Bush, George [hijo] (1946-VVVV).
Político estadounidense, 43º presidente de los Estados Unidos por el Partido Republicano, nacido el 6 de julio de 1946 en New Haven (Connecticut), donde su abuelo fue durante diez años senador republicano.
Cuando el mayor de los seis hijos del 41º presidente de EE.UU George Bushera todavía un niño, toda la familia se desplazó a Odessa (Texas), donde el cabeza de familia invirtió en campos de petróleo en el oeste del estado. George junior estudió en las universidades de Yale y Harvard y, antes de dedicarse a la política, trabajó como empresario en el sector petrolero, aunque no tuvo mucho éxito. Vivió algunos años enredado en sonadas juergas que trascendieron a los medios de comunicación y buscó apoyo en su familia y en la religión para abandonar su adicción al alcohol cuando cumplió 40 años.
Alejado de los excesos, trabajó en la campaña presidencial de su padre y su afición al béisbol le condujo hasta el Texas Rangers de Arlington (Texas), equipo del que se convirtió en accionista y socio fundador. El 9 de noviembre de 1994 fue elegido nuevo gobernador del estado de Texas, en sustitución de la carismática dirigente demócrata Ann Richards. En noviembre de 1998 fue reelegido para el cargo con una amplia mayoría que superó el 60% de los votos emitidos.
Con la ambición de convertirse en presidente de Estados Unidos, el 2 de marzo de 1999 dio el primer paso hacia la Casa Blanca anunciando la formación de un comité para recaudar fondos para las presidenciales de noviembre de 2000. Su consigna «conservadurismo con compasión» le situó en una posición de cierta neutralidad ideológica dentro del Partido Republicano que le valió el apoyo del ala más derechista y también de la más moderada. El 16 de junio de 1999 comenzó formalmente la campaña electoral y, entre sus promesas, garantizó la reducción de impuestos a los pequeños empresarios y el aumento de los gastos en educación.
George Bush batió todos los récords de recaudación de fondos electorales, 68 millones de dólares, antes de que comenzase el proceso de las primarias, que posteriormente se amplió a 73 millones. Además, contó con toda la maquinaria y el apoyo económico del Partido Republicano, que apostó decididamente por él. Las encuestas lo situaban en un puesto favorable frente a otros líderes de su partido, aunque tras diferentes disputas en varios estados en las elecciones primarias, Bush y el senador John McCain destacaron como los candidatos con más posibilidades para representar la opción republicana a la Casa Blanca. Tras las elecciones celebradas en 11 estados, el 7 de marzo de 2000, en el denominado «supermartes», George Bush se alzó con el triunfo frente a John McCain, al obtener 446 delegados de los 613 disputados. Con esta victoria, el gobernador de Texas acumuló 661 de los 1.034 delegados que necesitaba para ser designado candidato presidencial por el Partido Republicano.
Durante la campaña electoral recibió severas críticas por representar una opción excesivamente conservadora y por tener una estrecha vinculación con la derecha religiosa. Su lema en la gira electoral realizada por todo el país fue: «La prosperidad debe tener un sentido. Si no, es simplemente materialismo«. Sus detractores le acusaron de falta de preparación política y manifiesta ineptitud para desempeñar el cargo de presidente, reconocían en él demasiado puntos débiles que iban desde su completo desconocimiento de aspectos concretos de la política exterior del país, hasta complejos episodios de su vida disipada cuando ejercía de «hijo de papá rico«. El candidato se defendía de las críticas asegurando que cuando cumplió 40 años su vida dio un giro radical gracias al apoyo de su familia. Los periodistas afirmaron entonces que: «es más instintivo que erudito, más populista que político, más lineal que visionario«. Sus defensores apostaron por esta línea de candidato popular, cercano a la ciudadanía y capaz de recomponer la estructura de valores del pueblo estadounidense.
Favorable al bilingüismo, utilizó el castellano como un arma política más para conseguir el voto hispano. Por otra parte, manifestó su rechazo al aborto excepto en casos de incesto, violación o peligro para la madre. Un tema tabú en su campaña política fue la homosexualidad y se manifestó firme defensor de la pena de muerte. Precisamente, Bush ha sido el político norteamericano con un historial más amplio en la aplicación de la pena capital.
