Batista y Zaldívar, Fulgencio (1901-1973).
Político y militar cubano, nacido en Banes (Cuba) el 16 de enero de 1901 y muerto en Marbella (España) el 6 de agosto de 1973.
Síntesis biográfica
De orígenes humildes, Fulgencio Batista pasó los primeros años de su vida en su ciudad natal, donde inició sus primeros estudios. Tras desempeñar diversos oficios, en abril de 1921 ingresó en el ejército, donde aprendió taquigrafía, mecanografía y recibió algunas nociones de derecho, gracias a lo cual fue nombrado sargento taquígrafo en 1932. Poco tiempo después lideró la llamada Revolución de los Sargentos y tras el triunfo de ésta revolución fue nombrado jefe del ejército. Desde 1934 hasta 1940 ocupó el poder en la sombra y finalmente en 1940 fue elegido presidente democráticamente. Finalizado su mandato, descontento con el nuevo gobierno se instaló en la ciudad de Miami, donde gracias a la fortuna que había amasado en los años anteriores vivió cómodamente. En 1948 regresó a Cuba y en 1952, tras dirigir un golpe de Estado contra Prío Socarras, ocupó nuevamente la presidencia hasta que su gobierno fue derrocado, como consecuencia de la Revolución Cubana, a finales de 1958.
Primeros años
Miembro de una familia humilde de la provincia de Oriente, hijo de un cortador de caña llamado Belisario Batista, Fulgencio tuvo una infancia muy agitada, marcada por la profunda inestabilidad económica, política y social que se vivió en Cuba, tras haber conseguido su independencia en el año 1898. Parece que la vida familiar fue muy inestable, sobre todo por la precariedad laboral de su padre, que se vio obligado a cambiar de trabajo constantemente. Pero a pesar de la mencionada precariedad en la que vivía la familia Batista, el pequeño Fulgencio pudo asistir a la escuela pública de su ciudad natal, donde inició sus primeros estudios, aunque tuvo que asistir a clases nocturnas, ya que durante el día trabajaba como cortador de caña para contribuir con su sueldo a mantener la economía familiar.
La muerte de su madre, Carmela Zaldivar, en el año 1915, marcó bruscamente el fin de la infancia de Batista, el cual a la edad de 14 años decidió abandonar su hogar para trabajar en una plantación azucarera de Holguín, desde donde se trasladó a una plantación de San Germán para trabajar como aguador, puesto que abandonó poco después, para trabajar como cronometrador de una cuadrilla de cortadores de caña. Pero al igual que su padre y la mayor parte de los cubanos en aquellos años, Fulgencio no encontró un trabajo estable, por lo que tuvo que regresar a Banes, donde trabajó una vez más como cortador de caña. Tras quedar nuevamente desempleado parece que se vio obligado a vagabundear por la estación de ferrocarril de Dumois, ejerciendo diversos oficios para poder subsistir y finalmente decidió trasladarse a la ciudad de Antilla donde abundaban las explotaciones azucareras. Fue en esta ciudad donde el joven entró en contacto por primera vez con el ejército de su país, ya que gracias a su simpatía y su gran don de gentes, muy pronto se ganó el aprecio de los soldados de la zona, los cuales le apodaron el mulato lindo y recompensaron generosamente sus servicios como recadero. Pero tampoco en esta ocasión encontró la estabilidad que deseaba y nuevamente se vio obligado a trasladarse, de este modo se dirigió a la región de Alto Cedro donde se incorporó a una cuadrilla de trabajadores, para cortar caña. Aproximadamente a la edad de 18 años comenzó a residir en la ciudad de Holguín donde por algún tiempo ejerció como aprendiz de sastre, de carpintero, de barbero y trabajó temporalmente como guarda frenos para la Consolidated Railways.
Batista en el ejército cubano
Recién cumplidos los 20 años, en abril de 1921, Batista se incorporó al ejército cubano como soldado raso. Gracias a la gran inteligencia que demostró, fue seleccionado para realizar estudios en el interior de la mencionada institución, para hacerse cargo de tareas administrativas. De este modo durante aproximadamente dos años aprendió mecanografía, taquigrafía y recibió algunas nociones de derecho, tras lo cual decidió abandonar temporalmente la vida militar para ejercer como profesor de taquigrafía, aunque en el año 1923 volvió a reengancharse y ocupó un puesto en la Guardia Rural, donde no permaneció mucho tiempo, ya que poco después fue trasladado al ejército regular, donde tras ser nombrado cabo, ejerció como secretario del coronel Federico Rasco. Consolidada su carrera, en el año 1926 contrajo matrimonio con una joven de clase media llamada Elisa Godínez, con la que tuvo tres hijos.
