Sánchez del Campo, José, «Cara-Ancha» (1848-1925).
Matador de toros español, nacido en Algeciras (Cádiz) el 8 de mayo de 1848, y muerto en Aznalcázar (Sevilla) el 31 de marzo de 1925. En el planeta de los toros es conocido por el sobrenombre de «Cara-Ancha».
Sus comienzos como peón de brega recibieron muy pronto un desafortunado bautismo de sangre, porque el día 14 de abril de 1865, cuando José Sánchez del Campo aún no contaba diecisiete años de edad, un morlaco zambombo le infirió una tremenda cornada en el peroné, cuando toreaba en la plaza de Sanlúcar la Mayor (Sevilla).
Pero la gravedad de esta herida, que lo tuvo al borde de la muerte, no fue óbice para que el joven y arrojado «Cara-Ancha» diera la espalda a la arriesgada profesión que había elegido; antes bien, apenas se había repuesto de tan duro percance, cuando ya estaba banderilleando muy eficazmente en las arenas del ruedo de Sevilla. La fama que allí ganó le valió para ser contratado en Madrid, donde la severa afición de la primera plaza del mundo aplaudió con ganas las suertes ejecutadas por «Cara-Ancha».
Tras foguearse como banderillero en las cuadrillas de algunas figuras decimonónicas tan relevantes como Antonio Carmona y Luque («El Gordito») y Manuel Fuentes Rodríguez («Bocanegra»), el 24 de septiembre de 1874 compareció ante la afición de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, dispuesto a tomar la alternativa. Ofició de padrino en aquel trance el temerario diestro sevillano Manuel Domínguez Campos («Desperdicios»), quien, en presencia del mencionado «Bocanegra», le cedió la lidia y muerte de un astado perteneciente al hierro de don José Antonio Adalid. Refieren los cronistas de antaño que «Cara-Ancha» tuvo aquella tarde una felicísima actuación, lo que vino a satisfacer las expectativas de un público que, buen conocedor de sus enormes facultades para el ejercicio de la lidia, ya ansiaba presenciar su doctorado como matador de toros.
El 25 de mayo de 1875 se presentó en el ruedo de la capital de España, dispuesto a confirmar dicha alternativa. Vino entonces apadrinado por el genial coletudo cordobés Rafael Molina Sánchez («Lagartijo»), quien, en presencia del espada madrileño Francisco Arjona Reyes («Currito»), que hizo las veces de testigo, le cedió los trastos con los que hubo de dar lidia y muerte a estoque al toro Apreturas, perteneciente a la vacada del duque de Veragua. El triunfo que «Cara-Ancha» cosechó aquella tarde se vio eclipsado por la desgraciada muerte que, allí mismo, sobrevino al banderillero Mariano Canet Lozano («Llusío»), alcanzado en la yugular por un toro de Miura que respondía al nombre de Chocero.
El valor y las buenas facultades de «Cara-Ancha» pronto se vieron recompensados en todas las plazas españolas, y, singularmente, en la de Madrid, donde ejecutó varias faenas soberbias en las temporadas de 1876 y -sobre todo- 1877. El 24 de junio de este último año triunfó ruidosamente en su enfrentamiento con el toro Bolero, perteneciente a la ganadería del marqués de Salas. Y aunque anduvo alejado del coso de la Villa y Corte durante los tres años siguientes, el 25 de septiembre de 1881 realizó sobre las arenas madrileñas la que ha pasado a la historia del Arte de Cúchares como mejor faena de su brillante carrera. Compartió cartel aquella tarde con el matador madrileño Antonio Gil Barbero («Don Gil», que más tarde se convertiría en apoderado del propio «Cara-Ancha»), con el sevillano José Machío Martínez y con el toledano Ángel Pastor Gómez, para dar lidia y muerte, entre los cuatro, a seis toros del hierro de Saltillo y dos del cura de La Morena. José Sánchez del Campo recibió a Cajetero, de Saltillo, con unos memorables lances de capa, lo pareó espléndidamente al quiebro y al cuarteo, y lo mató recibiendo por medio de una estocada fulminante. Este clamoroso triunfo, acompañado por el éxito que también cosecharon sus compañeros de cartel, propició que el festejo del 25 de septiembre de 1881 haya quedado señalado con un jalón glorioso en la historia de la Tauromaquia hispana.