Cuando acudió a depositar su voto en la cita electoral del 7 de noviembre de 2000, los últimos sondeos proclamaban su victoria sobre el candidato demócrata Al Gore por un ajustado margen. Las encuestas no erraron, pero nadie podía entonces presagiar que la proclamación oficial del candidato republicano como presidente electo de los Estados Unidos iba a demorarse todavía varias semanas. El primer escrutinio de votos concedía la mayoría de los sufragios populares a Gore, pero el mayor número de los compromisarios que constituyen el Colegio Electoral se decantaban del lado republicano y, por tanto, la victoria correspondía a George Bush. Mientras las cadenas de televisión norteamericanas se apresuraron a transmitir a todo el mundo el nombre del próximo presidente del país, observadores demócratas denunciaban irregularidades electorales en Florida. El primer recuento oficial concedía a Bush 1.800 votos más que a su oponente en este estado y, con esta ventaja, sumaba a su favor los 25 compromisarios que necesitaba para proclamar su victoria.
El equipo de asesores de Al Gore denunció errores en el recuento de las papeletas en el condado de Palm Beach y exigió un nuevo recuento de votos que redujo la diferencia inicial de votos a favor de Bush casi a la mitad. La lucha política por la Casa Blanca, la más disputada de la historia americana, se trasladó entonces a los tribunales. Inmersos en un complejo proceso judicial, demócratas y republicanos confiaban en que la resolución final favoreciera sus candidaturas pero eran las opciones del candidato republicano las que se afianzaban con el paso de los días. Incluso Bill Clinton, el presidente saliente, inició el traspaso de poderes de forma oficiosa el 28 de noviembre cuando permitió a Bush acceder a los documentos secretos de la CIA.
Finalmente, una sentencia del Tribunal Supremo, el máximo órgano judicial del país, puso fin a las aspiraciones demócratas y allanó el camino de Bush hacia la Casa Blanca cuando resolvió paralizar un nuevo recuento manual de votos exigido por Gore. El líder demócrata decidió entonces abandonar la batalla judicial para alcanzar el Despacho Oval y, cinco semanas después del 7 de noviembre, George Bush pudo proclamar la victoria electoral que le convertiría en el 43º presidente del país. Consciente de que el polémico proceso electoral había cuestionado el funcionamiento de las instituciones estadounidenses e incluso su legitimidad en el cargo, Bush se dirigió a la nación para prometer un gobierno de reconciliación nacional y, como prueba de su talante aperturista, ofreció varias carteras ministeriales a sus oponentes demócratas.
La Casa Blanca
Llegó a la Casa Blanca sin contar con el voto mayoritario popular y gracias a una polémica sentencia que no ayudó a aclarar los defectos formales del sistema electoral del país, pero conquistó 271 de los 538 compromisarios en liza para poner fin a ocho años consecutivos de presidencia demócrata. Como ya ocurriera con John Adams y su hijo John Quincy Adams, había conseguido ocupar el cargo presidencial que también desempeñó su padre.
Pasado el temporal electoral, algunos asuntos no resueltos que el nuevo presidente heredó de su predecesor se acumularon con urgencia en la agenda presidencial. Dentro de las fronteras del país, el gobierno se encontró con la necesidad de controlar el enfriamiento de la economía estadounidense, poner orden en el caos electoral, afrontar los costes económicos y diplomáticos del sistema de defensa contra misiles del que Bush se manifestó firme partidario, resolver el enfrentamiento de Bill Gates con la justicia por el monopolio de Microsoft y solucionar la ejecución de Juan Raúl Garza, la primera pena capital a escala federal en cuarenta años y aplazada por Clinton. En política exterior, el nuevo gabinete comenzó a trabajar con el objetivo de concluir con éxito la misión de pacificar Oriente Medio, promover medidas de libre comercio con América Latina y acabar con el régimen de Sadam Husein, el ‘enemigo número uno’ de los estadounidenses. Precisamente Colin Powell, el carismático general afroamericano que dirigió la guerra del Golfo, fue elegido secretario de estado por el nuevo presidente.
Pero cuando Bush se sentó oficialmente en el Despacho Oval de la Casa Blanca el 20 de enero de 2001, junto al vicepresidente Dick Cheney, llegaba decidido a impulsar su propia agenda política. Bloqueó las últimas órdenes ejecutivas dictadas por Clinton, especialmente la referida a la ratificación del tratado para la creación de la Corte Penal Internacional, y puso en marcha sus primeros proyectos presidenciales: impulsar la reforma de la educación pública, el recorte de impuestos y el refuerzo militar. Su conservadora agenda legislativa encontró voces críticas incluso dentro del partido republicano y, en los últimos días del mes de mayo, el senador por Vermont, James Jeffords, anunció su intención de abandonar las filas del partido y convertir su escaño en independiente. Tras la decisión de Jeffords, Bush perdió el control del Senado que pasó a ser mayoritariamente demócrata.
