Francisco Javier Venegas de Saavedra (1754–1838):Un Militar Determinado en la Guerra de Independencia y Virrey de Nueva España
Francisco Javier Venegas de Saavedra (1754–1838): Un Militar Determinado en la Guerra de Independencia y Virrey de Nueva España
Inicios y Formación Militar
Contexto histórico y social en el que nació
Francisco Javier Venegas de Saavedra nació en Zafra, un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz, el 2 de diciembre de 1754, en pleno siglo XVIII. En aquella época, España se encontraba en una fase de grandes tensiones políticas y sociales, marcadas por una monarquía absoluta que buscaba consolidar su poder frente a los crecientes movimientos liberales en Europa y América. En el ámbito global, el siglo XVIII también estuvo marcado por las Guerras de Sucesión, los conflictos con Inglaterra y la influencia de las ideas ilustradas que empezaban a calar en algunos sectores de la sociedad española.
Zafra, como parte de la región extremeña, era una población pequeña, pero no ajena a la influencia de la nobleza y el espíritu militar que caracterizaba a las clases altas de la época. Venegas provenía de una familia de clase media, que, aunque no destacaba por su riqueza, sí le ofreció una formación básica suficiente para ingresar en las filas del ejército, una institución que en la época era considerada un camino de ascenso social para los jóvenes de su clase. En su juventud, recibió una educación en humanidades, pero pronto abandonó estos estudios para seguir su vocación militar, una decisión que marcaría su futuro y la historia de la España del momento.
Familia y primer contacto con las armas
Su familia, de origen noble pero no extremadamente acomodada, le brindó las oportunidades necesarias para ingresar al mundo militar. En 1772, Venegas decidió ingresar como cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia, que en ese momento se encontraba destacado en Orán, en la actual Argelia. Este primer contacto con la vida militar en el norte de África sería el inicio de una carrera que lo llevaría a participar en algunos de los eventos más significativos de la historia de España.
Expediciones y primeros ascensos militares
Su debut en el ejército español fue en el contexto de las tensiones entre España e Inglaterra, como parte de la defensa de los intereses coloniales y nacionales de la Corona española. En 1775, participó en la expedición de Argel, un conflicto crucial para España, que buscaba frenar la piratería berberisca y garantizar el acceso a las rutas comerciales en el Mediterráneo. Esta intervención en tierras africanas no solo le dio experiencia en el campo de batalla, sino también una exposición temprana a la dureza de la guerra.
Entre 1778 y 1781, Venegas también tomó parte en el bloqueo de Gibraltar, una de las confrontaciones más emblemáticas de la historia militar de la época, durante la cual España intentó, sin éxito, recuperar el Peñón de Gibraltar de manos británicas. Durante este periodo, Venegas consolidó su reputación como un oficial competente, y su ascenso dentro del ejército parecía seguro. En 1781, se unió a la exitosa campaña de la toma de Menorca, que representó un paso más en la consolidación de la presencia española en el Mediterráneo y el fortalecimiento de la imagen de Venegas como un oficial de confianza.
Guerras de la Convención
Sin embargo, la verdadera prueba para su carrera llegó en la década de 1790, cuando España se vio involucrada en las Guerras de la Convención contra la República Francesa, en el marco de los conflictos derivados de la Revolución Francesa. En este periodo, Venegas se destacó como un líder militar capaz. Fue ascendido a coronel y participó en varias batallas, mostrando habilidades tácticas y liderazgo. A pesar de su éxito, no estuvo exento de dificultades: fue gravemente herido durante uno de los enfrentamientos, lo que le obligó a retirarse temporalmente del servicio activo. Durante los dos años de su convalecencia, Venegas reflexionó sobre su futuro y sus convicciones, afianzando su postura como un militar decidido a servir a la monarquía española.
