Rita Hayworth (1918–1987): La Estrella Eterna del Cine de Hollywood

Contexto histórico y social en la Nueva York de principios del siglo XX

La historia de Rita Hayworth no solo es la de una mujer que conquistó la pantalla grande, sino también la de una época. Nació el 17 de octubre de 1918 en Brooklyn, Nueva York, en un contexto social y cultural profundamente marcado por la inmigración, el auge del cine y el renacimiento de Broadway. La ciudad era un crisol de culturas, en el que los inmigrantes, en su mayoría provenientes de Europa, traían consigo sus tradiciones, influencias y aspiraciones.

Durante los primeros años de vida de Rita, Nueva York vivía una explosión de creatividad en el entretenimiento. El cine se encontraba en su fase dorada, y las artes escénicas, sobre todo la danza, eran consideradas esenciales para el desarrollo de la identidad cultural de la ciudad. Además, la industria de Broadway estaba en auge, con innumerables teatros presentando musicales innovadores. Era el escenario perfecto para una niña con un destino predestinado hacia el espectáculo.

Orígenes familiares y primera infancia

Rita nació con el nombre de Margarita Carmen Cansino. Su padre, Eduardo Cansino, un bailarín español de origen andaluz, emigró a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. En Nueva York, encontró un nicho en el mundo del espectáculo y se estableció como uno de los más destacados bailarines latinos. Su madre, Volga Hayworth, también actriz, proporcionó una base sólida en las artes para su hija. Juntos, conformaron el grupo “The Dancing Cansino’s”, donde Rita, junto a sus hermanos, comenzó a participar desde los 12 años.

Desde pequeña, Rita estuvo inmersa en un mundo de giras y espectáculos. La familia se movía constantemente, adaptándose a las demandas del circuito artístico. Esta experiencia temprana la hizo conocer la disciplina, la dedicación y el esfuerzo que requería ser artista. En sus primeros años de vida, Rita no solo fue testigo del trabajo incansable de su familia, sino que también comenzó a desarrollar sus propios talentos.

A través de su padre, Rita se introdujo en el mundo de la danza profesional, pero también vivió el precio de ser hija de inmigrantes. La familia, aunque en constante movimiento, disfrutó de cierta estabilidad económica gracias al éxito de los espectáculos, aunque también tuvo que enfrentarse a dificultades y prejuicios hacia los inmigrantes. Estos primeros años de formación, llenos de sacrificios y trabajo, formaron el carácter de Rita, que más tarde la llevarían a la cima del cine mundial.

Educación artística temprana

Desde pequeña, la vida de Rita estuvo marcada por el mundo de la danza. Aunque el cine parecía ser su futuro, no era la pantalla grande lo que inicialmente la atraía. A los 12 años, se unió a la compañía de su padre y comenzó a bailar en los escenarios más importantes de Nueva York. Su talento natural y su carisma en el escenario llamaron la atención de muchas personas dentro del círculo artístico. Fue en esta etapa donde su disciplina y habilidades como bailarina fueron perfeccionadas, mientras su presencia escénica ya mostraba signos de la estrella que estaba destinada a ser.

A lo largo de su formación, Rita no solo recibió clases de danza, sino que también se sumergió en otras disciplinas artísticas. El arte del canto y la interpretación fueron parte de su educación, lo que le permitió más tarde tener una carrera cinematográfica tan completa. En la escuela de arte y danza, desarrolló una técnica depurada y una presencia en el escenario que resultó fundamental para su futura carrera en Hollywood. Además, su formación le permitió perfeccionar sus habilidades interpretativas, lo que más tarde la ayudaría a transformarse en una estrella versátil.

A pesar de sus inicios como bailarina, los destinos de las estrellas del cine estaban ya alineándose para ella. A los 16 años, se mudó a Los Ángeles, donde el futuro de una joven bailarina como ella parecía prometedor. En ese momento, Rita ya había logrado una formación sólida y una disciplina única, que pronto serían reconocidas en el cine de Hollywood.

