Blair, Tony (1953-VVVV).


Político británico, cuyo nombre completo es Anthony Charles Lybton Blair, nacido en Edimburgo (Escocia) el 6 de mayo de 1953. Comenzó su carrera política en 1983 cuando fue elegido diputado por el Partido Laboralista, siendo de nuevo reelegido en 1987 y 1992. En 1994 se convirtió en el líder del partido, a la edad de cuarenta y un años, consiguiendo, tres años después, su primera victoria electoral en las elecciones generales celebradas el día 1 de mayo de 1997, por lo que la reina Isabel II le encargó formar gobierno. Fue reelegido en 2001 y 2005.

Su infancia trascurrió en el seno de una familia de clase media-alta, en la que su padre tenía como profesión la abogacía, que desarrollaba en el plano industrial desde una posición conservadora. No obstante, Blair heredó de su padre la vocación y dedicación al Derecho. Su educación fue esmerada y exquisita, realizando sus estudios en el Durham Choristers School y en el Fettes College de Edimburgo que, sin duda alguna, es el colegio privado más prestigioso de toda Escocia. Los estudios universitarios los llevó a cabo en el St. John College de Oxford, alcanzando el grado de licenciado en Derecho. Inmediatamente se incorporó al trabajo, bajo tutela del famoso y prestigioso abogado laboralista, Derry Irvine.

Si durante toda su etapa estudiantil no había demostrado la más mínima inclinación por los asuntos políticos, desde el momento de su incorporación al mundo laboral se involucró como afiliado del Partido Laboralista, con el que establecía una absoluta concordancia tanto en relación a sus inquietudes sociales como a su concepto de cristiano, característica que sí desarrolló en su etapa de juventud. En este contexto conoció a su futura mujer, Cherie, con la que contrajo matrimonio en 1980. También abogada y política, ambos establecieron un pacto secreto a la hora de definir sus carreras. Ante la imposibilidad de desarrollar con éxitos ambas carreras políticas, sólo la continuaría aquél de los dos que primero consiguiera un escaño, hecho que alcanzó Tony Blair. El acontecimiento ocurrió en junio de 1983, cuando Blair fue elegido diputado por la circunscripción de Sedgefield, distrito de fuerte tradición laborista, conservándolo en las sucesivas elecciones de junio de 1987 y abril de 1992. Cherie Booth desarrolló su vida profesional ligada al mundo de la abogacía y se convirtió en una de las más prestigiosas y exitosas abogadas de Gran Bretaña. Del matrimonio nacieron cuatro hijos: Euan, Nicholas, Kathryn y Leo.

Dentro de las filas laboralistas, enseguida adquirió un papel protagonista, sobre todo, durante la etapa de oposición de su partido, al ser miembro del llamado gobierno en la sombra, primero como portavoz de Comercio e Industria y, después, como portavoz de Empleo. Desde esta posición, Blair estableció una línea en favor de las libertades individuales de los trabajadores, lo que supuso el fin del tradicional apoyo histórico que los laboristas habían dado a los talleres gremiales. Al mismo tiempo defendió el final del poder de la Trade Unions, al desear implantar el sistema de un miembro un voto, frente a la votación en bloque que hasta entonces imperó. En la siguiente legislatura, el partido continuó en la oposición, lo que provocó la dimisión del hasta entonces líder laborista, Neil Kinnock. A pesar de que Blair era tenido en cuenta como posible sucesor, rechazó de plano cualquier posibilidad, en favor de John Smith. Blair ocupó la responsabilidad de Interior, lo que le llevó a establecer continuos enfrentamientos con el Ministerio en cuestión cuya cartera estaba ocupada por Michael Howard. Su posición se mantuvo en la férrea y dura defensa de la ley y el orden, siendo los temas más problemáticos, la formación de las patrullas vecinales, su organización y autorización y el clima de criminalidad.

La muerte inesperada de John Smith por un infarto de miocardio, le volvió a colocar en el centro de atención del partido, con el deseo de elegirle como líder. Tras las elecciones al Parlamento Europeo de 1994, el Comité Ejecutivo de los laboristas convocó para el 21 de julio la elección de un nuevo líder. En esta ocasión Blair, el hombre más temido por el partido conservador, asumió el cargo tras obtener una abultada diferencia de votos con el resto de los aspirantes, John Prescott y Margaret Beckett, que tras la muerte de John Smith había desempeñado el cargo, como líder en funciones. El principal apoyo de Blair vino facilitado por el sistema de un miembro y un voto, aprobado en 1933 por el Congreso laborista, que le garantizó un número más elevado de partidarios, sobre todo, en tres sectores: los parlamentarios nacionales y eurodiputados, los miembros de base y los sindicatos.

