Carlos VI (1368–1422): El Rey Demente y la Ruina de Francia

Infancia, Ascenso y Reinado Temprano

Nacimiento y contexto dinástico

Carlos VI, nacido el 3 de diciembre de 1368 en París, fue el hijo mayor del monarca Carlos V de Francia y de Juana de Borbón. Su nacimiento se inscribió en un momento delicado para la monarquía francesa, todavía convaleciente de los estragos iniciales de la Guerra de los Cien Años, un conflicto prolongado que oponía a Francia e Inglaterra por los derechos sucesorios a la corona francesa. Al morir su padre en 1380, el joven Carlos ascendió al trono con apenas doce años, recibiendo el sobrenombre de «el Bienamado» debido a la simpatía que inicialmente despertaba entre sus súbditos. No obstante, lo que prometía ser un reinado auspicioso se convertiría en una época de calamidades y desintegración política.

Coronado solemnemente en la catedral de Reims el 25 de octubre de 1380, Carlos VI fue declarado formalmente mayor de edad. Sin embargo, el gobierno real quedó en manos de sus ambiciosos tíos: Luis, duque de Anjou; Felipe el Atrevido, Juan, duque de Berry y Luis, duque de Borbón, hermano de la reina madre. Estos regentes, en lugar de consolidar el reino, se entregaron a prácticas de corrupción, favoreciendo sus propios intereses a costa del erario público y de la estabilidad nacional.

La regencia de los tíos y los primeros conflictos fiscales

Uno de los episodios más críticos de esta regencia fue la reintroducción de impuestos que Carlos V había abolido. Este movimiento, encabezado por Luis de Anjou para financiar una fracasada expedición a Nápoles, provocó graves rebeliones sociales: la de los tuchins en Languedoc, los chaperons blancs en Normandía y los maillotins en París. Estas revueltas, brutalmente sofocadas, revelaron el creciente descontento del pueblo ante la avaricia de los regentes y la falta de un liderazgo efectivo.

Matrimonio con Isabel de Baviera y alianzas políticas

En 1385, como parte de una estrategia diplomática, Carlos VI contrajo matrimonio con Isabel de Baviera, una alianza organizada por Felipe el Atrevido para asegurar el apoyo del Sacro Imperio Romano Germánico en sus aspiraciones territoriales en Flandes. Aunque políticamente ventajosa, esta unión no fortaleció la estabilidad interna del reino, y con el tiempo, la reina Isabel jugaría un papel polémico y divisivo en la política francesa.

Reformas y Popularidad Breve

El “gobierno de los marmousets” y la recuperación del poder

Hacia noviembre de 1388, influenciado por su hermano Luis, duque de Orleáns, Carlos VI decidió liberarse del control de sus tíos y asumir personalmente las riendas del gobierno. Reinstauró a los antiguos consejeros de su padre, conocidos como los «marmousets», entre ellos Bureau de la Rivière y Jean de Montaigu, confiando en que su experiencia y prudencia permitirían rescatar al reino del caos.

Este cambio de rumbo fue inicialmente bien recibido. La población, aliviada por el cese de la opresión fiscal y administrativa de los regentes, depositó sus esperanzas en un monarca joven, activo y sensato. Esta breve etapa de reformas apuntaba a modernizar la administración y racionalizar el gasto público. Se intentó consolidar la autoridad real y recomponer la política exterior mediante una diplomacia más prudente, evitando conflictos innecesarios con Inglaterra.

Esperanzas frustradas: reformas ineficaces y persistencia del malestar

Pese a la buena voluntad, los marmousets no lograron resolver los problemas estructurales de Francia. La crisis económica, agravada por el costo de las guerras, la desorganización territorial y el malestar campesino, persistía. Por su parte, Luis de Orleáns, aunque cercano al rey, carecía del tacto y visión política para sostener una línea coherente en asuntos exteriores. La rivalidad entre las distintas facciones nobiliarias seguía minando cualquier esfuerzo de centralización.

Esta fragilidad gubernamental hizo que el breve período de popularidad del rey se desvaneciera con rapidez. La presión constante, los fracasos y las intrigas cortesanas contribuirían a precipitar el siguiente gran drama del reinado de Carlos VI: su colapso mental.

