José Zorrilla y del Moral (1817-1893): Poeta y dramaturgo español que consagró el Romanticismo
José Zorrilla y del Moral (1817-1893): Poeta y dramaturgo español que consagró el Romanticismo
Primeros años y formación intelectual
Orígenes familiares y contexto histórico
José Zorrilla y del Moral nació el 21 de febrero de 1817 en Valladolid, en el seno de una familia profundamente marcada por el absolutismo fernandino. Su padre, Juan Zorrilla, fue un destacado funcionario que ocupó el cargo de superintendente de policía durante el gobierno de Calomarde. Además, desempeñaba la función de relator en la Audiencia de Valladolid, lo que lo posicionaba en un entorno de poder y conservadurismo. La familia Zorrilla estaba inmersa en el fervor realista, apoyando al monarca Fernando VII en su lucha contra las ideas liberales y el proceso de modernización política que se estaba gestando en España.
Este ambiente tan rígido y conservador tendría una gran influencia en el joven José, quien pronto mostraría una actitud rebelde, especialmente en relación con las ideas de su padre. El contraste entre el absolutismo de su progenitor y la creciente inclinación liberal del hijo sería un tema recurrente en su vida y obra, generando tensiones que marcarían su carácter y su trayectoria futura. La rígida formación impuesta por su padre, que aspiraba a que su hijo siguiera una carrera funcionarial, no sería capaz de doblegar el temperamento romántico y liberal de Zorrilla.
Formación académica y primeros años de juventud
Desde muy joven, Zorrilla comenzó su formación en diversos lugares de España, moviéndose por varias ciudades en el contexto de su educación y las expectativas familiares. En 1827, ingresó al Seminario de Nobles de Madrid, una institución prestigiosa en la que se formaban las élites del país. Durante este período, Zorrilla fue testigo de los primeros conflictos ideológicos que marcaron su juventud. A pesar de su formación académica formal, Zorrilla era un joven rebelde y soñador, poco interesado en la carrera funcionarial que su padre deseaba para él.
A lo largo de su adolescencia, Zorrilla vivió en diferentes ciudades como Valladolid, Burgos y Sevilla, siempre en el contexto de los traslados laborales de su padre, quien no tardó en dar cuenta de las diferencias ideológicas con su hijo. El carácter romántico de Zorrilla ya se dejaba entrever en su adolescencia, ya que sus intereses literarios y su inclinación por las corrientes más liberales de la época eran percibidos como extraños y hasta peligrosos por los responsables de su educación.
Este distanciamiento con su padre se hizo evidente cuando Zorrilla se inscribió en la carrera de Derecho en Toledo y, más tarde, en Valladolid, aunque nunca llegó a concluirla. Las tensiones familiares se hicieron insostenibles, y Zorrilla se rebeló contra las expectativas de su padre, dedicándose a la literatura y a la bohemia madrileña en lugar de seguir una carrera académica tradicional.
Inicios en la bohemia y primeros pasos en la literatura
En su huida de las restricciones de la vida familiar y las expectativas de su padre, Zorrilla se trasladó a Madrid, donde se sumergió de lleno en el ambiente bohemio de la capital española. Vivió en una situación precaria, marcada por los disfraces y los escondites, ya que su padre lo buscaba con la intención de obligarlo a regresar a un destino más acorde con las normas familiares.
Fue en Madrid donde Zorrilla comenzó a forjar su identidad literaria y a involucrarse en las primeras publicaciones de la prensa radical. Colaboró en periódicos de carácter subversivo, como El Burro, que rápidamente fue cerrado por la policía debido a su enfoque revolucionario. En estos primeros años de su vida literaria, Zorrilla comenzó a relacionarse con otras figuras del Romanticismo, destacándose por su entusiasmo por las ideas liberales y su pasión por la poesía.
En 1837, Zorrilla alcanzó cierta notoriedad al leer una elegía sobre la tumba del escritor Mariano José de Larra durante su entierro, lo que le permitió ganar visibilidad en los círculos literarios madrileños. Este fue el primer paso hacia su consagración en el ámbito de la literatura, un proceso que se consolidaría al ingresar en la tertulia romántica de El Parnasillo. Aquel mismo año, Zorrilla estrenó su primera obra teatral y publicó su primer libro de poesía, lo que marcó el comienzo de su carrera literaria de manera efectiva.
