Ángel de Saavedra Ramírez de Baquedano (1791–1865): Duque de Rivas, Figura Central del Romanticismo Español

Ángel de Saavedra Ramírez de Baquedano (1791–1865): Duque de Rivas, Figura Central del Romanticismo Español

Orígenes y Contexto Familiar

Ángel de Saavedra Ramírez de Baquedano, conocido como el Duque de Rivas, nació el 10 de marzo de 1791 en Córdoba, en el seno de una de las familias más distinguidas de la nobleza española. Era hijo de Juan Martín de Saavedra y Ramírez, Pérez y Saavedra, marqués de Rivas, de Andia y de la Rivera, y de María Dominga Ramírez de Baquedano. Desde muy temprana edad, Ángel se vio marcado por el linaje y la posición de su familia en la alta nobleza española, lo que le otorgó privilegios y responsabilidades que marcarían su vida.

La familia Saavedra se trasladó a Madrid en el año 1800, y desde muy pequeño, Ángel recibió distinciones y títulos que no eran comunes entre los niños de su edad. Con tan solo seis meses, ya poseía la cruz de caballero de la Orden de Malta. A los seis años, se convirtió en capitán del regimiento del Infante, y a los ocho años, fue nombrado caballero de Santiago y de San Juan. Estas distinciones no solo reflejaban su alto estatus, sino también las expectativas que se depositaban en él para seguir los pasos de su familia en la nobleza y el servicio militar.

Educación y Primeros Pasos en la Sociedad

El 3 de febrero de 1802, Ángel ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid, una institución educativa destinada a formar a la élite noble en diversos campos, desde las ciencias hasta las artes. Su formación en esta institución fue clave en su desarrollo intelectual, y allí cultivó sus primeras inquietudes literarias. A pesar de las notables distinciones de su familia, el joven Ángel tenía un carácter inquieto y creativo, lo que lo llevaría a tomar un camino distinto al de otros miembros de la nobleza. Su estancia en el seminario se prolongó hasta el 20 de agosto de 1806.

En 1806, Ángel ingresó en la compañía flamenca de los guardias de corps, una unidad de élite que tenía la misión de proteger a la familia real. Fue en este entorno donde Ángel tuvo contacto con algunos de los eventos históricos que marcarían su vida. En 1808, participó en el Motín de Aranjuez, uno de los levantamientos populares más significativos de la época, que resultó en la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII. Ángel estuvo presente en el acto solemne de la entrega de la espada de Francisco I a Murat, uno de los generales de Napoleón. Fue testigo de estos turbulentos momentos, que marcaron el inicio de la Guerra de la Independencia Española.

La Guerra de la Independencia y Primeras Experiencias Literarias

Durante la invasión francesa, Ángel, junto con su hermano, se rebeló contra el régimen impuesto por los franceses. Ambos se unieron al ejército patriota en Salamanca, bajo el mando de Gregorio de la Cuesta. Aunque lucharon en el bando español, la guerra no despertó en Ángel el fervor patriótico esperado. Su participación fue más bien moderada, y tras recibir una herida en combate en 1810, se retiró y huyó a Gibraltar, para más tarde trasladarse a Cádiz. Durante este periodo de relativa calma, Ángel comenzó a cultivarse en el ámbito literario y artístico, lo que lo alejó de su vida militar.

En 1812, compuso la oda Cádiz libre del sitio, y en 1814 publicó su primera obra significativa: Poesías, un compendio de poemas que reflejaban tanto su amor por la patria como su deseo de explorar temas profundos sobre la condición humana. La publicación de esta obra le permitió dar sus primeros pasos en el mundo literario, aunque su obra más conocida en esos años fue la comedia Ataulfo, que, por su contenido, fue rápidamente censurada por las autoridades absolutistas. Aunque la obra se perdió, su contenido marcó un hito en su carrera, al igual que sus otras obras teatrales como Aliatar (1816) y Doña Blanca de Castilla (1817), que gozaron de un éxito notable en los teatros de Madrid.

Desarrollo de su Carrera Literaria

A principios de la década de 1820, Ángel de Saavedra se trasladó a Córdoba, donde entró en contacto con diversos círculos literarios y sociales. En esta etapa, su vida personal y romántica se entrelazó con su producción literaria. En 1822, publicó la segunda edición de sus Poesías, mientras que en 1823 estrenó su tragedia Lanuza. Sin embargo, el clima político de la época no favorecía a los liberales como Ángel, y tras la llegada del absolutismo con la restauración de Fernando VII, el autor fue condenado a muerte, lo que lo obligó a exiliarse.

Durante su exilio, Ángel vivió en varios lugares, entre ellos Gibraltar, Londres y Malta. En Londres, a pesar de las dificultades económicas, se dedicó a la literatura, escribiendo obras como Cristóbal Colón, El sueño del proscrito y Florinda. La estancia en Malta fue fundamental para su evolución artística. Allí, además de escribir, cultivó relaciones con personajes influyentes, como Sir John Hookham Frere, quien influyó en su poesía. Fue también en este lugar donde completó la obra Florinda, que se convertiría en una de las piezas más importantes de su carrera.

