Rosalía de Castro (1837–1885): Voz Profunda del Alma Gallega y Precursora de la Poesía Social

Contenidos ocultar

Infancia marcada por el estigma y primeros pasos en la sensibilidad artística

Orígenes ilegítimos y entorno familiar conflictivo

Nacimiento en Santiago y el secreto de su filiación

Rosalía de Castro nació en febrero de 1837 en Santiago de Compostela, en una época marcada por profundas convulsiones políticas en España y una sociedad fuertemente estructurada en torno al honor, la nobleza de cuna y los valores tradicionales. Desde el inicio, su existencia quedó envuelta en un halo de misterio y deshonra social. En su partida de nacimiento consta que era “hija de padres incógnitos” y que “va sin número por no haber pasado a la Inclusa”, un eufemismo que reflejaba tanto su nacimiento fuera del matrimonio como la intención de mantener en secreto su origen.

La verdad, sin embargo, era más compleja. Rosalía era la hija natural de doña María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía, una hidalga gallega empobrecida, y de don José Martínez Viojo, un sacerdote que, debido a su condición eclesiástica, no podía reconocer legalmente a su hija. A pesar de esta imposibilidad formal, el padre biológico no fue completamente ajeno a su destino: encargó su crianza a sus hermanas, doña Teresa y doña Josefa Martínez, y veló por su bienestar desde las sombras.

La relación con su madre y la crianza a cargo de las tías paternas

Rosalía creció alejada de su madre, relegada al cuidado de sus tías paternas en Ortoño, donde la familia tenía su residencia en la “Casa do Castro”, y más tarde en la villa de Padrón. Esta separación no fue simplemente una cuestión logística, sino el resultado de un rechazo social: la familia materna impidió que doña María Teresa se acercara a su hija, al menos durante los primeros años, como una forma de proteger el nombre familiar del escándalo.

Esta circunstancia no solo marcó el desarrollo emocional de la futura escritora, sino que dejó una profunda huella en su visión del mundo, marcada por la melancolía, la injusticia y una percepción intensa de la soledad. Como bien apuntó Marina Mayoral, crítica literaria y estudiosa de su obra, la sociedad gallega podía ser más tolerante con los hijos naturales que otras regiones, pero “ser hija de cura” implicaba un estigma doble. Para una niña sensible e inteligente, esa condición no podía pasar desapercibida ni ser emocionalmente inocua.

Fue recién en 1852, cuando Rosalía tenía unos quince años, que su madre finalmente la acogió, iniciando una relación afectiva intensa que duraría hasta la muerte de doña María Teresa en 1862. A pesar del tiempo perdido, el vínculo fue profundo y, como reflejan muchas de sus obras, Rosalía sintió una gran identificación con las mujeres marginadas, dolidas y víctimas de una estructura social que las ignoraba o despreciaba.

Educación informal y primeros contactos con la cultura popular

Influencia de su nodriza y el idioma gallego

El aprendizaje temprano de Rosalía no se dio en aulas prestigiosas ni en manos de preceptores cultos. Su verdadero contacto formativo vino de la cultura oral gallega, transmitida por su nodriza, quien le enseñó no solo a hablar el idioma gallego, sino también a interiorizar sus canciones populares, coplas, refranes y cuentos. Este patrimonio inmaterial se convertiría en la base emocional y estilística de su poesía más significativa, sobre todo en sus obras escritas en gallego.

Así, desde muy joven, Rosalía asimiló la melodía del habla popular gallega, su imaginería y su capacidad para evocar estados de ánimo colectivos, lo que la llevaría más tarde a convertirse en una figura clave del Rexurdimento, el movimiento de recuperación cultural y lingüística de Galicia.

Estudios en la Sociedad Económica de Amigos del País

Más allá de su educación popular, Rosalía recibió formación en Dibujo y Música en la Sociedad Económica de Amigos del País, una institución ilustrada que proporcionaba formación a jóvenes de distintas clases sociales. Sin embargo, sus biógrafos coinciden en que no recibió una educación formal sistemática, ni cursó estudios avanzados en Literatura o Filosofía. Esto no impidió que, gracias a su curiosidad y voluntad autodidacta, se adentrara con profundidad en la creación literaria.

A pesar de los errores ortográficos que a veces se hallan en sus manuscritos, su capacidad intuitiva para la poesía, su talento innato y su oído musical le permitieron construir una voz literaria personal, intensa y profundamente innovadora dentro del contexto del Romanticismo tardío español.

Primeras experiencias sentimentales y sociales

La sombra del escándalo social y su huella psicológica

El rechazo social, el desarraigo y la sensación de marginalidad fueron condiciones constantes en la vida de Rosalía. Todo parece indicar que su carácter melancólico, introspectivo y pesimista se forjó en estos años de niñez y juventud, donde la exclusión y la vergüenza familiar no solo le dolieron, sino que se convirtieron en material poético con el que interpretaría el mundo.

