Avito, Marco Mecilio (¿-457). El breve y turbulento mandato del emperador romano de Occidente
El reinado de Avito, Marco Mecilio, emperador romano de Occidente entre los años 455 y 456, marca uno de los episodios más críticos de la descomposición del poder imperial en Occidente. Figura compleja y de orígenes galorromanos, fue el último emperador respaldado ampliamente por los visigodos, una de las potencias bárbaras más influyentes del siglo V. Su breve mandato reflejó las tensiones entre la nobleza romana tradicional, los intereses militares y las alianzas bárbaras que terminaron por definir el final del Imperio romano de Occidente.
Orígenes y contexto histórico
Avito nació en el seno de una distinguida familia senatorial galorromana, lo que le permitió acceder desde joven a una carrera pública de prestigio. Su padre, Agrícola, fue cónsul en el año 421, una posición de alto rango que aseguraba un entorno de educación, cultura y conexiones políticas importantes. Este trasfondo aristocrático fue clave en su ascenso dentro de las estructuras tanto imperiales como diplomáticas del Bajo Imperio.
Durante los primeros años del siglo V, el Imperio romano de Occidente sufría una descomposición progresiva, con invasiones constantes por parte de pueblos bárbaros, pérdida de territorios y una creciente dependencia militar de las confederaciones germanas. En este contexto, Avito desarrolló una importante trayectoria política, destacando por su habilidad diplomática y por sus vínculos con la corte del emperador Honorio, aunque su verdadera consolidación como figura política relevante se dio en su relación con los visigodos.
Avito fue un personaje muy bien considerado por su inteligencia, elocuencia y formación clásica. Buena parte de lo que se conoce sobre él se debe a la obra Carmina de su sobrino Sidonio Apolinar, quien también ocuparía después un cargo importante como obispo y fue una de las voces culturales de la época.
Logros y contribuciones
Uno de los momentos más decisivos de la vida de Avito fue su papel diplomático entre el Imperio romano y los visigodos. Fue un estrecho colaborador y amigo personal del rey visigodo Teodorico I, con quien forjó una alianza que resultó fundamental durante la amenaza que representó Atila y su ejército huno. Gracias a su influencia, Avito logró convencer a Teodorico I para unir fuerzas con el general Aecio, lo que resultó determinante en la victoria contra los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos en el 451. Aunque la victoria costó la vida del propio Teodorico, frenó el avance huno y consolidó la figura de Avito como hábil diplomático y estratega.
En el año 439, el emperador Valentiniano III lo nombró prefecto de las Galias, aumentando aún más su prestigio en el ámbito occidental del imperio. Durante este periodo, Avito reforzó los lazos entre las provincias galas y el poder central romano, una relación que después sería clave en su ascenso al trono.
Momentos clave
El acceso de Avito al trono imperial se produjo en un momento de absoluta convulsión política. Tras el asesinato de Valentiniano III y la efímera entronización de Petronio Máximo, Roma fue saqueada por los vándalos liderados por Genserico. La muerte de Máximo el 31 de mayo de 455 dejó un vacío de poder que fue rápidamente aprovechado por Avito, quien fue proclamado emperador el 9 de julio del mismo año en Arelate (actual Arlés), con el apoyo del ejército visigodo y la nobleza galorromana.
Principales hitos de su reinado:
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455: Ascenso como magister militum praesentalis bajo Petronio Máximo y designación como embajador ante los visigodos.
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31 de mayo de 455: Muerte de Petronio Máximo y saqueo de Roma por los vándalos.
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9 de julio de 455: Proclamación como emperador en Arelate.
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Reconocimiento senatorial: Aunque inicialmente aceptado por el Senado, Avito enfrentó la oposición de parte de la aristocracia romana.
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456: Intento de restablecer el acuerdo foedus con los vándalos, rechazado por Genserico.
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Batalla del Pó (18 de octubre de 456): Derrota definitiva ante las tropas comandadas por Ricimero y Mayoriano.
A pesar de haber sido reconocido por el Senado romano a su llegada a Italia, Avito encontró fuertes resistencias internas. El emperador del Este, Marciano, nunca lo reconoció como emperador legítimo, lo que debilitó su autoridad frente al resto del mundo romano. Intentó mantener la paz con los vándalos apelando al tratado de 442, el foedus, que había sido roto tras la muerte de Valentiniano III y la llegada al poder de Máximo, pero Genserico se negó a cualquier negociación y continuó sus ataques, incluyendo la interrupción del suministro de trigo desde el norte de África.
En paralelo, Avito tuvo que delegar poder militar al visigodo Teodorico II, quien estaba combatiendo a los suevos en Hispania en su nombre. Esta dispersión de fuerzas debilitó su control en Italia, donde el hambre y la presión social fueron aprovechadas por los generales Mayoriano y Ricimero para sublevarse. Tras algunas victorias navales contra los vándalos, lograron el respaldo del Senado para deponer a Avito. A pesar de que logró reunir tropas galas para resistir, fue derrotado cerca de Piacenza el 18 de octubre de 456. Fue obligado a tomar los hábitos y retirarse al obispado de Placentia, donde murió poco después.
Relevancia actual
La figura de Avito simboliza la transición entre el poder imperial romano y la consolidación de los reinos bárbaros como fuerzas dominantes en Occidente. Su reinado, aunque breve, muestra con claridad el cambio de paradigma político: la pérdida de autoridad del emperador frente al poder militar, el protagonismo creciente de pueblos como los visigodos y la desconexión entre el centro romano y las provincias occidentales, especialmente la Galia.
Avito fue uno de los últimos emperadores cuya proclamación dependió más del apoyo externo que del consentimiento interno de Roma. Su alianza con los visigodos, que en un momento fue clave para su ascenso, también fue causa de sospecha entre la nobleza romana, que lo percibía como un extranjero o un títere de los bárbaros. Esta percepción contribuyó a su rápida caída.
A pesar de su fracaso político, Avito dejó un legado cultural y diplomático significativo. El testimonio de Sidonio Apolinar y las fuentes galorromanas permiten comprender cómo ciertas élites provinciales intentaron mantener una forma de romanidad frente al colapso de la estructura imperial. La resistencia de la nobleza gala tras su deposición, negándose a aceptar a sus sucesores, evidencia que Avito representaba una forma de identidad política distinta, más descentralizada y adaptada a las nuevas realidades de poder.
Bibliografía
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MCN Biografías, 2025. "Avito, Marco Mecilio (¿-457). El breve y turbulento mandato del emperador romano de Occidente". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/avito-marco-mecilio-emperador-de-occidente [consulta: 28 de septiembre de 2025].