Transformación en estrella en potencia

El destino de Rita Hayworth dio un giro en 1935, cuando fue descubierta por un cazatalentos de la Fox Film Corporation. Apenas tenía 17 años, pero su presencia y habilidad en el escenario fueron suficientes para llamar la atención de los grandes estudios. Inmediatamente fue contratada y comenzó a hacer sus primeros papeles en películas de bajo presupuesto. A pesar de que su carrera parecía prometedora al principio, la Fox no supo aprovechar su potencial y la joven actriz no lograba destacar. Durante sus primeros años en Hollywood, su carrera estuvo marcada por papeles secundarios, sin mucha relevancia ni proyección.

Sin embargo, el giro que cambió la vida de Rita ocurrió cuando Edward Judson, un influyente promotor de talentos y su primer esposo, entró en su vida. Judson, que le llevaba 25 años, se convirtió en su mentor, gestionando su carrera y proponiéndole una serie de cambios drásticos en su apariencia. Bajo su tutela, Rita pasó por un proceso de transformación física que la convertiría en una de las más grandes bellezas de la pantalla: un tratamiento capilar que modificó su peinado, una dieta estricta que afinó su figura, y la decisión de teñirse el cabello de un brillante tono rojo. De esta manera, nacía Rita Hayworth, un nombre que resonaría en Hollywood durante décadas.

No solo cambió su nombre, sino también su imagen, su estilo de vida y su forma de presentarse al mundo. Harry Cohn, presidente de la Columbia Pictures, firmó un contrato de siete años con ella. Pronto, su carrera se disparó. El personaje de Rita, una mezcla de sensualidad y elegancia, capturó la atención del público. De ser una joven casi olvidada en los estudios de Hollywood, pasó a ser la actriz más cotizada de la década de los 40.

Construcción del ícono “Rita Hayworth”

El cambio de nombre de Margarita Carmen Cansino a Rita Hayworth fue solo el primer paso en su transformación hacia el estrellato. El apellido “Hayworth” provino de su madre, mientras que la adición de la “y” fue una estrategia para darle más fluidez y atractivo fonético al nombre. Sin embargo, su verdadero cambio ocurrió en el plano físico. La actriz pasó por una dieta rigurosa y una serie de tratamientos que moldearon su figura y su rostro, un proceso que marcaría su imagen en la memoria colectiva de los cinéfilos de la época.

En Columbia Pictures, Rita se convirtió en la estrella que había prometido ser. Ya no era solo una bailarina talentosa, sino una actriz que podía interpretar papeles complejos, que iba más allá de su belleza. Con su elegancia y su seducción innata, Rita Hayworth conquistó a Hollywood y al mundo entero. Fue en este periodo cuando protagonizó películas que la marcarían como un ícono, sobre todo el famoso filme Gilda (1946), que no solo consolidó su lugar en la historia del cine, sino que la convirtió en un referente cultural de su tiempo.

Con su rostro inconfundible y su talento innegable, Rita Hayworth se mantuvo en la cima durante toda la década de los 40, participando en películas de gran éxito y trabajando con los más grandes directores del cine clásico. Su nombre estaba en la lista de las estrellas más queridas y admiradas por el público, tanto dentro como fuera de las fronteras de Estados Unidos.

Consagración en la pantalla grande

A partir de finales de los años 30 y durante la década de los 40, Rita Hayworth se consolidó como una de las grandes estrellas de Hollywood. Su belleza, combinada con un talento natural para la actuación, la convirtió en una de las figuras más deseadas del cine mundial. Después de una serie de papeles secundarios, la actriz logró su primer gran éxito con la película Sólo los ángeles tienen alas (1939), dirigida por Howard Hawks. En esta película, Rita interpretó a un personaje complejo, que representaba el pasado amoroso de Cary Grant, y se convirtió en un símbolo del cine de aventura y drama romántico.