En el año 1932 como recompensa por los años de servicio en el ejército, recibió el grado de sargento taquígrafo y fue en esta nueva posición donde realizó importantes contactos con algunos de los personajes más destacados del ejército cubano y desde mayo de 1933 con los abogados defensores del «caso Artemisa», puesto que participó en numerosos consejos de guerra elaborando transcripciones, además de otras funciones de carácter administrativo. Así fue precisamente en estos juicios donde Batista tomó conciencia de la delicada situación política que se vivía en su país y sobre todo de que el régimen instaurado por el presidente Machado estaba tocando a su fin, por lo que aproximadamente desde mediados del año 1933 entró en contacto con algunos de los miembros del grupo político denominado «ABC», aunque no participó en ninguna de las acciones llevadas a cabo por éstos, al menos en un primer momento, dado que Batista todavía no había alcanzado ninguna notoriedad ni dentro ni fuera del ejército. Pero no tardaría en destacar por sus grandes dotes como orador, ya que en su primera comparecencia pública, el 18 de agosto de 1933, con motivo del funeral del sargento Alpízar, Batista realizó un impresionante discurso, donde en opinión de algunos investigadores, éste insinuó que serían los suboficiales del ejército cubano, los que lograrían dar al país un régimen democrático.
Tras producirse la caída de Machado y la llegada al poder de Carlos Manuel Céspedes, muy pronto fue evidente el gran descontento que sentían algunos suboficiales, ya que estaba muy extendida la opinión de que el nuevo gobierno se proponía realizar una purga entre los miembros del estamento militar y rebajar los sueldos. De este modo algunos sargentos, desde finales de agosto de 1933, entre los que se encontraba Batista, decidieron organizar una junta militar, conocida como la «Junta de los Ocho», la cual parece que en un principio se había constituido con la intención de lograr el ascenso de éstos al grado de oficial, sin necesidad de realizar el examen prescrito por las ordenanzas. Batista que había sido nombrado secretario, poco tiempo después de constituirse la citada junta intentó sin éxito entrevistarse con el nuevo ministro de economía, Martínez Saez, por lo que la beligerancia de los sargentos fue en aumento, a pesar de las conversaciones que mantuvo el sargento Batista con uno de los capitanes más prestigiosos del momento, Torres Menier, el cual aseguró que los sueldos no sufrirían ninguna rebaja.
Así a pesar de que teóricamente el líder de la junta era Pablo Rodríguez, poco a poco fue evidente para todos que el verdadero dirigente era Fulgencio Batista, ya que cuando el mencionado capitán Menier dio por concluidas las conversaciones con éste y decidió restaurar el orden entre sus subordinados, con la llegada de oficiales de otros puntos del país, Batista tomó la iniciativa de no negociar con éstos. De este modo a pesar de los ruegos del gobierno, entregó el mando del Campamento Columbia al sargento José Pedraza y el mismo se puso al frente como jefe de personal, del primer batallón de infantería asentado en Maestranza, tras lo cual, aprovechando su gran carisma, arengó a los soldados para conseguir su apoyo incondicional y publicó un manifiesto en el que dejaba claras sus intenciones revolucionarias ante la ciudadanía, por lo que la llamada Revolución de los Sargentos sobrepasó los límites del ejército y comenzó a contar con la simpatía de los estudiantes, de algunos profesores universitarios que habían sido excluidos tras la formación del nuevo gobierno y de los sectores más radicales del «ABC». Dicha revolución que dejó al gobierno de Céspedes fuera de juego, tuvo importantes repercusiones para Batista, el cual obtuvo el mando del ejército cubano y aunque no aceptó ocupar el puesto de ministro de guerra, fue un personaje crucial para entender el desarrollo político de la isla en los años siguientes.
