Sus artículos costumbristas son meros cuadros o escenas (a veces enriquecidos con un débil situación dramática) en los que describe a la perfección las formas de vida de sus compatriotas, especialmente los naturales de la franja costera. Sus personajes, calcados directamente de las figuras típicas del pueblos, son campesinos, pescadores o gentes de la clase media-baja de la gran urbe, a los que Campos da voz y entidad propia para que, por medio de sus dichos y hechos, plasmen sobre el papel diferentes cuestiones de actualidad centradas en la vida política y social. En este aspecto, cabe destacar como un sugerente rasgo de originalidad en su estilo la utilización de los recursos propios del costumbrismo para presentar una moderada crítica socio-política.
La autonomía y capacidad de reflexión que confiere a sus personajes le individualiza también entre la gran masa de costumbristas ortodoxos, más atentos -en su mayoría- a la mera descripción colorista de una realidad cercana y pintoresca. En cambio, los protagonistas de los artículos de Campos hacen gala de una sapiencia y un raciocinio que les faculta para ejercer esa suave denuncia social, siempre matizada por otro de los rasgos fundamentales de su escritura: la presencia constante del humor. En este sentido, como atinadamente observa el crítico Hernán Rodríguez Castelo, puede afirmarse que «la calidad mayor de ese narrador nato que fue Campos es el humor. Al humor ceden todas las otras calidades y al humor confluyen todas y en el humor se resumen«.
En dicho apunte de Rodríguez Castelo queda destacado también otro rasgo distintivo de la prosa costumbrista de José Antonio Campos: su particular asimilación, aún dentro de un género estrictamente periodístico, de técnicas y recursos específicos de la narrativa. Se ha dicho, a propósito de esta característica de su escritura, que muchos de los artículos del escritor de Guayaquil poseen la estructura típica del cuento, con su planteamiento de un argumento único, su resolución inesperada y su moraleja o comentario final.
Por medio de esta suma de rasgos privativos de su particular concepción del artículo de costumbres, José Antonio Campos logró reflejar con asombrosa exactitud, no exenta de fluidez narrativo y velada crítica social, las formas de vida características de su región, así como la especificidad fonética y léxica de la población costeña. Sus artículos, publicados originariamente en las numerosas columnas que mantenía en la prensa local y nacional -entre las que cabe recordar las tituladas «Rayos catódicos», «Fuegos fatuos», «Películas cómicas» y «Jueves alegres», todas ellas subscritas por Jack the Ripper-, vieron la luz en diferentes volúmenes recopilatorios como Rayos catódicos y fuegos fatuos (Guayaquil, 1906 y 1907 [2 tomos]); Rayos catódicos y fuegos fatuos (Guayaquil, 1911) -ed. corregida y aumentada-; Cintas alegres. Proyecciones cómicas de la vida culta y rústica (Guayaquil, 1919); Cosas de mi tierra, humoradas de la vida cívica y de la vida rústica (Guayaquil, 1929); y, entre otros, la publicación póstuma Linterna mágica: selección de artículos humorísticos de José Antonio Campos (Jack the Ripper) (Guayaquil, 1944).
José Antonio Campos, que había publicado también la novela extensa Dos amores (1899), fue autor de otras obras como Los crímenes de Galápagos (1904), Crónica del gran incendio de Guayaquil de 1869 (1904) y América libre (1920).
Bibliografía
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HUERTA RENDÓN, Francisco. «Don José Antonio Campos, ‘abuelo espiritual’ de la novela vernácula ecuatoriana», en Revista del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte (Guayaquil), nº del mes de diciembre (1958), págs. 85-94.
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ROLANDO, Carlos A. «Don José Antonio Campos», en Libros y bibliotecas (Guayaquil), nº 3 (1939), págs. 1-73.