Rubinstein, Eva (1933-VVVV)


Fotógrafa argentina nacida en Buenos Aires en 1933.

Crear algo por su cuenta, que no se evapore como las cosas efímeras de su difícil pasado” es lo que esta argentina, fotógrafa no vocacional, pretendió conseguir a lo largo de su vida y además intentó hacerlo a través de la fotografía.

Antes de convertirse en artista, término que rechazó vehementemente, Rubinstein se inició como actriz y bailarina en Broadway representando diversos papeles en obras de reconocido prestigio, como El diario de Anna Frank o Montmartre. Casi por casualidad se adentró en el mundo de la fotografía cuando ayudó a cargar película y cambiar objetivos, durante la preparación de un espectáculo, a Sean Kernan, un antiguo colega actor que se convirtió en fotógrafo. A partir de aquel momento descubrió que la foto era ese «algo» con el que ansiaba encontrarse, ese «algo» que existe en el presente, que existió en el pasado y que perdurará en el futuro.

Comenzó a estudiar con grandes de la fotografía, entre ellos con la gran Diane Arbus, aunque nunca llegó a hacerse con un título académico o especializado en fotografía. En su obra, no obstante, se apreció la influencia de grandes pintores, en particular la de Jan Vermeer, por la manera en la que coloca las luces en sus fotografías de interiores, y la de Andrew Wyeth, cuando lo que pretende es aislarse y fundirse en soledad, tras los paisajes de sus fotografías.

Si algo caracteriza las imágenes de Rubisntein, y sobre todo sus retratos, es la búsqueda de la simplicidad. Llegar a ella no fue camino fácil ya que, para alcanzarla, tuvo que luchar, sufrir y renunciar a ciertos elementos que complicaban su presentación de las cosas. Esta renuncia devino inconscientemente y el resultado fue la elección de encuadres desnudos en los que se elimina cualquier objeto secundario y ornamental, mostrando en definitiva la más limpia simplicidad compositiva. El resultado de esta búsqueda apasionada fue el encuentro con la verdad teniendo en cuenta sólo lo que está «dispuesto» de un modo u otro para ser fotografiado y renunciando al artificio.

Parte de su obra fue el reflejo de los sufrimientos por los que pasó su solitaria niñez y su incomprendida juventud. La mayoría de sus fotografías infantiles reflejan a niños solos, sin mostrar una mínima sonrisa. La ambición de querer averiguar las inseguridades, miedos y complejos de inferioridad que se suceden a lo largo de su vida, hizo que Eva Rubinstein fotografiase los problemas y los estados de ánimo de la gente en su diversidad.

Esta intensa y franca búsqueda de la verdad provocó que Rubinstein relegase la cámara a un segundo plano y algunos trabajos personales (retratos, desnudos y fotografías de interior), para dedicarse, primero, a la enseñanza de la fotografía dando cursos de perfeccionamiento por grandes ciudades de todo el mundo: Nueva York, Arles, París, Venecia, Israel…, y después, a la escritura de manuales fotográficos donde encontró el modo de expresar su necesidad de simplicidad.