Hermanos Marx (1887–1977): De los escenarios de vodevil a la gloria cinematográfica
El contexto familiar y el origen judío
Los hermanos Marx nacieron en una familia de inmigrantes judíos en Nueva York, un caldo de cultivo ideal para el talento artístico que más tarde deslumbraría al mundo entero. Su padre, Samuel Marx, era un inmigrante alsaciano que, aunque intentó varias profesiones, no alcanzó el éxito. Su madre, Minnie Marx, fue una actriz de vodevil que jugó un papel crucial en la formación de sus hijos. En un entorno lleno de dificultades económicas, Minnie se destacó no solo por su talento en el escenario, sino también por su determinación para impulsar a sus hijos hacia el mundo del espectáculo.
La influencia de su madre fue decisiva. Fue ella quien los introdujo en el arte del vodevil, una forma de teatro popular en Estados Unidos que combinaba música, danza y comedia. Además, su educación estuvo marcada por un fuerte sentido de sacrificio y trabajo, valores que Minnie transmitió a sus hijos para que pudieran, más allá de su situación económica, lograr una carrera exitosa en el escenario.
El crecimiento de los Marx en un barrio de Nueva York lleno de emigrantes de diversas nacionalidades contribuyó a la diversidad de sus influencias. Desde pequeños, los hermanos tuvieron acceso al arte y a la cultura popular de la época, mientras su madre los guiaba hacia una carrera en la que la comedia y la música serían los pilares de su identidad. De esta forma, nacía una de las agrupaciones cómicas más emblemáticas de la historia.
El comienzo en el espectáculo y la formación del grupo
Desde su infancia, los hermanos Marx demostraron una fascinación por el entretenimiento. Cada uno de ellos, influenciado por su madre, desarrolló habilidades particulares, desde la interpretación hasta la música. Aunque en sus primeros años la familia enfrentó dificultades económicas, los Marx encontraron su camino en el mundo del espectáculo. Al principio, el grupo se formó en pequeños shows de Music-Hall, un tipo de entretenimiento popular en los Estados Unidos que combinaba actuaciones musicales y cómicas, donde cada hermano tocaba un instrumento y desarrollaba sus habilidades escénicas.
A medida que crecían, se unieron bajo el nombre de los Marx Brothers, combinando la música, la danza y, lo más importante, el humor absurdo. A pesar de las limitaciones de su entorno, la familia logró captar la atención de los productores de vodevil. Fue en este ambiente donde los hermanos afinaron su estilo único, una mezcla de bromas rápidas, gags visuales y actuaciones erráticas que los diferenciarían en el futuro del resto de las estrellas del cine y el teatro.
La primera gran muestra de su talento fue la revista I’ll Say She Is, que comenzó a representarse en 1923 y se mantuvo en cartel hasta 1925. Aunque no fue un éxito rotundo, marcó el inicio del camino de los hermanos hacia la fama. Este show cómico, escrito por George S. Kaufman, el cual más tarde sería uno de los guionistas clave de sus películas, les permitió ganar un reconocimiento incipiente y alcanzar el éxito en Broadway.
Sin embargo, fue en este periodo cuando Harpo, uno de los hermanos, decidió hacer su primera incursión en el cine, participando en la comedia Too Many Kisses (1925) de Paul Sloane. Aunque esta experiencia no fue lo que esperaba, Harpo regresó rápidamente al grupo, señalando que la familia era lo primero. Así, los hermanos se consolidaron como una de las principales atracciones teatrales en Broadway, especialmente con The Cocoanuts (1925), que se mantuvo en cartel durante tres años.
Primeros pasos en el cine
El salto del vodevil al cine fue una de las decisiones más importantes en la historia de los Marx. En 1929, firmaron un contrato con la Paramount Pictures, lo que les permitió trasladar su humor a la pantalla grande. Su primer gran éxito cinematográfico fue la adaptación de The Cocoanuts (1929), dirigida por Robert Florey. Aunque el film no fue comprendido completamente por el público de la época, mostró el estilo de humor irreverente, absurdo y a menudo desbordante de los hermanos Marx. En esta película, Groucho, Chico y Harpo comenzaron a afianzarse como una auténtica fuerza cómica, capaces de transformar una historia tradicional en una comedia de situaciones donde el caos era la regla y no la excepción.
