Otto, Kristin (1966-VVVV).


Nadadora alemana, nacida en Leipzig el 7 de febrero de 1966, cuyo historial deportivo la hace merecedora, junto a su compatriota Kornelia Ender, de ocupar un lugar preeminente entre las figuras de la natación en la antigua Alemania Oriental.

Otto, igual que Kornelia Ender, se entrenó en la academia de la Halle, donde imperaba un régimen físico cotidiano asfixiante -descrito por Kristin en su diario- que incluía isometría, estudio, levantamiento de pesas y largas horas de natación, cuyo resultado es de todos conocido: la citada institución fue una cantera de deportistas de elite que, con sus triunfos olímpicos, sirvieron para afianzar el programa político del país.

Esta notable nadadora hizo su aparición en el circuito internacional en 1982 y, con tan sólo dieciséis años, se hizo con tres títulos mundiales; al año siguiente rompió la barrera del minuto (59,97 segundos) en los 100 metros espalda. En 1984, tras establecer dos nuevas marcas mundiales en las categorías de 100 y 200 metros libres, una fisura vertebral la obligó a pasar nueve meses retirada de la piscina; cuando todo el mundo daba por terminada su brillante carrera deportiva, Otto, haciendo gala de una tenacidad admirable, se arrojó de nuevo al agua, si bien se decantó por el estilo de crowl para evitar el intenso dolor que la acometía al nadar a espalda. Semejante esfuerzo dio sus frutos en el mundial de Madrid de 1986 cuando cosechó seis medallas, cuatro de ellas de oro, y, desde luego, en los Juegos de Seúl celebrados en 1988, cuando en un hazaña jamás lograda por un nadador olímpico, ni siquiera por el fuera de serie estadounidense Mark Spitz, se llevó a casa el oro en tres estilos diferentes (crowl, espalda y mariposa) y estableció cuatro récords olímpicos, lo que la convirtió en la mujer que más medallas de oro ha conseguido en una sola Olimpiada.

Un año antes de la caída del Muro, Otto se retiró. Sin embargo, una negra nube vino a ensombrecer lo que debían ser años de descanso: en 1991, los preparadores físicos de la difunta RDA confesaron que habían suministrado esteroides y otras sustancias prohibidas a sus atletas, si bien éstos nunca lo supieron. Como tantos otros deportistas, se sintió desolada, pero se declaró inocente, puesto que no sólo había pasado todos los testeos de dopaje, sino que además, sus seis medallas y sus éxitos deportivos fueron resultado de muchos años de durísimo esfuerzo y entrenamiento.