Enrique III, emperador del Sacro Imperio (1017-1056).
Emperador del Sacro Imperio nacido en 1017 y muerto en Botfeld el 5 de octubre de 1056. Durante su reinado se enfrentó con éxito a periódicas guerras civiles contra el duque Godofredo de Lorena y contra la nobleza de Sajonia y Baviera. Algunos historiadores consideran su reinado como el apogeo del Imperio medieval, tanto en consideración a su expansión, como a las condiciones de estabilidad que se dieron. Enrique III, conocido como el Piadoso, se erigió como el campeón de la Reforma eclesiástica, pero sus reformas sobre el Papado y la Iglesia alemana aumentaron la influencia de éstos de tal forma, que supusieron un óbice para el reinado de sus sucesores.
Síntesis biográfica
Perteneciente a la casa de Franconia, fue hijo del emperador Conrado IIy de su esposa Gisela, heredera de la casa de Suabia. Fue su madre quien le inculcó el amor por los libros y quien hizo de él el rey más culto de su época. Además, Enrique también estuvo un tiempo bajo la tutoría del primo de Gisela, el obispo Bruno de Augsburgo. Tras la muerte de Enrique de Luxemburgo (1027), Enrique recibió de su padre el ducado vacante de Baviera y un año después recibió en Aquisgrán el juramento de la nobleza alemana como sucesor de Conrado y fue coronado rey por el arzobispo Peregrino de Colonia, quedando asociado al trono paterno. Desde ese momento fue entrenado en los negocios y educado para asumir graves responsabilidades. Otro de sus tutores, Wipo, había sido biógrafo de su padre, pero desde 1028 el joven rey quedó a cargo del obispo Egilberto de Freising. Enrique casó en Nimega (1036) con Kunigunda (o Gunhilda), hija de Canuto el Grande de Inglaterra, aunque enviudó en agosto de 1038. De ese matrimonio nació Beatriz, que más tarde fue abadesa de Quedlinburg, cerca de Goslar. En 1038 Enrique se convirtió en duque de Suabia tras la muerte de su hermano menor Germán y ese mismo año fue coronado rey de Borgoña en Soleure. Enrique III sucedió a su padre como rey de Alemania tras su muerte en 1039. En 1043 casó en segundas nupcias con Inés de Poitou (Inés de Aquitania) en Besançon, que reforzó sus creencias religiosas. Coronado emperador en la iglesia de San Pedro de Roma el 25 de diciembre de 1046, su firme liderazgo hizo del Imperio la potencia indiscutible de su tiempo, pero tras su muerte el Imperio secular comenzó una época de declive. Fue sucedido por su hijo de seis años, Enrique IV, bajo la regencia de la emperatriz Inés.
Consolidación del poder imperial
Incluso antes de la muerte de su padre, Enrique se había ocupado de los asuntos de Estado, actuando como un verdadero soberano. Así, en 1030, firmó la paz con Esteban I de Hungría, contando con el consejo de los príncipes bávaros y sin contar con el propio emperador, que a la sazón preparaba una nueva expedición contra Hungría. También estuvo presente Enrique en la decisiva campaña de Conrado II contra los polacos (1031) y contra Bretislao de Bohemia. Cuando en 1034 Conrado consiguió el pleno reconocimiento como rey de los borgoñones, este reconocimiento también incluyó al joven Enrique.
Enrique III continuó la política iniciada por Otón I, consistente en ceder el gobierno de los ducados alemanes a personajes próximos y a familiares, asegurando así un mayor control sobre ellos. Uno de los puntos conflictivos fue la Bohemia, donde su duque, Bretislao, aspiraba a una mayor independencia. Tras una fallido intento en otoño de 1040, en agosto de 1041, después de que Bretislao hubiese invadido Polonia y se hubiese apoderado de sus principales ciudades, el emperador lanzó una expedición de castigo, cuyo resultado fue la derrota del duque, que ya no podía contar con la alianza de Pedro I de Hungría. Después de ello, Enrique hizo comparecer a Bretislao en Ratisbona con el hábito de penitente, para entregarle la Bohemia, pero en calidad de feudo imperial. En 1038 Enrique III había iniciado una guerra contra Pedro I de Hungría, que sin embargo había solicitado su ayuda en 1041 para resolver sus problemas internos; estos problemas fueron los que habían causado la ruptura de la alianza entre Pedro I y Bretislao de Bohemia. Desde septiembre de 1042 el emperador comenzó una serie de campañas para asegurar el dominio sobre Hungría, pero fue derrotado por los magiares en Menfö y Györ. El destronamiento y muerte de Pedro I el Veneciano (1047), que en 1044 se había declarado vasallo del emperador, terminaron con la dependencia feudal del país respecto a Alemania. Tras el advenimiento de Andrés I al trono de San Esteban aquel mismo año, Enrique III comenzó una guerra contra los húngaros; el conflicto, sin embargo, se prolongó más allá de su muerte y sólo se resolvió bajo el reinado de su sucesor, Enrique IV.
