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HistoriaLiteraturaBiografía

Foz y Burges, Braulio (1791-1865).

Escritor e historiador español, nacido en Fórnoles (Teruel) en 1791, y fallecido en Borja (Zaragoza), el 20 de Abril de 1865. Existen grandes lagunas con respecto a los detalles de sus años escolares y universitarios, aunque se sabe que estudió Humanidades en Calanda, y después, entre los años 1807 y 1808, en la Universidad de Huesca. Mayor incluso es el desconocimiento relativo a dos largas estancias de Foz en Francia; la primera de ellas entre 1811 y 1814, consecuencia de su deportación tras haber sido hecho prisionero por los franceses, contra los que combatió a las órdenes del guerrillero Felipe Perena. La segunda tuvo lugar en 1823, al finalizar el Trienio, y se prolongó hasta 1824; lo único que de ella conocemos son los datos que el propio Foz facilita: "entre 1823 y 1834 pasé el tiempo en persecuciones, castillos, viajes y emigración a Francia". Ambas estancias fueron decisivas para su formación ideológica y científica.

Su dedicación a la docencia fue temprana y constante a lo largo de su vida. Al decir de sus biógrafos, ya en Francia obtuvo cátedras cuando se hallaba prisionero. A su regreso a España ganó la principal de Latinidad de la Universidad de Huesca, que regentó hasta 1816; posteriormente enseñó Latinidad y Retórica en Cantavieja (Teruel) y, en el curso 1822-1823, ganó la cátedra de Griego de la Universidad de Zaragoza, que recuperó en 1835. Desde entonces su labor docente estuvo siempre vinculada a esta Universidad, donde enseñó además otras disciplinas humanísticas hasta su jubilación en 1862. En torno a estas preocupaciones didácticas giran muchos de sus escritos, entre los que destacan Plan y método para la enseñanza de las letras humanas (1820), Arte Latino sencillo, fácil y seguro (1842), Literatura griega (1849) y Método para estudiar y enseñar la lengua griega (1857).

La transición política que sucede a la muerte de Fernando VII no deja de proporcionarle nuevas dificultades. Tensiones internas dentro del claustro tienen como desenlace el confinamiento de Foz durante seis meses en el castillo de la Aljafería, en 1837. Al año siguiente funda El Eco de Aragón, periódico del que fue director y redactor único hasta 1842, fecha en la que la polémica levantada por sus artículos le llevó a abandonar la publicación. Todavía en 1848 le esperaba a Foz la deportación a Filipinas, condena todavía sin esclarecer y que en última instancia lograron evitar sus amigos. Por otra parte, los problemas con la censura, especialmente con la eclesiástica, menudearon hasta el final de sus días. Con El verdadero derecho natural (1832) -el primer tratado de autor español que se publicó sobre ese tema en España-, Foz apostó decididamente por el liberalismo político. Su atrevimiento consistía en hablar con voz propia de un tema que ya se había puesto de moda tiempo atrás como una de las "piezas de resistencia" del pensamiento renovador, y que fue objeto de briosas reacciones políticas; un tema al que las reformas ilustradas del reinado de Carlos III habían logrado embridar, pero que se había desbocado ya allende los Pirineos como ingrediente de la revolución, por lo que los consejeros de Carlos IV lo pusieron a buen recaudo; se trataba del iusnaturalismo racionalista, que proclamaba como principios de la sociedad la igualdad y la soberanía popular, y dinamitaba la estructura estamental y su régimen de propiedad, así como la legitimidad del poder monárquico. El tópico "Derecho natural", tras la fallida experiencia de las Cortes gaditanas y de las del Trienio, volvió a ser desenterrado con cautela por Foz en 1832.

A El verdadero derecho natural siguieron los Derechos del hombre, deducidos de su naturaleza y explicados por los principios del verdadero derecho natural (1834) y Derecho Natural Civil, Público, Político y de Gentes (1842). Estos fundamentos teóricos los llevó a la práctica en sus editoriales de El Eco de Aragón, escritos con pluma exaltada y mesiánica, al calor de los acontecimientos nacionales de mayor relevancia y en abierto debate con los periódicos de la Corte y del extranjero. Es el ilustrado que, con su irreprimible vocación didáctica, se siente llamado a enseñar la verdad y a rubricarla con una postura ética irreprochable. La verdad, la naturaleza y el pueblo son los puntos de referencia -absolutos y sacralizados- a la luz de los cuales se muestra insatisfecho con la Constitución del 12 y con la del 37, y algo más cómodo con el Estatuto Real de 1834. Desde la debilidad de quien no militaba en ningún partido, los convocó reiteradamente a todos para discutir "la verdadera revolución que debe hacerse en España", la de los intereses exclusivos del pueblo, en virtud de los cuales son secundarias las formas de gobierno o las estrategias partidistas. El apasionamiento con que defiende sus convicciones se ve moderado por la cordura y las exigencias de convivencia en una España desangrada: es posible una amnistía razonable, justifica la monarquía como seguro contra la inestabilidad política, admite la coexistencia de religión y poder... Como Larra, Foz se convierte por su constante crítica de los males nacionales en un precedente del regeneracionismo.

También por su anticentralismo, que es más bien aragonesismo militante. Corrigió y aumentó la Historia de Aragón de Antonio Sas (1848-1850), a la que añadió un quinto tomo, Del Gobierno y Fueros de Aragón (1850), en el que defiende un aragonesismo basado fundamentalmente en el Derecho y en las formas de gobierno tradicionales, conformes con el Derecho Natural y más avanzadas que las contemporáneas. Por otra parte, Foz ha sido considerado recientemente por Jon Juaristi como el consolidador de la figura de Chaho como mito del nacionalismo vasco de izquierda, por su involuntaria contribución en Palabras de un vizcaíno a los liberales de la Reina Cristina, que ha publicado en París M. J. A. Chaho, traducidas y contestadas por D. B. Foz (1835).

Consumió los últimos años de su vida al margen de la política, en la discusión de temas filosóficos y religiosos. Se autoproclama en sus escritos "filósofo de la religión", materia ésta que intenta afrontar con el mismo racionalismo con que orienta otros aspectos de su pensamiento. Buena muestra de ello son sus Cuestiones cosmogónico-geológicas (1854), Cartas de un filósofo sobre el hecho fundamental de la religión (1858), Reflexiones a M. Renan (1863) y Los franciscanos y el Evangelio (1864). La ingente obra de Foz alcanza más de medio centenar de obras sobre los más diversos temas, pero su mayor fama la debe a su producción literaria. Autor de varias comedias hoy perdidas, de una Novísima Poética (1859) y del drama romántico El testamento de Don Alonso el Batallador (1840), ha pasado a la historia por su famosa Vida de Pedro Saputo (1844), paradigma popular de todas sus inquietudes ideológicas y la novela más consistente del XIX español, hasta la aparición de los grandes autores de la generación de Galdós. Braulio Foz se casó dos veces, la segunda con Antonia Nogués y Milagro, hermana del general Romualdo Nogués.

A. GIL NOVALES.

Autor

  • novales