Exilio y Viajes Internacionales

El exilio de Ángel de Saavedra se prolongó hasta mediados de la década de 1820, un periodo en el que sus vivencias internacionales influyeron profundamente en su obra. Tras pasar por Gibraltar y Londres, donde vivió en condiciones precarias, se dirigió a Malta, un destino que marcaría una etapa de creación intensiva. En la isla, completó algunos de sus trabajos más significativos, incluyendo la tragedia Arias Gonzalo (1827) y El faro de Malta, una obra que refleja su afán por retratar la soledad y la lucha interior. Además, escribió la comedia Tanto vales cuanto tienes (1828) y dio forma a los cinco primeros cantos de El Moro Expósito, obra que aún hoy es considerada uno de los pilares del Romanticismo español.

El tránsito de Ángel por estos diversos lugares, con su crisol de culturas y su constante interacción con intelectuales y artistas europeos, enriqueció su producción literaria y le permitió forjar una identidad única dentro del Romanticismo. Su tiempo en Malta no solo le permitió afinar su estilo, sino también entablar relaciones duraderas con figuras de gran influencia, que más tarde jugarían un papel importante en el reconocimiento y la difusión de su obra.

Regreso a España y el Romanticismo

En 1830, tras varios años de exilio, Ángel de Saavedra regresó a España, un regreso que coincidió con el auge del Romanticismo en la literatura y las artes. El Duque de Rivas, al ser recibido en el país con una amnistía tras la muerte de Fernando VII, tuvo un papel crucial en la consolidación del Romanticismo como corriente literaria dominante en España. Uno de los mayores triunfos de esta etapa fue la obra Don Álvaro o la fuerza del sino, que se estrenó en el Teatro del Príncipe de Madrid el 22 de marzo de 1835. Esta tragedia, que se inspiró en temas universales de destino y fatalidad, representó la culminación de la visión romántica de Saavedra, con sus pasiones extremas y un estilo dramático que definió una nueva era en la dramaturgia española.

El éxito de Don Álvaro consolidó a Ángel de Saavedra como una figura central del Romanticismo, y fue también en este periodo cuando fundó el Ateneo literario de Madrid en 1835, una institución que se convirtió en el epicentro de las discusiones intelectuales y artísticas del momento. El Duque de Rivas también recibió reconocimientos importantes, como la gran cruz de Carlos III en 1836, y fue nombrado ministro del Interior ese mismo año, aunque su tiempo en el cargo fue breve debido a la Revolución de 1836.

Carrera Política y Últimos Años

A pesar de su éxito literario, la política nunca estuvo alejada de la vida de Ángel de Saavedra. A lo largo de su carrera, desempeñó varios cargos en el ámbito político, lo que refleja su deseo de influir en los asuntos nacionales. Fue senador por Cádiz en 1837, y más tarde se vinculó a las posturas más moderadas, alejándose del fervor revolucionario de su juventud. Su carrera política alcanzó un punto culminante en 1844, cuando fue enviado como ministro plenipotenciario a la Corte de Nápoles, y más tarde, en 1853, ingresó en la Academia de la Historia.

Los años posteriores, sin embargo, fueron más tranquilos en términos políticos. En 1854, Saavedra fue nombrado presidente del Consejo de Ministros, pero su mandato duró apenas un día. A pesar de estos vaivenes políticos, el Duque de Rivas continuó siendo una figura destacada en las instituciones culturales, y su presidencia en la Academia de San Fernando en 1854 fue otro de sus logros en este ámbito. En 1862, asumió la presidencia de la Academia Española, y su último cargo relevante fue el de presidente del Consejo de Estado entre 1863 y 1864, poco antes de su muerte.

Últimos Años y Legado

Enfermo desde 1859, Ángel de Saavedra pasó sus últimos años buscando alivio en Andalucía, donde intentó superar sus problemas de salud. A pesar de su decline físico, su legado literario siguió siendo fuerte, y se consolidó como uno de los grandes poetas del Romanticismo español. Sus obras, que abarcaban desde la poesía hasta el teatro y la narrativa histórica, siguen siendo una referencia esencial para entender el desarrollo literario de la España del siglo XIX. La obra de Saavedra no solo reflejó las pasiones y tensiones de su tiempo, sino que también contribuyó a la creación de una identidad nacional más rica y compleja, influenciada por las corrientes europeas del Romanticismo.

Ángel de Saavedra falleció en Madrid el 22 de junio de 1865, dejando un legado imborrable como poeta, dramaturgo y político. Su influencia perdura en la literatura española, y su nombre sigue siendo sinónimo de una época de transición y transformación en la cultura española.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Ángel de Saavedra Ramírez de Baquedano (1791–1865): Duque de Rivas, Figura Central del Romanticismo Español". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/saavedra-ramirez-de-baquedano-angel-de [consulta: 18 de octubre de 2025].