Leandro Fernández de Moratín (1760–1828): El Vidente del Neoclasicismo en el Teatro Español
Leandro Fernández de Moratín (1760–1828): El Vidente del Neoclasicismo en el Teatro Español
Primeros Años y Educación
Leandro Fernández de Moratín nació el 10 de marzo de 1760 en Madrid, en el seno de una familia de gran tradición literaria. Su padre, Nicolás Fernández de Moratín, licenciado en Derecho y catedrático de Literatura, fue una figura clave en su formación. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Leandro no sintió la necesidad de asistir a la universidad, ya que la educación que recibió en su hogar fue tan completa que le permitió sumergirse desde muy joven en las letras. Su padre, además de proporcionarle los conocimientos necesarios en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, le inculcó un amor profundo por la literatura, la poesía y el teatro.
A pesar de su prometedora carrera literaria, Leandro trabajó durante un tiempo como joyero, oficio tradicional de su familia. Esta faceta, aunque poco conocida, formó parte de su juventud antes de consagrarse plenamente a la escritura. Su vínculo con la cultura francesa, especialmente con los ideales ilustrados de la época, también fue fundamental. Desde muy joven, mostró una pasión por la reforma social y cultural, deseando modificar las estructuras literarias y teatrales de España, que él consideraba obsoletas y decadentes.
Moratín comenzó a destacar como escritor desde su adolescencia. En 1779, con apenas 19 años, su poema fue premiado por la Real Academia Española, un reconocimiento que se repitió tres años más tarde, consolidando su posición como un joven talento literario. Esto le abrió las puertas del círculo de intelectuales reformistas de la época, lo que le permitió integrarse de lleno en el mundo de la cultura y la política española.
Inicios en la Política y Viajes por Europa
La relación de Leandro Fernández de Moratín con la política fue estrecha desde sus primeros años. Bajo la protección de Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los más destacados reformistas de la época, Moratín entró en la administración pública. Fue recomendado como secretario del conde de Cabarrús, lo que le permitió viajar a París en 1787, donde comenzó a forjar una relación cercana con los círculos ilustrados franceses. La Revolución Francesa, que se desató en 1789, fue un acontecimiento decisivo en su vida, ya que Moratín fue testigo directo de los cambios sociales y políticos que la Revolución trajo consigo. Su simpatía por los ideales de la Revolución Francesa y su creencia en los beneficios de la influencia francesa marcaron su trayectoria posterior.
El contacto directo con las ideas progresistas de la Revolución Francesa y la profunda admiración por las reformas culturales de Francia influyeron decisivamente en su obra literaria. Moratín no solo visitó Francia; también recorrió otros países europeos, como Inglaterra e Italia, entre 1792 y 1796. Estos viajes le proporcionaron una visión cosmopolita y moderna que más tarde reflejaría en sus escritos.
Al regresar a Madrid, Moratín consiguió un puesto de relevancia como secretario de la Interpretación de Lenguas, lo que equivalía a ser el director de los servicios oficiales de traducción. Esta posición le permitió entrar en contacto con los avances culturales europeos y facilitó su introducción en el mundo literario, ya en pleno apogeo del movimiento neoclásico.
El Teatro Neoclásico y su Contribución al Género
El siglo XVIII fue testigo de la llegada del Neoclasicismo a Europa, un movimiento cultural que buscaba recuperar los principios de la Antigua Grecia y Roma, tanto en la literatura como en las artes visuales. En este contexto, Leandro Fernández de Moratín se destacó como la figura más representativa del teatro neoclásico en España. Sus obras, fuertemente influenciadas por las normas de los clásicos, adoptaron la regla de las tres unidades: unidad de acción, de lugar y de tiempo, que debían regir todo drama teatral. El teatro debía ser, en palabras de los neoclásicos, no solo entretenido sino también educativo, y Moratín entendió perfectamente esa premisa.
El tema central de sus obras fue la libertad de la mujer en la elección de su esposo. En una época en la que los matrimonios eran casi siempre arreglados por conveniencia económica y social, Moratín utilizó el teatro como una herramienta de crítica social, mostrando a través de sus personajes los conflictos que surgían por esta falta de libertad. Entre sus obras más destacadas se encuentran El viejo y la niña (1790), El barón (1803) y, por supuesto, El sí de las niñas (1806), que se estrenó en el Teatro de la Cruz en Madrid el 24 de enero de 1806.
El sí de las niñas es probablemente su obra más conocida y una de las más importantes del teatro español del siglo XVIII. La obra presenta una crítica a la tradición de los matrimonios arreglados y plantea la cuestión de la libertad femenina, un tema muy adelantado para la época. La obra es una comedia de enredos en la que se aborda el dilema entre el deseo personal y las obligaciones sociales, y es considerada una de las piezas más relevantes del Neoclasicismo en España.
Además de sus comedias de carácter social, Moratín también se dedicó a la sátira. Obras como La comedia nueva o el café (1792) y La mojigata (1804) son críticas a la hipocresía y la incultura de ciertos sectores sociales, en particular a aquellos que rechazaban las reformas neoclásicas en favor de una estética más barroca y anticuada. Estas piezas fueron bien recibidas por un público que empezaba a ver la necesidad de modernizar la cultura española.