Carrera política
A pesar del gran impacto de la revolución muy pronto fue evidente que Batista no comulgaba con las ideas del gabinete que se había alzado con el poder, puesto que aproximadamente el 9 de septiembre de 1933, contactó con Céspedes para restaurarle en el gobierno de la nación, aunque no sin condiciones, ya que no estaba dispuesto a renunciar a su puesto como jefe del ejército. Pero no logró alcanzar un acuerdo con éste y desde enero de 1934 Batista fue quien dirigió el país, a la sombra del coronel Mendieta.
Los años siguientes Batista demostró poseer un amplio sentido para dirigir los asuntos de Estado, ya que con la intención de asentar a su hombre en el poder promovió una serie de medidas con las que logró el apoyo de la clase media. No descuidó el gobierno de Mendieta-Batista las relaciones internacionales, puesto que Batista fue consciente del gran peso de los Estados Unidos, tanto político como económico en el centro de América, por lo que intentó tranquilizar al gobierno estadounidense realizando una visita oficial donde aseguró que los intereses económicos de los empresarios del país estaban a salvo mientras él permaneciera en el poder.
Es importante señalar que desde el año 1937 Fulgencio Batista fue aproximándose cada vez más a los sectores más izquierdistas de Cuba, gracias a que emprendió importantes reformas políticas que permitieron que por primera vez se formaran organizaciones sindicales en la isla, lo cual le valió el apoyo de los comunistas. De este modo es posible afirmar que en el año 1940 la posición de Batista era inmejorable ante la opinión pública, lo cual le valió un sonado triunfo en la convocatoria electoral de 1940, que le llevó a proclamarse presidente el 10 de octubre de ese mismo año, aunque muy pronto se iba encontrar con la oposición de sus compañeros de armas, ya que algunos de los cabecillas de la Revolución de los Sargentos intentaron presionar al nuevo presidente para obtener más poder, aunque éste supo poner freno a sus aspiraciones y los obligó a exiliarse en Miami.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial benefició en gran medida al gobierno de Batista, ya que éste como aliado de los Estados Unidos hizo todo lo posible por abastecer de níquel al mercado estadounidense y se benefició notablemente de las buenas relaciones que este país mantuvo con la antigua Unión Soviética, ya que sus aliados no pusieron ningún obstáculo a que algunos miembros del Partido Comunista Cubano ocuparan cargos ministeriales, lo cual contribuyó a fortalecer su posición entre las clases trabajadoras, sobre todo entre los miembros de los sindicatos. De este modo es posible afirmar que el gobierno de Batista se benefició notablemente de la coyuntura económica del momento, ya que además de las exportaciones de níquel, aumentaron las exportaciones de azúcar, lo cual inició un importante periodo de bonanza económica.
En el año 1944 concluyó el primer gobierno de Fulgencio Batista, el cual abandonó el poder sin interponer ninguna objeción, aunque se mostró disgustado cuando conoció los resultados electorales de las elecciones del mencionado año, ya que su candidato fue derrotado por Grau San Martín. Los años que había permanecido al frente del Estado le habían permitido amasar una considerable fortuna, que ascendía a 20 millones de dólares, la cual le permitió construir una imponente mansión a las afueras de La Habana, aunque no residió en ella mucho tiempo, ya que sus discrepancias con el nuevo presidente le llevaron a exiliarse voluntariamente del país.
Tras su salida de Cuba Batista viajó por todo el mundo, aunque finalmente decidió fijar su residencia en Miami, donde tras divorciarse de Elisa Godínez, en el año 1945, contrajo matrimonio con Marta Fernández, con la que tuvo 2 hijos. En 1948 Batista regresó a su patria, tras la llegada al poder de Prío Socarras. Diputado por Santa Clara, Batista era considerado por la mayor parte de los ciudadanos de la isla como el único capaz de acabar con la corrupción que se había apoderado del país y sobre todo con el gran predominio económico que habían alcanzado los norteamericanos. Tras una impresionante campaña de desprestigio y un golpe de Estado, el 30 de marzo de 1952 logró derrocar al gobierno. Pero no era el mismo Fulgencio Batista que había abandonado el poder 8 años antes, como afirmaron muchos de sus contemporáneos, ya que muy pronto se despreocupó por el bien público e hizo todo lo posible por incrementar su fortuna, convirtiéndose en brutal dictador. De este modo Batista entregó el país a los intereses económicos de los estadounidenses y toda la isla se convirtió en un gran centro turístico para éstos, lo cual contribuyó a que surgieran importantes focos de disidencia política, que fueron criminalizados y exterminados en un principio gracias al apoyo que obtuvo Batista de los sindicatos, del servicio civil y del ejército. Por otro lado muchas de las mejoras sociales que el mismo Batista había impulsado en su anterior mandato fueron inutilizadas, a pesar de que su esposa, posiblemente muy influenciada por Eva Perón, llevó a cabo algunas campañas benéficas que sólo pretendían mejorar la imagen de su marido y que apenas tuvieron repercusión. Así Batista que afirmaba trabajar más de 16 horas diarias, dedicaba gran parte de su tiempo a seleccionar y ampliar su vestuario, a organizar grandes fiestas y a ver películas de terror, entre otras peculiares aficiones.
