Ataulfo Alves de Souza (1909-1969). El alma del samba y leyenda de la música popular brasileña

Ataulfo Alves de Souza fue mucho más que un compositor prolífico. Su legado representa una parte fundamental del alma musical de Brasil. Nacido en el pequeño municipio de Miraí, en el estado de Minas Gerais, su vida estuvo marcada por una pasión incansable por la música, que lo llevó a convertirse en uno de los grandes nombres de la samba y la música popular brasileña del siglo XX. Su obra, compuesta por más de 300 canciones, forma parte del ADN cultural de Brasil y aún hoy sigue resonando con fuerza tanto en su país natal como en el extranjero.

Orígenes y contexto histórico

Ataulfo Alves nació el 2 de mayo de 1909 en un entorno rural donde la música era parte inseparable de la vida cotidiana. Su padre, Severino de Souza, fue su primera gran influencia musical. Como repentista —cantor popular e improvisador—, Severino le transmitió no solo la pasión por la música sino también el dominio del ritmo y el arte de la expresión poética popular.

La muerte temprana de su padre marcó profundamente su infancia. Con tan solo diez años, Ataulfo tuvo que enfrentarse a la dureza de la vida, trabajando en distintos oficios, desde ayudante en consultorios médicos hasta empleado de farmacia. Esta etapa formativa forjó su carácter y su determinación.

A los 18 años, buscando nuevas oportunidades, se trasladó a Río de Janeiro, una ciudad efervescente y centro neurálgico del arte y la música brasileña. Allí encontró un entorno vibrante, ideal para canalizar su talento innato.

Logros y contribuciones

La carrera de Ataulfo Alves despegó rápidamente gracias a su talento natural para componer y su versatilidad artística. En 1929, se desempeñó como director de armonía en el grupo Fale Quem Quiser, lo que marcó su primera experiencia destacada dentro del ambiente musical carioca.

Su primer gran éxito llegó en 1935 con la canción «Saudade do Meu Barracão», una pieza que lo posicionó como una figura emergente dentro del panorama de la música popular. Le siguieron temas como «Menina que Pinta o Sete» y, especialmente, la icónica «Ai que Saudades da Amélia», con letra de Mário Lago. Esta canción, grabada inicialmente por el propio Alves ante la negativa de otros artistas, se convirtió en uno de los himnos del Carnaval de 1942, consolidando su fama nacional.

El impacto de su música lo llevó a fundar la agrupación Ataulfo Alves e Suas Pastoras, con la cual no solo promocionaba sus composiciones, sino que también construía una identidad sonora única, marcada por la riqueza rítmica del samba y la sensibilidad lírica.

Además de su obra discográfica, tuvo una participación destacada en eventos internacionales. En 1961, lideró la 4ª Caravana de Divulgación de la Música Popular Brasileña por Europa, y en 1966 representó a Brasil en el I Festival de Arte Negra celebrado en Dacar (Senegal), llevando su arte a un público global.

Algunas de sus canciones más reconocidas incluyen:

  • «Saudade de la Profesorinha»

  • «Boêmio»

  • «Errei, Erramos»

  • «Sei que é covardia»

  • «Seu Oscar»

  • «Bonde de São Januário»

  • «Leva meu Samba»

  • «Atire a primeira pedra»

  • «Infidelidade»

  • «Vida da Minha Vida»

  • «Sai do Meu Caminho»

  • «Vai na Paz de Deus»

  • «Mulata Assanhada»

  • «Na Cadência do Samba»

Estas composiciones reflejan no solo su maestría técnica, sino también una profunda conexión emocional con las temáticas del amor, el desamor, la vida cotidiana y el espíritu del pueblo brasileño.

Momentos clave

La vida artística de Ataulfo Alves estuvo jalonada por hitos significativos que marcaron su evolución personal y profesional. Algunos de los momentos más destacados son:

1929 – Primeros pasos profesionales

Se convierte en director de armonía del grupo Fale Quem Quiser, comenzando su consolidación en el medio musical carioca.

1935 – Salto a la fama

Con «Saudade do Meu Barracão», alcanza su primer éxito como compositor reconocido.

1942 – Éxito icónico en el Carnaval

Con «Ai que Saudades da Amélia» se convierte en referente absoluto del samba y la música popular brasileña.

1961 – Proyección internacional

Lidera la cuarta Caravana de Divulgación de la Música Popular Brasileña en Europa, ampliando su alcance artístico.

1966 – Representación en África

Participa en el I Festival de Arte Negra en Dacar, un hito para la música brasileña en el continente africano.

1969 – Fallecimiento

Muere el 20 de abril en Río de Janeiro, dejando tras de sí un legado que sigue vivo hasta hoy.

Relevancia actual

Aunque falleció en 1969, el legado de Ataulfo Alves de Souza sigue siendo una referencia central en la historia de la música brasileña. Su capacidad para fusionar tradición popular con sofisticación melódica ha influido a generaciones de artistas posteriores. Muchas de sus canciones se han convertido en clásicos eternos del repertorio del samba, siendo versionadas por artistas contemporáneos y reinterpretadas en nuevos contextos.

Además, la riqueza de su obra ha sido objeto de estudio y revalorización dentro del movimiento de rescate de la memoria musical de Brasil. En particular, su participación en eventos internacionales lo posiciona como uno de los primeros embajadores culturales del país en el extranjero.

El impacto de Ataulfo también se refleja en la preservación de su obra en homenajes, regrabaciones y estudios sobre la evolución del samba. Compositores como Paulinho da Viola, Martinho da Vila o Chico Buarque han reconocido su influencia, destacando su sensibilidad, su mirada humana y su capacidad para retratar con autenticidad la vida cotidiana del brasileño.

Hoy en día, canciones como «Na Cadência do Samba» o «Atire a primeira pedra» son parte esencial de cualquier recopilación del samba tradicional, siendo escuchadas tanto en radios, como en escuelas de música, y, por supuesto, en las festividades de carnaval.

Su legado también vive en su ciudad natal, Miraí, donde se preserva su memoria a través de actividades culturales, monumentos y centros educativos que llevan su nombre.


Ataulfo Alves de Souza no solo fue un compositor prolífico. Fue un verdadero cronista musical de su tiempo, un hombre que supo plasmar con sensibilidad y elegancia el sentir del pueblo brasileño. Su voz aún resuena en cada acorde de samba, en cada nostalgia amorosa, y en cada calle de Río donde el espíritu del carnaval nunca muere. Su nombre permanece grabado con letras doradas en la historia de la música popular brasileña.