A partir de este momento, Zorrilla comenzó a recibir reconocimiento por su estilo literario único y su habilidad para combinar la lírica y el teatro. Su vida, marcada por la rebeldía y el deseo de expresar sus sentimientos más profundos, comenzaba a ser reconocida por el público y los intelectuales de la época.
Consolidación literaria y matrimonio
Primeros éxitos en la poesía y el teatro
Tras su primera incursión en el mundo literario, Zorrilla alcanzó su primer gran éxito con la publicación de sus Poesías en 1837. Este conjunto de poemas reflejaba su sensibilidad romántica, marcada por un tono pesimista, aunque algunos críticos señalaron la falta de sinceridad en su enfoque emocional. A pesar de ello, sus versos comenzaron a captar la atención de un público que se sentía atraído por su estilo lírico, marcado por una profunda nostalgia por un pasado glorioso y lleno de emociones intensas.
Aunque su obra poética fue importante en sus primeros años, fue en el ámbito teatral donde Zorrilla alcanzó su consagración. A partir de 1839, comenzó a escribir y estrenar obras que lo colocaron en la vanguardia de la dramaturgia española. Su primer gran éxito en el teatro fue El zapatero y el rey, una obra que se estrenó en 1840 y que cimentó su fama como dramaturgo. En ella, Zorrilla introdujo la tradición del teatro clásico español, influenciado por autores como Calderón de la Barca, pero con un enfoque renovado que conectaba con las sensibilidades románticas de la época.
El éxito de Zorrilla en el teatro le permitió ganar rápidamente notoriedad, y su influencia se extendió más allá de España. En este período, también publicó sus Cantos del trovador, una serie de leyendas y romances que, si bien carecían de la profundidad de los primeros poetas románticos, encontraron eco en un público deseoso de historias llenas de misterio y pasión.
Matrimonio y primeros viajes
En 1839, Zorrilla contrajo matrimonio con Matilde O’Reilly, una joven de origen irlandés que le dio dos hijos. Sin embargo, su vida matrimonial no fue feliz. El matrimonio fue tumultuoso, marcado por tensiones personales y diferencias irreconciliables, lo que contribuyó al creciente malestar de Zorrilla. La relación no prosperó, y en 1865, tras la muerte de su esposa, Zorrilla regresó a España desde su estancia en América. El regreso fue recibido con honores, y el poeta fue homenajeado por la sociedad española, que lo consideraba una de las figuras más destacadas de la literatura del momento.
El período que siguió a su matrimonio fue una época de gran actividad creativa para Zorrilla. A su regreso de América, Zorrilla publicó algunas de sus obras más importantes, como Granada (1852), una obra que reflejaba su experiencia en España y su admiración por la cultura andaluza. Esta obra, aunque no tan conocida como Don Juan Tenorio, consolidó su posición como uno de los escritores más destacados de su época.
El reconocimiento y el viaje a América
El impacto de Zorrilla no se limitó a las fronteras de España. En 1854, Zorrilla emprendió un viaje a América, una decisión que fue tanto una búsqueda personal como profesional. Según sus propias palabras, Zorrilla se trasladó a las tierras de ultramar debido a una serie de pesares personales, buscando quizás una forma de escapar de sus problemas en España. Durante su estancia en América, Zorrilla publicó La flor de los recuerdos (1858), un libro que describía sus vivencias en México y su mirada literaria sobre el continente. En esta obra, Zorrilla no solo narró sus experiencias personales, sino también reflexiones sobre la literatura y la cultura de América.
A lo largo de su estancia en México, Zorrilla tuvo la oportunidad de viajar a Cuba, lo que le permitió conocer de primera mano las realidades sociales y culturales de estas regiones. Durante este período, Zorrilla adoptó una visión romántica y algo idealizada de América, algo que se reflejó en sus escritos. Sin embargo, al enterarse de la muerte de su esposa en 1865, Zorrilla decidió regresar a España, donde fue recibido como una figura literaria de gran renombre.