Con este triunfo mayoritario, el principal compromiso, a partir de ese momento, para Blair se redujo a situar de nuevo al Partido Laborista en el gobierno, superando así una etapa de frustración continua, tras cuatro derrotas electorales consecutivas. Para conseguir este proyecto no dudó en renovar las filas del Partido en los altos cargos pero, sobre todo, en intentar mantener una imagen moderada que atrajera las simpatías del conjunto del electorado de tinte centrista. En realidad la opción de centro, que se correspondió con el ambiente general en el resto de los gobiernos europeos, respondió a la realidad de su acción política, claramente ejemplificada, cuando anunció su intención de eliminar del programa del partido la cláusula cuarta de los Estatutos, que abogaba por un Estado que controlase los medios de producción y pusiera en marcha un proceso de colectivización. De todas sus iniciativas, ésta fue la que levanto más confrontación entre los laboristas, sobre todo, con el ala más izquierdista del partido que veía, en esta iniciativa, el final de las señas de identidad de su formación al abandonar la tradición marxista y la especial sensibilidad social, bandera del laborismo inglés. Los fuertes debates que se produjeron en respuesta a esta iniciativa no evitó que, en 1995, fuese aprobado por el Comite Ejecutivo Nacional.

El llamado nuevo laborismo definido por Tony Blair como centrista radical, dio muy buenos resultados en las elecciones celebradas el 1 de mayo de 1997, en las que el partido laborista obtuvo una aplastante victoria, obteniendo 419 escaños frente a los 165 que consiguió el partido conservador, dirigido por John Major. El hasta entonces primer ministro, siguiendo con los formulismos establecidos en el parlamentarismo británico, presentó su dimisión a la reina Isabel II, quién encargó a Blair la nueva formación de gobierno. Se cumplió, así, su promesa, finalizando con, nada menos, que dieciocho años de gobiernos conservadores.

Durante la legislatura, las características de su política fueron continuadoras de la línea que ya imprimió en la oposición. Esta se puede definir en tres líneas principales: reforma constitucional, preocupación por los temas de educación y sanidad pública y acercamiento a Europa. En política interior los problemas a los que se enfrentó, por orden de prioridad en su cartera, fueron, en primer lugar, el proceso de paz en el Ulster iniciado por su antecesor en el gobierno, John Major, que consiguió establecer los acuerdos de Downing Street tras arduas, difíciles y conflictivas negociaciones. Las intenciones de Blair al continuar con la mesa de negociaciones fueron poner fin al conflicto más antiguo de Gran Bretaña, alcanzando una solución definitiva para mayo de 1998. Al mismo tiempo, su política intentó mantener un equilibrio efectivo, dentro del Reino Unido, concediendo ciertas reformas para entregar una mayor autonomía a las cámaras parlamentarias, cuestión que dividió las opiniones a posiciones casi irreconciliables. Su política social siguió marcada por medidas tímidamente moderadas.

Con respecto a su política exterior, el conjunto de sus ideas están recogidas en su libro titulado Una nueva Gran Bretaña. Mi visión de un país joven en el que reflejaba la posición que debía ocupar su país en el año 2000. Se pueden señalar dos puntos principales de actuación. De un lado, el tradicional entendimiento mantenido entre los Estados Unidos de América y Gran Bretaña, se convirtió en un matrimonio bien avenido, por las complicidades y paralelismos existentes entre los dos líderes, Tony Blair y Bill Clinton. Esta unión se pudo constatar en la nueva crisis del Golfo, de febrero de 1998, en la que Gran Bretaña, mediante decisión de Blair, apoyó la política establecida por los Estados Unidos de Bill Clinton, decidida a proceder a un ataque a Irak y solamente evitado, en el último momento, por el Secretario de la ONU, Kofi Annan. La otra línea se circunscribe dentro de la Unión Europea, con la que Blair quiere provocar un acercamiento más firme.

