Peralta Miranda, Arturo Pablo, o «Gamaliel Churata» (1897-1969).


Poeta, narrador y periodista peruano, nacido en Arequipa (capital del distrito homónimo) en 1897, y fallecido en Lima el 8 de noviembre de 1969. Aunque su auténtico nombre era el de Arturo Pablo Peralta Miranda, pasó a la historia de la Literatura peruana con el pseudónimo de Gamaliel Churata, con el que firmó todos sus escritos. Con su excelente obra El pez de oro (1957), en la que alternó la prosa barroca con el verso audaz y vigoroso, asumió la compleja labor de aunar la mejor tradición del indigenismo andino con las propuestas más radicales de la Vanguardia surrealista.

A muy temprana edad se radicó, en compañía de los suyos, en la ciudad de Puno (o San Carlos de Puno), donde pasó el resto de su infancia y toda su adolescencia y juventud. El propio escritor se consideraba puneño, lo que dio pie a que muchos biógrafos suyos le creyesen natural de la famosa ciudad bañada por las aguas del lago Titicaca (cuando, en realidad, había venido al mundo en la vecina localidad de Arequipa).

Cursó sus estudios primarios en el Centro Escolar de Varones 881, de Puno, a la sazón dirigido por José Antonio Encinas, uno de los pedagogos más prestigiosos del Perú. Ya en su edad adulta, Gamaliel Churata habría de recordar elogiosamente, en varias ocasiones, la poderosa huella que aquel maestro había dejado en él y en toda la generación de jóvenes puneños que se educó bajo su tutela.

Era también muy joven cuando empezó a preocuparse por el sufrimiento de la población indígena, a la que conoció sumida en una oprobiosa situación de injusticia y desigualdad que se prolongaba -en muchos períodos históricos, ciertamente intensificada- desde los remotos tiempos de la Conquista. Esta adhesión del jovencísimo Arturo Peralta a la causa de los indios provocó su primer enfrentamiento con la justicia y las autoridades locales, que decretaron su arresto en 1914, a raíz de que el precoz intelectual, con tan sólo diecisiete años de edad, pronunciara un inflamado discurso en defensa de los indígenas andinos (a los que consideraba legítimos descendientes del imperio incaico).

Plenamente integrado, ya por aquella segunda década del siglo XX, en los principales foros artísticos e intelectuales de Puno, el joven y exaltado Arturo Peralta se unió a otros muchachos que compartían sus inquietudes estéticas y políticas para fundar, en 1915, el colectivo cultural «Bohemia Andina». A partir de entonces y hasta el momento en que se vio obligado a abandonar su país, puede afirmarse que el futuro escritor fue uno de los grandes animadores de la cultura peruana contemporánea, en la que luego habría de quedar encuadrado entre los cuatro principales promotores del movimiento indigenista -junto a otros autores de la talla de Manuel González Prada, José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre.

Tras la fugaz pero enriquecedora experiencia del grupo «Bohemia Andina», Arturo Peralta emprendió otros proyectos de animación cultural tan relevantes en su entorno local como la fundación de la revista literaria La Tea (1917) -cuya dirección asumió entre 1917 y 1920- y la puesta en marcha del Centro Cultural y el Movimiento «Orkopata» -nombre del cerro contiguo a la bella ciudad lacustre-. Los miembros de este colectivo, conocidos en Puno como los «orkopatas», se propusieron, entre otras iniciativas artísticas, dotar a la poesía peruana contemporánea de un toque andino que fuera capaz de reflejar, por un lado, las claves culturales y la idiosincrasia de la población sureña del Perú, y, simultáneamente, los anhelos de avance y modernidad de su juventud más inquieta (plasmados, a la sazón, en los ecos vanguardistas que llegaban desde Europa).

Gamaliel Churata era, en cierto modo, el líder que capitaneaba a los «orkopatas», pues parecía especialmente dotado para abanderar este tipo de movimientos pujantes, a tenor de lo que había acreditado en una reciente estancia en Bolivia. En efecto, en 1917, a raíz del primer exilio que tuvo que emprender por causas políticas, se afincó en la población boliviana de Potosí (después de una breve estadía en La Paz) y, tras erigirse muy pronto en uno de los principales animadores culturales de la ciudad, se unió a otros jóvenes escritores para fundar el colectivo «Gesta Bárbara» (1918), que renovó profundamente el panorama artístico e intelectual de Bolivia y promovió -entre debates, exposiciones y recitales musicales y poéticos- varias campañas de orientación social.