Madurez literaria y crisis personal
La etapa en Barcelona y sus segundas nupcias
Tras regresar a España en 1865, Zorrilla se estableció en Barcelona, donde la vida le brindó una nueva oportunidad para reiniciar su carrera literaria. En 1867, contrajo matrimonio con Juana Pacheco, una mujer que le ofreció una nueva estabilidad emocional después de las dificultades que vivió con su primera esposa. Esta segunda unión, aunque más armoniosa que la anterior, no estuvo exenta de sus propios desafíos. Sin embargo, fue un período más tranquilo y productivo en términos literarios para Zorrilla.
Durante su estancia en Barcelona, Zorrilla publicó varios de sus trabajos más significativos, entre los que destaca el Álbum de un loco (1867), una obra que recopila algunas de sus reflexiones más profundas y personales. El cambio de entorno y el apoyo de su nueva esposa propiciaron una fase de renovación creativa, aunque también marcó el inicio de un período de cierto estancamiento, ya que las ideas literarias de Zorrilla empezaban a estar menos alineadas con los cambios que vivía la literatura española.
La beca y los años en Italia y Francia
En 1871, Zorrilla obtuvo una beca que le permitió trasladarse a Italia, donde pasó un tiempo investigando y explorando nuevas formas literarias. Este fue un momento clave en su vida, ya que le permitió alejarse de la rutina española y sumergirse en las culturas literarias más avanzadas de Europa. Sin embargo, su estancia en Italia se vio interrumpida por su decisión de mudarse a Francia en 1874, donde se dedicó por completo a la literatura.
En París, Zorrilla vivió rodeado de otros intelectuales y artistas, aunque su enfoque hacia la literatura empezó a ser cada vez más introspectivo y menos relacionado con las corrientes de su tiempo. Su dedicación exclusiva a la escritura hizo que se desconectara de la vida literaria española y se sumiera en una especie de aislamiento creativo. No obstante, su tiempo en Francia también fue fundamental para que Zorrilla se replanteara su lugar dentro de la tradición literaria española, que ya estaba evolucionando hacia nuevos movimientos como el Realismo y el Modernismo, muy distantes de la estética romántica que él representaba.
Reconocimientos y el regreso a España
A pesar de los momentos de duda y aislamiento, Zorrilla nunca dejó de ser una figura prominente en la literatura española. En 1874, tras su regreso a España, comenzó a recibir una serie de honores que reforzaron su prestigio. Fue nombrado cronista oficial de Valladolid, su ciudad natal, y elegido miembro de la Real Academia Española en 1885, un reconocimiento que consolidaba su posición como uno de los grandes poetas de su época. En la ceremonia de ingreso, Zorrilla pronunció un discurso escrito en endecasílabos, un reflejo de su maestría con la métrica clásica.
En 1886, las Cortes Generales le otorgaron una pensión vitalicia, un gesto que reconocía su importante contribución a la cultura española. Estos honores, sin embargo, no lograron evitar que Zorrilla se sintiera desplazado por los cambios en la literatura. En su última etapa, vio cómo su estilo romántico se desactualizaba frente al auge del Realismo y la novela moderna, lo que afectó su moral y su bienestar creativo.
El homenaje en Granada y su coronación como príncipe de los poetas
En 1889, Zorrilla recibió uno de los homenajes más significativos de su vida: fue coronado como «príncipe de los poetas españoles» en una ceremonia celebrada en Granada. Este evento, realizado por el duque de Rivas, simbolizó el reconocimiento de la sociedad española hacia Zorrilla como la figura más representativa del Romanticismo en España. A pesar de que la literatura española estaba comenzando a virar hacia nuevos caminos, Zorrilla seguía siendo una figura de referencia, especialmente por su capacidad para mantener viva la tradición romántica.
Este homenaje en Granada fue, quizás, el culmen de su vida pública y literaria, un reconocimiento que le permitió disfrutar de un último destello de fama antes de la llegada de la decadencia literaria y personal que marcaría sus últimos años.