Este debut, aunque no triunfó de inmediato, fue crucial para sentar las bases del estilo que más tarde los convertiría en leyendas del cine. Poco después, el grupo estrenó Animal Crackers (1930), otra adaptación de su éxito de Broadway que confirmó su potencial en el cine. A lo largo de estas primeras películas, los hermanos Marx desarrollaron un enfoque que se caracterizaba por el caos y el absurdo, una mezcla de diálogos improvisados, bromas visuales y un ritmo frenético, lo cual marcaría su sello distintivo en todas sus producciones.
En esos primeros años de cine, Groucho, con su aguda ironía y su característico bigote y puro, se convirtió en el líder indiscutido del grupo, mientras que Chico adoptaba un acento italiano exagerado que lo hacía único, y Harpo, el mudo por excelencia, conquistaba al público con su simpatía y sus gags visuales. Cada hermano cultivó una personalidad inconfundible que lo hizo destacar y le permitió contribuir al estilo distintivo del grupo.
El comienzo de los Marx en el cine no fue fácil, pero los hermanos supieron aprovechar sus fortalezas para ir ganando reconocimiento en Hollywood. A medida que su popularidad crecía, también lo hacía la ambición de crear comedias más complejas y arriesgadas. No obstante, en sus primeros pasos por el cine, los Marx ya estaban escribiendo las primeras páginas de una historia que dejaría una huella indeleble en el mundo del entretenimiento.
La transición del vodevil al cine
A medida que los hermanos Marx consolidaban su éxito en Broadway, las oportunidades en Hollywood se hicieron inevitables. A finales de la década de 1920, la Paramount Pictures les ofreció un contrato para llevar su irreverente estilo cómico al cine. La primera película de los Marx bajo este contrato fue Los cuatro cocos (1929), una adaptación de su exitosa obra The Cocoanuts. A pesar de que la película no fue un éxito de taquilla inmediato y su recepción fue algo fría, sentó las bases para la transformación de los hermanos Marx en una de las fuerzas más subversivas y originales del cine cómico de la época.
El hecho de que los hermanos Marx pudieran adaptar sus números de vodevil al cine sin perder su esencia fue clave para su éxito. El estilo de actuación, impulsado por gags visuales absurdos, diálogos rápidos y una actitud desafiante frente a la autoridad, resonó con los espectadores y con el propio cine de la época, que aún estaba dando sus primeros pasos en el sonido sincronizado. Fue un proceso desafiante para los cineastas de entonces, ya que el cine sonoro aún no estaba completamente desarrollado. Sin embargo, los Marx, en su primer intento, demostraron que su estilo no solo sobreviviría a la transición al cine, sino que se beneficiaría enormemente de él.
Poco después del estreno de Los cuatro cocos, los hermanos Marx estrenaron El conflicto de los Marx (1930), una nueva adaptación de su comedia de Broadway Animal Crackers. Esta película, dirigida por Victor Heerman, destacó por el caos de su estructura narrativa y el estilo cómico de los Marx, caracterizado por diálogos improvisados, bromas rápidas y un enfoque desenfadado que dejaba a los espectadores sin aliento. Aunque en su época no fueron completamente comprendidas por el público general, las películas de los Marx empezaron a establecer la base para el humor absurdista y subversivo que influiría en generaciones posteriores de cineastas y cómicos.
Durante estos años, cada miembro de la familia desarrolló una personalidad propia que se volvería icónica. Groucho, con su bigote pintado y su característico puro, era el cerebro y el líder del grupo, siempre dispuesto a soltar comentarios sarcásticos y agudos, mientras que Chico, el hermano italiano de acento exagerado, se destacó por su capacidad para tocar el piano con un estilo único. Harpo, el mudo del grupo, utilizaba su rostro y gestos como herramienta principal de su comedia, creando personajes entrañables y a menudo absurdos, siempre con una sonrisa en el rostro y un sinfín de trucos en su gabardina. Juntos, lograron una química que definió su éxito y les permitió trascender los límites de los escenarios de Broadway y el cine de la época.