Aunque Sólo los ángeles tienen alas fue un éxito rotundo, fue en los años siguientes cuando Rita alcanzó su estatus de icono. A medida que avanzaba la década de los 40, su carrera se fue forjando con películas que marcaron la historia del cine. En 1941, participó en Sangre y arena, una película dirigida por Rouben Mamoulian, donde interpretó a una mujer apasionada y sufrida, junto a Tyrone Power. Esta película, basada en la novela de Blasco Ibáñez, no solo demostró su talento como actriz, sino también su capacidad para involucrarse en papeles de gran intensidad emocional.

Rita no tardó en convertirse en una de las actrices más queridas y admiradas del cine, y no solo en Hollywood, sino también en todo el mundo. Durante la Segunda Guerra Mundial, su rostro adornaba los carteles de los soldados norteamericanos como una de las principales «Pin-Up girls», simbolizando el deseo y la belleza en tiempos de guerra. Sin embargo, su carrera no solo estuvo marcada por su atractivo físico, sino también por su trabajo con algunos de los más renombrados directores de la época, como George Cukor en Susan and God (1940) y Raoul Walsh en La pelirroja (1941).

Colaboraciones con directores de renombre

Durante su carrera, Rita Hayworth trabajó con algunos de los directores más prestigiosos de la época. Su talento y elegancia en pantalla la hicieron indispensable en las producciones de renombre. En 1942, participó en la película Seis destinos, dirigida por el director francés Julien Duvivier, donde su interpretación combinaba su estilo cautivador con un toque de vulnerabilidad que la hacía aún más atractiva para el público. Ese mismo año, participó en uno de sus papeles más recordados en Las modelos (1944), dirigida por Charles Vidor. Aunque en esta película fue doblada para las canciones, su presencia en pantalla nunca pasó desapercibida. Este fue solo el preludio de lo que estaba por venir.

Gilda: El mito cinematográfico

Pero si hay una película que definió la carrera de Rita Hayworth y la convirtió en un verdadero ícono del cine clásico, esa fue Gilda (1946), dirigida también por Charles Vidor. En este filme, Rita interpretó a Gilda, un personaje fascinante, ambiguo y desgarrador, que se convertiría en uno de los más emblemáticos en la historia del cine. La trama giraba en torno a la relación entre Gilda, un femme fatale, y Johnny Farrell (interpretado por Glenn Ford), el hombre que nunca pudo olvidar a la mujer que lo traicionó.

La película se destacó por sus intensas escenas de seducción y poder, y su famoso número musical «Put the Blame on Mame» se convirtió en un clásico. Además, la escena del guante, donde Gilda se quita un guante de manera sensual, se consolidó como uno de los momentos más icónicos de la historia del cine. La sensualidad de Rita Hayworth en el papel de Gilda no solo convirtió a esta película en un éxito, sino que dejó una marca indeleble en la cultura popular. De hecho, el cartel de Gilda se convirtió en un símbolo erótico, que representaba el ideal de la mujer en la época y trascendió más allá de las fronteras de Estados Unidos, siendo un ícono del cine de los años 40.

Para muchas generaciones de cinéfilos, Gilda fue mucho más que una película; fue un símbolo de la era dorada de Hollywood. La influencia de Rita Hayworth como actriz y como figura cultural se sintió durante años, siendo objeto de admiración y referencia para diversos cineastas, incluidos aquellos de la nueva ola española. Directores como Francisco Regueiro rindieron homenaje a Rita y a su personaje en Madregilda (1985), una película que reflejaba las tensiones sociopolíticas de la época a través de la figura de Gilda.

Relaciones personales influyentes

La vida personal de Rita Hayworth estuvo marcada por una serie de relaciones que influyeron tanto en su carrera como en su vida personal. En 1943, se casó con Orson Welles, el genio director y actor que en ese momento estaba en la cima de su carrera. Juntos, trabajaron en La dama de Shanghai (1948), una de las películas más fascinantes del cine negro y una de las obras más complejas de Welles. La colaboración entre ambos, tanto artística como personal, fue clave para Rita, ya que le permitió experimentar con papeles más oscuros y sofisticados, dejando atrás su imagen de femme fatale.