Precisamente cuando los asuntos más controvertidos de la agenda política republicana amenazaban con menoscabar la popularidad del presidente, los estadounidenses fueron testigos y protagonistas de la mayor tragedia de la historia reciente del país. Los brutales atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington, generaron un movimiento de apoyo generalizado en el exterior y una suerte de patriotismo, en el interior, que contribuyó a cerrar filas en torno a la figura del presidente y las instituciones norteamericanas. Con el apoyo de la OTAN y de la comunidad internacional, el 7 de octubre de 2002 el Pentágono ordenó la puesta en marcha de la operación «Libertad Duradera», un ataque sobre Afganistán dirigido contra objetivos de las fuerzas de defensa talibán y los campos de entrenamiento del grupo terrorista Al Qaeda. La intervención militar se prolongó durante varias semanas y las tropas norteamericanas permanecieron en territorio afgano algunos meses, hasta lograr la rendición del régimen talibán, aunque no pudieron cumplir el objetivo prioritario de la operación; la captura de Osama Bin Laden, el autor intelectual de los atentados del 11-S.
Fortalecido en sus posiciones militaristas, en la primavera de 2002 George Bush anunció el inicio de la segunda fase de la guerra total contra el terrorismo y apuntó al líder iraquí, Sadam Hussein, como enemigo preferente. Washington acusaba al régimen iraquí de mantener una relación directa con la cúpula de Al Qaeda y de fabricar armas de destrucción masiva y, con este argumento y el respaldo explícito del Reino Unido, Bush anunció un ataque inminente contra Irak, incluso en ausencia de consenso internacional. El presidente republicano enterraba definitivamente la estrategia de la disuasión, dominante durante la guerra fría, para instaurar una nueva concepción de «ataque preventivo» como fundamento del sistema defensivo americano. Dentro y fuera del país se alzaron voces críticas contra la política imperialista del presidente quien, sin embargo, logró el respaldo de la Cámara de Representantes (296 votos favorables y 133 contrarios) para poner en marcha su plan de ataque contra el régimen de Sadam.
Entretanto el fracaso de la diplomacia estadounidense en el conflicto palestino-israelí se anotaba en el debe de la gestión de Bush en política internacional, sin olvidar en el marco doméstico los graves escándalos financieros de grandes gigantes industriales, como la energética Enron y la telefónica Worldcom, que salpicaron directamente a la administración republicana, y la recesión económica más grave de los últimos años que elevó a cuarenta millones el censo de ciudadanos pobres en los Estados Unidos.
Con todo, las elecciones legislativas del noviembre de 2002 concedieron a George Bush el espaldarazo definitivo para relanzar su programa conservador. En una noche triunfal para el Partido Republicano, los resultados de los comicios otorgaron vía libre al presidente para poner en marcha todas sus iniciativas políticas en la segunda mitad de su mandato. Los republicanos consiguieron incrementar su dominio en la Cámara de Representantes (227 escaños frente a 206 demócratas), recuperaron el control del Senado (51 escaños frente a 47 demócratas) que habían perdido en mayo del año anterior y lograron mantener una mayoría de gobernadores conservadores en el conjunto del país (24 frente a 22 demócratas).
Para paliar el fracaso de la política económica de su gabinete, certificado en diciembre de 2002 con la dimisión del secretario del Tesoro y del asesor económico de la Casa Blanca en los primeros días de 2003, el presidente anunció la puesta en marcha de un plan de choque urgente, con un coste previsto de 674.000 millones de dólares, para estimular la economía y crear, en un trienio, 2,1 millones de empleos.
También en las primeras semanas del año y pese a la ausencia de consenso internacional, Bush intensificó su campaña de captación de apoyos para intervenir militarmente en Irak. La cuenta atrás comenzó el 16 de marzo de 2003 en una reunión que mantuvieron en las islas Azores los máximos mandatarios de Estados Unidos, Reino Unido y España; los países que lideraban la posición favorable a la intervención para forzar el desarme de Sadam Husein. Los tres líderes pidieron a los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un pronunciamiento inmediato sobre sus posturas ante una nueva resolución que incluyera la advertencia a Irak de un inminente ataque. El ultimátum lanzado por Bush, Blair y Aznar, de imposible cumplimiento por parte de países como Francia, Rusia, China o Alemania que ya habían anunciado su oposición a las opciones belicistas, representaba en la práctica el anuncio del fracaso de la solución diplomática internacional en la crisis de Irak. Dos días más tarde, y en un mensaje televisado a la nación, Bush anunció el inicio de la guerra en Irak si, en el plazo de 48 horas, Sadam y sus hijos no abandonaban el país. El mandatario iraquí rechazó de inmediato el ultimátum y prometió resistir a la invasión.