Últimos años y legado literario
La decadencia literaria y sus últimos años
A medida que Zorrilla se acercaba al final de su vida, las dificultades personales y la falta de éxito en la recepción de sus obras marcaron una etapa más sombría en su existencia. A pesar de los honores y la fama que había acumulado a lo largo de su carrera, el paso del tiempo no fue amable con el poeta y dramaturgo. La literatura española estaba evolucionando rápidamente hacia nuevas formas narrativas y dramáticas, lo que dejó a Zorrilla, a pesar de su renombre, como una figura algo anacrónica dentro del panorama literario.
Sus problemas de salud también empezaron a ser cada vez más graves. Zorrilla tuvo que someterse a dos operaciones en la cabeza, lo que, sumado a los problemas económicos que atravesaba, agravó su situación. A lo largo de sus últimos años, se vio forzado a enfrentarse a la indiferencia del público hacia sus nuevas obras, que no lograban captar la atención de los lectores de la época. De hecho, su producción teatral y poética dejó de interesar al público, que se inclinaba por otros autores que se alineaban mejor con los movimientos literarios de la modernidad.
A pesar de esta caída en popularidad, Zorrilla seguía siendo considerado una figura central del Romanticismo español. Su nombre aún era reconocido, aunque su influencia comenzaba a desvanecerse frente al creciente poder de nuevas corrientes literarias como el Realismo y el Naturalismo. La resistencia de Zorrilla a abandonar sus ideales románticos lo convirtió en un superviviente literario, pero también en un testimonio de la resistencia al cambio que caracterizó a algunos autores de su época.
Muerte y percepciones contemporáneas
El 23 de enero de 1893, Zorrilla falleció en su casa de Madrid, en la calle de Santa Teresa. Su muerte fue un acontecimiento significativo, y la capilla ardiente fue instalada en la Real Academia Española, donde su figura fue homenajeada tanto por escritores como por el público en general. Su funeral fue multitudinario, una última manifestación de respeto hacia un hombre cuyas obras habían marcado una etapa crucial en la historia literaria de España. Entre los asistentes se encontraban tanto figuras del ámbito literario como personas de la cultura popular, lo que reflejaba la trascendencia de su figura a pesar de la crítica que recibió en sus últimos años.
El legado de Zorrilla, aunque empañado por el paso del tiempo y los cambios en las tendencias literarias, nunca se desvaneció por completo. Si bien su obra teatral fue muy apreciada en su época y su contribución a la poesía romántica española es innegable, el reconocimiento popular hacia su figura permaneció vigente, especialmente a través de su obra más famosa: Don Juan Tenorio. Esta obra se convirtió en un clásico, representada en numerosas ocasiones y apreciada tanto por su dramatismo como por la habilidad de Zorrilla para crear situaciones impactantes y personajes complejos.
Legado y reconsideraciones posteriores
A pesar de que la literatura española experimentó una transformación hacia nuevas formas y estilos, Don Juan Tenorio se mantuvo como un pilar del repertorio teatral. La figura de Zorrilla siguió siendo venerada especialmente por su capacidad para dar una nueva vida al mito de Don Juan, transformándolo en un personaje más cercano a los sentimientos románticos y la reflexión sobre el destino, el arrepentimiento y el amor.
En el siglo XX y más allá, las interpretaciones de Don Juan Tenorio se enriquecieron con diversas adaptaciones y montajes, lo que mantuvo viva la relevancia de Zorrilla en el ámbito teatral. Aunque su obra poética no alcanzó el mismo nivel de reconocimiento, se puede decir que su influencia en la poesía española del siglo XIX fue significativa, sentando las bases de las futuras generaciones de poetas.
La figura de Zorrilla fue reinterpretada a lo largo de los años, y aunque su popularidad nunca alcanzó las alturas de otros grandes poetas de su tiempo, como Gustavo Adolfo Bécquer o Rosalía de Castro, su influencia perduró gracias a su contribución al teatro y la poesía romántica. Hoy, Zorrilla sigue siendo un autor clave para entender el Romanticismo en España, y su obra continúa siendo objeto de estudio y admiración en la literatura española.
MCN Biografías, 2025. "José Zorrilla y del Moral (1817-1893): Poeta y dramaturgo español que consagró el Romanticismo". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/zorrilla-y-del-moral-jose [consulta: 18 de octubre de 2025].