El entorno tradicionalista gallego del siglo XIX no ofrecía muchas salidas para una mujer como ella: sensible, con inquietudes artísticas y nacida fuera del matrimonio. Su refugio, como el de tantas otras figuras marginadas, fue la escritura, donde pudo canalizar sus emociones y su creciente conciencia crítica frente a las estructuras sociales injustas.

Encuentro y matrimonio con Manuel Murguía

En 1856, Rosalía se trasladó a Madrid por razones familiares. Fue allí donde conoció a Manuel Murguía, historiador, periodista y uno de los principales promotores del galleguismo cultural. El encuentro fue determinante para el rumbo de su vida. Murguía no solo reconoció de inmediato el talento poético de Rosalía, sino que fue el primero en alentarla a publicar y en introducirla en los círculos literarios de la capital.

Se casaron el 10 de octubre de 1858. A partir de entonces, Murguía sería no solo su esposo, sino también su editor, crítico y gestor literario. Algunos estudiosos han debatido sobre la naturaleza emocional del matrimonio: si fue por conveniencia, por amor o por necesidad mutua de protección. Sin embargo, lo indiscutible es que su alianza fue clave para la difusión de la obra de Rosalía y para su consolidación como figura literaria.

La pareja tuvo siete hijos, aunque varios de ellos murieron prematuramente. Este contexto de maternidad intermitente y pérdida sería otro de los elementos que modelaría la visión poética de Rosalía, siempre atenta al dolor íntimo, a la fugacidad de la vida y a la fragilidad de las emociones humanas.

Consolidación literaria y compromiso con Galicia

Inicio de la carrera literaria en Madrid

Publicación de La Flor y el apoyo de Murguía

La carrera literaria de Rosalía de Castro comenzó a despegar gracias al entorno intelectual madrileño y, en particular, al apoyo constante de Manuel Murguía, quien supo detectar en su joven esposa un talento poético singular. En 1857, un año antes de su matrimonio, Rosalía publicó su primer libro, La Flor, una colección de poemas que, aunque todavía impregnada por los tópicos románticos de la época, revela ya una voz melancólica y personal.

Murguía fue más que un cónyuge: fue su editor inicial, su impulsor ante la crítica, y el primer defensor de su genio. Publicó una reseña elogiosa en el periódico La Iberia, con lo cual La Flor alcanzó cierta notoriedad en los círculos culturales madrileños. Si bien esta obra juvenil no tiene la profundidad de sus libros posteriores, representa el primer peldaño en una carrera marcada por la evolución constante hacia una poesía de introspección y denuncia social.

Primeras novelas y búsqueda de identidad narrativa

En 1859, poco después de su boda, Rosalía se adentró en la narrativa con La hija del mar, una novela romántica con tintes autobiográficos. El texto, más que por su calidad formal, destaca por su visión del amor como conflicto trágico, centrado en una historia triangular que involucra a una madre, una hija y un mismo hombre. La obra deja entrever una perspectiva crítica hacia las convenciones sentimentales y sociales impuestas a la mujer.

Dos años más tarde, en 1861, publicó Flavio, otra novela romántica que, aunque bien acogida por los lectores de su tiempo, muestra una escritora aún en búsqueda de un lenguaje propio. Ambas novelas constituyen el tránsito necesario hacia una prosa más reflexiva y comprometida, que maduraría con el tiempo. Es en esta etapa donde Rosalía empieza a modelar una visión crítica de la sociedad, particularmente del papel relegado de la mujer, que se consolidaría en su obra poética posterior.

La irrupción de la lengua gallega en su obra

Cantares gallegos y el impulso al Rexurdimento

El año 1863 marcó un hito fundamental en la historia de la literatura gallega: la publicación de Cantares gallegos, el primer gran libro de poesía escrito en gallego moderno y el verdadero inicio del Rexurdimento. Rosalía, alentada por Murguía, dio forma a un poemario profundamente enraizado en la tradición oral, pero con una sensibilidad moderna y una estructura lírica cuidada.

En este libro, Rosalía aparece luminosa y vitalista, celebrando los paisajes, las costumbres, las fiestas y la gente de Galicia. En versos como “Adiós, ríos; adiós, fontes”, se entremezclan la ternura y la nostalgia con una voz que por primera vez eleva lo rural y lo marginal al plano de lo poético. La publicación del libro tuvo una recepción entusiasta, y situó a Rosalía junto a figuras como Manuel Curros Enríquez y Eduardo Pondal Abente como referente ineludible del nuevo movimiento cultural gallego.