Véase (Historia de Irak)
El 20 de marzo de 2003 el ejército estadounidense inició su anunciado ataque sobre Irak. El bombardeo selectivo de centros neurálgicos del poder militar iraquí en Bagdad fue el primero de los objetivos de una operación militar, bautizada con el nombre de «Libertad para Irak» y que, tras el fracaso de la vía diplomática, se puso en marcha sin el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El inicio de la guerra provocó una oleada espontánea de protestas multitudinarias en las principales ciudades del mundo. El 9 de abril, las fuerzas militares estadounidenses alcanzaron el centro de Bagdad y tomaron la capital. La caída de la ciudad y del régimen de Sadam quedó recogida de forma simbólica por las televisiones de todo el mundo cuando emitieron, en directo, el momento en el que una grúa derribaba la gigantesca estatua del dictador, colocada en la céntrica plaza del Paraíso de Bagdad. El 14 de abril, las tropas de la coalición ocuparon Tikrit, ciudad natal de Sadam y, pese a que el mandatario iraquí continuaba en paradero desconocido, dieron prácticamente por concluida la guerra. El propio presidente estadounidense George Bush anunció el 2 de mayo el fin de las operaciones militares en Irak, cuarenta días después de que la coalición angloamericana declarara la guerra al régimen iraquí e iniciara la ocupación del país. A bordo del portaaviones Abraham Lincoln, símbolo inequívoco de la potencia militar estadounidense, el mandatario de la Casa Blanca dio por terminada la operación aunque aseguró que continuaba en marcha la batalla contra el terrorismo.
Pese al victorioso anuncio de Bush, la resistencia iraquí reorganizó su propia estrategia de respuesta y durante meses mantuvo abiertos todos sus frentes en numerosos puntos estratégicos del país. Emboscadas, atentados y secuestros prorrogaban de forma indefinida la trágica posguerra iraquí, y también la lista de bajas entre las tropas de ocupación, al mismo tiempo que la opinión pública internacional recibía las primeras noticias sobre denuncias de manipulación de los informes que utilizaron los Gobiernos de la coalición aliada para justificar su intervención militar en Irak. En el verano de 2003, la Casa Blanca reconoció la inclusión de algunos datos falsos en aquellos documentos y se desató una tormenta política que sembraba las primeras dudas en el camino hacia la reelección de Bush en las presidenciales de 2004.
Los índices de popularidad auguraban tiempos difíciles para el presidente estadounidense pero antes de concluir el año logró dos de los objetivos más perseguidos desde que ordenó bombardear Bagdad: el 16 de octubre una resolución de la ONU legitimó la presencia de la fuerza multinacional en Irak y el 14 de diciembre las tropas estadounidenses capturaron a Sadam en una aldea cercana a Tikrit.
Reconciliado con la legalidad internacional e instalado en un programa político marcadamente intervencionista, defendido por el ala más conservadora de su gabinete, Bush encaró el nuevo año con el propósito de convencer a los estadounidenses de su papel de liderazgo en un mundo permanentemente amenazado por el terrorismo. Y lo consiguió. El 2 de noviembre de 2004, los comicios presidenciales más disputados de las últimas décadas concedieron una victoria indiscutible al líder republicano. Pese a que los sondeos habían arrojado un empate total entre los candidatos, Bush se convirtió en el líder más votado de la historia con 58,8 millones de sufragios, tres millones y medio por encima de su rival, el demócrata John Kerry. El 20 de enero de 2005 tomó posesión de su segundo mandato presidencial.