Si el arte de «Cara-Ancha» iba depurándose y aquilatándose día a día (hasta el punto de que podría haber sido considerado como el número uno de su tiempo, de no haber tenido la mala estrella de coincidir con el genial «Lagartijo»), su desatado valor no menguaba un ápice, a pesar de los graves percances que lo iban zarandeando de contino. El 2 de octubre de aquel feliz año de 1881, en la plaza de toros de Madrid, fue violentamente volteado por el toro Lechuzo, de la vacada de Adalid, en el momento en que el diestro algecireño lo estoqueaba recibiendo. «Cara-Ancha» aguantó sobre el ruedo hasta que vio muerto al toro, pasó luego a la enfermería y, tras desobedecer el dictamen de los facultativos, volvió a comparecer en la arena para dar cuenta de su segundo enemigo.
No es de extrañar que gestos de esta índole levantaran una profunda admiración entre el selecto público de la Villa y Corte, donde el predicamento de José Sánchez del Campo se había extendido hasta tal punto que, a comienzos de la temporada siguiente, ya formaba cartel con el mismísimo «Lagartijo» y con Fernando Gómez García («El Gallo», padre de Rafael y José Gómez Ortega). Este festejo, que tuvo lugar el día 9 de abril, se verificó frente a las reses de don Manuel Bañuelos, una de las cuales prendió y volteó de muy mala manera a «Cara-Ancha» cuando éste cruzaba ante la montura del varilarguero Francisco Fuentes. Anduvo prestó al quite el capote de «Lagartijo», pero ya el propio «Cara-Ancha» se había incorporado y, ante el pasmo del público, dirigido por su propio pie a la enfermería. El asombro de los aficionados fue en aumento cuando se supo que el valiente diestro algecireño -que llevaba a gala el llegarse siempre andando hasta la enfermería, por grave que hubiera resultado el percance- había sido alcanzado por una tremenda cornada en el hipocondrio derecho. Y todavía fue mayor la admiración cuando, transcurrido poco más de un mes, el día 14 de mayo «Cara-Ancha» volvía a anunciarse en los carteles de la plaza madrileña: en un alarde de serenidad que venía a dar a entender lo poco que le había afectado aquella desgracia, llevaba el mismo traje que había lucido en la tarde de la cogida.
Todavía siguió en activo durante varias temporadas, a pesar de que la autoridad de Rafael Molina Sánchez («Lagartijo») y Salvador Sánchez Povedano («Frascuelo»), y la irrupción de nuevas figuras -v. gr., Luis Mazzantini y Eguía, o Manuel García y Cuesta («Espartero»)-, iban eclipsando su protagonismo. El 29 de abril de 1894, año de su retirada, volvió a ser gravemente cogido en las arenas madrileñas: el toro Esmorraíto, de la ganadería de Orozco, le atravesó el muslo derecho por encima de la rodilla; a pesar de ello, «Cara-Ancha» entró de nuevo por su propio pie en la enfermería. El 11 de noviembre de aquel mismo año se cortó la coleta en el ruedo de Sevilla, después de haber alternado con Francisco Bonar y Casado («Bonarillo») y con Antonio Reverte Jiménez, para lidiar reses de la vacada de Murube. Retirado a la pequeña localidad sevillana de Aznalcázar, aún tuvo ánimos para dedicarse a la vida pública y ocupar su alcaldía durante varios años. Allí murió, un 31 de marzo de 1925.
Además del valor ya reseñado, la importancia de «Cara-Ancha» en los anales del toreo de la segunda mitad del siglo XIX estriba en su extraordinaria técnica y sangre fría a la hora de matar recibiendo, suerte que los dos grandes colosos de su época no llegaron nunca a dominar («Frascuelo», porque la ejecutaba con escasa perfección; «Lagartijo», porque nunca fue, precisamente, un «as de espadas»). Del renombre que adquirió por ello José Sánchez del Campo queda constancia poética en los versos en que don Antonio Machado lo menciona:
«Este hombre del casino provinciano,que vio a Cara-Ancha recibir un día,tiene mustia la tez, el pelo cano,ojos velados por melancolía«.
(«Del pasado efímero»).