Cantares gallegos no solo fue un acto literario: fue un gesto político y simbólico en una España centralista y castellanizante. La elección de escribir en gallego, entonces lengua relegada al uso rural y despreciada por las élites, fue un acto de afirmación cultural y de resistencia. La poeta se convirtió así en una voz colectiva, capaz de dar forma al dolor, la alegría y los anhelos de su pueblo.

El papel de Murguía como promotor y editor

En este punto, el papel de Murguía vuelve a ser determinante. Fue él quien recopiló muchos de los poemas gallegos de Rosalía, los organizó y promovió su publicación. Aunque esta intervención ha sido vista por algunos críticos como una intromisión, lo cierto es que Murguía comprendió el potencial literario y político de la obra de su esposa, y se esforzó en darle difusión.

A partir de este momento, Rosalía desarrollaría una doble identidad literaria: la poeta gallega que canta al pueblo y la mujer introspectiva que escribe en castellano sobre los abismos del alma. Ambas facetas no solo convivieron, sino que se retroalimentaron, dando lugar a una de las obras más ricas y complejas del siglo XIX hispano.

Expansión temática y crítica social

Follas Novas y el gallego emigrante

La madurez poética de Rosalía se expresa con plenitud en Follas Novas (1880), su segundo gran poemario en gallego, donde el tono cambia radicalmente respecto a Cantares gallegos. En esta obra, desaparece la alegría popular y aparece una Rosalía profunda, sombría, crítica y desgarrada. Su voz se convierte en la de la conciencia de Galicia, especialmente en los poemas dedicados al drama de la emigración.

En este libro, el gallego ya no es solo un vehículo de identidad, sino una herramienta de denuncia social. Rosalía describe a los campesinos obligados a dejar su tierra por culpa de la miseria, la injusticia o el abuso de los poderosos. La emigración, retratada como una herida abierta en la comunidad, se convierte en el gran tema de su poesía, donde conviven el dolor íntimo y el análisis político.

En Follas Novas, Rosalía ya no solo canta; clama, interroga y se rebela. Su voz se vuelve profética, feminista, anticlerical y social. Es una poesía desgarrada pero contenida, que se eleva desde el dolor individual hacia una crítica estructural de la sociedad. Es la voz de una mujer que escribe desde los márgenes, pero con una lucidez demoledora.

El Cadiceño y otros cuadros de costumbres

Paralelamente a su labor poética, Rosalía no abandonó la prosa. En 1866, publicó El Cadiceño, un relato breve incluido en el Almanaque de Galicia, en el que satiriza a los emigrantes que fingen adaptarse sin problemas al nuevo entorno, olvidando su tierra y sus raíces. Esta obra, como otras escritas en la misma época, como Ruinas o El Codio, revelan su capacidad para observar el mundo con mirada crítica, especialmente hacia los comportamientos hipócritas y alienantes.

En estas narraciones breves, Rosalía utiliza un registro realista, alejado del sentimentalismo romántico de sus primeras novelas. El campo gallego, los curas, los labriegos, los emigrantes y las mujeres olvidadas por la historia son sus protagonistas. La autora denuncia, sin grandilocuencia, la decadencia moral de las élites, la opresión eclesiástica, la desigualdad de género y el abandono del campesinado. Estas prosas, aunque menos conocidas, complementan su obra poética y consolidan su perfil como intelectual crítica y comprometida.

Dolor, introspección y consagración poética

Luto, enfermedad y profundización lírica

La pérdida del hijo Adriano y su reflejo en la poesía

A lo largo de su vida, Rosalía de Castro experimentó una serie de tragedias personales que reforzaron su carácter introspectivo y melancólico. La más devastadora fue, sin duda, la muerte de su hijo Adriano Honorato Alejandro, ocurrida en noviembre de 1876 como consecuencia de una caída. Tenía apenas un año y ocho meses. La muerte del pequeño Adriano dejó una huella indeleble en el espíritu ya quebrado de Rosalía.

Esta pérdida se tradujo en uno de los poemas más desgarradores de la lírica española: “Era apacible el día…”, donde la autora narra con devastadora ternura la muerte de su hijo mientras llueve “callada y mansamente”. Es un texto donde confluyen el dolor íntimo, la visión fatalista de la vida y una conexión casi mística con la naturaleza, que actúa como testigo impasible del sufrimiento humano.

A partir de este punto, la salud emocional y física de Rosalía se fue deteriorando de forma progresiva. A las continuas depresiones se sumaron dolencias crónicas que la acompañaron hasta el final de su vida. Sin embargo, ese dolor no paralizó su creatividad: por el contrario, alimentó una obra cada vez más densa, madura y simbólicamente compleja.

El declive físico y emocional de los últimos años

Los últimos años de Rosalía fueron un descenso silencioso hacia la enfermedad, pero también una etapa de gran concentración poética. Aislada del mundo, sin apenas contacto con los círculos literarios que una vez frecuentó, Rosalía se refugió en la escritura y en su entorno más íntimo, marcada por el luto, el cansancio vital y la desesperanza.

