Vavilov, Sergei Ivanovich (1891-1951).


Físico ruso, nacido en Moscú el 12 de marzo de 1891 y fallecido en su ciudad natal el 25 de enero de 1951. Fundador de la escuela soviética de Física óptica, desarrolló importantes trabajos sobre la luminiscencia y, en general, dio un impulso decisivo a la modernización científica durante la primera mitad del siglo XX. Hermano del gran biólogo Nikolai Vavilov, fue miembro de la Academia de Ciencias de la URSS desde 1932, director del Instituto de Física Lebedev desde 1934, uno de los principales redactores de la Gran Enciclopedia Soviética y miembro del Soviet Supremo (1946-1951). A lo largo de su fecunda carrera como científico e investigador fue galardonado con el prestigioso Premio Stalin en cuatro ocasiones (1943, 1946, 1951 y -a título póstumo- 1952).

Hijo de un próspero comerciante que había triunfado en el sector textil, recibió desde niño una esmerada formación académica, al igual que su hermano mayor Nikolai. Funcionario, además, de alto rango, Ivan Vavilov albergaba la esperanza de que sus hijos se hiciesen cargo, en un futuro, de su floreciente negocio; pero tanto Nikolai como Sergei mostraron desde su niñez una precoz inclinación hacia los saberes científicos, que les impulsó a estudiar, respectivamente, Biología y Ciencias Físicas.

En efecto, en 1909 el joven Sergei se matriculó en la Facultad de Física y Matemáticas de la Universidad de Moscú, donde pronto tuvo ocasión de colaborar con el prestigioso profesor e investigador Pyotr Nikolaievich Lebedev, célebre por sus estudios y descubrimientos acerca del comportamiento de la luz en sólidos y los gases. El magisterio de Lebedev orientó a Vavilov hacia la Física experimental, materia en la que ya era una autoridad cuando se graduó, con honores, en 1914.

Pero, tan pronto como hubo concluido sus estudios, se vio forzado a alistarse en las filas del Ejército Ruso, recientemente implicado en la I Guerra Mundial. Dada su condición de experto en Física, sirvió en diferentes regimientos relacionados con la Ciencia y la Tecnología, hasta que, en 1917, el estallido de la Revolución Rusa provocó el desmoronamiento de las tropas zaristas y la captura de Vavilov -junto con otros muchos soldados del frente ruso- por parte de las huestes alemanas.

Prisionero del ejército enemigo, Vavilov tuvo la fortuna de quedar bajo la custodia de un oficial alemán que era experto en Física. Tras haber pasado ambos toda una noche en vela, discutiendo sobre los últimos hallazgos del gran científico alemán Max Planck, el joven físico moscovita fue liberado por su guardián, lo que le permitió regresar a su país natal a comienzos de 1918.

Llegó, en efecto, en febrero de dicho año a Moscú, donde se encontró con que su padre, empujado por el miedo a perder todos sus bienes a manos de los revolucionarios, había emigrado de Rusia. A pesar de ello, tanto Sergei como su hermano mayor Nikolai optaron por quedarse en su tierra natal y apoyar a los nuevos gobernantes comunistas, quienes, a pesar de las duras condiciones en que había quedado el país tras la I Guerra Mundial y las Revolución, habían apostado por el desarrollo de la Ciencia y la Tecnología.

Así las cosas, al poco tiempo de su retorno a Moscú Sergei Vavilov empezó a trabajar en el Instituto de Física, un centro de investigación dirigido por Pyotr Petrovich Lazarev, también discípulo de Lebedev. Siguiendo los consejos de su director, el joven científico moscovita se especializó en Física óptica, materia que por aquel tiempo era prácticamente desconocida entre los físicos rusos. Fascinado por la naturaleza de la luz, la fotoluminiscencia y las teorías cuánticas de Planck en lo que se refiere a la óptica, pronto se convirtió en una de las grandes autoridades mundiales en la materia, llegando incluso a corregir algunas apreciaciones teóricas de Planck sobre las fluctuaciones del quántum en las intensidades muy altas o muy bajas de luz, para que éstas no violasen la ley general establecida por Bouger sobre el coeficiente de absorción de luz.