El legado de los hermanos Marx en las comedias clásicas
En 1933, los hermanos Marx alcanzaron su mayor éxito con Sopa de Ganso, una de las películas más influyentes de la historia del cine cómico. Dirigida por Leo McCarey, Sopa de Ganso es un ejemplo de la anarquía y el antimilitarismo que los hermanos Marx plasmaban en sus películas. A través de sus gags absurdos, satirizaban no solo la política y la guerra, sino también las convenciones sociales y la autoridad en general. La película, que cuenta con algunas de las escenas más memorables de su carrera, como el gag de Groucho con el espejo o la famosa secuencia del vendedor ambulante con Chico y Harpo, cimentó la reputación de los Marx como un grupo subversivo y experimental que desafiaba las normas del cine de la época.
La película también destacó por su crítica hacia las estructuras de poder y la política, un tema recurrente en las obras de los Marx, quienes no temían atacar las instituciones y burlarse de las figuras de autoridad. Sopa de Ganso fue, sin duda, un hito en la historia del cine, y aún hoy en día se considera una de las comedias más influyentes jamás realizadas.
Tras el éxito de Sopa de Ganso, los Marx comenzaron a trabajar bajo la dirección de Irving Thalberg en la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Este cambio de estudio les permitió crear películas con presupuestos más altos y tramas más coherentes, pero sin perder su estilo irreverente y su crítica social. En esta nueva etapa, los Marx estrenaron dos comedias clave: Una noche en la ópera (1935) y Un día en las carreras (1937). Ambas películas incluyeron algunos de los gags más ingeniosos de su carrera, como la famosa secuencia del camarote en Una noche en la ópera y el número de las “partes contratantes” que mostró la capacidad de Groucho para mezclar el absurdo con la crítica social.
La dirección de Thalberg también permitió que los hermanos Marx fuesen más accesibles al público general, sin perder el estilo que los caracterizaba. Las tramas amorosas, que a menudo interrumpían la comedia de los Marx, pasaron a ocupar un papel secundario, mientras que las situaciones cómicas y las parodias se mantenían como el motor principal de la narrativa. Las películas de los Marx de este período son consideradas algunas de las más logradas de su carrera, debido a su mezcla de humor físico y verbal, su subversión de las convenciones del cine de la época y su capacidad para hacer reír a audiencias de todo el mundo.
El fin de una era y la declinación del grupo
La muerte de Irving Thalberg en 1936 fue un golpe importante para la carrera de los Marx, ya que su influencia fue clave para que el grupo alcanzara su éxito en MGM. A partir de ese momento, la calidad de las películas de los Marx comenzó a decaer, y aunque siguieron siendo populares, las críticas comenzaron a señalar que sus guiones se volvían cada vez más predecibles y que la frescura que los caracterizaba se estaba perdiendo.
Películas como El hotel de los líos (1938), Los hermanos Marx en el Oeste (1940) y Tienda de locos (1941) reflejaron este declive creativo. Aunque todavía contenían momentos memorables, como la hilarante secuencia del tren en Los hermanos Marx en el Oeste, los gags se volvían repetitivos y la crítica social que antes caracterizaba sus películas parecía haber desaparecido. Este período marcó el final de la era dorada de los hermanos Marx en el cine, que empezaban a ser superados por nuevas tendencias en la comedia y el cine de Hollywood.
Reunión y últimas apariciones
A pesar de los años de éxito y de sus numerosas contribuciones al cine, los hermanos Marx se separaron temporalmente debido al declive de su popularidad y al impacto de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, como muchas otras grandes agrupaciones cómicas, su legado no terminó con su declive en la pantalla grande. En 1946, después de una serie de fracasos comerciales, Groucho, Chico y Harpo se reunieron para protagonizar Una noche en Casablanca, una parodia de la famosa película Casablanca (1942). A pesar de que el guion no era tan ingenioso como sus trabajos anteriores, la película ofreció a los fans una última oportunidad para ver a los hermanos Marx en acción, retomando el caos y la irreverencia que los había hecho famosos.
La última película de los hermanos Marx juntos fue Amor en conserva (1949), una producción que también contó con la participación de Marilyn Monroe. Aunque en este film los hermanos no estaban en su mejor momento, su presencia en pantalla seguía siendo un recordatorio de la genialidad de su estilo cómico. Esta película también marcó el final de su colaboración cinematográfica como grupo, ya que a partir de allí, cada uno de los hermanos se dedicó a su carrera en solitario.
