Murnau, Friedrich Wilhelm (1888-1931).
Director de cine alemán, nacido en Bielefeld (Westfalia, Alemania) el 28 de diciembre de 1888 y fallecido en Los Ángeles (California, Estados Unidos) el 11 de marzo de 1931, cuyo verdadero nombre era Friedrich Wilhelm Plumpe.
Vida
Nacido en el seno de una familia con posibilidades económicas, de joven dio muestras de su afición a los temas artísticos, lo que le llevó a la Universidad de Heidelberg, donde cursó estudios de Arte y Literatura. Durante algunas representaciones estudiantiles en grupos de teatro, fue visto por el entonces famoso director Max Reindhart, quien le ofreció una beca para trabajar con él en su teatro de Berlín. Murnau aceptó, a pesar de contar con una fuerte oposición familiar. Allí participó en tareas de dirección y pudo observar la forma de actuar de su maestro. Esta relación se mantuvo hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, en la que Murnau intervino como piloto de combate, a bordo de un avión de caza.
Durante una acción militar, su aparato se vio obligado a aterrizar de forma forzosa en Suiza, que era territorio neutral. Aunque fue internado en un campo de concentración, ello no le impidió que en poco tiempo comenzase a organizar sus primeras producciones teatrales y, además, iniciase su relación con el cine, mediante la recopilación de material cinematográfico con destino a la embajada alemana.
Al concluir la guerra, se decantó profesionalmente del lado del cine como actividad en torno a la cual estructurar y desarrollar su porvenir y comenzó la dirección de la película titulada Der Knabe in blau.
Su primera gran película fue Nosferatu, el vampiro, una obra que se sitúa en el marco del movimiento expresionista, aunque se rodó en exteriores. La historia parte de la novela de Bram Stoker -Drácula- y cuenta con la magnífica caracterización del actor Max Schereck, quien ofrecía un aspecto siniestro -cráneo completamente calvo, vestido con una levita negra, uñas muy largas…-, proyectando inquietud y desasosiego. Nada tiene que ver este personaje con los que ofrecerá el cine a partir de los años treinta. Murnau muestra un vampiro solitario y maligno, al que nadie ayuda -sorprende un Orlock que porta sus propios ataúdes-, enfundado en un ropaje que tiene algo de mortaja. No será, pues, una referencia para el personaje de Drácula que ofrecerá el cine posteriormente.
Aunque, tradicionalmente, Murnau está adscrito al expresionismo, como uno de sus representantes más destacados, lo cierto es que su obra se caracteriza por tratar una variabilidad de temas donde lo expresionista se ve acompañado por motivos líricos, humorísticos, crónica social y hasta documentales.
El director alemán siempre tuvo una especial habilidad para los temas de argumento misterioso y onírico, donde su lado poético encontraba un camino que le resultaba especialmente grato. Era además un extraordinario creador visual. La fuerza de sus composiciones no impedía el desarrollo argumental, pero eran de una belleza deslumbrante por sí mismas. Sin embargo, este excelente director no sólo destacó en este tipo de obras. Con El último, realizó un trabajo que era una incursión en el mundo del realismo más detallado de la vida cotidiana, una obra sencilla a la vez que consistente, con un gran trabajo de Emil Jannings como portero del hotel que acaba relegado a los servicios, lo que supone una degradación social. La película se convierte en un monumento a la expresividad de la imagen, pues no fueron necesarios los rótulos textuales que explicaran los sentimientos que el actor transmitía a los espectadores.
Sus éxitos en Alemania llamaron la atención de los ejecutivos del cine estadounidense, que ya en aquellos años tenía unos planteamientos industriales y artísticos mucho más grandiosos que los de Europa y, por tanto, estaba atento a la aparición de cualquier figura que despuntase en el viejo continente. En consecuencia fue llamado a Hollywood, propuesta que aceptó.
No obstante, antes de cerrar el trato que le había hecho el famoso William Fox, rodó todavía dos trabajos en Europa. Uno fue Tartufo o el hipócrita, el otro, Fausto, que constituyó una original adaptación de la obra emblemática de la literatura alemana, donde tragedia, humorismo, ambientación y sentido del ritmo cinematográfico, dieron lugar a un cinta que aún hoy posee más vigencia de lo que pudiera sospecharse.
En Hollywood fue recibido con todos los honores y la infraestructura de la Fox fue puesta a su disposición, incluido el guionista favorito de Murnau, Carl Mayer, que acompañó a éste desde Alemania. El primer resultado de su actividad en suelo norteamericano fue Amanecer, una película de profundo aliento poético y de una belleza deslumbrante, que consiguió todo tipo de premios. Sin embargo, su estilo no fue comprendido por una mayoría del público, lo que provocó que el éxito en taquilla no fuese el esperado, circunstancia que hizo que los proyectos siguientes de Murnau tuviesen un desarrollo problemático.
La aparición del sonoro contribuyó a que los planteamientos industriales de los grandes estudios sufriesen un cambio en sus perspectivas. Los cuatro diablos, una historia centrada en el ambiente circense, sufrió las consecuencias del intervencionismo directo de los ejecutivos, que deseaban realizar un trabajo que resultase más comercial.
Algún tiempo después, al inicio de los años treinta, Murnau rodaría Tabú, una obra más personal, al margen de los circuitos habituales; una película sobre la vida en los Mares del Sur que enmarcaba una historia de amores trágicos. En este filme contó con la colaboración de Flaherty, que sería uno de los más importantes directores de documentales en los primeros años del cine. Fue la última y gran película de Murnau.
Con su muerte desapareció un hombre inteligente, que supo aunar la discreción con la brillantez y el sentido romántico del alma alemana, con la sutilidad de un humor que estaba más en su talante personal, que en sus reflexiones.
Al expresionismo, del que fue partícipe sólo en cierto modo, aportó una idea de exterior, de aire libre; un estilo que se caracterizó por la importancia del decorado construido en el contexto de la película salió, de la mano de Murnau, a los paisajes naturales y, sin perder personalidad, ensanchó su horizonte estético. Resultó un contrapeso de gran belleza en el marco de fuerzas que se generaban no sólo en los personajes, en sus historias, sino también en la utilización de los recursos expresivos proporcionados por la luz y la sombra. Murnau se convirtió en un pintor de sentimientos e inquietudes humanas, vivamente ejemplificadas en El último, Amanecer o El pan nuestro de cada día.
Filmografía
1919: Der knabe in blau; Satanás.1920: Bajazzo; Die bucklige und die tanzerin; Der januskopf; Abend… nacht… morgen; Der gang in die nacht.1921: Marizza, gennant die Schmugglermadona; Schloss vogelod.1922: Nosferatu, el vampiro; La tierra en llamas; El nuevo Fantomas.1923: Die Austreibung; Die finanzen des grossherzogs.1924: El último.1925: Tartufo o el hipócrita.1926: Fausto.1927: Amanecer.1928: Los cuatro diablos.1929: El pan nuestro de cada día.1931: Tabú.
Bibliografía
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BERRIATUA, Luciano: Los proverbios chinos de F. W. Murnau. Madrid. Filmoteca Española/ICAA. 1990. 2 vols.
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EISNER, Lotte H.: L’Ecran démoniaque. Paris. Le Terrain Vague. 1965.
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—–: F.W. Murnau. Paris. Ramsay Poche Cinema. 1987.