Ya plenamente consagrado a este campo de la Física, Sergei Vavilov y sus colaboradores establecieron, durante la década de los años veinte, las leyes generales de la luminiscencia. Sus investigaciones no sólo arrojaron importantes hallazgos para la teoría de la Física óptica (como, por ejemplo, la fijación del cociente de energía luminiscente), sino que también dieron por fruto valiosos descubrimientos aplicables a la tecnología (por ejemplo, a la fabricación de lámparas luminiscentes).

A comienzos de los años treinta, con el Komintern del PCUS y el Politburó del Soviet Supremo bajo el férreo control de Stalin, la Unión Soviética entró en una fase de radicalización que, entre otras muchas consecuencias, provocó la persecución de numerosos científicos e intelectuales acusados de «idealistas» o, cuando menos, poco afectos al materialismo dialéctico que se postulaba como la única corriente ideológica oficial. Una de aquellas víctimas fue Lazarev, quien cayó en desgracia, fue arrestado y hubo de exiliarse en los Urales. Gran parte de los científicos que trabajaban con él en el Instituto de Física Lebedev perdieron su empleo, entre ellos Vavilov, a quien, sin embargo, en consideración a la lealtad que había profesado a la Revolución desde 1918, se le permitió conservar la plaza de profesor de Física que, desde hacía unos años, ocupaba en la Universidad de Moscú.

Fue entonces cuando la Academia de Ciencias de la URSS, consciente de la necesidad de preservar el valioso legado de Lebedev, Lazarev y su escuela, reaccionó en favor de Vavilov convirtiéndole en uno de sus miembros, al tiempo que proponía a las autoridades su designación como sustituto de Lazarev en la dirección del Instituto de Física. En 1932, año en el que transcurrían todos estos hechos, la Academia de Leningrado le rogó también que organizase un pequeño departamento de Física y se encargase de dirigir a sus miembros, mientras que el gobierno le pedía que colaborase con el ejército en la fabricación y mejora de aparatos ópticos de uso militar (para lo cual fue nombrado Jefe de Investigación del Instituto Óptico Estatal).

Con todos estos honores, nombramientos y reconocimientos, Vavilov quedaba definitivamente consagrado, en la década de los años treinta, como una de las cabezas visibles de la Ciencia oficial de la Unión Soviética. Especialmente meritoria fue su labor, dentro del Instituto Lebedev, de director de proyectos de investigación de jóvenes científicos que, como Pavel Alexéievich Cherenkov, estaban llamados a protagonizar algunos de los capítulos más gloriosos de la política científica de la Unión Soviética.

En efecto, Vavilov sugirió al joven Cherenkov, cuando éste no era más que un prometedor científico y profesor recién llegado al Instituto Lebedev, que examinara en profundidad los efectos causados en el agua sometida a la acción de una substancia radiactiva. Cherenkov se enfrascó en este trabajo y, fruto de sus observaciones, fue el hallazgo de las explicaciones que justificaban el más tarde denominado efecto -o radiaciónCherenkov. Se conoce por este nombre a una radiación azul que aparece en el interior de un líquido transparente cuando éste se ve atravesado por partículas elementales cargadas, que se mueven a una velocidad mayor de la que desarrolla la luz en ese medio líquido.

El efecto ya lo habían detectado, hacia 1900, los esposos Curie, quienes no lograron descifrar su auténtica naturaleza. Un cuarto de siglo después (concretamente, en 1926), el científico francés Lucien Mallet descubrió que, bajo un intenso bombardeo radiactivo, el agua no era el único medio que emitía la que después habría de ser conocida como radiación Cherenkov, sino que este fenómeno se producía en cualquier medio transparente. Y, en la década siguiente, fue Cherenkov quien, bajo la tutela de Vavilov, supo hallar la explicación satisfactoria para este fenómeno (lo que habría de reportarle el Premio Nobel en 1958).

Además de sus propias investigaciones y sus muchos méritos como director del Instituto Lebedev y miembro de la Academia de las Ciencias, Sergei Vavilov sobresalió por sus brillantes estudios biográficos y divulgativos sobre algunas figuras tan destacadas de la Ciencia Universal como Lucrecio, Galileo, Newton, Lomonosov, Faraday y -cómo no- su maestro Lebedev.

JRF