El Bosco (1450-1516).
Pintor flamenco, documentado entre 1450 y 1516, cuyo verdadero nombre era Jeroen Anthoniszoon van Aeken, aunque fue más conocido como Hieronymus Bosch o, en castellano, El Bosco. Figura sobresaliente del arte de todos los tiempos, está considerado como uno de los mejores pintores del tránsito entre el medievo y la Edad Moderna gracias a su minucioso estilo y su capacidad para recrear escenas oníricas, repletas de símbolos y figuras salidas de su fértil imaginación. El significado de sus cuadros ha sido objeto de estudio durante siglos, y ha sido admirado por movimientos artísticos tales como el surrealismo.
Hijo y nieto de pintores, recibe su formación en el taller familiar y desarrolla su actividad en su ciudad natal, Hertogenbosch, apartada de los principales centros artísticos de los Países Bajos, hecho que no impidió que tuviera contactos con las principales corrientes artísticas de su época. La escasez de noticias biográficas y del destino de su primeras obras, dificulta la sistematización cronológica de su producción. A su primera época se adscriben obras como La extracción de la piedra de la locura y Los siete pecados capitales del Museo del Prado de Madrid, así como Las bodas de Caná de Rotterdan, El Charlatán, La Crucifixión de Bruselas y el Ecce Homo de Frankfurt, con composiciones tradicionales donde se sitúan figuras sólidamente definidas por un ritmo casi escultórico y por un cromatismo vivaz. Iconográficamente estas obras muestran la tendencia del autor a utilizar fuentes áulicas y populares, introduciendo elementos misteriosos e inquietantes, que van a caracterizar, de manera cada vez más precisa, el tono satírico de las representaciones.
Estas características se llevan a sus últimas consecuencias en obras, ya de plena madurez, como La nave de los Locos del Louvre, El carro de heno y El jardín de las Delicias del Prado, el Tríptico del Juicio de Viena, o el Tríptico de las Tentaciones de San Antonio de Lisboa. En todos ellos se denuncia la locura de la humanidad, que cegada por las pasiones, llega hasta las tinieblas. Su infinita capacidad expresiva se asienta en un profundo conocimiento de las fuentes literarias y figurativas, que va desde los libros de sueños y visiones hasta textos alquímicos y astrológicos, en una perfecta estructuración espacial, unitaria y pura, que se conjuga con un lúcido enfoque de innumerables episodios, casi fragmentados, de gran detalle. Todo ello lleva a la representación de un universo complejo y trastornado, en una visión casi onírica, de innumerables ritmos, expresiones y acciones, acentuada por los contrastes cromáticos. A la gracia de la representación de determinadas figuras y paisajes, propias de la tradición del gótico tardío, se contraponen escenas de tormento y devastación con representaciones de híbridos monstruosos y metamorfosis bestiales.
Frente a estas pinturas que descubren la presencia demoníaca en el mundo, realiza otras de carácter positivo, como La ascensión al empíreo del palacio ducal de Venecia o el San Juan en Patmos y San Juan Bautista meditando, donde se representan a los eremitas absortos en medio de un vasto paisaje luminoso, indiferentes a la presencia de apariciones amenazadoras.
En sus últimas obras se hacen más frecuentes los temas de la pasión destacando La Coronación de Espinas y La subida al Calvario, donde las figuras afloran a un primer plano sofocadas por la muchedumbre de torturadores de rostros deformes que los rodean.
La influencia de la pintura de El Bosco fue inmediata en la tradición artística de los Países Bajos, tanto en los temas demoníacos como en la representación de paisajes. Su influencia fue grande también en el resto de Europa donde su obra se encontraba en las principales colecciones, destacando su presencia en las colecciones reales españolas.
El Jardín de las Delicias
Se trata de una obra de alta fantasía, con la cual El Bosco alcanza un momento culminante de su arte. Realizada hacia 1510, es, sin duda, la más enigmática y universal. Actualmente se conserva en el Museo del Prado de Madrid.
El tema representado, de difícil interpretación, es un examen crítico-moral y satírico sobre los extravíos eróticos por los que se deja dominar el hombre cediendo al impulso de su sensualidad.