Sin embargo, su matrimonio con Welles no fue duradero, y la pareja se divorció en 1947. A pesar de este fracaso, la experiencia le permitió a Rita crecer como actriz, desafiando su imagen de estrella de cine convencional. Tras el divorcio, Rita se casó con el príncipe Ali-Khan, un playboy internacional, lo que la alejó temporalmente de la pantalla. Durante este periodo, su carrera se estancó, y muchas de sus películas, como La dama de Trinidad (1952) y Salomé (1953), no lograron el éxito esperado.

Retorno y transición a papeles más maduros

En la segunda mitad de la década de los 50, Rita Hayworth regresó al cine, pero en un tipo de papeles más maduros, que reflejaban su evolución personal y profesional. En películas como Pal Joey (1957) y Mesas separadas (1958), Rita demostró su capacidad para abordar personajes más complejos, alejándose de su anterior imagen de “chica pin-up”. A pesar de no alcanzar los mismos niveles de popularidad que en sus años de mayor esplendor, su talento seguía intacto, y en Llegaron a Cordura (1959), compartiendo créditos con Gary Cooper, su interpretación fue aclamada por la crítica.

La carrera de Rita, aunque menos prolífica en las décadas posteriores, siguió siendo relevante, con apariciones en diversas películas y programas de televisión hasta finales de los años 60. Sin embargo, la fama que había alcanzado en los años 40 seguía persiguiendo a la actriz, y su nombre permaneció asociado a su personaje más emblemático: Gilda.

Últimos años y lucha contra el Alzheimer

A lo largo de su vida, Rita Hayworth se vio marcada por una serie de altibajos tanto en su vida personal como profesional. Tras sus años de esplendor en Hollywood, en los que dominó las pantallas como una de las más grandes estrellas del cine, la actriz comenzó a experimentar un declive tanto en su carrera como en su salud. En los años 60, su presencia en el cine se redujo, y aunque continuó trabajando en algunos proyectos, su popularidad ya no era la misma. Sin embargo, uno de los aspectos más trágicos de su vida fue su lucha contra la enfermedad de Alzheimer, que la aquejó durante los últimos años de su vida.

Rita fue diagnosticada con Alzheimer en la década de 1970, pero la enfermedad se mantuvo en secreto por algún tiempo. Durante años, la actriz mantuvo su lucha en privado, aunque su condición empezó a volverse más evidente para quienes la rodeaban. El Alzheimer, una enfermedad que afecta la memoria y las funciones cognitivas, dejó a Rita alejada del cine y de la vida pública. Las personas que trabajaron con ella en sus últimos años la describieron como una mujer que luchó valientemente contra una enfermedad devastadora, pero que, al mismo tiempo, parecía perder lentamente la lucidez que una vez definió su gran talento.

El impacto de la enfermedad en su vida personal y profesional fue devastador. Su familia, y en particular su hija Rebecca Welles, tuvo que lidiar con las consecuencias de una enfermedad que no solo le robó a Rita su capacidad para recordar, sino también una parte esencial de su identidad. A pesar de este sufrimiento, la figura de Rita nunca desapareció por completo. Su legado perduró en las películas y en la memoria de sus admiradores. A pesar de su enfermedad, se celebraron homenajes en su honor y se recordó la increíble estrella que había sido.

Rita Hayworth murió el 14 de mayo de 1987, a los 68 años, a causa de complicaciones relacionadas con el Alzheimer. Su muerte dejó un vacío en el mundo del cine, pero su imagen como una de las más grandes estrellas de la época dorada de Hollywood perduró a lo largo de las décadas.