De esta manera, a la altura de 1043 el reino estaba pacificado y los soberanos de las fronteras del Imperio se habían apresurado a buscar la amistad con el emperador y a reconocer su superioridad. Para conseguir la paz absoluta todavía hacía falta terminar con las disputas privadas y para tal fin, a finales de octubre de 1043, Enrique anunció desde Constanza que olvidaría toda ofensa que se le hubiese hecho con anterioridad e invitaba a los príncipes alemanes a que siguiesen su ejemplo. La apelación del rey fue hecha conocer a través del reino y aquel día fue conocido como "Día de la Indulgencia" o "Día del Perdón".
La mayor oposición le vino de parte de Godofredo de la Alta Lorena, que en 1044 reclamó sus derechos sobre la Baja Lorena, y se reveló ante la negativa del emperador de enfeudarle tal ducado, y después de que Enrique le desposeyese de todos sus Estados, aunque su poder fue insuficiente para enfrentarse al emperador con éxito. En 1046 el emperador le restituyó su ducado de la Alta Lorena, aunque no así el condado de Verdún, alienado en 1044; no obstante, su hostilidad ocupó todo el reinado de Enrique III y en las vísperas de su muerte la amenaza de rebelión era más fuerte que nunca. Godofredo el Barbudo se alió con el conde Balduíno V de Flandes, otro enemigo del emperador y en 1054 casó con la viuda del margrave Bonifacio de Toscana, estableciendo así una peligrosa unión entre los enemigos del emperador en Lotaringia e Italia.
También como continuación de la política paterna, Enrique III desarrolló el dominio real alrededor de la ciudad de Goslar, donde creó la escuela religiosa de los santos Simeón y Judas, que sirvió para formar a los miembros del episcopado alemán.
Enrique III y la Reforma religiosa
El emperador intervino en los asuntos papales en 1046, en dos sínodos en Sutri y Roma, deponiendo a los tres rivales que aspiraban a la tiara pontificia e influyendo para la designación del obispo Suitgero de Bamberga, que ascendió al solio con el nombre de Clemente II; fue éste quien le coronó emperador aquel mismo año. A continuación Enrique recibió de los romanos el título de Patricio, cuyo símbolo, un pequeño disco de oro, llevó con frecuencia; éste título daba al emperador un peculiar poder en Roma y el derecho para controlar cada elección papal, lo que casi equivalía a designar al papa directamente. Enrique tomó en serio su posición como cabeza de la República Cristiana, basándose en las teorías imperiales según las cuales el emperador sería el responsable del bienestar de la Iglesia y de su protección. En virtud de ello, designó varios papas, entre ellos León IX (1048), que fue quien inició el movimiento reformador de la Iglesia que culminó con el pontificado de Gregorio VII.
Enrique, un hombre profundamente religioso, buscó la alianza con los grandes prelados alemanes para conseguir su apoyo en el gobierno y su asistencia militar. Pero aunque durante su reinado ésta política dio buenos resultados, contribuyó al posterior debilitamiento político del Imperio frente a la Iglesia. La acción del arzobispo Adalberto de Bremen sirvió al emperador para dirimir potenciales problemas en Sajonia y en las fronteras del norte. En 1047 Adalberto acusó al hermano del duque Bernardo de Sajonia, Thietmar, de preparar un complot para asesinar al emperador; el resultado fue un duelo judicial en el que Thietmar resultó muerto. Sin embargo, no todo el episcopado alemán vio con buenos ojos las iniciativas del emperador en materia de reforma; así, el obispo Wazo de Lieja criticó sus intervenciones en asuntos meramente eclesiásticos. En todo caso, durante los últimos diez años de su vida, Enrique III fue el campeón de la Reforma de la Iglesia. Efectivamente, ya en 1046 (25 de octubre), el emperador había asistido a un concilio en Pavía en el que lanzó ataques contra la simonía, dando las claves de la política eclesiástica que iba a desarrollar, no sólo en Alemania, sino en Italia (las particulares circunstancias de Roma, en contraste con el sólido gobierno del Imperio, propiciaban que el Papado recibiese del emperador el mismo tratamiento que cualquier obispado germano). Enrique III reformó diversas sedes y monasterios y declaró que el pago hecho por un abad u obispo a la Corona después de su elección era simonía, por lo que abolió la práctica. No sólo eso, sino que también declaró que el hecho de que el hijo de un clérigo aspirase a un obispado constituía una brecha en la ley. Y aunque la práctica de la simonía era un hecho que venía siendo denunciado en los concilios desde el siglo X, fue en la época de Enrique III que la prohibición de la compraventa de cargos eclesiásticos comenzó a ser respetada, en virtud, sobre todo, de la difusión de unas colecciones de Cánones que legislaban al respecto y que fueron ganando autoridad, entre ellas los Decretum de Burchardo de Worms. A pesar de todo esto, era el propio Enrique el que formulaba los nombramientos para las sedes vacantes, dado que la elección mediante los capítulos para los obispados y monasterios era aún desconocida. Introdujo en Alemania la Paz y la Tregua de Dios, mediante la publicación del perdón a todos sus enemigos, incluyendo a Godofredo de Lorena.
Bibliografía
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DIEGO HERNANDO, M. El Imperio en la Europa medieval. Madrid, 1996.
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HALLER, J. y DANNENBAUER, H. De los Carolingios a los Staufen. Época antigua de los Emperadores alemanes (900-1250). México D. F, 1974.
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THOMPSON, J.W. Feudal Germany. Chicago, 1928.
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