Retorno a las armas
En 1808, con el inicio de la Guerra de Independencia Española, Venegas regresó al ejército. La invasión de las tropas napoleónicas había desbordado la capacidad de la monarquía española para responder de manera efectiva, y el país se encontraba en una situación de crisis. El general Francisco Javier Venegas, pese a su experiencia y salud deteriorada, no dudó en reincorporarse al ejército español para hacer frente a la amenaza. Su compromiso con la defensa de la patria fue firme, y su experiencia anterior le permitió tomar decisiones estratégicas clave.
Venegas participó activamente en la batalla de Bailén (1808), una victoria decisiva para los españoles contra las fuerzas napoleónicas. Este enfrentamiento, que marcó el primer gran triunfo de las fuerzas españolas en la guerra, consolidó la reputación de Venegas como un comandante capaz y valiente. En reconocimiento a sus méritos, Venegas fue ascendido a brigadier y, más tarde, a mariscal de campo. Su carrera alcanzó nuevos niveles de prestigio, y su influencia dentro del ejército se incrementó considerablemente.
Primeras decisiones en la guerra contra los franceses
En 1809, tras la victoria en Bailén, Venegas tuvo un papel importante en la reorganización de las fuerzas españolas y en la planificación de las estrategias para contrarrestar la invasión francesa en el sur de España. Su actuación en la batalla de Tudela (1809) fue clave, aunque la derrota no fue completamente evitada, sus consejos y su experiencia permitieron que la retirada de las fuerzas españolas fuera menos costosa en términos de vidas y recursos.
Con la llegada de los franceses, Venegas se enfrentó a dilemas difíciles y decisiones complicadas. En una carta fechada el 12 de mayo de 1809, en respuesta a una invitación del general francés Sebastiani para unirse a su bando, Venegas rechazó de manera rotunda esta opción, declarando su determinación de «salvar la patria o perecer con ella». Esta postura se reflejó en su actitud firme durante todo el conflicto, en la que se mostró dispuesto a sacrificar su vida por la independencia de España.
La Guerra de Independencia y la Defensa de la Monarquía
Retorno al servicio durante la Guerra de Independencia
El estallido de la Guerra de Independencia Española en 1808 marcó un giro radical en la historia de España, que se vio ocupada por las fuerzas napoleónicas y enfrentada a un desafío sin precedentes. Tras la abdicación de Carlos IV y la ocupación de Madrid por las tropas francesas, Francisco Javier Venegas regresó al servicio activo para hacer frente a la ocupación y a los desafíos militares de la época. El espíritu de resistencia comenzó a florecer en España, y Venegas se alineó con los patriotas, comprometido con la lucha por la libertad y la restauración del orden legítimo.
A principios de 1809, Venegas participó en la batalla de Bailén, donde las tropas españolas, bajo su mando, lograron una victoria significativa contra el ejército napoleónico. Esta victoria fue la primera derrota importante que sufrió el ejército de Napoleón en la península ibérica, y marcó un punto de inflexión en la guerra. Venegas, ascendido a brigadier, se convirtió en uno de los nombres más destacados en la defensa de la independencia española. Esta victoria lo consolidó como uno de los líderes militares más destacados del ejército español en la guerra.
Enfrentamientos con el ejército francés y crisis internas
Aunque el primer año de la guerra estuvo marcado por algunas victorias importantes, la situación en España no dejó de deteriorarse. Mientras las tropas francesas avanzaban rápidamente hacia el centro de la península, las fuerzas españolas comenzaron a sufrir grandes derrotas, y las divisiones internas entre los diferentes grupos patriotas y las autoridades coloniales empezaron a aflorar. Venegas se vio enfrentado no solo a los invasores, sino también a los conflictos internos dentro del bando español. A pesar de estos desafíos, se mantuvo firme en su convicción de que la lucha por la independencia era esencial.
En 1809, el general Sebastiani, enviado por Napoleón, intentó atraer a Venegas hacia las filas francesas, ofreciéndole unirse a su ejército. Venegas respondió con una carta que se hizo famosa en la época, en la que reafirmó su lealtad a la causa española y expresó que su única opción era «salvar la patria o perecer con ella». Esta postura fue crucial, no solo para su carrera, sino también para la moral de las tropas españolas. La valentía y firmeza de Venegas fueron un ejemplo para los soldados que luchaban contra la ocupación francesa.