Percepción pública y reconocimiento en vida

A lo largo de su vida, Rita Hayworth experimentó una percepción pública que fue cambiando con el paso del tiempo. En sus años de mayor popularidad, fue considerada una de las mujeres más hermosas y deseadas del cine, conocida principalmente por su rol en Gilda. Su nombre fue sinónimo de glamour, sensualidad y sofisticación, y su imagen como una de las chicas Pin-Up más famosas de la historia se consolidó a través de los carteles que adornaban los cuarteles y los hogares durante la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, a medida que avanzaba su carrera, Rita enfrentó las dificultades de ser una estrella de cine en un sistema de Hollywood que, en ocasiones, valoraba más la apariencia que el talento actoral. A pesar de su inmenso talento, muchas veces fue relegada a papeles estereotipados, especialmente después de su matrimonio con Orson Welles. Aunque algunos de sus filmes más tarde en su carrera no fueron éxitos comerciales, su estatus de leyenda nunca se desvaneció por completo. En vida, Rita fue homenajeada en diversas ceremonias y reconocida como una de las grandes actrices del cine clásico.

Relecturas críticas e históricas de su legado

El legado de Rita Hayworth fue reinterpretado varias veces a lo largo de los años. Si bien durante su vida fue celebrada principalmente por su belleza y su impacto como símbolo erótico, tras su muerte, las nuevas generaciones comenzaron a redescubrirla desde una perspectiva más profunda. Gilda se transformó en un símbolo complejo, y muchos críticos de cine y estudiosos empezaron a ver al personaje de Gilda como una representación del sufrimiento y la lucha femenina.

El cineasta Francisco Regueiro, por ejemplo, en su película Madregilda (1985), utilizó la figura de Rita Hayworth como una metáfora de la represión sexual y emocional en la España franquista. El personaje de Gilda se convirtió en un símbolo subversivo, un faro para aquellos que veían en ella no solo una belleza superficial, sino también un reflejo de la complejidad de la mujer en una sociedad conservadora.

Además, en los años 70 y 80, Pilar Miró, otra cineasta española, hizo su propio homenaje a Rita Hayworth al hacer que Patsy Kensit interpretara a Gilda en su película Beltenebros (1991). La influencia de la figura de Gilda no solo se mantuvo viva, sino que fue reinterpretada por generaciones posteriores, que veían en ella un símbolo tanto de la sensualidad como de la tragedia.

Influencia duradera en el cine y la cultura pop

La influencia de Rita Hayworth no se limitó a su tiempo. Su legado perduró en las décadas siguientes, tanto en la industria del cine como en la cultura popular. Su imagen siguió siendo una de las más evocadoras del cine clásico, con la figura de Gilda siendo referenciada constantemente en películas, programas de televisión y obras de arte. Incluso hoy en día, el rostro de Rita Hayworth sigue siendo una de las imágenes más poderosas del cine dorado de Hollywood.

El impacto de Gilda también se puede ver en los innumerables homenajes y referencias en la cultura pop. En los años posteriores a su muerte, la actriz se convirtió en un ícono que representaba no solo el glamour y la sensualidad, sino también una cierta melancolía asociada con la pérdida de la época dorada de Hollywood.

La eternidad de una imagen

La historia de Rita Hayworth es la historia de una mujer que, a pesar de su difícil vida personal y de los altibajos de su carrera, logró dejar una huella indeleble en la historia del cine. De niña bailarina en los escenarios de Broadway a convertirse en uno de los nombres más grandes de la pantalla de Hollywood, su viaje es un testimonio de perseverancia, belleza y talento. Gilda, el personaje que la definió, sigue siendo una imagen inmortal, una de las figuras más icónicas del cine, que trasciende el paso del tiempo.

Aunque Rita Hayworth se despidió del mundo a los 68 años, su legado permanece intacto, no solo en las películas que protagonizó, sino en el símbolo cultural que representa. La figura de Gilda, con su complejidad y belleza, sigue viva, no solo en los recuerdos de aquellos que vivieron su época, sino también en los corazones de nuevas generaciones que la descubren como una estrella eterna.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Rita Hayworth (1918–1987): La Estrella Eterna del Cine de Hollywood". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/hayworth-rita [consulta: 19 de octubre de 2025].