Bedregal de Cónitzer, Yolanda (1916-1999).
Poetisa, narradora y escultora boliviana, nacida en La Paz en 1916 y fallecida en su ciudad natal en 1999. Figura señera de las Letras hispanoamericanas contemporáneas, encarnó con tal acierto e intensidad el paradigma de la mujer comprometida con la cultura y la sociedad de su tiempo, que fue conocida -a instancias del grupo “Gesta Bárbara”, representante de la juventud intelectual boliviana de mediados del siglo XX- por el honroso apelativo de Yolanda de Bolivia. Muchos años después, la Sociedad Argentina de Escritores le otorgó el título honorario de Yolanda de América.
Nacida y educada en el seno de una familia de escritores, artistas e intelectuales, creció en un ambiente dominado por el amor al estudio, el desarrollo de la creatividad y el afán de conocimientos. La propia escritora explicó, ya en su vejez, que para ella, sus cinco hermanos y los seis primos huérfanos que habían sido adoptados por sus padres, el hecho literario “era la vida misma, como jugar, comer, dormir […]. En mi casa se hablaba de libros, de giros idiomáticos, de gramática con amor”.
En efecto, por su domicilio pasaban frecuentemente algunos de los autores bolivianos más importantes del momento, como Alcides Arguedas, Gregorio Reynolds y, entre otros muchos, Armando Chirveches, a los que la pequeña Yolanda dispensaba el trato de “tíos” (tal era la familiaridad con que eran recibidos en su casa). En este clima tan proclive al cultivo de las Humanidades, la futura escritora comenzó a escribir versos a muy temprana edad, para distraer con ellos a sus primos y hermanos, como si de uno de sus juegos infantiles se tratase.
Ya en plena juventud, alentada por sus progenitores, cursó estudios de Arte en la Academia de Bellas Artes de La Paz, a la que al cabo de unos años habría de regresar como docente, para impartir clases de Escultura e Historia del Arte. Por aquel tiempo, la joven Yolanda compaginaba esos estudios artísticos con la composición de unos poemas primerizos que agrupó en un cuaderno bajo el título de Naufragio, cuaderno que la escritora novel dejó una noche bajo la almohada de su padre, para que éste lo recibiera como un regalo en el día de su cumpleaños. Poco después, Yolanda Bedregal se convirtió en la primera mujer de Bolivia que obtenía una beca de estudios en el Barnard College de la Universidad de Columbia (Nueva York), al que se incorporó en 1936.
Estaba en los Estados Unidos de América cuando recibió los ejemplares de su primer poemario, editado por sorpresa por su progenitor para alegrar con este emotivo detalle su estancia en el extranjero. A su regreso a Bolivia, lo joven poetisa inició esa brillante trayectoria docente que habría de conducirla hasta las aulas de la institución de enseñanza mencionada en el párrafo anterior, y que luego habría de tener continuidad en la Universidad Mayor de San Andrés, donde Yolanda Bedregal impartió clases de Estética.
Envuelta, desde su temprana juventud, en una infatigable labor creativa que quedó plasmada en más de quince libros de poemas, relatos, novelas y antologías, la autora de La Paz compaginó esta dedicación a la escritura con sus obligaciones docentes; y, al mismo tiempo, ocupó relevantes cargos en organismos e instituciones culturales de su país, como la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Bolivia y el Comité de Literatura Infantil (de los que fue fundadora y presidenta), y el Concejo Nacional de Cultura y el Concejo Municipal de Cultura dependiente de la Alcaldía de La Paz (en los que ejerció como Vocal).
Además de los libros estrictamente literarios que dio a la imprenta, Yolanda Bedregal dejó estampados numerosos trabajos en diferentes publicaciones de todo tipo. Escribió más de cincuenta artículos de historia del arte dedicados a los jóvenes lectores, así como otros textos sobre temas tan diversos como la religión, el folklore, la mitología, la pedagogía… Asimismo, indagó en el arte aymara y quechua, y en otras manifestaciones culturales de los pueblos indígenas de su entorno.