Nombramiento como gobernador de Cádiz en 1810
En 1810, Venegas fue nombrado gobernador de Cádiz en un momento crítico para la defensa de España. La ciudad se encontraba bajo asedio por las fuerzas francesas, y su defensa era esencial para la continuidad de la resistencia. A pesar de las tensiones internas y la creciente presión de los franceses, Venegas se dedicó a la organización y la fortificación de la ciudad, lo que permitió que Cádiz resistiera durante mucho tiempo el sitio impuesto por los invasores. Esta resistencia a la ocupación francesa se convirtió en un símbolo de la determinación española por mantener su independencia.
Venegas adoptó medidas drásticas durante el sitio, publicando una serie de proclamas y bandos que apelaban al patriotismo y la unidad de los españoles. En uno de estos bandos, dirigido a la población de Nueva España, hizo un llamado a la fidelidad a la monarquía y la resistencia frente a la invasión extranjera. Durante este periodo, también se dio a conocer por su habilidad para movilizar recursos y mantener la moral de la población y de las tropas españolas en niveles elevados, a pesar de las dificultades que enfrentaban.
La resistencia contra Hidalgo, Allende y Aldama
A medida que la guerra avanzaba, el conflicto se extendió más allá de la península ibérica y llegó a las colonias americanas, donde comenzaron a gestarse movimientos de independencia que amenazaban el control español en América. En Nueva España, los primeros indicios de insurgencia fueron liderados por Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y Juan Aldama, quienes comenzaron la lucha por la independencia de México en 1810.
Venegas, al enterarse de la rebelión, asumió una postura firme y adoptó una serie de medidas severas para sofocar el movimiento insurgente. Desde su posición como gobernador de Cádiz y líder militar en el conflicto, se encargó de coordinar la respuesta de las autoridades coloniales a los levantamientos. En septiembre de 1810, emitió un bando que ofrecía una recompensa por la captura de los líderes insurgentes, poniendo precio a las cabezas de Hidalgo, Allende y Aldama. Esta medida reflejó su determinación de acabar con el movimiento de independencia de inmediato, sin contemplaciones.
La persecución de los líderes insurgentes
Aunque los primeros avances de los insurgentes fueron exitosos, Venegas logró, con la ayuda de su comandante militar Félix María Calleja, contener a las fuerzas rebeldes en varias batallas importantes. La capacidad de Venegas para movilizar tropas y recursos fue esencial para la derrota de los insurgentes en varios puntos clave, como la batalla de Calderón en 1811, donde las fuerzas realistas lograron repeler con éxito a las fuerzas de Hidalgo.
El virrey Venegas, a pesar de sus esfuerzos por frenar la insurgencia, tuvo que enfrentarse también a un creciente malestar dentro de su propio ejército. Algunos de los comandantes, como el general Calleja, comenzaron a mostrar desconfianza hacia su liderazgo, lo que generó tensiones dentro de las filas realistas. Sin embargo, la alianza con Calleja fue crucial para frenar la insurgencia y para la recuperación de varias ciudades clave de la Nueva España.
Medidas represivas y bandos publicados para hacer frente a la insurgencia
En su rol de líder militar, Venegas publicó varios bandos y proclamas destinados a reforzar el control de las autoridades coloniales sobre la población de Nueva España. En uno de estos documentos, emitido en 1811, Venegas abordó el tema de la deserción y el apoyo a la causa insurgente, ordenando severas sanciones a aquellos que se unieran a la rebelión. A través de sus proclamas, intentó cohesionar a la población en torno a la defensa del orden colonial y deslegitimar los movimientos insurgentes como traidores y enemigos del Estado.