El verano del primer año de la segunda era Bush resultó particularmente amargo para el dirigente republicano. A la creciente impopularidad por el despliegue militar en Irak se sumó la falta de celeridad en la respuesta oficial a la devastación que originó el huracán Katrina, la catástrofe natural más grave en la historia del país desde el terremoto de San Francisco. Las autoridades de Luisiana, Alabama y Misisipí, los Estados más afectados por la catástrofe, denunciaron la pasividad inicial de Washington y la desorganización en las labores de evacuación de la población atrapada en Nueva Orleans, donde perecieron varios centenares de personas. Iniciado el otoño, un escándalo sobre desvío de fondos electorales y lavado de dinero salpicó directamente a Tom DeLay, líder republicano en la Cámara de Representantes [dimitió del cargo en enero de 2006 y tres meses después abandonó la política], y añadió dinamita a la inestable línea de flotación de la Casa Blanca.
El capital político del presidente se redujo algunos enteros más antes de acabar el año. Su debilidad en el partido republicano quedó en evidencia tras la retirada de su candidata, ampliamente rechazada por los ultraconservadores, a la presidencia del Supremo al tiempo que su equipo directo de colaboradores sufría un golpe demoledor por el «caso Plame». El 28 de octubre de 2005 Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, presentó su dimisión tras conocer la decisión de un gran jurado de Washington de procesarle por perjurio, falso testimonio y obstrucción a la justicia. El fiscal independiente Patrick Fitzgerald había iniciado la investigación dos años antes para averiguar la implicación de altos cargos de la Administración en la filtración del nombre de una agente secreta de la CIA [Valerie Plame], como represalia a las críticas vertidas por su marido, el diplomático Joe Wilson, que denunció la falsedad de algunas de las pruebas que la Casa Blanca utilizó para justificar la guerra contra Sadam Hussein. Karl Rove, principal asesor político del presidente Bush, fue otro de los altos funcionarios investigados por el fiscal. Posteriormente, acusado de perjurio, el 20 de marzo de 2008 le retiran a Lewis Libby la licencia de abogado para ejercer en Washington.
El temor a sufrir un descalabro electoral en las presidenciales animó al equipo de Gobierno a planear algunos reajustes en la Casa Blanca y en abril de 2006, el propio Rove abandonó su cargo de adjunto del jefe de Gabinete para ocuparse de la dirección de la campaña electoral republicana. El mismo día, el portavoz Scott McClellan anunció su dimisión. El 5 de mayo, y por sorpresa, el presidente también anunció el relevo del director de la CIA, Porter Goss, cuando aún no se habían cumplido dos años desde que accedió al cargo. Aunque Bush no aportó motivos para el relevo, el cese del jefe de los servicios secretos llegaba en pleno debate sobre el escándalo de presuntos vuelos organizados por la Agencia para secuestrar a sospechosos de terrorismo en territorio europeo y trasladarlos a países árabes donde se les practicaban torturas.
El presidente George Bush prometió a lo largo de su mandato la creación de un estado palestino en 20 ocasiones; al igual que varios de sus funcionarios, tales como la secretaria de Estado, Condoleezza Rice o el vicepresidente Dick Cheney. La primera vez que Bush habló de la creación de un «Estado palestino» fue el 2 de octubre de 2001: tres semanas después del atentado a las Torres Gemelas. En junio de 2003, en la Cumbre de Aqaba, Bush reactivó el proceso de paz conocido como «Hoja de Ruta», una iniciativa apoyada también por Rusia, Europa y la ONU, que preveía la creación de un Estado palestino para el 2005. Ese año, en octubre, Bush sentenció: …»tengo una obligación moral y religiosa, por lo tanto voy a lograr un Estado palestino». Aunque dos semanas después ya no establecía una fecha cierta. Era la 13ª vez que pedía un Estado palestino en dos años. La siguiente vez que lo mencionó fue en junio de 2007, luego la palabra sobre el tema la retoma Dick Cheney en su gira por Oriente Medio en marzo de 2008, declarando que …»el Estado palestino debía haberse creado hace años».
En abril de 2008 George Bush logró aprobar en Asamblea de la OTAN, su proyecto de defensa mediante el empleo de escudos antimisiles instalados en Europa, a pesar de la resistencia de Rusia.
Casado en 1977 con Laura Welch, una bibliotecaria de Midland (Texas), el matrimonio tuvo dos hijas gemelas: Bárbara y Jenna.
El 10 de enero de 2009, al pronunciar el discurso de despedida, tras 8 años al mando de las fuerzas armadas y políticas de Estados Unidos, el presidente George Bush reivindicó entre sus acciones la guerra que emprendió contra Irak. El 20 de enero de 2009, George Walker Bush dejó su cargo en la Casa Blanca, para dar paso a la investidura del 44º presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama.