Nobel, Alfred (1833-1896)
Químico sueco, nacido el 21 de octubre de 1833 en Estocolmo y muerto el 10 de diciembre de 1896 en San Remo (Italia). Inventó la dinamita y creó los Premios Nobel.
Alfred Nobel era el tercero de los tres hijos de Andrietta Ahlsell (procedente de una familia acomodada) e Immanuel Nobel, un ingeniero e inventor que construía puentes y edificios en Estocolmo. El mismo año en que nació Alfred, se produjo la bancarrota del negocio familiar por la pérdida de varias barcazas de material de construcción. En 1837 su padre se marchó de Estocolmo con la idea de comenzar nuevos negocios en Finlandia y Rusia, mientras que su madre estableció una tienda de ultramarinos de donde obtenía unos ingresos modestos para la familia. La nueva empresa de su padre en San Petersburgo fue un éxito: proporcionaba material para el ejército ruso, y además convenció al Zar y a sus generales que las minas navales podrían emplearse para bloquear los navíos de guerra enemigos en su intento de atacar la ciudad. Aunque las minas diseñadas por Immanuel Nobel eran dispositivos sencillos, impidieron que la Armada Real Británica pudiera acercarse lo suficiente para tener en línea de fuego a San Petersburgo durante la Guerra de Crimea (1853-1856). Immanuel Nobel fue también un pionero en la fabricación de otros tipos de armamento y en el diseño de máquinas de vapor.
Gracias a los éxitos en su nueva aventura empresarial, Immanuel pudo traerse a toda su familia a San Petersburgo en 1842, donde sus hijos fueron educados por profesores privados en ciencias naturales, lenguas y literatura. A la edad de 17 años, Alfred Nobel tenía un nivel alto de sueco, ruso, francés, inglés y alemán. Tenía un especial interés por la literatura inglesa y la poesía, además de la física y la química. Su padre, que quería que sus hijos se unieran al proyecto empresarial como ingenieros, no simpatizaba con el interés de Alfred por la poesía ni con su carácter introvertido, así que lo envió a Suecia, Francia y Estados Unidos para que se formara como ingeniero. La ciudad que más le gustó fue París, y fue allí donde trabajó en el laboratorio privado del Prof. T.J. Pelouze y donde conoció a Ascanio Sobrero, un joven químico italiano que 3 años antes había inventado la nitroglicerina. Este líquido altamente explosivo era considerado demasiado peligroso para usos prácticos, ya que podía explotar de forma imprevisible por la acción de la temperatura o los cambios de presión. Se interesó por la nitroglicerina y por la manera en que podría manejarse y controlar su detonación, y así poder emplearla en los trabajos de construcción. En EE.UU. visitó a John Ericsson, un ingeniero que había desarrollado las turbinas de propulsión de los barcos.
En 1852 tuvo que regresar para trabajar en la empresa familiar que estaba en pleno auge gracias a las ventas al ejército ruso. Junto a su padre realizó experimentos con el propósito de convertir la nitroglicerina en un explosivo comercial útil. El final de la guerra conllevó una serie de cambios que produjeron de nuevo la bancarrota del negocio familiar. Immanuel regresó a Estocolmo con sus hijos Alfred y Emil. Los otros dos hijos, Robert y Ludvig, se quedaron en San Petersburgo, lograron salvar el negocio y se involucraron en el desarrollo de la industria petrolífera en el sur del Imperio Ruso, llegando a ser de las personas más ricas de su tiempo.
Tras su retorno a Suecia en 1863, Alfred se concentró en el desarrollo de la nitroglicerina como explosivo. Varias explosiones, incluyendo la que motivó la muerte de su hermano Emil y varias personas más en 1864, llevaron a las autoridades suecas a prohibir la experimentación con nitroglicerina en los límites de la ciudad de Estocolmo. Alfred Nobel tuvo que trasladar las instalaciones a una barcaza anclada en el lago Mälaren. En ese mismo año comenzó la producción en masa de nitroglicerina. En 1865 montó otra fábrica en Krümmel del Elba (cerca de Hamburgo), que llegó a ser en la más importante fábrica de explosivos del continente.