Virreinato de Nueva España y Lucha Contra los Insurgentes
Nombramiento como Virrey de Nueva España
El 25 de agosto de 1810, el Consejo de Regencia designó a Francisco Javier Venegas como virrey de Nueva España. Este nombramiento ocurrió en un momento crítico, cuando la insurgencia liderada por Miguel Hidalgo había iniciado su marcha hacia la Ciudad de México y la situación en las colonias españolas en América se había tornado caótica. Venegas llegó a Veracruz con la misión de restaurar el control realista sobre el virreinato y sofocar el movimiento insurgente que amenazaba con desmembrar el Imperio español en América.
Su llegada a Veracruz fue precedida por la noticia de la rebelión de Hidalgo, que en ese momento ya había logrado importantes victorias. A pesar de su gran experiencia militar y su carácter firme, Venegas subestimó inicialmente la magnitud del levantamiento y trató de restarle importancia a la situación. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que el movimiento insurgente se expandía rápidamente por todo el virreinato. Consciente de la gravedad del problema, convocó a una junta de notables y líderes militares, a la cual le seguiría una serie de decisiones que definirían su mandato como virrey.
Medidas militares y políticas contra la rebelión
Una de las primeras medidas de Venegas fue la publicación de una proclama el 23 de septiembre de 1810, en la que apelaba a la unidad y obediencia de los habitantes de Nueva España. A pesar de la gravedad de la situación, Venegas intentó inicialmente mostrar una postura conciliadora, pidiendo el apoyo de la población para evitar que la división y la rebelión se extendieran aún más. Sin embargo, este mensaje de apaciguamiento no estuvo exento de amenazas. En su proclama, anunciaba que, si fuera necesario, tomaría medidas severas para frenar el levantamiento, incluyendo el uso de la fuerza militar.
En otro bando publicado días después, Venegas ofreció una recompensa de 10.000 pesos por la captura de los líderes insurgentes Hidalgo, Allende y Aldama, quienes en ese momento se encontraban al frente del ejército rebelde. Esta recompensa reflejaba la desesperación del virrey ante el avance de los insurgentes, quienes, tras la victoria en la batalla de Las Cruces (octubre de 1810), parecían encaminarse hacia la Ciudad de México.
El impacto de las victorias insurgentes y la intervención de Calleja
Las victorias de los insurgentes, especialmente la derrota de las tropas realistas en la batalla del cerro de las Cruces, obligaron a Venegas a replantear sus estrategias. Sin embargo, la rápida intervención de Félix María Calleja, un militar experimentado y decidido, fue crucial para frenar el avance de los rebeldes. Calleja, quien desempeñaba funciones importantes en el ejército realista, llevó a cabo una serie de brillantes operaciones militares en Aculco, Guanajuato y en Calderón, cerca de Guadalajara, que provocaron la desbandada de las fuerzas insurgentes y forzaron a Hidalgo a retirarse hacia el norte.
Venegas, aunque impresionado por los logros de Calleja, también vio en él una amenaza a su autoridad. La creciente popularidad de Calleja, así como sus éxitos en el campo de batalla, llevaron a una serie de tensiones dentro del gobierno virreinal. Aunque Venegas confiaba en el general, comenzó a depender cada vez más de su experiencia para consolidar la victoria y lograr la estabilidad en el virreinato.
Reorganización y nuevas estrategias
Durante este periodo de crisis, Venegas tomó medidas para reorganizar las fuerzas realistas y coordinar los esfuerzos de los jefes militares. Su estrategia consistió en delegar a los mandos locales el control sobre los territorios, lo que le permitió distribuir responsabilidades entre varios generales de confianza, como Cruz, del Río, Arredondo y Negrete, quienes jugarían papeles cruciales en las batallas que se librarían en las regiones del centro y norte de México.
Además de las medidas militares, Venegas también adoptó políticas de control sobre la población civil. En su intento por sofocar las ideas subversivas, prohibió la circulación de escritos sediciosos y adoptó una postura estricta frente a las críticas al gobierno virreinal. Estas acciones fueron percibidas por muchos como autoritarias, lo que aumentó la desconfianza de ciertos sectores dentro de la sociedad colonial, especialmente en las clases más liberales que empezaban a ganar influencia.
