Justiniano I. Emperador de Bizancio (482-565).
Emperador de Bizancio desde el 1 de agosto de 527, fundador de la dinastía Justinianea. Su nombre completo era Flavio Pedro Sabacio Justiniano. Nació en Bederiana (provincia de Dardania) en 482 y murió el 14 de noviembre de 565 en Constantinopla.
Vida
Justiniano nació en el seno de una familia campesina iliria de origen romano. De joven fue adoptado por su tío Justino I, quien le proporcionó una brillante y sólida formación en Constantinopla; así, el joven Justiniano recibió nociones de teología, ciencias profanas, política y diplomacia. Durante el reinado de su tío tuvo una brillante carrera en la corte, donde ocupó cargos como el de cónsul en el año 522. Justino, que veía cerca la muerte, le nombró su heredero y le concedió el título de Augusto el 1 de abril de 527. Cuando el Emperador murió meses más tarde, Justiniano no encontró ninguna oposición para ocupar el trono. Fue coronado el 1 de agosto del 527. El nuevo emperador se rodeó de un grupo de leales servidores que, como él, procedían de las clases bajas de la sociedad: su esposa Teodora, su heredero Germanos, los generales Belisario y Narses, el perfecto del pretorio Juan de Capadocia y el gran jurista Triboniano. Le guiaba la idea de la renovatio imperii, un imperio que abarcaría todo el mundo mediterráneo y conservaría las formas tradicionales de poder, fe y cultura. El objetivo de Justiniano era la creación de un imperio fuerte, basado en un sistema administrativo centralizado, una administración de justicia única, una política económica enérgica, una política de edificación de grandes monumentos y la existencia de una sola religión. En los primeros años de su reinado tuvo que hacer frente a una sedición motivada por el descontento social. Los rebeldes protagonizaron en 532 escenas de violencia y saqueo en las calles de la ciudad durante tres días y proclamaron emperador a Hipatio, sobrino de Anastasio. Sin embargo, cuando el emperador Justiniano se disponía a abandonar la capital, la rebelión fue sofocada por las tropas de Belisario y Mundus.
Política interior
La política interior de Justiniano tenía tres objetivos: reforma de la administración para que funcionara de la forma más justa y eficaz posible; fortalecimiento de la economía mediante la apertura de nuevas rutas comerciales y el apoyo a los comerciantes; y, por último, la unidad religiosa de la Iglesia que se encontraba dividida tras la lucha monofisita (véase monofisismo). Como sistema político, mantuvo la estructura de una monarquía absoluta sustentada en un ceremonial palaciego que propagaba y simbolizaba el origen trascendente de su poder. Justiniano en persona coordinaba la corte, la administración civil y el ejército. El instrumento de poder que se encargó de imponer la voluntad imperial hasta el último rincón del Imperio fue una administración sumamente organizada, que se fundamentaba en los principios de la centralización, la separación estricta entre poder civil y militar, la burocracia profesional y el control general. El funcionamiento del aparato burocrático estaba fuertemente reglamentado, con una estructura jerarquizada y una distribución precisa de las funciones. Los territorios de Justiniano estaban divididos en cuatro grandes departamentos centrales, de los que dependían las prefecturas, las diócesis y las provincias. El sistema buscaba evitar la excesiva concentración de poder en manos de un individuo y asegurar que todo se encontrase bajo el control absoluto del emperador. La reforma se produjo a partir del 535; lo primero que se buscaba era abolir la corrupción entre los funcionarios, que hasta aquel momento había constituido uno de los principales problemas de la administración bizantina.
Actividad legislativa
La voluntad reformista de Justiniano también se reflejó en la reforma legislativa. Consiguió la unidad de la legislación bizantina e implantó la enseñanza del Derecho para que las leyes fueran conocidas y aplicadas por igual en todos los rincones del Imperio. Con la redacción del Corpus Iuris Civilis, redactado entre 528 y 533, quedaron reemplazadas todas las anteriores compilaciones de Derecho romano. La primera parte de este Corpus lo constituía el Codex Justinianus, publicado el 4 de abril del 529, que contenía el texto completo de todos los edictos imperiales desde Adriano hasta el reinado de Justiniano. La segunda parte, conocida como Pandectae o Digestum, fue encargada al jurisconsulto Triboniano con la finalidad de sistematizar la ley. Él se encargó de recopilar los comentarios y determinaciones de los juristas romanos que completaban el derecho imperial. La tercera parte, las Instituta, era un manual para el estudio del Derecho donde se recogía toda la nueva legislación. El conjunto de las leyes posteriores a 533 dictadas por Justiniano fue conocido como Novellae.
Política religiosa
Justiniano fue el más claro representante de lo que posteriormente se denominó «cesaropapismo». Como emperador, era el señor absoluto de la Iglesia, por lo que podía decidir cuestiones referidas al dogma, el rito y el orden eclesiástico sin necesidad de convocar al sínodo. Justiniano era partidario de la ortodoxia más absoluta, tema sobre el que compuso tratados y cantos litúrgicos. Su política sirvió para acabar con los últimos reductos del paganismo en el Imperio, pero no consiguió acabar con el cisma monofisita. Tras una primera negociación que no llegó a buen término, Justiniano inició una persecución brutal de los monofisitas, pero el apoyo que proporcionaba la emperatriz Teodora a esta facción le obligó a tomar una actitud conciliadora hacia ellos. El II Concilio de Constantinopla (véase en Concilio de Constantinopla), en 553, fue un intento de llegar a un compromiso entre monofisitas y ortodoxos. Si bien el acuerdo fue imposible, se logró evitar un conflicto abierto que afectara a la sociedad bizantina.
Política exterior
La amenaza de los Sasánidas sobre Bizancio se agudizó a comienzos del reinado de Justiniano. Las luchas fronterizas iniciadas con los persas en 527 por el control de los pueblos del Cáucaso terminó en un tratado de paz perpetua en 532. El general Belisario recibió la orden de invadir el norte de África, controlada por los vándalos, que en 534 quedó convertida en posesión bizantina al mando del general Salomón, quien se tuvo que enfrentar a continuas sublevaciones bereberes. El siguiente objetivo de Justiniano fue la conquista del reino ostrogodo de Italia, tarea emprendida por Belisario en 535. Ese mismo año expulsó a los godos de Sicilia y al año siguiente rindió Nápoles; entró victorioso en Roma el 1 de diciembre de 536. En el norte, la resistencia fue más tenaz y hasta 540 Rávena no fue conquistada, momento en el cual Justiniano adoptó el título de Gothicus. Los ostrogodos se sublevaron bajo el mando de Toitila y reconquistaron todo el territorio perdido. Justiniano respondió con el envío de un ejército al mando de Narses, que se hizo dueño de nuevo de Italia y consiguió expulsar a los francos y alamanes que se habían establecido en Liguria. Justiniano intervino en el reino visigodo de España en respuesta a la ayuda solicitada por el rey Atanagildo contra Agila. En pago por la victoria obtenida, el Emperador recibió las ciudades de Sevilla, Córdoba, Málaga y Cartagena. El malestar en el Imperio aumentó ante los grandes gastos que suponía el mantenimiento de la política bélica del Emperador y desembocó en un motín contra Justiniano en el 562, encabezado precisamente por Belisario. La revuelta fracasó y el Emperador continuó gobernando hasta su muerte, el 14 de noviembre de 565, cuando contaba con 82 años.
Bibliografía
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JLGC