Entre los múltiples premios, honores y distinciones que jalonan la prolongada y fructífera trayectoria humanística de Yolanda Bedregal, cabe citar el Premio Nacional de Poesía, el Premio Nacional del Ministerio de Cultura, el Premio Nacional de Novela «Erich Guttentag» -que le fue otorgado por su novela Bajo el oscuro sol (1971)-, la Gran Orden de la Educación Boliviana, el premio al Honor Cívico “Pedro Domingo Murillo”, el Premio de Honor al Mérito, el Escudo de Armas de la Ciudad de La Paz por Servicios Distinguidos, y la Medalla a la Cultura de la Fundación Manuel Vicente Ballivián.
Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua desde 1973, y miembro asimismo de otras Academias e instituciones de diferentes países hispanoamericanos, en 1993 -año en el que fue candidata al premio de Poesía Reina Sofía, uno de los más importantes que se otorgan en España- Yolanda Bedregal fue honrada con el distintivo honorífico de “Dama de América” por parte del Consejo Nacional de Derechos de la Mujer de México. Dos años después, la anciana escritora boliviana recibió la condecoración “Franz Tamayo” en el grado de Gran Cruz, otorgada por la Prefectura del Departamento de La Paz. En 1996, el gobierno chileno reconoció la valía de su figura y su obra con la prestigiosa Medalla “Gabriela Mistral”; y, al cabo de un año, el Congreso de Bolivia le impuso la Condecoración Parlamentaria Nacional en el grado de Bandera de Oro (1997).
Obra
Yolanda Bedregal fue una de las figuras más destacadas de la segunda generación de Gesta Bárbara, un amplio grupo de creadores bolivianos que, sin llegar a consolidar ninguna escuela o tendencia concreta, vinculó durante más de tres lustros la creación artística y la problemática social del momento. Su órgano de expresión más importante fue el rotativo Última Hora (de La Paz), en el que divulgaron sus textos teóricos acerca de la necesidad de que el arte en general (y, de forma muy señalada, la literatura en particular) se ocupase prioritariamente de los problemas reales del vivir cotidiano.
Poesía
Dentro de esta preocupación colectiva por la problemática concreta del hombre de su entorno, la poesía de Yolanda Bedregal ahonda con inquietante lucidez en su propia intimidad, con el propósito de hallar, en esta desasosegada introspección individual, algunas respuestas que puedan extrapolarse al resto de los seres que conforman el tejido social en el que se mueve la autora.
En líneas generales, todo el conjunto de su obra lírica puede dividirse -según una ponderada propuesta del crítico y escritor Guillermo Francovich Salazar– en tres etapas bien diferenciadas. En la primera, cuyo mejor exponente es su opera prima Naufragio (1936), predominan los versos explícitos y objetivos, que exploran algunos sentimientos comunes al ser humano (v. gr., la soledad) por medio de un lenguaje claro y preciso, plenamente ajustado a la sinceridad requerida por ese proceso de introspección intimista.
En una segunda fase de su producción poética, la escritora paceña se deja seducir por cierto simbolismo que, en el plano formal, estructura por medio del recurso constante a la enumeración caótica. Todo ello queda bien patente en sus poemarios Poemar (1937) y Ecos (1940), este último escrito en colaboración con su esposo Gert Conítzer, otro excelente poeta, de origen alemán, que tradujo a esta lengua todos los versos de su compañera.
Finalmente, la poesía de Yolanda Bedregal entra en una fase que Guillermo Francovich califica de “religiosa”, tal vez queriendo aludir, con este término de tan amplias resonancias, a la presencia en los versos de la autora boliviana de una especie de destino oscuro al que parecen obedecer todos los hechos del mundo. Ahora, dentro de la extensión infinita de este destino incierto, misterioso y desconocido, la soledad ya no aparece como sentimiento intrínseco a la autora -como ocurría en sus versos primerizos-, sino como un fenómeno inherente a la condición humana en sí. Resulta fácil comprobar esta evolución de Bedregal en su poemario Nadir (1950), una de sus obras maestras.