La lucha contra Morelos y los desafíos internos
Con la muerte de Hidalgo en 1811, los insurgentes perdieron a uno de sus líderes más carismáticos, pero la rebelión no se extinguió. En su lugar, emergió José María Morelos, quien reorganizó a las fuerzas insurgentes y continuó la lucha con renovado fervor. Morelos, quien se encontraba en el sur de Nueva España, comenzó a ganar terreno, lo que forzó a Venegas a concentrar sus esfuerzos en la persecución de este nuevo líder.
En este contexto, Venegas volvió a confiar en la habilidad táctica de Calleja, quien fue enviado para enfrentarse directamente a Morelos y sus seguidores. A principios de 1812, Calleja logró tomar la ciudad de Zitácuaro, un importante centro de la insurgencia. Sin embargo, las tensiones entre Venegas y Calleja aumentaron debido a las diferencias en sus enfoques sobre cómo manejar la rebelión. Mientras que Venegas promovía un enfoque más político y diplomático, Calleja adoptaba una postura más agresiva y militarista. Estas diferencias se convirtieron en un tema de controversia en el virreinato y contribuyeron a un distanciamiento entre ambos.
El cerco de Cuautla y la falsa tranquilidad
A finales de 1811, las fuerzas realistas comenzaron el cerco de Cuautla, donde Morelos se encontraba atrincherado junto a sus tropas. El sitio de Cuautla se prolongó hasta el 1 de mayo de 1812, y aunque Morelos logró escapar con vida, las fuerzas realistas se percibieron como victoriosas. Tras la retirada de los insurgentes, Venegas proclamó una falsa calma en el virreinato, pero las tensiones seguían latentes.
A medida que se acercaba la promulgación de la nueva Constitución de Cádiz en 1812, la situación de Nueva España se complicó aún más. Las noticias sobre los cambios políticos en la península empezaron a influir en la mentalidad de la población colonial. Los periódicos y las proclamas comenzaron a reflejar un creciente clima de libertades y derechos, lo que agitó aún más el ambiente político en Nueva España.
Últimos Años y Legado
Retorno a España y carrera posterior
Después de más de dos años al mando de Nueva España, Venegas fue relevado de su cargo como virrey el 4 de marzo de 1813, siendo sucedido por Félix María Calleja. Aunque su mandato estuvo marcado por momentos de ardua lucha y difíciles decisiones, Venegas regresó a España con el triste privilegio de haber traído consigo la peste, enfermedad que le afectó gravemente y que había sido transmitida por la falta de cuarentena adecuada durante su regreso. A pesar de las críticas a su gestión en Nueva España, la Corona española lo reconoció por su lealtad y esfuerzos durante la guerra.
En 1813, Venegas recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica y la de San Fernando, dos de las más altas distinciones militares del reino, como reconocimiento a su labor durante la guerra contra los franceses y su contribución a la defensa del Imperio español. Sin embargo, su salud se encontraba ya muy deteriorada, lo que le impidió desempeñar nuevas funciones relevantes en la política española. A pesar de este desgaste físico, se le ofreció el cargo de virrey del Perú en 1815, pero debido a su mal estado de salud, no pudo asumirlo.
Nombramientos y cargos honoríficos
A lo largo de los años posteriores a su regreso a España, Venegas continuó recibiendo reconocimientos y ocupando cargos honoríficos, aunque su influencia ya no era tan significativa como en sus años de mayor poder. En 1818, fue nombrado capitán general de Galicia, pero dos años después, en 1820, fue depuesto por sus propios oficiales, quienes proclamaron la Constitución de 1812. Fue enviado a Gibraltar, donde se vio obligado a permanecer hasta su liberación bajo el permiso tácito de las autoridades británicas.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823), Venegas fue nombrado vocal de la Junta de Indias, y más tarde, presidente de la Junta Auxiliar Consultiva del Ministerio de la Guerra. Estos nombramientos, aunque significativos, no lograron devolverle la influencia política que había tenido durante sus años de mando en América. Durante este tiempo, también formó parte de la Comisión de Generales y continuó desempeñando un papel en la política militar y administrativa de España.