Sus índices de popularidad alcanzaron un máximo insuperable, tras la muerte en accidente de tráfico de la princesa Lady Di, ex-mujer del príncipe heredero de la corona Británica, Carlos, y madre de futuro rey. La figura de Diana había calado en el sentimiento de todo el país y la reacción inmediata, tras la noticia, reconociendo su pesar y la importancia de la figura de Diana, le proporcionó una conexión con el pueblo, frente al lento y frío reaccionar de la familia real británica. Tony Blair no tuvo una tarea gubernamental fácil. A su favor cuenta su gran carisma personal y la amplia confianza que inspira en los electores. En contra, la dificultad de resolver con brevedad temas y problemas que, por su larga duración temporal, agotan la paciencia de muchos británicos.

Uno de estos espinosos temas, la pacificación del Ulster, ha sido uno se los triunfos a anotar en el currículum de este joven político. Blair inició un proceso de aproximación con el Sinn Féin (brazo político del IRA) en diciembre de 1997, cuando permitió que su líder Gerry Adams entrara en la residencia oficial de Downing Street para hablar de una posible paz en Irlanda del Norte y sentar las bases de un futuro acuerdo. Esto fue posible finalmente el 10 de abril de 1998, cuando representantes de las partes en conflicto: Gerry Adams, líder del Sin Fein; Bertie Ahern, primer ministro de Irlanda; John Hume, líder del Partido Socialdemócrata y Laborista de Irlanda del Norte (SDLP); Gary McMichael, líder del Partido Democrático del Ulster (UDP); el líder unionista, David Trimble, y Tony Blair, primer ministro británico firmaron, en el castillo de Stormont, un histórico acuerdo de paz que ponía fin a una guerra que enfrentó a católicos/independentistas y protestantes/unionistas durante treinta años, y costó la vida a más de 3.000 personas.

La crisis alimentaria que estalló en el año 2000, por los casos de encefalopatía espongiforme bovina («mal de las vacas locas») y fiebre aftosa en el ganado porcino, puso uno de los puntos negros a su legislatura que, sin embargo, estuvo avalada por una brillante gestión económica.Convocados a las urnas el 8 de junio de 2001, los británicos volvieron a ofrecer su apoyo a Tony Blair y el líder laborista consiguió una aplastante victoria sobre su rival, el candidato conservador William Hague, que presentó su dimisión al frente del partido poco después de conocer su derrota. El primer ministro reeditó su mandato con el respaldo de la mayoría absoluta de los votos (413 escaños frente a 166 del partido tory), gesta que nunca antes había conseguido un candidato laborista, aunque la jornada electoral registró el mayor índice de abstención desde 1918. Sólo el 59,2% de los electores acudió a las urnas.

La clara victoria de Blair, que centró su campaña en la promesa de mejorar los ineficaces servicios públicos británicos y trabajar por una política de acercamiento al sistema monetario europeo, sirvió además para enterrar los últimos vestigios de la era Thatcher y sembrar una profunda crisis en el seno del partido conservador. Sin embargo, dos años después de su triunfo en las urnas, la popularidad del primer ministro comenzó a perder enteros. Su apoyo a la intervención militar estadounidense en Irak le costó el respaldo de gran parte de la ciudadanía e incluso de algunos de los miembros más populares de su Gobierno, que optaron por abandonar el Gabinete. Esta circunstancia también favoreció la victoria de los conservadores en las elecciones locales de 2004 pero, pese a todo, Blair mantuvo inalterable su defensa del pacto angloestadounidense.

El amplio descontento popular por la implicación del Reino Unido en la guerra de Irak mantuvo en suspense el resultado de los comicios legislativos de 2005 pero Tony Blair se convirtió en el primer líder laborista británico en conseguir una tercera victoria consecutiva. El esperado voto de castigo contra el Gobierno redujo la representación laborista en la Cámara de los Comunes a 355 escaños (frente a los 166 de los conservadores de Michael Howard y 62 de los liberales de Charles Kennedy); mayoría limitada pero suficiente para mantener a la familia Blair en el 10 de Downing Street.

Mucho más severo fue el castigo de los electores en las municipales de mayo de 2006 donde los laboristas recogieron una contundente derrota. Blair recogió el guante y puso en marcha un profundo reajuste de su Gabinete que afectaba a carteras principales, como Defensa, Interior o Exteriores. Margaret Beckett se convirtió en la primera mujer al frente del Foreign Office.

Un año después, el 10 de mayo de 2007, Tony Blair anunció su retirada del poder tras 13 años de líder laborista y 10 de primer ministro británico; desgastado políticamente por la guerra de Irak y cada vez más impopular en política nacional.