Las escenas que lo componen son -cuando el tríptico está cerrado- la Creación del Mundo con la representación del tercer día del Génesis y -cuando el tríptico está abierto- el Paraíso Terrenal con la representación de la creación de Eva, los pecados carnales y una visión del infierno.
En la creación de Eva se plasma una visión del Paraíso Terrenal, en la que se mezclan, fauna y flora, con todas las criaturas creadas por Dios, en un paisaje que se prolonga en la tabla central. En ella se representan los pecados carnales, donde El Bosco, con un hábil dibujo y un delicado cromatismo, recrea un mundo exuberante de pequeñas escenas de apasionado abandono a los goces carnales, en las que ofrece un tratamiento satírico y humorístico. Esta escena se completa con la siguiente en que se realiza una evocación del mundo infernal, presidida por la imaginativa figura de Lucifer, acomodado en su alto sitial, defecando continuamente, de un modo pintoresco, los cuerpos de los condenados que va devorando.
En el tríptico se expresa toda la problemática que invade la obra de El Bosco, la oposición entre bien y mal, y su recreación mediante una desbordada imaginación.
Desde el sosiego de la primera tabla se camina a la desbordante representación de la segunda, en la que se mezclan elementos simbólicos ambiguos e imágenes fascinantes y sutilmente inquietantes, en un intento de esconder al mismo tiempo que mostrar la presencia del demonio en las vicisitudes humanas que va llevando a las tinieblas, la pesadilla y la angustia del tercer panel, donde la presencia de lo monstruoso y satánico ya es palpable.
El Carro de Heno
Es un tríptico, conservado en el Museo del Prado. Perteneció a las colecciones reales españolas, y de él existe una copia en el monasterio de El Escorial, debido al gran aprecio que tuvo por esta obra el monarca Felipe II.
La tabla de la izquierda representa escenas de la creación y del pecado, dentro de la iconografía tradicional. Sin embargo todo gira en torno a la tabla central, cuya escena está inspirada en un proverbio flamenco que dice: «el mundo es un carro de heno, cada uno coge cuanto puede»; en ella está representado el carro de heno, símbolo del carácter efímero y perecedero de las cosas del mundo, y a partir de ahí se desarrollan escenas simbolizando las pasiones humanas (codicia, avaricia, lujuria, etc.), mientras un grupo de personajes fantásticos, los demonios, arrastran el carro hasta la tabla de la derecha donde se representa el infierno con visiones alucinadas de terror. Es una denuncia de la locura de la humanidad que corre hacia la ruina y la perdición, cegada por el deseo de los bienes terrenales.
La estructura compositiva y narrativa de El carro de heno es idéntica a la desarrollada en el tríptico de El Jardín de las delicias, una primera escena con escasez de figuras y dominada por la serenidad, con un paisaje infinito que se continúa en la tabla central y que sirve de nexo de unión, introducido en la tercera tabla por la representación infernal y demoníaca.
Los siete pecados capitales
Perteneció a la colección del monarca Felipe II, quien la guardó en el Monasterio de El Escorial. Al inicio de la Guerra Civil Española se trasladó al museo de El Prado (Madrid) donde, actualmente, se conseva. Su realización se fecha hacia 1480, cuando se produce un cambio de estilo del pintor.
Es una pintura de extraña tipología y disposición. La composición se estructura en un gran medallón central, donde de forma radial se disponen las escenas de los pecados capitales, flanqueado por otros cuatro medallones esquineros y de menor tamaño. Los medallones representan las postrimerías del Hombre: la muerte, el Juicio final, el Infierno y la Gloria, tratadas con una visión más arcaica y enraizada en tradiciones góticas, a excepción de la representación del infierno, típica de sus visiones demoníacas. Las escenas de los pecados capitales, dispuestas de forma radial, aparecen representadas como pequeñas escenas de género, casi de carácter miniaturesco, y están enlazadas por un círculo en cuyo centro aparece Jesucristo resucitado, representado como la retina de un ojo, junto al que se recoge la leyenda Cave, cave Deus videt, reforzando la idea de que nada escapa a los ojos de Dios.
Obra
Bibliografía
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