Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph (1775-1854).


Filósofo alemán, nacido el 27 de enero de 1775 en Wüttemberg y fallecido el 20 de agosto de 1854, cuya reflexión, más dada al hallazgo intuitivo que a la indagación racional rigurosa, inicia, frente al subjetivismo de Kant y de Fichte, la filosofía del Absoluto.

Vida y obras

Hijo de un pastor protestante, Schelling se mostró particularmente precoz durante los años de enseñanza media, y fue admitido en el Stift de Tubinga, una especie de seminario protestante donde se formaban los futuros eclesiásticos. Allí estudió Teología y tuvo como compañeros a Hölderlin y Hegel. En Leipzig estudió Matemáticas y Ciencias Naturales. En 1789 fue profesor en la Universidad de Jena, donde a la par se familiarizó con la filosofía de Fichte, de quien fue un temprano admirador y a quien sustituiría en la cátedra. Entre las amistades de esta época cabe mencionar la mantenida con Schiller y con los hermanos Schlegel. También trabajó en Würzburg y Munich. En 1841 fue llamado a Berlín por Federico Guillermo IV con objeto de contrarrestar la influencia de la filosofía de Hegel, pero tuvo que desistir ante la pujanza del hegelianismo. Se retiró a Ragaz, en Suiza, donde murió.

Entre sus numerosos escritos podemos recordar como más significativos: Del yo como principio de la filosofía (1795), Ideas para una filosofía de la naturaleza (1797), Sistema del idealismo trascendental (1800), Exposición de un sistema de filosofía (1801), Sobre la esencia de la libertad humana (1809), Filosofía de la mitología y la revelación (1804), e Investigación filosófica sobre la esencia de la libertad humana (1809).

Pensamiento filosófico

El pensamiento de Schelling se puede resumir en cuatro momentos o fases:

Filosofía de la naturaleza. Contagiado por el optimismo que le brindan los avances científicos, Schelling concibe el Absoluto -«primera entidad»- como espíritu que se consciencia de sí a través de la naturaleza tendida inconscientemente hacia la vivificación. Es decir, el Absoluto se muestra bajo dos modalidades: espíritu y materia, denotadoras de una progresión venida de la misma fuente y que no entrañan oposición entre sí. Schelling quiere dejar constancia de la afirmación de la naturaleza por sí misma, con existencia animada, y no simplemente negación del espíritu, como entendía Fichte. El espíritu del hombre engendra y desarrolla por la inteligencia la ciencia; por la voluntad, la moral, y por el sentimiento, el arte. Al contrario de Fichte, el Absoluto no se descubre por la moral, sino participando en la naturaleza con la creación artística, verdadera manifestación del Absoluto y mediadora en la expresión más apreciada del espíritu humano, que es la artística. Con el arte, la naturaleza objetiva (naturata) revela el potencial creador (naturans) del Absoluto.

Filosofía de la identidad. En la segunda fase de la identidad, iniciada con Ideas para una filosofía de la naturaleza, Schelling, cautivado por el panteísmo de Spinoza, busca un componente identificador entre espíritu y naturaleza, a los que antes había instalado correlativamente. Cree encontrarlo en el todo-uno, indistinto, que sólo es posible captar mediante el acto de «intuición intelectual». Tenemos así que el Absoluto se encauza en dos proyecciones: como cuerpo, en la naturaleza; como espíritu, en la cultura.

Filosofía de la libertad. En la tercera fase, próximo a la teología de Böhme, renuncia a la noción de identidad, aunque no al monismo, para explicar la evolución del mundo. En un primer momento tenemos un Dios oculto. Luego sigue el momento en que Dios se revela en tres formas: naturaleza inorgánica, naturaleza orgánica y espíritu. Esta evolución culmina en la libertad que permite al hombre obrar conforme al bien o al mal.

Filosofía de la religión positiva. Se dedica al estudio de la mitología y de la religión. Pretende demostrar la evolución de Dios atendiendo a su modo de revelarse a través de la historia de la humanidad. La religión siguió estos pasos: primero fue el monismo, luego el politeísmo, y por último un nuevo monismo, el monismo cristiano. Este es el paso de la mitología a la revelación, a su vez signada por el cristianismo petrino (de San Pedro) – a la que corresponde la autoridad del Padre-, sigue luego la evangélico-paulina -a impulso de la sabiduría del Hijo- y, por fin, el cristianismo de San Juan, cuya vertebración teológica descansará en el amor del Espíritu Santo.