Abd El Mumen, Abu Mohamed (1101-1163). El fundador del poder almohade en el Magreb y Al-Ándalus
Abd El Mumen, Abu Mohamed (1101-1163) fue una figura clave en la historia del Islam occidental. Como primer califa y segundo imán de la dinastía almohade, desempeñó un papel crucial en la consolidación de un nuevo poder religioso y político que desplazó a los almorávides tanto en el norte de África como en la península ibérica. Su vida estuvo marcada por una visión estratégica, una profunda fe religiosa y una notable preocupación por la educación y la cultura, características que lo convierten en una de las figuras más relevantes del siglo XII en el mundo islámico.
Orígenes y contexto histórico
Abd El Mumen nació en 1101 en Tagra, cerca de Tlemecén, en el actual territorio de Argelia. Provenía de una familia humilde: su padre era alfarero, lo que revela su origen modesto, muy distinto al de los linajes aristocráticos que normalmente protagonizaban la política de la época. Su destino cambió radicalmente cuando se convirtió en discípulo de Mahdy-ben-Tumert, un reformador religioso que predicaba el unitarismo radical y fundó la secta de los almohades.
El movimiento almohade nació como una reacción contra lo que sus fundadores consideraban la corrupción y laxitud de los almorávides, una dinastía bereber que dominaba buena parte del Magreb y Al-Ándalus. En ese contexto, Abd El Mumen destacó como uno de los discípulos más capaces del Mahdy, tanto en cuestiones teológicas como en la organización militar y política.
Tras la muerte de Mahdy-ben-Tumert en 1130, Abd El Mumen asumió el liderazgo del movimiento, no sin enfrentar cierta resistencia interna. Su carisma, capacidad estratégica y férrea disciplina le permitieron consolidarse como segundo imán y, poco después, como el primer califa almohade, fundando formalmente una nueva dinastía que cambiaría el equilibrio de poder en la región.
Logros y contribuciones
El liderazgo de Abd El Mumen se caracterizó por su capacidad para transformar un movimiento religioso en un Estado poderoso y estructurado. En apenas unas décadas logró expandir su dominio desde el Alto Atlas hasta buena parte del norte de África, incluyendo Marruecos, Argelia y Túnez. Su mayor logro político fue la derrota definitiva de los almorávides, lo que permitió establecer la hegemonía almohade sobre sus territorios.
Una de sus decisiones más trascendentales fue la consolidación del califato almohade, lo que implicaba no solo el control político, sino también una legitimación religiosa que rivalizaba con la autoridad de los califas abasíes de Bagdad. Este acto no solo otorgó al nuevo Estado una base teocrática, sino que también posicionó a Abd El Mumen como el líder espiritual y político supremo del occidente islámico.
Además de su capacidad militar y política, Abd El Mumen fue un gran impulsor de la educación y la cultura. Entendía el conocimiento como una herramienta de cohesión social y de legitimación ideológica. Fundó numerosas escuelas públicas, siendo especialmente destacadas las escuelas de los hafitas, donde tres mil niños de diferentes estratos sociales recibían educación gratuita. Para dar ejemplo, decidió que sus propios hijos se educaran en estas instituciones, lo que refleja su compromiso con la igualdad educativa y el valor que otorgaba al saber.
Momentos clave de su gobierno
Sucesión del Mahdy-ben-Tumert
El primer momento decisivo en la trayectoria de Abd El Mumen fue la muerte de su mentor Mahdy-ben-Tumert en 1130. A pesar de que no era el sucesor natural en términos de linaje o jerarquía, logró imponerse como líder gracias a su inteligencia política, dotes de organización y capacidad militar. La consolidación de su liderazgo marcó el inicio de una nueva etapa para los almohades, que pasaron de ser un movimiento religioso clandestino a una potencia en expansión.
Campañas militares contra los almorávides
A lo largo de los años siguientes, Abd El Mumen dirigió una serie de campañas militares fulminantes contra los almorávides. Entre 1145 y 1151, logró conquistar Marruecos, incluida la importante ciudad de Marrakech, que convirtió en capital almohade. Desde allí lanzó nuevas ofensivas hacia el este y el norte, extendiendo su dominio a Túnez y otras regiones.
Proyección hacia Al-Ándalus
Consolidado el poder en el Magreb, Abd El Mumen dirigió su atención hacia la península ibérica, donde el colapso almorávide había dado lugar a una situación de fragmentación y caos. Si bien logró establecer una presencia significativa en Al-Ándalus, no pudo completar su proyecto debido a su muerte en 1163. No obstante, dejó sentadas las bases para que sus sucesores consolidaran el dominio almohade en la región.
Desarrollo institucional
Otro momento clave fue la institucionalización del califato, mediante la construcción de una administración centralizada y jerarquizada. Abd El Mumen reorganizó el sistema fiscal, fortaleció el aparato judicial y estructuró un ejército profesional que garantizaba la seguridad de sus territorios. También implementó reformas para uniformar la práctica religiosa y consolidar la doctrina almohade, basada en una interpretación estricta del islam suní.
Relevancia actual
La figura de Abd El Mumen sigue siendo un referente histórico clave para comprender la evolución del islam en el norte de África y su proyección en la península ibérica. Su legado es visible no solo en la historia política de la región, sino también en sus aportaciones culturales, educativas y urbanísticas.
Principales aportaciones perdurables:
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Fundación del califato almohade, una de las estructuras de poder más influyentes del occidente islámico.
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Impulso a la educación pública, con un enfoque igualitario sin precedentes en su época.
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Reformas religiosas que consolidaron una doctrina unificadora frente al pluralismo anterior.
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Desarrollo de grandes centros urbanos, como Marrakech y Sevilla, que vivieron un auge cultural y económico durante su dominio.
Además, su figura es recordada por ser un ejemplo de cómo una visión religiosa puede transformarse en un proyecto político duradero, y cómo el liderazgo basado en el mérito, más que en la nobleza de sangre, puede tener efectos transformadores.
En el contexto actual, el estudio de Abd El Mumen permite entender mejor las complejas interacciones entre religión, política y cultura en el islam medieval. Su trayectoria también ofrece un caso paradigmático de movimiento reformista que se convierte en imperio, marcando un antes y un después en la historia del Magreb y Al-Ándalus.
Abd El Mumen no solo fue un conquistador, sino también un constructor de civilización. Su visión abarcó no solo la expansión territorial, sino la formación de una sociedad más educada, cohesionada y fuerte. Su legado sigue vivo en las huellas arquitectónicas, en los sistemas institucionales y en el recuerdo de un hombre que, partiendo de la alfarería, llegó a cambiar el curso de la historia.