El fin del Trienio y su vida en Córdoba
A medida que avanzaban los acontecimientos del Trienio Liberal y el regreso del absolutismo bajo Fernando VII, Venegas se alineó con los intereses del marqués de las Amarillas, un alto dignatario realista. Durante este periodo, residió en Córdoba, donde se mantuvo como hombre de confianza en los círculos monárquicos. Sin embargo, el cambio de régimen y la llegada de nuevas reformas políticas lo marginaron de la vida pública, y, a partir de 1824, se limitó a ocupar cargos honoríficos militares.
Últimos años y muerte
Francisco Javier Venegas de Saavedra pasó los últimos años de su vida alejado de las grandes decisiones políticas y militares, aunque su estatus honorífico le permitió seguir siendo una figura respetada dentro de la monarquía española. En 1834, fue nombrado miembro del Estamento de Próceres, una de las dos cámaras del Parlamento español bajo el Estatuto Real de 1834, lo que reflejaba su posición como una figura veterana del antiguo régimen. En este contexto, se mantuvo en contacto con los eventos políticos que marcaban la historia de España en su etapa final.
Venegas murió en Madrid el 18 de febrero de 1838, a la edad de 83 años. En el momento de su muerte, era comendador de la Orden de Calatrava y poseía las más altas distinciones militares de su época: la Gran Cruz de San Fernando, la Gran Cruz de Carlos III, la de Isabel la Católica y la de San Hermenegildo. También era académico honorario de la Real Academia de San Carlos de Valencia, lo que subraya su notable trayectoria en el ámbito militar y administrativo.
Percepción contemporánea y reconocimiento post-mortem
A pesar de las controversias que marcaron su mandato como virrey de Nueva España, la figura de Venegas fue reconocida en su época como la de un militar fiel a la monarquía y un hombre que luchó con determinación contra los movimientos insurgentes en América. Sin embargo, las decisiones autoritarias y las medidas represivas que adoptó durante su gobierno en México, como la persecución de los líderes insurgentes y las constantes restricciones de libertad de prensa, no favorecieron su legado en términos de popularidad. Su figura fue vista con ambivalencia, especialmente por los sectores liberales, que lo percibían como un obstáculo para las ideas de reforma que comenzaban a surgir en la península y en sus colonias.
A pesar de ello, Venegas sigue siendo una figura relevante en el estudio de la historia militar de la España del siglo XIX, especialmente en lo que respecta a la Guerra de Independencia y la resistencia contra las fuerzas napoleónicas. Su figura refleja las tensiones entre la defensa del antiguo régimen y los vientos de cambio que soplaban en toda Europa, una lucha que también se reflejaba en las luchas coloniales de las Américas.
Legado militar y político
El legado de Venegas es fundamentalmente el de un líder militar que, a pesar de sus errores y excesos, luchó con lealtad y convicción por la estabilidad del Imperio español. Su contribución en la Guerra de Independencia, así como su resistencia ante los movimientos insurgentes, lo posiciona como una figura importante dentro de la historia de España y de las colonias españolas en América. Sin embargo, el hecho de que no haya dejado una huella indeleble en la historia política y cultural de las Américas puede atribuirse a las limitaciones de su gobierno y a la incapacidad de frenar las aspiraciones de independencia de los pueblos coloniales.
A lo largo de su vida, Francisco Javier Venegas de Saavedra se distinguió como un hombre de gran disciplina y principios, pero también como un defensor de un orden que, eventualmente, sucumbiría ante los ideales republicanos y liberales que se forjaban tanto en la península como en el continente americano. Su figura es recordada principalmente como la de un militar al servicio de la monarquía española, cuya influencia y decisión política fueron fundamentales en un periodo de guerra y transición, pero también marcada por la confrontación con los procesos de cambio social y político.
MCN Biografías, 2025. "Francisco Javier Venegas de Saavedra (1754–1838):Un Militar Determinado en la Guerra de Independencia y Virrey de Nueva España". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/venegas-de-saavedra-francisco-javier [consulta: 18 de octubre de 2025].