Gonzalo Rodríguez Lafora (1886–1971): Pionero de la Neuropsiquiatría Española

Nacimiento y primeros años en Madrid (1886-1907)

Gonzalo Rodríguez Lafora nació en Madrid en 1886, en una España que aún vivía las secuelas de los conflictos bélicos del siglo XIX y se encontraba en pleno proceso de transformación social y política. Hijo de una familia de clase media, Lafora mostró desde temprano una gran inclinación por el estudio y la investigación científica. La carrera de Medicina, en un momento de efervescencia intelectual, fue la elección natural para un joven tan curioso y perspicaz.

Lafora comenzó sus estudios en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció en Medicina en 1907. Su formación fue marcada por el encuentro con grandes figuras de la ciencia española de la época, entre ellas Luis Simarro y Juan Madinaveitia. Ambos influyeron profundamente en su carrera, especialmente en sus primeros pasos en el campo de la neurociencia. Simarro, conocido por su trabajo en la psicología experimental y su enfoque innovador en las investigaciones sobre el cerebro, se convirtió en su mentor, y de él aprendió la importancia de una perspectiva biológica y experimental de la psiquiatría.

Este período de formación temprana fue también crucial para su futuro trabajo en neuropatología, ya que fue en esta etapa cuando comenzó a forjar su interés en los aspectos histopatológicos del sistema nervioso. Este interés lo llevaría más tarde a importantes descubrimientos científicos, entre los que destaca el hallazgo de los cuerpos amiláceos en las neuronas de enfermos de epilepsia mioclónica, lo que daría origen a la enfermedad que lleva su nombre: la «enfermedad de Lafora».

Formación internacional y experiencia en Berlín, Munich y París

El deseo de Lafora por ampliar sus horizontes lo llevó a realizar estudios en el extranjero, un viaje que sería determinante para su carrera. En 1908, gracias a una pensión de la Junta para la Ampliación de Estudios, se trasladó a Berlín, donde comenzó a formarse con algunos de los científicos más relevantes de la época. En la capital alemana, trabajó con Theodor Ziehen, un pionero de la psicología fisiológica y un destacado discípulo de Wilhelm Wundt. En el Hospital de la Charité, Lafora se adentró en la clínica psiquiátrica, y tuvo la oportunidad de conocer el trabajo de Wilhelm Griesinger, considerado el padre de la psiquiatría biológica. Allí también fue testigo de los avances en la investigación del sistema nervioso central, lo que consolidó su vocación por la neuropsiquiatría.

Su estancia en Berlín no solo tuvo un impacto académico profundo, sino también una influencia directa en su producción intelectual. Fue en esta ciudad donde, a instancias de Simarro, Lafora tradujo al español el libro de Ziehen «Leitfaden der Physiologische Psychologie», obra que marcaría un hito en la difusión de los avances científicos sobre el sistema nervioso en España.

Posteriormente, Lafora se trasladó a Munich, donde trabajó en la clínica psiquiátrica de Émil Kraepelin, uno de los fundadores de la moderna clasificación de los trastornos mentales. La influencia de Kraepelin, conocido por su enfoque sistemático en las enfermedades mentales, también tuvo un profundo impacto en el pensamiento de Lafora. En Munich, Lafora también realizó una estancia en la neuropatología de Alois Alzheimer, donde tuvo la oportunidad de estudiar las patologías cerebrales asociadas a enfermedades como el Alzheimer.

Lafora también pasó tiempo en París, donde trabajó en las clínicas de destacados psiquiatras como Valentin Magnan, Pierre Marie, Joseph Jules Dejerine y Ernest Dupré. En cada uno de estos centros, Lafora se empapó de los avances más recientes en el estudio de las enfermedades mentales y neurodegenerativas, lo que influyó enormemente en sus futuros descubrimientos y publicaciones científicas.

Investigación en el Hospital Gubernamental para Enfermos Mentales de Washington

Tras su estancia en Europa, Lafora viajó a Estados Unidos en 1910, donde se integró al equipo del Hospital Gubernamental para Enfermos Mentales en Washington. Su posición como anatomopatólogo le permitió profundizar en el estudio de las psicosis y neuropatías orgánicas. Fue en este hospital donde hizo uno de los descubrimientos más importantes de su carrera: la identificación de los cuerpos amiláceos en las neuronas de pacientes con epilepsia mioclónica, un hallazgo que más tarde sería reconocido como la «enfermedad de Lafora». Este descubrimiento representó un avance significativo en el estudio de la epilepsia y en la comprensión de los trastornos neurodegenerativos, y cimentó la reputación de Lafora como uno de los neuropsiquiatras más importantes de su tiempo.