En la más tarde conocida como «primera generación de los bárbaros» figuraban, entre otros, el gran narrador y ensayista Carlos Medinaceli -quien al cabo de muchos años, desde el prestigio que le otorgaba su condición de gran maestro de la crítica literaria boliviana, confirmó por escrito que Churata había sido el genuino iniciador de «Gesta Bárbara»-, el compositor musical Armando Palmero, y otros jóvenes animadores de la bohemia potosina, como José Enrique Viaña, Armando Alba y Saturnino Rodrigo. Alentados por Gamaliel Churata -quien, por aquel entonces, usaba también el pseudónimo de Juan Cajal-, todos ellos lanzaron la revista Gesta Bárbara, cuyo primer número resumía en estas palabras las intenciones del colectivo: «No representa el corolario de entusiasmos aislados, nace por la colaboración de toda la sociedad potosina. ¿Programas? ¡Arte… [y] la juventud de los Bárbaros!«

Tras esa primera y fructífera estancia en Potosí (donde realizó toda esa amplia labor de animación cultural en apenas un año de estancia), Gamaliel Churata viajó a Buenos Aires y entró en contacto también con la juventud creadora argentina. Pero en los foros artísticos e intelectuales bonaerenses no tuvo ocasión de promover ninguna iniciativa, pues muy pronto se le presentó la ocasión de regresar a su Perú natal y volver a afincarse en Puno, donde fue nombrado director de la Biblioteca Municipal. Dicho cargo ocupaba cuando alentó la creación del Centro Cultural y el Movimiento «Orkopata», cuyas figuras más destacadas fueron, amén del propio Churata, su hermano menor Alejandro Peralta y otros ilustres cultivadores de la poesía indigenista andina, como Guillermo Mercado y Luis de Rodrigo.

Cómodamente instalado en su cargo de bibliotecario, Gamaliel Churata continuó promoviendo cuantas empresas culturales estimaba precisas para contribuir al desarrollo artístico, social e intelectual de su entorno, con especial interés en la mejora de las condiciones de vida de la población indígena. Así, en 1926 fundó, en estrecha colaboración con su hermano Alejandro, el Boletín Titikaka, en cuyas páginas tuvieron cabida, durante cerca de un lustro, todos los escritos centrados en la Literatura y el Arte de Vanguardia o en la recuperación de la tradición andina. Y, al tiempo que continuaba desplegando esta infatigable labor de animador cultural, mantenía intactas sus inquietudes político-sociales, que le llevaron a tomar parte activa en algunas iniciativas ciertamente comprometidas (al parecer, fue uno de los que más influyeron en la fundación del Partido Comunista en Puno).

Este compromiso ideológico con la izquierda marxista le costó la pérdida de la tranquilidad y la seguridad de que gozaba en su cargo de director de la Biblioteca Municipal. En 1932, las fuerzas del orden irrumpieron por sorpresa en su domicilio y requisaron todos sus libros y papeles, con lo que perdió abundante material literario que había ido acumulando desde su juventud. Desposeído de su cargo público, Churata se vio forzado nuevamente a tomar el rumbo del exilio, que le condujo por segunda vez hasta Bolivia.

Allí habría de permanecer durante más de treinta años, en el transcurso de los cuales se ganó la vida cultivando el periodismo. Autor de miles de artículos dispersos por periódicos y revistas de numerosos países de habla hispana, Churata colaboró, en Bolivia, con el hepdomadario La Semana Gráfica -una de las publicaciones más prestigiosas del país andino-, con la revista La Gaceta de Bolivia -de la que llegó a ser director-, con La Calle -donde ocupó el puesto de jefe de redacción-, y con otros muchos medios como Última hora y Radio Illimani. Además, fue jefe de redacción del informativo de la Subsecretaría de Prensa, Informaciones y Cultura (SPIC). Durante su prolongada estancia en el país del Altiplano andino, el escritor peruano dio a la imprenta su obra maestra, El pez de oro (1957), valorada actualmente como uno de los hitos más relevantes de la Vanguardia hispanoamericana y, a la par, de la literatura indigenista andina.

Gamaliel Churata logró regresar al Perú en 1965, año en el que se instaló nuevamente en su ciudad adoptiva de Puno. Pasó allí tres años, al cabo de los cuales se afincó en Lima, donde apenas tuvo tiempo de protagonizar ninguna actividad social ni cultural, pues la muerte le sorprendió en la capital peruana a finales de 1969.

Obra

Antes de dar a la imprenta en Bolivia El pez de oro (1957), Churata había publicado diversos relatos y poemas en algunas de las revistas con las que venía colaborando desde su temprana juventud. Entre estos trabajos, resulta obligado detenerse en el estudio de un cuento espléndido, «El gamonal», publicado en la revista limeña Amauta (nº 5) en enero de 1927. En esta narración deslumbrante, un Gamaliel Churata hondamente preocupado por la realidad social de los indígenas que le rodean relata la dramática historia de un matrimonio de indios que trabaja penosamente en una rica hacienda andina, donde ambos cónyuges sufren todas las humillaciones y vejaciones que en ellas suele dispensarse a los de su clase.

Mientras el marido se ve forzado a deslomarse de sol a sol en el campo, faenando para el hacendado, Encarnita, su esposa -que encarna a la perfección el paradigma de la india sometida a todo tipo de injusticias y opresiones- no tiene otra alternativa que satisfacer los deseos sexuales del mayordomo de la hacienda. Un día aciago, el indio regresa del campo y sorprende en su acoso al mayordomo, al que mata sin piedad, con lo que da lugar a una explosión del odio colectivo que, durante siglos, toda la población india ha ido acumulando contra sus explotadores.