El Comienzo de la Demencia Real

El ataque de locura de 1392

En el verano de 1392, mientras se dirigía a Bretaña para castigar un atentado contra su consejero Olivier de Clisson, Carlos VI sufrió su primer ataque de locura. En un episodio repentino, mató a varios de sus propios caballeros, convencido de que eran enemigos infiltrados. Este incidente marcó el inicio de un deterioro mental progresivo que afectaría gravemente su capacidad para gobernar.

A partir de entonces, Carlos alternó breves momentos de lucidez con largos periodos de profunda alienación mental. Durante sus crisis, olvidaba su identidad, huía de su esposa e hijos, y se negaba a vestirse, creyéndose hecho de vidrio. Estos comportamientos, percibidos con horror y desconcierto por sus contemporáneos, le valieron el sobrenombre histórico de «Carlos el Loco».

Alternancia entre lucidez y colapso: consecuencias políticas inmediatas

Con el rey incapacitado, el vacío de poder volvió a ser ocupado por sus antiguos regentes y por Luis de Orleáns, su hermano, quien retomó un papel central en la política francesa. Su influencia creció notablemente, al punto de suscitar rumores de una relación ilícita con la reina Isabel de Baviera. Esta situación exacerbó las tensiones entre las distintas facciones cortesanas, especialmente con los Borgoñones, encabezados por Juan Sin Miedo, hijo de Felipe el Atrevido.

En un reino sin liderazgo claro, las alianzas se volvieron volátiles, y la desconfianza entre nobles desembocaría en una sangrienta guerra civil que agravaría todavía más el ya devastado escenario de Francia. La figura del rey, incapaz de gobernar, se convirtió en un símbolo de ruina y decadencia, presagiando una etapa aún más oscura que marcaría el resto de su reinado.

Guerra Civil en Francia: Armagnacs vs. Borgoñones

El asesinato de Luis de Orleáns

La inestabilidad provocada por la enfermedad mental de Carlos VI generó un entorno propicio para la confrontación entre las grandes casas nobles. En este contexto de caos, Luis de Orleáns, hermano del rey y figura dominante en la corte, se convirtió en blanco de las ambiciones rivales. El 23 de noviembre de 1407, fue asesinado en París por orden de Juan Sin Miedo, duque de Borgoña, que justificó públicamente el crimen como un acto de justicia para salvar al reino de la corrupción y del libertinaje.

Este suceso desató una guerra abierta entre los Armagnacs —nombre que adoptaron los seguidores del partido de Orleáns, encabezados por Bernardo VII de Armagnac— y los Borgoñones, liderados por Juan Sin Miedo. La lucha entre ambas facciones se caracterizó por su violencia extrema, saqueos, ejecuciones sumarias y una progresiva descomposición de la autoridad real.

La formación de los bandos enfrentados y la revuelta de los cabochiers

La situación alcanzó su punto crítico en 1413, cuando los Borgoñones, controlando París, impulsaron una revuelta popular conocida como la revuelta de los cabochiers, liderada por una facción radical de artesanos y estudiantes. Esta rebelión, aunque inicialmente dirigida contra la corrupción de los Armagnacs, se transformó rápidamente en una orgía de violencia y purgas políticas.

En este clima de anarquía, el rey Carlos VI, aún vivo pero permanentemente ausente debido a su locura, se convirtió en una marioneta simbólica utilizada por ambos bandos para justificar sus acciones. La monarquía francesa, sin dirección real, se desintegraba rápidamente ante los ojos de una nación que se hundía en el abismo.

Intervención Inglesa y Derrota Francesa

La alianza borgoñona con Enrique V y la batalla de Azincourt

Aprovechando la división interna de Francia, Enrique V de Inglaterra, joven y ambicioso monarca, decidió relanzar sus derechos al trono francés mediante una nueva invasión. En 1415, desembarcó en Normandía y avanzó hacia el norte, enfrentándose a un ejército francés desorganizado y dividido en la célebre batalla de Azincourt.

El resultado fue una devastadora derrota para Francia: la flor y nata de la caballería gala fue aniquilada por los arqueros ingleses, lo que consolidó el prestigio de Enrique V y dejó al reino francés expuesto a nuevas agresiones. Los Borgoñones, lejos de oponerse con firmeza, buscaron aliarse con los ingleses para consolidar su hegemonía dentro de Francia.