De este modo desde que Batista asumió nuevamente el poder hasta el 31 de diciembre de 1958, fue patente que el pueblo cubano había perdido gran parte de sus libertades, ya que el excéntrico presidente, que estaba obsesionado con la vida privada de sus enemigos políticos, a pesar de que contaba con el apoyo de los Estados Unidos, fue perdiendo poco a poco el apoyo de los ciudadanos, lo cual le obligó a instaurar un Estado policial con el que pretendía controlar la vida política, universitaria, la prensa y en general la libertad de expresión. Muchos de los perseguidos por la policía de Batista se vieron obligados a exiliarse o encontraron refugio en Sierra Maestra, donde el joven abogado Fidel Castro, que había intentado derrocar Batista con el asalto del cuartel de Moncada en 1953, organizó con unos pocos hombres un importante movimiento de oposición, que muy pronto contó con el apoyo de las clases populares, iniciándose así la llamada Revolución Cubana. Batista, que había sufrido un intento de asesinato en el año 1957, fue consciente en todo momento del gran peligro que suponía la oposición de Castro, por lo que muy pronto atacó las bases de los rebeldes en la mencionada Sierra Maestra, aunque no obtuvo resultados favorables. Además de las derrotas sufridas por sus hombres, a principios del año 1958, recibió un duro golpe del gobierno de los Estados Unidos, ya que Eisenhower bloqueó la venta de armas a Cuba, alegando que no era lícito que el presidente las utilizar en contra de su propio pueblo, finalmente Batista intentó retirarse del poder, tras convocar elecciones, que fueron boicoteadas por la oposición, puesto que en esta convocatoria intentó colocar en el gobierno a uno de sus hombres.
Entre tanto el gobierno de los Estados Unidos, temeroso de la llegada de Castro a la presidencia, presionó a Batista para que dejara el poder en manos de una junta de gobierno de centro capaz de manejar la situación, que a su vez fuera capaz de convocar unas elecciones democráticas, pero el presidente, más interesado en salvaguardar su posición, preparó su salida del país sin avisar a sus aliados y el 31 de diciembre de 1958 abandonó para siempre La Habana, no sin antes haberse asegurado una acomodada posición económica. Así cuando Batista llegó a Santo Domingo, Fidel Castro entró sin oposición en la capital de la isla, el 1 de enero de 1959.
Últimos años
Los últimos años de su vida Fulgencio Batista se dedicó fundamentalmente a organizar la oposición al régimen que Castro había instaurado en Cuba y prestó su apoyo a sus antiguos colaboradores, que tras la Revolución se instalaron mayoritariamente en la ciudad de Miami; primero desde su retiro en Santo Domingo y después desde la isla de Maderia, lugar donde residió durante algunos años junto con su familia. En el año 1960 publicó un polémico libro de memorias titulado Respuesta, tras lo cual se trasladó a la ciudad de Estoril, donde gracias a su privilegiada situación económica disfrutó de una vida acomodada hasta el final de sus días.
Fulgencio Batista murió el 6 de agosto de 1973 en su residencia de verano de Marbella, donde pasaba largas temporadas, a la edad de 72 años, tras sufrir un derrame cerebral.
Bibliografía
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THOMAS, H. Cuba la lucha por la libertad. (Barcelona, Grijalbo, 1974).
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CGS