Con El sí de las niñas, Moratín cerró su ciclo de obras originales y, a partir de ese momento, se dedicó a adaptar dos obras de Molière, uno de sus autores más admirados: La escuela de los maridos y El médico a palos. Estas adaptaciones reflejaban su devoción por los principios del teatro clásico, así como su habilidad para trasladar esos principios a un contexto español.
El Compromiso Político y la Invasión Francesa
Durante la invasión de las tropas napoleónicas en España, Leandro Fernández de Moratín se alineó con los “afrancesados”, un grupo de intelectuales y políticos que apoyaban la influencia de Francia en España. Creían que los beneficios de las reformas francesas, tanto sociales como políticas, podrían mejorar la situación del país. Moratín, que había pasado años viajando por Francia y admiraba sus ideales, vio en la ocupación francesa una oportunidad para modernizar España.
Sin embargo, esta postura fue un error político en términos de la percepción popular. Cuando las fuerzas de Napoleón comenzaron a retroceder y la resistencia española aumentó, muchos de los que se habían alineado con los franceses fueron tachados de traidores. En 1811, a pesar de sus esfuerzos y su relación con el poder francés, Moratín fue nombrado bibliotecario mayor de la Biblioteca Nacional de Madrid. No obstante, el contexto político en España cambió rápidamente, y la derrota de los franceses en la Guerra de Independencia obligó a Moratín a abandonar Madrid en 1812.
El escritor se trasladó primero a Valencia y luego a Barcelona, donde pasó los años siguientes viviendo de manera más discreta, alejado del escenario político que lo había acompañado en su juventud. Durante este tiempo, se dedicó a la publicación de las Obras póstumas de su padre, Nicolás Fernández de Moratín, quien había sido un destacado escritor en su propio derecho. Esta publicación no solo representó un tributo filial, sino también un esfuerzo por preservar el legado literario familiar ante los cambios de la época.
La Vida Después de la Guerra y el Retiro en Burdeos
Después de su exilio forzoso en 1812, Moratín vivió una vida mucho más tranquila, aunque siempre marcada por la melancolía de su exilio y la derrota de sus ideas políticas. En los últimos años de su vida, encontró refugio en la ciudad francesa de Burdeos, donde fue acogido por la familia de Manuel Silvela, un famoso alcalde de Madrid y amigo cercano. En Burdeos, Moratín vivió modestamente, sin la relevancia política y cultural que había disfrutado en su juventud en Madrid y en otras capitales europeas.
Fue en este contexto que, en 1824, Moratín recibió la visita de Francisco de Goya, el famoso pintor español, quien también había encontrado refugio en Francia tras la caída del régimen absolutista en España. La relación entre Moratín y Goya fue cercana, y ambos compartían un espíritu crítico hacia las instituciones tradicionales y un profundo amor por las reformas culturales. Este encuentro entre dos grandes figuras de la cultura española de la época marcó un periodo de reflexión sobre la situación política y social de España, así como sobre el futuro de las artes en un país devastado por la guerra.
En 1825, las Obras dramáticas y líricas de Moratín fueron publicadas en París, una recopilación póstuma que consolidó su legado como uno de los más grandes dramaturgos del siglo XVIII español. Sin embargo, Moratín ya estaba viviendo sus últimos días. La muerte le llegó en París el 21 de junio de 1828, a la edad de 68 años, justo dos meses después del fallecimiento de Goya.
Últimos Años, Poesía y Legado
A lo largo de su vida, además de su prolífica producción teatral, Leandro Fernández de Moratín se dedicó también a la poesía, tanto lírica como satírica. A pocos meses de su muerte, escribió su Elegía a las musas, un poema melancólico que refleja su visión del arte y de la cultura española en la que creía, pero que sentía que ya se encontraba en decadencia. Este poema es considerado uno de sus últimos trabajos significativos.
Además, la sátira fue un género en el que Moratín se mostró particularmente hábil. En su Sátira contra los vicios introducidos en la poesía española, criticó ferozmente las corrientes poéticas que se apartaban de los principios neoclásicos que él defendía. En este sentido, su obra se constituyó como una continua defensa de la claridad y la corrección en la literatura española frente a las excesivas ornamentaciones barrocas que aún predominaban en el gusto literario de su tiempo.
Uno de los proyectos que quedó inconcluso al momento de su muerte fue el ensayo Orígenes del teatro español, una obra que pretendía ser un estudio profundo sobre la evolución del teatro en España. Aunque fue publicada póstumamente en 1830, la obra de Moratín en este campo sigue siendo un pilar esencial para comprender los cimientos del teatro español moderno.
Moratín legó un impacto profundo en la literatura y el teatro español. Su influencia no solo se hizo notar durante su vida, sino que continuó a través de generaciones de escritores y dramaturgos. Su defensa del teatro neoclásico y su preocupación por la educación del público mediante las artes lo convierten en una figura clave en la historia de la cultura española. Moratín no solo contribuyó con sus obras teatrales, sino también con su incansable trabajo por reformar las estructuras literarias y culturales de su tiempo. Su legado sigue vivo en el estudio de la literatura española, y su figura se mantiene como uno de los grandes nombres del siglo XVIII.
MCN Biografías, 2025. "Leandro Fernández de Moratín (1760–1828): El Vidente del Neoclasicismo en el Teatro Español". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/fernandez-de-moratin-leandro [consulta: 16 de octubre de 2025].