Su paso por Washington también fue productivo en términos de publicaciones científicas. Durante su estancia en el hospital, Lafora publicó cerca de una treintena de trabajos, todos centrados en las cuestiones histopatológicas del sistema nervioso, con un énfasis especial en las enfermedades psíquicas y las neuropatologías orgánicas. Este trabajo dejó una huella indeleble en la neuropsiquiatría, con un enfoque innovador y riguroso que pronto se reconoció en todo el mundo.

Regreso a Madrid y primeros cargos académicos

Al regresar a Madrid, Lafora se vio obligado a aceptar varios puestos que no correspondían completamente a su talento, pero que le permitieron mantenerse en el ámbito académico y científico. Trabajó como auxiliar interino en la sección de psicología de la cátedra de Medicina Legal de Tomás Maestre y, poco después, fue nombrado vicesecretario del Patronato Nacional de Subnormales. Este puesto le permitió tener contacto directo con la problemática de la salud mental en España, y fue durante este tiempo cuando publicó su obra «Los niños mentalmente anormales» (1917), el primer estudio médico sobre el problema de la discapacidad intelectual en el país.

En 1916, Lafora recibió una gran oportunidad cuando la Junta para la Ampliación de Estudios fundó el Laboratorio de Fisiología Cerebral, cuyo propósito era investigar los problemas fisiológicos y anatómicos del sistema nervioso. Lafora asumió la dirección de este laboratorio, que se ubicaba en la Residencia de Estudiantes, un centro de gran prestigio en Madrid. En este espacio, Lafora pudo llevar a cabo investigaciones experimentales y histopatológicas, además de colaborar estrechamente con otros científicos como Miguel Prados Such.

Su trabajo en el laboratorio lo consolidó como uno de los principales investigadores en neurofisiología y neurohistopatología en España, y la institución se convirtió en un núcleo fundamental para el desarrollo de la neurociencia en el país. Fue en este laboratorio donde Lafora, junto con Prados, llevó a cabo una serie de investigaciones pioneras sobre el líquido cefalorraquídeo y el cuerpo calloso, cuyas conclusiones y metodologías se convertirían en referencias para futuros estudios en neurociencia.

Carrera científica y profesional

Investigaciones y logros clave en neurohistopatología

La carrera de Gonzalo Rodríguez Lafora se caracterizó por un enfoque excepcionalmente innovador y profundo en el estudio de las patologías del sistema nervioso. Su obra más conocida, la identificación de la «enfermedad de Lafora», no solo lo posicionó como un pionero en la neuropsiquiatría española, sino que también le otorgó reconocimiento internacional. Esta enfermedad, caracterizada por la presencia de cuerpos amiláceos en las neuronas de pacientes con epilepsia mioclónica, fue un hallazgo clave en la comprensión de las enfermedades neurodegenerativas.

Su regreso a Madrid en 1912 marcó el inicio de una etapa de importantes investigaciones que darían forma a su legado. En particular, su trabajo en el Laboratorio de Fisiología Cerebral, creado en 1916, se destacó por sus aportaciones al estudio experimental y anatómico del sistema nervioso. El laboratorio se convirtió en un centro de referencia para la investigación neurofisiológica, donde se abordaban cuestiones relacionadas con la localización de los centros cerebrales y las vías de comunicación entre ellos.

Uno de los trabajos más destacados realizados en este laboratorio fue la investigación sobre el líquido cefalorraquídeo, en la que Lafora y su colaborador más cercano, Miguel Prados Such, realizaron experimentos con sustancias colorantes inyectadas en diversas regiones del cerebro. A través de estos estudios, pudieron confirmar que el líquido cefalorraquídeo se difundía desde la médula y el bulbo hacia otras áreas del cerebro, lo que proporcionó información crucial sobre la circulación y la absorción de líquidos vitales en el sistema nervioso central. Este trabajo no solo tuvo una importante repercusión en la neurociencia, sino que también contribuyó al avance de tratamientos clínicos como la aplicación intrarraquídea e intracerebral de ciertos medicamentos.