La muerte de su madre, las pérdidas de varios hijos y el desgaste emocional de su matrimonio acentuaron en ella una visión sombría del mundo, que se expresa en textos cada vez más introspectivos, donde el amor es un anhelo no satisfecho y la muerte aparece como liberación. En este contexto, Rosalía se convirtió en una poeta esencialmente existencial, que canaliza a través del verso no solo el dolor personal, sino también el malestar colectivo de una sociedad que se debatía entre el atraso y la modernidad.

Obra final y plenitud creativa

El primer loco y el tránsito hacia la melancolía

En 1881, Rosalía publicó El primer loco, una novela breve que retoma muchos de los temas presentes en su poesía: el amor imposible, la locura como refugio, el desarraigo y la búsqueda desesperada de sentido. El protagonista, rechazado por su amada, se desliza hacia un universo interior de ensoñación y delirio. La obra es un compendio de motivos románticos, pero tratados con una madurez reflexiva y un tono elegíaco que la diferencia de sus novelas tempranas.

Este texto representa una transición entre su prosa y su poesía más reciente, y puede considerarse un puente simbólico hacia su obra cumbre: En las orillas del Sar.

En las orillas del Sar, su testamento literario

En 1884, un año antes de su muerte, Rosalía publicó En las orillas del Sar, un poemario en castellano considerado como uno de los mayores logros líricos del siglo XIX español. La obra es breve pero profundamente intensa. A diferencia del tono festivo de Cantares gallegos o del enfoque social de Follas Novas, aquí domina la soledad metafísica, el sentimiento religioso diluido y una búsqueda existencial angustiada.

Los temas recurrentes son la muerte, la oscuridad, el amor no correspondido, la incomprensión y el silencio. El estilo es sobrio, despojado, y la musicalidad se pone al servicio de un discurso interior casi confesional. La autora se sumerge en un espacio de sombras y preguntas sin respuesta, pero sin caer en el patetismo. Hay una dignidad serena en su dolor, una lucidez final que da a esta obra una dimensión universal.

En En las orillas del Sar, Rosalía dejó lo que muchos consideran su verdadero testamento literario: una visión del mundo donde la belleza no está en la armonía sino en la intensidad emocional, y donde el lenguaje poético es la única vía de redención posible.

Legado cultural y figura simbólica

Revalorización crítica y estatus en la literatura hispana

A su muerte, ocurrida el 15 de julio de 1885 en Padrón, Rosalía de Castro dejó una obra dispersa, en parte inédita, y poco reconocida por los grandes círculos culturales españoles. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de su familia y de estudiosos como Augusto González Besada, comenzó un proceso de revalorización crítica que la consolidaría como una figura imprescindible de la literatura en lengua castellana y gallega.

Con el tiempo, su figura fue reivindicada no solo como una poeta destacada, sino también como una precursora de la poesía social, del feminismo literario y de la modernidad lírica. Críticos como Marina Mayoral y Claude Henri Poullain destacaron su capacidad para unir el lirismo romántico con una conciencia crítica que anticipa preocupaciones del siglo XX. Hoy, Rosalía es leída no solo como símbolo regional, sino como una conciencia universal que supo transformar el dolor personal en arte imperecedero.

Rosalía como icono del galleguismo y la poesía femenina

Más allá de su valor literario, Rosalía de Castro es un símbolo identitario para Galicia y para el movimiento galleguista. Su uso del gallego como lengua literaria fue decisivo para el reconocimiento cultural de una región históricamente marginalizada. En ella se encarnan no solo los valores del Rexurdimento, sino también la lucha por la dignidad cultural de un pueblo.

Asimismo, su figura ha sido reivindicada por el feminismo como precursora de la conciencia de género en la literatura. Rosalía retrató con honestidad y sin adornos la condición de las mujeres en una sociedad patriarcal, las injusticias del matrimonio, la maternidad dolorosa, el amor frustrado y la invisibilidad social. Es una voz que se alzó cuando pocas mujeres podían hablar, y que todavía hoy resuena con fuerza por su valentía, su sensibilidad y su profundidad.

Rosalía de Castro no fue solo una escritora romántica ni una poeta regionalista. Fue, ante todo, una conciencia poética que desafió las convenciones de su tiempo con una voz única, poderosa y dolorosamente humana.

Cómo citar este artículo:
MCN Biografías, 2025. "Rosalía de Castro (1837–1885): Voz Profunda del Alma Gallega y Precursora de la Poesía Social". Disponible en: https://mcnbiografias.com/app-bio/do/castro-rosalia-de [consulta: 27 de septiembre de 2025].