Rea, Chris (1951-VVVV).


Músico estadounidense nacido en Middlesbrough (Cleveland) el 4 de Marzo de 1951. Con el tiempo, ha llegado a convertirse en una gran estrella de la era AOR (Adult Orientated Rock) y se ha ganado a pulso su imagen de músico razonable, diligente, experto, relajado, extremadamente habilidoso, con un poco de sobrepeso y asentado confortablemente en su madurez; un candidato natural a ser apreciado por toda una generación emergente de «rockeros de sillón». Tras años de oficio y duro trabajo, los principales atributos que le han valido su éxito son lo suficientemente conocidos: su áspero, a la par que melodioso, estilo de cantar, su técnica fluida y sobria a la guitarra, sus letras ligeramente evocativas, su pragmática imagen de «anti-estrella» y su expresión lánguida.

Su primer contacto con el mundo de la música fue tardío: todavía trabajaba en el negocio de helados de su familia cuando en 1970, a la edad de diecinueve años, se interesó por la guitarra, al principio inspirado por los estilos típicamente americanos de Ry Cooder y Joe Walsh. Pasaron casi diez años hasta que dio a luz su primer trabajo, Whatever Happened to Benny Santini? (1978), cuyo título era un guiño a la compañía discográfica que le había fichado por aquel entonces, y que había sugerido que adoptara el nombre comercial de Benny Santini. Destinado más bien a ser una estrella de mediana edad, Rea no llegó muy lejos con este álbum de debut. El tema «Fool (If You Think It’s Over)» -más tarde versioneado por Elkie Brooks- se convirtió, no obstante, en un éxito en los Estados Unidos, y el álbum se introdujo en el top 50 de las listas de este país, pero de cualquier forma no es un álbum memorable, y las distintas baladas que lo integran, algo pasadas de moda y nada inspiradas, resultan un poco cargantes.

Tras este primer amago, Rea se vio a sí mismo frente a una larga y fatigosa cuesta arriba que lo llevaría finalmente a establecerse como un «novato» de credibilidad en el mercado; tuvo que pelear codo con codo con los integrantes de la brigada post-punk, primero, y contra la moda obsesiva de los nuevos románticos, después, pero hacia mediados de la década de los ochenta ya había hecho de su poco apropiada madurez inicial su mayor atractivo. Fue en 1987 cuando salió a la venta Dancing With Strangers. Cuenta este álbum con temas como «Joys of Christmas», en el que Rea recita de un tirón el catálogo de enfermedades sociales propias de las ciudades deprimidas del norte de Inglaterra. A pesar de que este tipo de comentario social puede a menudo parecer académico o moralista, Rea contaba con una trayectoria lo suficientemente seria como para que el mensaje impactara. Su sonido había adquirido una genuina gravedad y su técnica de guitarra se revelaba como impecable, especialmente en determinados momentos, por ejemplo en «Let’s Dance» (donde se deja sentir la incuestionable influencia de Ry Cooder y Little Feat) o en el majestuoso solo slide con el que acaba el tema «Que será».

Un año después, en 1988, vio la luz The Best of Chris Rea – New Light Through Old Windows, un trabajo recopilatorio en el que parte de sus canciones más conocidas en directo se volvieron a grabar en estudio. El resultado fue un viaje al pasado en el que aflora el trabajo de un hombre que evidentemente intuía la llegada de la era del compact-disc. Puede apreciarse que su voz ha crecido con los años en rudeza, a la par que en expresividad, y en la nueva versión de «Stainsby Girls» suena como un cruce entre Tom Waits y Richard Butler, de Psychedelic Furs. «Josephine», «Shamrock Diaries», «On the Beach», «Let’s Dance» y «Steel River», de gran duración este último, pregonan el inconfundible halo de calidad de Rea, aunque todavía es posible detectar ciertos puntos negros, como el sensiblero «Driving Home For Christmas», digno de quedar impreso en una tarjeta de navidad.

En 1989 salió al mercado The Road to Hell; según algunos, la obra maestra de Chris Rea, que no en vano llegó al número uno de las listas británicas. El disco fue absorbido con gran ansiedad por el vacío que existía por aquel entonces en el mercado del rock adulto en CD, vacío provocado en gran medida por la larga ausencia de Dire Straits desde 1986 (y que se prolongó hasta 1991). Se vendieron casi un millón y medio de copias del disco sólo en Reino Unido. Rea suena aquí, más que nunca, como Mark Knopfler, especialmente en el tema que da título al elepé. Dicho tema fue inspirado por la frustación que el músico sintió al verse atrapado en un gran atasco de la M4 londinense; es una de esas canciones con tan maravillosa simetría que suena como si en realidad siempre hubiese existido, de forma que Rea sólo hubiera tenido que alargar la mano y rescatarla del eter. Una vez más es posible detectar los ecos de la guitarra de Ry Cooder en la técnica slide de Rea, y en «Looking for a Rainbow» su banda consigue recuperar el ritmo funk agitado que tan querido era para Little Feat. Pero, en última instancia, este disco constituye un triunfo de naturaleza muy personal. Rea escribió el álbum entero en cuatro días, lo cual explica la consistencia temática y el aire de unidad que manifiesta la colección. Aunque no puede decirse que sea un álbum típico de canción protesta (y ello a pesar de temas como «You Must Be Evil», en el que el ambiente de zona industrial y marginal del norte de Inglaterra se hace casi irrespirable), lo cierto es que sus denuncias están logradas y, con excepción de «Tell Me There’s a Heaven», una pieza sentimental con pésimos arreglos de cuerda, este es un álbum que remueve el alma como si se tratara de un motor bien engrasado.

El siguiente trabajo, Auberge (1991), llegó también a ocupar el primer puesto de las listas del Reino Unido. Es un álbum más movido que el anterior, en el que las amenazas de desastres ecológicos y la denuncia de la decadencia industrial dejan paso a una colección de imágenes y letras mucho más reconfortantes, lo que se aprecia en canciones como «Gone Fishing», «Heaven» y la propia «Auberge». La producción de Jon Kelly logró en este disco resaltar como nunca la consumada excelencia técnica de Rea, y hacer de ella una marca distintiva de presencia indispensable en el mercado. Los pasajes de guitarra de blues en «And You My Love» y «Looking for the Summer» se cuentan entre las mejores realizaciones jamás grabadas de este autor.

Aprovechando esta racha de buen hacer, el mercado musical volvió a congratularse al año siguiente con una nueva edición de este músico. El álbum se tituló God’s Great Banana Skin. La voz de Rea había ido evolucionando hacia un tono cada vez más grave y su guitarra, sin embargo, se apreciaba más y más lastimera a medida que se sucedían las ediciones. Prueba de ello es el prolongado y como arrastrado sonido de guitarra con que se introduce «Nothing to Fear», que sienta un tono de lánguida perfección en todo el disco. Temas como «90’s Blues» constituyen una contundente expresión de esa melancolía que algunos músicos parecen encontrar en su madurez, sostenida por unos discretos arreglos de cuerda y un intrincado y coherente pasaje instrumental. Es éste otro álbum perfectamente adaptado a las necesidades de una generación que gusta de escuchar música vinculada espiritualmente al el rock’n’roll de su juventud, aunque sin duda en una línea de metabolismo más lento.