Ritter Aislán, Eduardo (1916-VVVV).


Poeta, periodista, político y diplomático panameño, nacido en la ciudad de Panamá el 11 de septiembre de 1916. Autor de una copiosa producción poética que, caracterizada sobre todo por su enorme variedad de técnicas y su fijación temática en la figura de la mujer, logra mantener siempre constante su visión del arte por encima de las modas y corrientes estéticas contemporáneas, está considerado como uno de los autores más significativos de la poesía panameña de mediados del siglo XX.

Interesado desde su niñez por los saberes humanísticos y la creación literaria, el joven Eduardo Ritter realizó sus estudios de enseñanza secundaria en el célebre Instituto Nacional de Panamá, donde obtuvo un título de bachiller en Letras que ya anunciaba su posterior consagración profesional a las actividades relacionadas con la escritura. Pasó, a continuación, a frecuentar las aulas de la Universidad de Panamá, de donde egresó con el título de licenciado en Humanidades; esta brillante formación académica culminó en las aulas y seminarios de la Universidad Javierana de Bogotá, donde el joven poeta de ciudad de Panamá accedió al grado de doctor en Filosofía y Letras.

Con este valioso bagaje formativo a sus espaldas, Eduardo Ritter Aislán orientó sus primeros pasos profesionales por el sendero de la docencia, que le condujo de inmediato hasta su antiguo y añorado Instituto Nacional, donde impartió clases durante algunos años en calidad de profesor de Lengua y Literatura españolas. Luego viajó a los Estados Unidos de América y se instaló en la ciudad de Pensilvania, donde continuó trabajando como profesor en el Washington and Jefferson College; y de ahí pasó, en su andadura docente norteamericana, a la Howard University, ubicada en Washington D. C., donde ejerció la docencia como profesor de Lenguas Romances. A su regreso a su país natal, ingresó en el claustro de la Universidad de Panamá para impartir clases de Filosofía en la que había sido su facultad durante su período de aprendizaje.

A pesar de su variedad e intensidad, esta fecunda dedicación a la enseñanza no le absorbió todo su tiempo ni ocupó todas sus obligaciones profesionales a lo largo de su vida. Pronto compaginó su trabajo en las aulas con una brillante y afanosa labor periodística que le permitió vincularse a varios medios de comunicación panameños, en los que cultivó con notable éxito de lectores la crítica literaria y el comentario político. En este ámbito laboral, Eduardo Ritter Aislán destacó sobre todo durante su período de colaboración con el prestigioso rotativo istmeño El País, en el que mantuvo una columna fija que gozó de gran aceptación entre los lectores de la época.

Además de su dedicación a la docencia y su trabajo como periodista, el escritor de la ciudad de Panamá ocupó un lugar preeminente en la vida política panameña de mediados del siglo XX, donde desempeñó algunas misiones diplomáticas de gran relevancia; así, en efecto, fue nombrado embajador de Panamá en Colombia, y enviado posteriormente por el gobierno de su país como delegado panameño en las asambleas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Pero, por encima de todas estas actividades, Eduardo Ritter Aislán se consideró siempre un poeta; y, más concretamente, la encarnación actual y centroamericana de la antigua figura tradicional del poeta enamorado. Surge así de su pluma una producción lírica de corte tradicional -y, según una parte considerable de la crítica, de tono menor o, cuando menos, desfasado- en la que la mujer se convierte en el eje central sobre el que giran el resto de sus motivos temáticos, y en la que la delicada y armoniosa idealización de la figura femenina da pie a constantes indagaciones en los estados psicológicos y emotivos del poeta que la contempla absorto, embebido en la pasión que en él despierta. Junto a esta omnipresencia del tema amoroso centrado en la visión exaltadora de la mujer, en la obra poética de Ritter Aislán aparecen otros temas colaterales como la tristeza que sobrecoge de vez en cuando al poeta y la nostalgia de los antiguos esplendores que adornaron un tiempo pasado e imposible de recuperar.

No hay, pues, gran variedad de contenidos en la abundante producción lírica del escritor de la ciudad de Panamá, por lo que la escasa amenidad de su quehacer poético queda relegada a la elección de los procedimientos técnicos, donde sí es fácil advertir una notable versatilidad que pone de manifiesto las abundantes lecturas y el dominio del oficio que arroparon al Eduardo Ritter poeta. Pero, al margen de esta grata diversidad formal, su discurso poético fluye tranquilo y uniforme -diríase que incluso monótono, en no pocas ocasiones, dentro de este sosiego-, para acabar desembocando en una especie de remanso emocional donde no tienen cabida otras preocupaciones ajenas a los discretos vaivenes sentimentales del autor. De ahí que la crítica panameña contemporánea haya tildado su obra de «poesía menor», lo que no implica que no gozara, en su tiempo, del favor y la apreciación de un considerable número de lectores, e incluso de la valoración positiva de críticos y poetas coetáneos, que convirtieron a Ritter Aislán en un poeta laureado durante las décadas de los años cuarenta y cincuenta (es decir, por los tiempos en que sus obras llenaban los anaqueles de las librerías panameñas). Fue, en efecto, distinguido con sendas menciones en las convocatorias de 1943 y 1947 del prestigioso Concurso Literario Ricardo Miró en su modalidad de poesía, premio que por fin recayó en el poeta de ciudad de Panamá en 1950, merced a la presentación de uno de sus poemarios más célebres, titulado Rosicler.

En un rápido recuento de sus mejores títulos poéticos, cabe citar las colecciones de versos tituladas Umbral (Panamá: Imprenta Franco e Hijos, 1940), Crisálida (Id. Id., 1941), Nenúfares (Panamá: Imprenta de la Academia, 1945), Mástil (Id. Id., 1947), Poemas (Id. Id., 1949), Espigas al viento (Id. Id., 1951), Rosicler (Panamá: Imprenta Nacional, 1955) y Silva de amor y otros poemas (Panamá: Departamento de Bellas Artes y Publicaciones del Ministerio de Educación, 1957).

J. R. Fernández de Cano.