A lo largo de los años 50, los Marx continuaron haciendo apariciones en televisión y otros medios, pero no volvieron a reunir todo el grupo. Groucho, en particular, destacó en la televisión con su popular programa You Bet Your Life (1947-1961), un quiz show que se mantuvo en antena durante más de una década. Este programa permitió que Groucho siguiera siendo una figura muy querida por el público, y consolidó su legado como un ícono de la comedia.
Harpo, por su parte, se mantuvo activo en la televisión, participando en varios programas y realizando apariciones que seguían basándose en su estilo de humor mudo. A pesar de su relativa retirada del cine, continuó siendo una figura entrañable y su humor físico nunca perdió su atractivo. Chico también continuó con apariciones esporádicas en televisión, aunque su carrera fue menos destacada en los años posteriores a la disolución del grupo.
El legado cultural y la influencia posterior
A lo largo de los años, el legado de los hermanos Marx ha perdurado en el imaginario colectivo, tanto en el cine como en la televisión. Su estilo irreverente, basado en la ruptura de las normas establecidas y la subversión de las convenciones sociales, dejó una marca profunda en la evolución de la comedia. Si bien sus películas no siempre fueron entendidas en su momento, con el paso del tiempo se han convertido en clásicos que han influido en comediantes, cineastas y generaciones de aficionados al cine.
La antiautoritaria actitud de los hermanos Marx, su disposición para ridiculizar la política, las instituciones y las normas sociales, ha sido vista como un precedente de la comedia moderna. De hecho, su estilo de humor absurdo, lleno de gags rápidos y diálogos ingeniosos, fue una de las primeras formas de comedia que desafiaron la estructura narrativa convencional del cine. A día de hoy, películas como Sopa de Ganso y Una noche en la ópera siguen siendo citadas como referentes esenciales para cualquier comediante o director que desee crear comedia de calidad.
Groucho Marx, en particular, se mantuvo como un ícono de la cultura popular durante muchos años, con su aguda ironía, su puro y su estilo único. Su programa You Bet Your Life fue un éxito rotundo en televisión y permitió que Groucho permaneciera en la mente del público durante más de una década. Además, sus libros de memorias, como Groucho y Yo, continúan siendo leídos por nuevos seguidores y siguen siendo una fuente de entretenimiento y reflexión sobre su carrera.
Harpo, por su parte, dejó un legado indeleble en la comedia mímica y en el cine mudo, ya que su habilidad para transmitir emociones sin palabras fue un modelo para muchos cómicos posteriores. A pesar de no haber sido tan prolífico en la televisión como Groucho, su figura se mantuvo como un símbolo de ternura y risa inocente. Su libro Harpo habla, en el que relata su vida sin una sola palabra hablada, muestra la profundidad de su personaje y el impacto que tuvo en el mundo del entretenimiento.
Reinterpretaciones de su obra y su perdurable popularidad
A lo largo de los años, el cine de los hermanos Marx ha sido reinterpretado y seguido por nuevas generaciones. En 1957, los Marx se reunieron para participar en La historia de la humanidad, una parodia que no logró el mismo impacto que sus anteriores películas, pero que evidenció su capacidad para seguir generando risas, a pesar del paso del tiempo. En este film, los hermanos interpretaron personajes históricos como Isaac Newton (Harpo), Peter Minuit (Groucho) y un monje (Chico), en un claro guiño a su estilo cómico único.
El trabajo posterior de los hermanos Marx en la televisión fue también un reflejo de su capacidad para adaptarse a los tiempos. Participaron en varios programas de televisión y en especiales, consolidando su popularidad incluso fuera del cine. La revalorización de su obra en décadas posteriores, junto con el auge de la cultura pop y la nostalgia por el cine clásico, permitió que las nuevas generaciones los conocieran y los adoraran, asegurando que su legado no se desvaneciera con el paso del tiempo.
A través de los años, los hermanos Marx han sido reconocidos como los pioneros de un tipo de comedia que aún perdura. Su capacidad para mezclar el absurdo con la crítica social, su constante ruptura de convenciones y su humor sin restricciones los convirtió en figuras irrepetibles. Sus películas siguen siendo estudiadas, analizadas y disfrutadas por cinéfilos de todo el mundo, y su influencia sigue viva en el trabajo de muchos comediantes y cineastas contemporáneos.
MCN Biografías, 2025. "Hermanos Marx (1887–1977): De los escenarios de vodevil a la gloria cinematográfica". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/marx-hermanos [consulta: 18 de octubre de 2025].