Además de su trabajo sobre el líquido cefalorraquídeo, Lafora también realizó investigaciones sobre el cuerpo calloso, una estructura crucial para la comunicación entre los hemisferios cerebrales. En 1919, presentó un trabajo en el Congreso de Bilbao que demostraba que la seclusión del cuerpo calloso en monos y gatos producía apraxia transitoria, es decir, la incapacidad de realizar movimientos previamente aprendidos. Este experimento proporcionó una nueva perspectiva sobre las funciones del cuerpo calloso, que más tarde sería ampliada en su investigación sobre la laterización de los centros motores en humanos.

Lafora no se limitó únicamente al estudio de la anatomía del cerebro, sino que también investigó la relación entre el cerebro y los movimientos involuntarios. Su trabajo sobre la Corea y la atetosis experimental, realizado en 1921, amplió la comprensión de los síndromes motores, vinculando lesiones cerebrales en el núcleo rojo, el hipotálamo y el pedúnculo cerebeloso con movimientos coreicos y atetósicos. Este estudio fue coherente con la teoría de la localización cerebral de los síndromes motores propuesta por Kleist, otro de los influyentes pensadores de la época.

A lo largo de su carrera, Lafora también profundizó en el estudio de los centros reguladores del sueño, en colaboración con Julián Sanz Ibáñez. Durante los años 1924-1926, sus investigaciones sobre la localización cerebral de los centros del sueño proporcionaron importantes avances en la neurofisiología, abriendo nuevas líneas de estudio sobre los trastornos del sueño y su relación con el sistema nervioso central.

Publicaciones, colaboraciones y el Instituto Médico Pedagógico

En paralelo a sus investigaciones científicas, Gonzalo Rodríguez Lafora fue un prolífico escritor y editor, con una importante participación en la difusión de sus descubrimientos y en el ámbito académico. En 1921, fundó junto a José Miguel Sacristán y José Ortega y Gasset la revista Archivos de Neurobiología, un espacio de gran relevancia para la neurociencia en España, que permitió a Lafora y a otros científicos compartir sus trabajos e investigaciones.

Además, en 1925 fundó el Instituto Médico Pedagógico y el Sanatorio Neuropático de Carabanchel, una institución que se convirtió en pionera en el tratamiento de enfermedades mentales en España. En este sanatorio se aplicó por primera vez en el país la malarioterapia como tratamiento para la parálisis general progresiva, un enfoque innovador que llevó a la institución a convertirse en un centro de investigación y formación en psiquiatría y neurología. Médicos como Luis Valenciano, José Germain, Mariano Bustamante y Ramón Rey Ardid, entre otros, trabajaron en este sanatorio, contribuyendo con numerosos estudios clínicos y científicos.

La creación de este centro también permitió a Lafora consolidar su prestigio como neuropsiquiatra y atraer a pacientes de renombre, incluidos escritores y políticos como Ramón del Valle-Inclán, Manuel Azaña y Juan Ramón Jiménez, quienes acudieron a él buscando tratamiento y consejo.

En los años 30, la Revolución Republicana y la Guerra Civil Española trajeron consigo cambios significativos para la carrera de Lafora. Tras la proclamación de la República en 1931, se convirtió en un ferviente defensor de las reformas sociales y políticas impulsadas por el gobierno republicano. Fue nombrado presidente del Consejo Superior Psiquiátrico y desempeñó un papel clave en la creación de un decreto sobre asistencia a enfermos mentales que se mantuvo vigente hasta la década de 1980. También se encargó de la gestión y promoción de la reforma psiquiátrica en España, apoyando la profesionalización de la psiquiatría y la creación de centros especializados en el tratamiento de enfermedades mentales.

Durante este período, publicó 25 trabajos científicos y su libro «La educación sexual y la reforma de la moral sexual» (1933), que fue un análisis innovador de los problemas morales y sexuales de la sociedad española de la época.

Legado y últimos años

Su rol en la República y exilio durante la Guerra Civil

La proclamación de la Segunda República en 1931 marcó una etapa decisiva en la vida profesional de Gonzalo Rodríguez Lafora. Como ferviente partidario del cambio social y político que traía la República, Lafora se alineó rápidamente con el nuevo régimen. Su nombramiento como presidente del Consejo Superior Psiquiátrico representó un reconocimiento de su liderazgo en el campo de la neuropsiquiatría en España, así como su compromiso con la mejora de las condiciones de los pacientes mentales en el país.

