Sócrates (ca.470-ca.399 a.C.).
Filósofo griego, de recia personalidad, que perfilará la figura del filósofo en su más noble definición: rectitud moral e intelectual. Con Sócrates primero, y con Platón y Aristóteles después, la filosofía griega se afianza definitivamente y se ofrece fecunda y perenne hasta nuestros días.
Rasgos biográficos
Sócrates nació en Atenas el año 470 ó 469 a.C., y murió en el 400 ó 399 a.C. Fue hijo de Sofronisco, probablemente escultor, y de Fenareta, que al parecer ejercía como comadrona. Fue al principio escultor como su padre, y entre sus obras artísticas se cita con especialidad un hermoso grupo de las Tres Gracias; fue después discípulo de Anaxágoras y de Arquelao, y se entregó con el mayor ardor al estudio de la filosofía. Sirvió algún tiempo a su patria con las armas, distinguiéndose en el sitio de Potidea, en la batalla de Delio y otros combates. La paz le devolvió a sus estudios y a sus discípulos, y el valor que había mostrado en el ejército, el desinterés y hasta la gloria que manifestó al volver a su antigua vida, le designaron a los sufragios de sus conciudadanos para las grandes magistraturas de la república, en las cuales desplegó altas virtudes políticas. Rasgos de su personalidad aparecen en varias fuentes: capacidad de resistencia física (hiciera frío o calor, llevaba siempre el mismo vestido) y de poder de concentración (fue capaz de pasar todo un día y una noche abstraído, en plena campaña militar, reflexionando sobre un problema, sin importarle el peligro). En los años de juventud, se ocupó de la filosofía de la naturaleza de los jonios, dirigido probablemente por Arquelao. Tal vez se pueda tomar como momento de ruptura con esta filosofía el famoso incidente del oráculo de Delfos: un admirador de Sócrates preguntó al oráculo quién era el hombre más sabio, y el oráculo respondió que no había hombre más sabio que Sócrates. A partir de este momento se afirmó en su filosofía moral. No formó escuela. Su «aula» era la calle. Hablaba con quien encontraba al paso. A su interlocutor le preguntaba qué opinión tenía de sí mismo; qué era para él, por ejemplo, la verdad, el valor. Así establecía su arte, la mayéutica (arte de dar a luz), que decía haber aprendido de su madre. A quienes se pavoneaban de sus conocimientos, les hacía caer en el ridículo de su ignorancia (era la ironía, otro de sus métodos de conocimiento). Sólo sé que no sé nada, solía decir de sí mismo.
Si por un lado se ganaba la admiración de los bien dispuestos, por otro se veía blanco de las críticas de los reaccionarios defensores de la antigua filosofía. Sostuvo sus decisiones en todo momento, aun a riesgo de su propia vida. Cuando los Treinta recabaron su colaboración para un asesinato político por razones de Estado, Sócrates se negó a dar su asentimiento. Sus enemigos arreciaron en diatribas y acusaciones, hasta que lo procesaron por impiedad (porque introducía, según los acusadores, nuevos dioses) y por corromper a la juventud. Encarcelado, se negó a aceptar la ayuda de sus amigos para huir. Condenado a muerte, él mismo tomó la cicuta, mientras, serenamente, departía con sus incondicionales sobre la inmortalidad del alma.
Las enseñanzas de Sócrates
En Sócrates empieza una nueva época de filosofía griega, pues todas las escuelas posteriores, por divergentes que parezcan, emanan de él. No fundó sistema alguno, antes bien fue antagonista declarado de la sofística, y en general de toda especulación, mirando como temeraria e inútil la ciencia que traspasa los límites de la conciencia y no tiene por objeto la perfección moral del hombre. Su obra consistió en provocar al hombre a la observación de sí mismo, y en hacer del alma humana el principal objeto de la filosofía. Fue el fundador de la moral, el primero que sospechó su existencia, y sentó las bases del derecho natural. La filosofía de Sócrates no solo fue una ciencia, sino también un arte; realizó cuanto pudo en su vida lo bueno y lo bello que enseñaba en sus lecciones. Maestro de los hombres, soldado intrépido y magistrado recto, cumplió fielmente los deberes de su vida civil y privada. Su lucha contra los sofistas y la franqueza de su enseñanza moral y política le acarrearon muchos enemigos. Aristófanes empezó a ridiculizarle en sus comedias, y con esto dio el primer golpe a su popularidad. Melito, Anito y Licon le acusaron de que corrompía a la juventud y desconocía a los dioses nacionales introduciendo divinidades nuevas.
Sócrates no dejó nada escrito. Todo cuanto conocemos sobre él lo debemos a testimonios antiguos, principalmente a Platón (que fue discípulo directo suyo), a Jenofonte y a algunas referencias de Aristóteles. También aparece en la comedia Las nubes, de Aristófanes, pero este último testimonio no es muy de fiar por su estilo caricaturesco. De hecho, según las fuentes a que nos atengamos, obtendremos distintas imágenes de Sócrates. En todo caso, el conocimiento más sugestivo lo debemos a Platón, si bien resulta muy difícil discernir las doctrinas de uno y otro.
Según Aristóteles, las dos contribuciones más valiosas de Sócrates a la filosofía fueron: el procedimiento inductivo y la definición universal. Pero la enseñanza de Sócrates más característica se cimenta en la moralidad. Las fuentes antiguas coinciden en atribuir a la moral socrática una doctrina positiva de la virtud: aquella que afirma que la virtud es conocimiento, de donde deriva que toda mala acción es fruto de la ignorancia y, por lo tanto, involuntaria. La denominada paradoja socrática consiste en considerar que conocer la virtud es ser virtuoso, del mismo modo que conocer las matemáticas es ser matemático. La otra doctrina fundamental de su ética es la del cuidado de sí mismo como auténtico sentido de la vida humana. El conocimiento de sí como cuidado del alma se convierte en sophrosyne, o templanza y se opone a la akrasía (o carencia de dominio del propio sí corpóreo), que se produce cuando el alma incumple los deberes para consigo misma, no realizando, por tanto, su propia función.
Si bien es cierto que Sócrates se muestra poco interesado por la metafísica y que ni siquiera construye él mismo un sistema filosófico, no se le puede negar la enorme influencia que ejerció sobre Platón y, por consiguiente, sobre Aristóteles.
Bibliografía
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