Lam, Wifredo (1902-1982).
Pintor cubano, nacido en Sagua la Grande, Cuba, en 1902, y muerto en París, en 1982. En 1916 se traslada con parte de su familia a La Habana, donde estudia Bellas Artes. En estos años se afirma en él la decisión de ser pintor. De 1920 a 1923 participa en el salón de la Asociación de Pintores y Escultores de La Habana. En este último año se traslada a Madrid. Sorprendentemente no parece interesado en ir a París, centro de atracción para los artistas, sino que deseaba formarse concienzudamente en el oficio de pintor en el Museo del Prado. Su maestro fue en un principio Sotomayor.
En estos años conoce a los artistas más relevantes del país y participa activamente en las vicisitudes sociales y artísticas que se producen. Se casa, en 1925, con la española Eva Piris, que muere junto a su hijo poco antes de empezar la Guerra Civil, en la que Lam participa activamente del lado republicano. Su tragedia familiar, seguida de la colectiva, dejan en Lam un poso dramático que siempre será perceptible en su obra. En 1928 se marcha a París, donde conoce a Picasso, se hacen amigos, y éste le dice: «Incluso si no hubieras venido con la carta de Manolo en el bolsillo -le dice Picasso- te hubiera visto por la calle y habría pensado: quiero ser amigo de este hombre». Picasso le presenta a todos sus amigos: Leiris, Miró, Léger, Matisse, Tzara, Eluard, Braque, Pierre Loeb, etc. Este último organiza la primera exposición de Lam en París, y Picasso invita a sus amigos a que vayan a verla. Lam, cubista, sintetiza sus emociones pintando personajes aislados, esquemáticos, enfrentados a la intensidad de la vida. La austeridad de la imagen se ve acentuada por la sobria utilización del color. Dentro del universo cubista y constructivista, Lam consigue una singular e inequívoca expresión.
Con motivo de la guerra europea se ve obligado a regresar a Cuba, a la que ya apenas se siente ligado. Sin embargo, este retorno forzado enriquece definitivamente al pintor. Por un lado es el reencuentro con su cultura africana-caribeña, que le embriagará, y al mismo tiempo se relaciona con los surrealistas que en esos años recalan en el Caribe. En 1943 expone en la Galería Pierre Matisse de Nueva York su obra La Junola, que es entonces adquirida por el Museo de Arte Moderno, lo que significa el reconocimiento más expresivo a su arte. Wifredo, en 1946, vuelve a Francia; a partir de este momento comparte su tiempo entre Cuba, Nueva York y París. La gran serie de cuadros totémicos y míticos en la que trabaja desde su primer regreso a Cuba, durante la guerra, le consagra como un pintor de fama mundial. A los cincuenta años y tras diez de estancia en la isla, Lam abandona Cuba y se instala definitivamente en París hasta su muerte, aunque viaja con frecuencia. Sus cuadros son fruto de una decantación y reflexión acerca de este universo creado por él.