Durante su tiempo en este cargo, Lafora desempeñó un papel clave en la promulgación de un decreto sobre asistencia a enfermos mentales, que establecía un marco legal y organizativo para la atención psiquiátrica en España, un avance significativo en un período en el que las políticas de salud mental en el país eran todavía incipientes. Este decreto perduró en el tiempo, siendo vigente hasta los años ochenta, lo que resalta la trascendencia de su trabajo.

En 1933, Lafora asumió la dirección del servicio de Psiquiatría del Hospital Provincial de Madrid, una posición que le permitió desarrollar su labor docente. Fue durante este periodo cuando comenzó a impartir cursos sobre psiquiatría, ampliando su influencia a nuevas generaciones de médicos y psiquiatras.

Sin embargo, la Guerra Civil Española, que estalló en 1936, alteró profundamente la vida de Lafora. Durante una parte del conflicto, vivió en Valencia, donde continuó su labor científica en la medida de lo posible, a pesar de las dificultades del momento. No obstante, la victoria del bando sublevado y la dictadura franquista obligaron a Lafora, como a muchos otros intelectuales republicanos, a exiliarse. Su destino fue México, donde continuó su trabajo neuropsiquiátrico y mantuvo su prestigio como uno de los principales referentes en el campo de la neurología y la psiquiatría.

Exilio en México: Investigación y Reconocimiento Internacional

El exilio de Lafora en México fue un nuevo capítulo en su carrera, pero no interrumpió su influencia ni su compromiso con la investigación científica. Desde su llegada en 1939, se incorporó a la vida académica y científica del país, colaborando en diversas instituciones médicas y psiquiátricas. En 1941, se unió al recién creado Laboratorio de Estudios Médicos y Biológicos y, al año siguiente, comenzó a trabajar en el Instituto de Enfermedades Mentales, donde continuó con sus investigaciones sobre neuropsiquiatría.

A lo largo de su estancia en México, Lafora publicó varios estudios importantes y se consolidó como uno de los neuropsiquiatras más prestigiosos del país. Su consulta privada en Ciudad de México le permitió atender a una amplia gama de pacientes, incluidos muchos intelectuales y figuras públicas que buscaban su tratamiento especializado. La acogida que recibió en el país fue un reconocimiento al nivel de su trabajo y a su reputación internacional, consolidándose como un referente para la neuropsiquiatría en América Latina.

En 1946, Lafora empezó a proyectar su regreso a España, gracias a los esfuerzos de su amigo y colega Gregorio Marañón. Durante este tiempo, Lafora trabajó en su proyecto de regreso, pero las circunstancias políticas de la posguerra, especialmente el régimen franquista, complicaron su retorno. En diciembre de 1947, tras varias gestiones y después de superar un proceso de depuración, Lafora regresó finalmente a Madrid.

Retorno a España y últimos años

A su regreso a España, Lafora se reincorporó al Hospital Provincial de Madrid, aunque las dificultades derivadas de la revisión de su expediente y la política franquista limitaron su actividad en el servicio. A pesar de ser jubilado en 1955, Lafora continuó su labor en la medicina privada, donde seguía siendo consultado por pacientes tanto nacionales como internacionales. A lo largo de estos años, Lafora continuó participando en congresos científicos internacionales, donde compartía sus avances y conocimientos sobre neuropsiquiatría.

El retorno a su país natal no solo supuso la recuperación de su posición en el campo médico, sino también el reconocimiento final a su legado. A lo largo de su vida, Gonzalo Rodríguez Lafora contribuyó de manera significativa al desarrollo de la neuropsiquiatría y la psiquiatría en España y América Latina. Su investigación sobre la enfermedad de Lafora y sus estudios sobre la localización cerebral de los movimientos involuntarios, entre otros logros, lo colocaron entre los científicos más influyentes de su época.

Lafora falleció en Madrid en 1971, dejando una huella profunda en la medicina española e internacional. Su legado perdura tanto en los estudios neuropsiquiátricos como en la institucionalización de la psiquiatría como disciplina científica rigurosa en España. Su figura sigue siendo un símbolo de dedicación, innovación y valentía en el campo de la neurociencia.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Gonzalo Rodríguez Lafora (1886–1971): Pionero de la Neuropsiquiatría Española". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/rodriguez-lafora-gonzalo [consulta: 29 de septiembre de 2025].