El resto de la producción poética de la escritora paceña comprende otros títulos como Almadía (1942), Del mar y la ceniza (1957), Alegatos (1957), Antología (1957) -una selección de sus quince poemas predilectos-, El cántaro del angelito (1979) -volumen en el que una Yolanda Bedregal ya sexagenaria afrontó el difícil reto de cultivar la poesía infantil-, Convocatorias (1994) -colección de poemas de temática exclusivamente religiosa- y Escrito (1994) -obra en la que, además de composiciones poéticas, incluyó algunos relatos breves.
Narrativa
Autora de varios cuentos de excelente factura -muchos de ellos traducidos, al igual que una parte considerable de sus poemas, a diferentes idiomas, y publicados en revistas de Europa y los Estados Unidos de América-, Yolanda Bedregal pasó a formar parte de la narrativa boliviana contemporánea merced a su novela Bajo el oscuro sol (1971), un espléndido trabajo de madurez que no habría llegado a ver la luz de no haber sido galardonado con el prestigioso Premio Nacional de Novela “Erich Guttentag” (curiosamente, la escritora concluyó la copia definitiva que envío al concurso el mismo día en que concluyó el plazo de admisión de originales).
Adscrita, por una parte considerable de la crítica, a la corriente neorrealista (en la medida en que aborda temas de alcance histórico por medio de la presentación de sucesos cotidianos), esta excelente se ubica en una La Paz sacudida por movilizaciones sociales. En medio de las revueltas callejeras, una “bala perdida” acaba con la vida de Verónica Loreto, protagonista cuya singular peripecia es reconstruida por el doctor Gabriño.
La prosa de ficción de Yolanda Bedregal incluye algunas narraciones breves tan celebradas por la crítica y los lectores como «Peregrina» -publicada en el volumen Cuentistas paceños (La Paz: Ediciones Casa de la Cultura, 1988) y «De cómo Milinco huyó de la escuela» -recogido en la Antología del cuento boliviano (La Paz: Editorial Los Amigos del Libro, 1991).
Otras obras
Yolanda Bedregal cultivó también el ensayo y la recopilación antológica de obras ajenas. En estos campos, sobresalió con títulos como Calendario folklórico del Departamento de La Paz (La Paz: Dirección General de Cultura, 1956) -escrito en colaboración con Antonio González Bravo-, Poesía de Bolivia, de la época precolombina al modernismo (Buenos Aires: Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1964), Antología de la poesía boliviana (La Paz: Editorial Los Amigos del Libro, 1977) y Ayllú: el altiplano boliviano (La Paz: Museo Nacional de Etnografía y Folklore y Editorial Los Amigos del Libro, 1984) -en colaboración con el fotógrafo Peter McFarren-. Entre sus textos inéditos, cabe citar El libro de Juanito (una nueva incursión en la literatura infantil y juvenil) y novela La casa y sus entrañas.
Bibliografía
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AGOSÍN, Marjorie. «Para un retrato de Yolanda Bedregal», en Revista Iberoamericana (Pittsburgh [Pensilvania, U.S.A.]), nº 134 (1986), págs. 9-28.
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FERNÁNDEZ NARANJO, Nicolás y GÓMEZ FERNÁNDEZ, Dora. «La danza», de Yolanda Bedregal», en Técnica Literaria (La Paz: Librería y Editorial Juventud, 1971), págs. 186-200.
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GUZMÁN, Augusto. «Yolanda Bedregal», en Biografías de la literatura boliviana 1520-1925 (Cochabamba: Ed. Los Amigos del Libro, 1982).
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MARTÍN MARTÍN, Lucía. El mundo poético de Yolanda Bedregal [Tesis de Licenciatura] (La Paz: Universidad Mayor de San Andrés, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1981).