El papel de Isabel de Baviera y el nuevo conflicto interno

En medio de este desastre, la reina Isabel de Baviera, marginada durante los primeros años de la enfermedad de su esposo, reapareció en la escena política. En 1416, tras haber sido encarcelada, consiguió el apoyo de los Borgoñones y se proclamó regente de Francia, legitimando así la colaboración con Enrique V.

Esta maniobra fue vista como una traición por el bando de los Armagnacs y por muchos nobles franceses. Sin embargo, la reina y sus aliados consolidaron su poder en el norte del país, mientras que el sur permanecía en manos del delfín Carlos, hijo de Carlos VI, quien comenzaba a asumir funciones reales en las provincias que aún reconocían la autoridad dinástica de los Valois.

Tratado de Troyes y la Fragmentación del Reino

La boda de Catalina de Valois y las cláusulas del tratado

La alianza entre los Borgoñones y los ingleses culminó en el Tratado de Troyes, firmado en 1420. Según sus términos, Carlos VI, ya completamente incapacitado, reconocía a Enrique V de Inglaterra como su heredero legítimo, desheredando así a su propio hijo, el delfín Carlos. Para sellar el acuerdo, la hija del rey, Catalina de Valois, contrajo matrimonio con Enrique V.

Este tratado, promovido y avalado por Isabel de Baviera y Felipe III el Bueno, hijo de Juan Sin Miedo, consagró la fragmentación definitiva del reino. La legitimidad dinástica fue puesta en entredicho, y dos coronas —Francia e Inglaterra— se proyectaban para unirse en la figura del futuro hijo de Catalina y Enrique.

Carlos VI como rey nominal sin poder

Desde ese momento, Carlos VI se convirtió en un monarca nominal, conservando el título de rey de Francia, pero sin ninguna autoridad real. Aislado en París y controlado por los Borgoñones, vivió sus últimos años en la más absoluta soledad, víctima de su demencia, ignorado por los gobernantes de facto que decidían el destino del país.

Murió el 21 de octubre de 1422, apenas unos meses después que Enrique V, y fue enterrado sin honores. Su muerte marcó el final simbólico de una era desastrosa, y su reinado quedó en la memoria colectiva como uno de los más trágicos de la historia francesa.

Legado de un Reinado Trágico

El delfín Carlos y el sur leal a la corona

A pesar de haber sido desheredado por el Tratado de Troyes, el delfín Carlos, futuro Carlos VII, logró conservar el apoyo de varias regiones del sur de Francia, especialmente en el valle del Loira. Aunque su autoridad era débil y disputada, su figura representaba la última esperanza de legitimidad dinástica frente al avance anglo-borgoñón.

Sin embargo, su posición era precaria: sin recursos, sin ejército sólido y enfrentado a una coalición poderosa, parecía condenado a una resistencia prolongada sin resultados visibles. Su corte itinerante, instalada en Bourges, fue objeto de burla y desprecio por parte de sus enemigos, que lo apodaban el «rey de Bourges».

Las consecuencias para Francia y la intervención de Juana de Arco

Fue en este contexto de desesperación nacional cuando emergió una figura inesperada: Juana de Arco, una campesina que afirmaba recibir visiones divinas que la instaban a liberar Francia y coronar al delfín como legítimo monarca. Su aparición en 1429 revitalizó la causa francesa y condujo a una serie de victorias sorprendentes, como el levantamiento del sitio de Orleans y la coronación de Carlos VII en Reims.

Aunque posterior al fallecimiento de Carlos VI, la epopeya de Juana de Arco simboliza la redención del desastre legado por su reinado. El trauma colectivo que supuso su locura, la guerra civil, la ocupación extranjera y la negación de la línea dinástica quedó parcialmente redimido por este giro milagroso del destino.

El reinado de Carlos VI pasó a la historia como una era de ruina, marcada por la enfermedad del rey, la ambición de los nobles, y la intervención de potencias extranjeras. Pero también preparó, en su último estertor, el escenario para una de las páginas más heroicas de Francia, una nación que supo resurgir de su fragmentación y volver a soñar con la unidad.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Carlos VI (1368–1422): El Rey Demente y la Ruina de Francia". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/carlos-vi-rey-de-francia [consulta: 28 de septiembre de 2025].