Matte Bello, Rebeca (1875-1929).
Escultora chilena, nacida el 29 de octubre de 1875 y fallecida en Italia el 14 de mayo de 1929, figura pionera en el arte moderno escultórico de su país, fue además la primera artista chilena que destacó en dicha disciplina, ejerciendo una gran influencia sobre posteriores generaciones. Entre sus obras más conocidas destacan Horacio, Crudo Invierno, Hamlet, Ícaro y Dédalo, y El Eco.
Hija de un diplomático, Rebeca Matte viajó constantemente por Europa y recibió una cuidada formación artística, primero en Italia en la escuela romana de Gulio Monteverde y en la Academia Villa Medicis, y posteriormente en Francia, en la prestigiosa Academia Julien de París. En 1900 fue premiada con la Primera Medalla del Salón de la capital francesa, reconocimiento al que siguieron otros en Italia, Estados Unidos y Chile. Sin embargo, la muerte de su hija de corta edad a causa de la tuberculosis supuso un cambio radical en su vida: abandonó la escultura y regresó a su país natal, donde donó gran parte de sus obras al Museo Nacional y fundó un hogar para niños huérfanos. Después de un largo periodo de inactividad, en 1912 volvió a retomar su carrera artística en una segunda etapa creadora muy fecunda. Matte tuvo el honor de ser la primera mujer que obtuvo una plaza de profesora en la Academia de Bellas Artes de Florencia, y cuyo nombre sirvió para instituir, a partir de 1992, un premio a la escultora chilena más destacada. Al igual que su primogénita, Rebeca Matte falleció por tuberculosis.
La obra de Rebeca Matte, trabajada directamente sobre mármol o mediante el vaciado en bronce, se enmarca dentro del periodo de transición entre la escultura academicista predominante en el siglo XIX y las nuevas corrientes estéticas que aparecen a principios del siglo XX, caracterizadas por la búsqueda de una mayor libertad creativa. Esta dualidad se manifestó también en la propia trayectoria de la artista, con dos épocas bien diferenciadas: una «etapa de juventud», en la que sus trabajos persiguen la perfección técnica y una interpretación neoclásica de la obra, y una «etapa de madurez», fruto de su aprendizaje en Europa y especialmente de la influencia de Rodin, que le condujo a la creación de esculturas de gran fuerza expresiva; Horacio es la más representativa de la primera etapa, junto a Militza y El Eco, mientras que Icaro y Dédalo, un mito que interpretó desde el dramatismo que supone la escena de un padre sosteniendo a su hijo muerto, es un ejemplo de la renovación estilística y temática que experimentó la artista. En Los Héroes de la Concepción, una de sus piezas más conocidas, representó un episodio de la historia chilena, haciendo énfasis en su carácter épico, y en Crudo Invierno, expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago, realizó una magistral analogía entre el efecto de los rigores del clima y la huella del paso del tiempo.
A medida que fue profundizando en un lenguaje artístico plenamente moderno y expresivo, sus esculturas reflejaron fielmente su propio sentir, dominado por sentimientos de melancolía, tristeza, dolor y estremecimiento; así, creó piezas como Dolor, obra hoy desaparecida que dedicó a su padre, y La Guerra, en la que reflejó su particular visión de la masacre de los campos de la Primera Guerra Mundial.