La rebelión de los indígenas en la hacienda se extiende por toda la comarca. A la postre, tras varios episodios de crueldad que ponen de manifiesto la inquina centenaria de todos contra todos, las aguas vuelven a su cauce para acabar restaurándose el orden y, como era de esperar, favoreciendo como siempre al hacendado: sofocada la rebelión y encarcelado el indio que la había desatado con su asesinato justiciero, el gamonal o dueño de la hacienda no sólo recupera las tierras de las que habían apoderado los indígenas insurrectos, sino que incrementa aún más sus propiedades al anexionarse las modestas parcelas de los rebeldes perecidos en la matanza.

Resulta, pues, evidente que, con este cruda y descarnada pintura de la sociedad de agraria de su tiempo y lugar, Gamaliel Churata no se propuso hacer una llamada a la rebelión de los indios -como quisieron entender los sectores más reaccionarios del Perú del primer tercio del siglo XX-, sino más bien lamentarse airadamente ante el mantenimiento de una atroz injusticia que, a tenor de lo mostrado en su relato, se le antoja eterna e inmutable.

Treinta años después de «El gamonal» vio la luz El pez de oro. Retablos de Layhkakuy (La Paz: Ed. Canata, 1957), obra que sumió en el desconcierto a críticos y lectores, hasta el extremo de que, transcurrido ya casi el medio siglo desde su publicación, continuaba siendo «uno de los grandes retos no asumidos de la crítica peruana» (en palabras de Antonio Cornejo Polar, uno de los principales estudiosos de las Letras del Perú en la época contemporánea). Extraña pero bellísima combinación de prosa y verso, este texto híbrido mezcla también, en una tan audaz como sorprendente amalgama, las reivindicaciones del indígena andino con las preocupaciones de ese esteta vanguardista que fue siempre Gamaliel Churata, con tal aprovechamiento de algunos recursos rupturistas e innovadores (procedentes, en su mayor parte, del Surrealismo), que algunos críticos han llegado a catalogarla como el punto de partida de una supuesta corriente estético-temática bautizada como «vanguardismo andino».

No contento con esa naturaleza híbrida de su obra en lo que al género y a los contenidos se refiere, Churata intensifica aún ese carácter mestizo recurriendo no sólo al castellano como vehículo expresivo, sino también a las lenguas indígenas que él mismo ha escuchado y aprendido desde su niñez, como el quechua y el aymara. Y por si todo ello fuera poco complejo, el narrador -o, a veces, mero enunciador de un discurso apelativo- cambia de identidad en varios pasajes, para presentarse a veces como el Khori-Puma (uno de los muchos personajes de la mitología andina que pueblan la obra). Como era de esperar, el destinatario de su discurso muda, también inesperadamente, de identidad (unas veces es el Khori-Challwa o «Pez de Oro» de los mitos incaicos, pero en otras ocasiones recibe los más variados apelativos: «Capitán», «amigo mío», «querida niña», etc.).

Planteada, en lo que atañe a su estructura formal, como una obra dialógica -por medio de ese juego de apelaciones y respuestas sostenido entre un emisor y un receptor mutantes-, El pez de oro no es una novela -a pesar de que presenta un tenue hilo narrativo: la utópica restauración del imperio incaico- ni un ensayo dialogístico propiamente dicho; como tampoco es un volumen de versos o de poemas en prosa (a pesar de que abunda en textos poemáticos), ya que Churata buscó intencionadamente esa indefinición genérica capaz de dar cabida, en un mismo libro, a las reivindicaciones estéticas y sociales, a los contenidos andinos y vanguardistas, al arcaísmo y al neologismo y, entre otras dualidades aparentemente contrapuestas, a la pureza elemental del quechua o el aymara frente a la riqueza manierista y barroca de la prosa castellana acuñada en sus páginas.

Bibliografía

  • GONZALES FERNÁNDEZ, Guissela y RÍOS MORENO, Juan Carlos. El proceso americano. Evolución de una estética en los artículos de Gamaliel Churata (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1996 [inédito]).

  • GONZÁLEZ VIGIL, Ricardo. «Al rescate de Gamaliel Churata», en El Perú es todas las sangres (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991), págs. 233-258.

  • HUAMÁN, Miguel Ángel. Fronteras de la escritura: discurso y utopía en Churata (Lima: Editorial Horizonte, 1994).

  • PANTIGOSO, Manuel. El ultraorbicismo en el pensamiento de Gamaliel Churata (Lima: Universidad Ricardo Palma, 1999).

  • RUIZ ROSAS, Alonso. «Gamaliel Churata, el iluminado», en Caballo Rojo, suplemento de El Diario de Marka (Lima) (22 de mayo de 1983), pág. 10.