Con el propósito de convertir la nitroglicerina en una substancia más manejable y segura, experimentó con varios aditivos. Pronto encontró (1866) que si se mezclaba con sílice u otros materiales porosos se formaba una pasta a la que se podía dar la forma de barra y con un tamaño adecuado para su inserción en los agujeros de perforación. En 1867 patentó este material con el nombre de dinamita. Las compañías de construcción, de perforación de minas y los ejércitos, demandaban grandes cantidades de este nuevo producto, así que durante 10 años construyó unas 90 fábricas de dinamita y otros explosivos en más de 20 países en Europa, América y Australia. Todo esto generó unos beneficios inconmensurables.
Aunque vivió gran parte de su vida en París, viajaba constantemente. Victor Hugo lo llegó a denominar el vagabundo más rico de Europa. Cuando no estaba envuelto en sus negocios o viajando, trabajaba en sus laboratorios de Hamburgo, Ardeer (Escocia), París, Karlskoga (Suecia) o San Remo. En 1876 patentó la gelatina explosiva, una combinación de piroxilina y nitroglicerina. En 1877 participó con sus hermanos en la explotación de algunos yacimientos de petróleo. En 1888 inventó la balistita, una de los primeras pólvoras sin humo (véase el apartado Pólvora sin humo del artículo Pólvora). Esta pólvora venía a ser un precursor de la cordita. Además de los explosivos, también se interesó por otros inventos como el cuero o el caucho sintético, la seda artificial, etc. En el momento de su muerte tenía 355 patentes.
A la edad de 43 años se sentía ya un hombre viejo. Puso un anuncio en el periódico para encontrar una mujer de edad madura y que dominara varios idiomas para trabajar en su casa como gobernanta y secretaria. La solicitante más cualificada fue la Condesa Bertha Kinsky. Trabajó para él durante unos dos meses antes de volver a Austria para casarse con el Conde Arthur von Suttner, pero siguieron siendo amigos y mantuvieron correspondencia durante décadas. Con los años Bertha von Suttner se fue haciendo cada vez más crítica con la carrera de armamentos y en 1885 escribió Abajo las Armas, un libro que tuvo un gran impacto social. Sin duda alguna, la amistad entre Alfred Nobel y Bertha von Suttner fue decisiva para que Nobel incluyera en su último testamento (el 27 de noviembre de 1895) un premio para las personas u organizaciones que promovieran la paz. Unos años después de la muerte de Alfred Nobel, concretamente en 1905, la propia Bertha von Sutter fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz.
Además de preocuparle los asuntos sociales (y en especial los relativos al pacifismo, donde sostenía posiciones bastante radicales para la época), también se interesó enormemente por la literatura. Él mismo escribía algunos relatos y poesías, a imitación de su ídolo, el poeta Percy Bysshe Shelley; incluso consideró la idea de hacerse escritor.
Alfred Nobel falleció en San Remo de una hemorragia cerebral el 10 de diciembre de 1896. Cuando se abrió su testamento causó una gran sorpresa que su enorme fortuna fuera a dedicarse al establecimiento de cinco premios anuales para quienes hiciesen algún descubrimiento trascendental en las Ciencias Físicas, Químicas y Fisiología o Medicina, que escribiesen una obra literaria de talante idealista, o trabajasen con eficacia por la paz entre las naciones. Dispuso asimismo, que para la concesión de estos premios no se tuviese en cuenta la nacionalidad. A pesar de la oposición de algunos familiares y las autoridades de varios países, Ragnar Sohlman y Rudolf Lilljequist pudieron ejecutar el testamento y formaron la Fundación Nobel para coordinar el trabajo de las instituciones encargadas de designar los galardonados. Los Premios Nobel, considerados la distinción más alta en cada una de estas disciplinas, se concedieron por primera vez en 1901.