Ureña de Henríquez, Salomé (1850-1897).


Poetisa dominicana nacida el 21 de octubre de 1850 en Santo Domingo y fallecida en esa misma ciudad el 6 de marzo de 1897. Creció en el seno de una familia culta, que propició su formación literaria. Sus padres eran Nicolás Ureña de Mendoza y Gregoria Díaz de León. Con 20 años, se casó con Francisco Henríquez y Carvajal, médico y político que llegaría a presidente de la nación. Con él tuvo cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila.

Autora de una brillante obra lírica que, en unión a la de José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne, constituye la producción de la denominada «trilogía de los poetas mayores», dejó parte de su legado intelectual y artístico en la formación humanística que impartió a sus hijos, entre los cuales destacaron especialmente Max y Pedro.

En su condición de escritora, Salomé Ureña desplegó una intensa actividad poética que, enmarcada en los modelos formales y estilísticos de la centuria anterior (sencillez y claridad expresivas, moldes estróficos clásicos y equilibrio propio de la literatura neoclásica), se adentró al mismo tiempo en los tonos románticos de su tiempo y se ocupó, desde sus contenidos temáticos, de los anhelos e inquietudes del hombre antillano de la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus principales preocupaciones temáticas figura, en primer lugar, la reflexión ética acerca de la patria, a la que la autora profesa un desmesurado amor que queda plasmado en su consagración al trabajo y a la sabiduría como elementos indispensables para el progreso de su pueblo. Precisamente, este interés por el progreso constituye el segundo gran núcleo temático de la obra de Ureña de Henríquez, encauzado en dos vertientes bien definidas: por un lado, la confianza ciega del hombre decimonónico en los métodos positivistas, que no sólo habrían de traer los avances técnicos y las mejoras en la calidad de vida, sino también un progreso ético y social que se traduciría en el derribo de las fórmulas políticas dictatoriales y el advenimiento de nuevos regímenes democráticos; y, por otro lado, la fe de la autora no sólo en los cambios del momento presente, sino en el rutilante porvenir que, en el caso de imponerse definitivamente éstos, le espera a la patria (y, en general, a todas las naciones hermanas de habla hispana).

Junto a los temas del amor a la patria y la fe en el progreso moral y material de su nación, en la poesía de Salomé Ureña de Henríquez aparecen también constantes referencias a los pequeños aconteceres domésticos, transformados -merced a la exquisita sensibilidad de la autora- en elocuente material poético. Se configura así, en conjunto, una producción lírica de deslumbrante fuerza, claridad y vigor expresivo, que sorprende por su acento animoso y vitalista no sólo en aquellas composiciones centradas en la exaltación de la patria y la historia dominicana contemporánea, sino también en los poemas que, pese a su alcance más íntimo o doméstico, no dejan de llevar dentro ese anhelo de hallar una identidad nacional que contribuya a la definitiva consolidación del pueblo dominicano como una sola patria.

Este afán a la vez ético y artístico quedó patente también en las múltiples y fecundas actividades pedagógicas que realizó, a lo largo de su breve existencia, Salomé Ureña de Henríquez. Discípula del gran escritor y educador puertorriqueño Eugenio María de Hostos, desplegó una infatigable labor pedagógica que se manifestó no sólo en su acceso a las cátedras más prestigiosas de la nación dominicana, sino también en sus constantes esfuerzos encaminados a fundar el mayor número posible de centros destinados a la formación superior de las mujeres de la isla antillana. Así, en 1887, cuando contaba treinta y siete años de edad, asistió a la inauguración del Instituto de Señoritas, cuya fundación había promovido la impetuosa escritora de Santo Domingo y del que seis años más tarde salieron las seis primeras maestras de República Dominicana.

Sus composiciones poéticas, dispersas en hojas volanderas entre amigos y conocidos, o en páginas de periódicos y revistas de la época, vieron la luz finalmente en un valioso volumen recopilatorio publicado bajo el título de Poesías de Salomé Ureña de Henríquez, coleccionadas por la Sociedad literaria de Amigos del País y publicadas por la misma con la cooperación de varios municipios, sociedades e individuos particulares (Santo Domingo: Sociedad Literaria Amigos del País, 1880). Ya bien entrado el siglo XX, el interés que seguían suscitando los versos de la poetisa dominicana aconsejó una edición de su obra lírica en España, publicada bajo el epígrafe genérico de Poesías (Madrid: [s.p.i.], 1920), libro al que siguieron otras ediciones tan ricas y exhaustivas como Poesías completas (Ciudad Trujillo: Imprenta Dominicana, 1950) -realizada en conmemoración del primer centenario del nacimiento de la autora- y Poesías completas (Santo Domingo: Publicaciones ONAP, 1985).

Uno de sus poemas de mayor éxito, elogiado por Marcelino Menéndez Pelayo en su Historia de la poesía hispanoamericana, es el siguiente, titulado «La Llegada del Invierno»:

Llega en buen hora, mas no presumas ser de estos valles regio señor que en el espacio mueren tus brumas cuando del seno de las espumas emerge el astro de esta región.

En otros climas, a tus rigores pierden los campos gala y matiz, paran las aguas con sus rumores, no hay luz ni brisas, mueren las flores, huyen las aves a otro confín.

En mi adorada gentil Quisqueya, cuando el otoño pasando va, la vista en vano busca tu huella: que en esta zona feliz descuella perenne encanto primaveral.

Que en sus contornos el verde llano, que en su eminencia la cumbre azul, la gala ostentan que al suelo indiano con rica pompa viste el verano y un sol de fuego baña de luz.

Y en esos campos donde atesora naturaleza tanto primor, bajo esa lumbre que el cielo dora, tiende el arroyo su onda sonora y alzan las aves tierna canción.

Nunca abandonan las golondrinas por otras playas mi hogar feliz: que en anchas grutas al mar vecinas su nido arrullan, de algas marinas, rumor de espumas y auras de abril.

Aquí no hay noches aterradoras que horror al pobre ni angustia den, ni el fuego ansiando pasa las horas de las estufas restauradoras que otras regiones han menester.

Pasa ligero, llega a otros climas donde tus brumas tiendas audaz, donde tus huellas de muerte imprimas, que aunque amenaces mis altas cimas y aunque pretendas tu cetro alzar, siempre mis aguas tendrán rumores, blancas espumas mi mar azul, mis tiernas aves cantos de amores, gala mis campos, vida mis flores, mi ambiente aromas, mi esfera luz.

Bibliografía

  • ALCÁNTARA ALMANZAR, José: Estudios de la poesía dominicana, Santo Domingo: Alfa y Omega, 1979.

  • CONTÍN AYBAR, René: Historia de la literatura dominicana, San Pedro de Macorís: Universidad Central del Este, 1983, tomo II, pp. 82-87.

  • HERRERA, César: La poesía de Salomé Ureña en su función social y patriótica, Ciudad Trujillo: Imprenta Dominicana, 1951.

  • RODRÍGUEZ DEMORIZI, Silveria de: Salomé Ureña de Henríquez, Buenos Aires: Imprenta López, 1944.

Enlaces en Internet

http://www.fortunecity.es/felices/margarita/3/cultura/poesia/salome.html ; Breve biografía unida a una amplia antología de esta poetisa.

J. R. Fernández de Cano.